La Dificultad de la Reproducción. Notas sobre la Noción de Habitus en Bourdieu

A pesar de todos los esfuerzos de Bourdieu por alejarse tanto del objetivismo como del subjetivismo resulta relativamente común escuchar críticas que lo ubican en una posición objetivista. Por ejemplo:

Thus Bourdieu efforts to ‘trascend’ the opposition between objectivism and subjectivism in the end seem to boil down to little more than lip service to the intention to transcend it combined with a decidedly objectivist slant in actual practice (Van der Berg 1996: 219)

En esto el concepto de habitus resulta central: Si el habitus es una disposición basada en las circunstancias estructurales ¿qué lugar habría para la acción en ello? Sería un resultado estructural, y las personas simplemente ejecutarían la estructura. Hay un espacio para la acción pero este es relativamente irrelevante. El habitus es una forma de reproducción:

Sino que en general la teoría de Bourdieu bien podría ser considerada una teoría de la morfoestasis, pues las diversas prácticas sociales, en la medida en que vienen gobernadas por el habitus, contribuyen a la reproducción de las condiciones sociales objetivas en que este ha sido producido. De alguna manera es como si el habitus tendiera a su propia reproducción a través de las prácticas de los agentes (Aguilar, 2009: 20)

Y en esa reproducción el espacio para la acción no parece ser muy relevante, es algo relativamente trivial (‘no es más que’ en la siguiente cita de Martuccelli)

El habitus es la incorporación de un espacio social estructurado, gracias al cual la historia y la acción de cada agente no es más que una especificación de la historia y las estructuras colectivas de clase (Martuccelli 2013: 112)

Incluso entre quienes enfatizan el carácter abierto del habitus (o sea, recuerdan la parte que es una estructura estructurante) no pueden dejar de mencionar sus limitaciones al respecto. Hay acción, porque el habitus no determina, pero ella no innova:

Sin abundar en sutilezas lógicas, es evidente que una cosa es la contingencia relativa de las prácticas, su no-determinación, y otra su creatividad o su carácter innovador. Nuestra propuesta al respecto es que el concepto de habitus, más que fundamentar la creatividad de las prácticas, la presupone y la contempla como posibilidad (Cristiano 2011: 50)

En general, entonces la sociología de Bourdieu lo que hace es minimizar la acción, dado que se centra más bien en reproducir la estructura (dentro de ciertos límites, no está completamente determinado).  Más allá de lo correcto de estas visiones (¿puede explicar Bourdieu el cambio o la creatividad?), lo que nos interesa más bien es enfatizar un elemento que muchas veces queda escondido en estas discusiones: El hecho que la reproducción implica un trabajo importante, que requiere de toda la capacidad de acción del agente. Puede ser cierto que la teoría del habitus no de cuente de las dimensiones por las cuales se la ha criticado, pero es necesario insistir en el papel de la acción en él, un papel no limitado a ocupar los ‘grados de libertad’ que otorga la estructura.

En relación a sus estudios etnológicos en Béarn (en Francia) Nieto Calleja nos recuerda que:

Bourdieu propone que el individuo es un agente social impulsado por un interés, personal o colectivo (su grupo, su familia) y por ello realiza sus prácticas en el marco elaborado por sus habitus. Es decir que, sobre la base de un conjunto reducido de algunos principios normativos, que corresponden a una posición social y una condición material, el agente desarrollará la estrategia que mejor se adapta a sus objetivos, Aplicada al campo de parentesco, esta perspectiva permite mostrar a las personas tomando decisiones cruciales para los matrimonios de sus descendientes; y al hacerlo los agentes determinan, preservan o mejoran la condición social de la familia (Nieto Calleja, 2012: 484)

Richard Swedberg nos recuerda, en relación al análisis de la compra de la casa en Las Estructuras Sociales de la Economía que:

As the sales agent knows, most buyers dream of a house that is very far from what they can afford. If they are to end up with a house at all, they typically have to choose something that is quite different from their original vision. The sales agents, in short, have to convince the buyers to settle for less. They have to engage in what Bourdieu describes as ‘a work of mourning’ (Swedberg 2011: 77)

En ambos casos las citas debieran dejarnos en claro que en esas situaciones que el actor efectivamente está actuando: No está limitado a repetir una estructura. Para el actor hay mucho en juego (los hijos pueden no casarse o casarse ‘mal’, la casa puede no venderse o puedo comprar/ vender una mala casa). Desde la perspectiva de la reproducción puede que ello no sea muy relevante (en cualquier caso la estructura se reproduce), pero esa reproducción requiere de un actor que está realizando un trabajo que es difícil y que requiere toda su atención.

Lo que nos muestra entonces Bourdieu, con todas las fallas que pueda tener su argumentación, es algo que no debiéramos olvidar: la reproducción de la vida social es una tarea que requiere de todo el esfuerzo de los actores. Y es por ello que el actor es actor en la reproducción. No es extraño encontrar a veces autores (por ejemplo, dentro de la sociología francesa, es como se puede interpretar a Dubet en la Sociología de la Experiencia) para quienes sólo hay acción cuando se sale de la tradición o de la reproducción, el actor es realmente actor cuando crea algo nuevo. Pero eso implica trivializar el logro práctica de realizar las acciones para la reproducción.

Al fin y al cabo, es desde el punto de vista de la ‘estructura’ que es trivial lo que sucede en esas situaciones, pero para los actores lo que está en juego es crucial (la diferencia entre que las ‘cosas salgan bien’ o mal es central para ellos). No deja de ser curioso, entonces, que sociologías que presumiblemente defienden al actor evalúen las situaciones desde el punto de vista estructural, y pierdan de vista lo que es importante para el actor.

 

Referencias.

Cristiano, Javier (2011) Habitus e Imaginación, Revista Mexicana de Sociología 73, 1: 47-72
Martuccelli, Danilo (2013) Sociologías de la Modernidad. Santiago: LOM. Original de 1999
Nieto Calleja, Raúl (2012) Pierre Bourdieu: Etnólogo, Sociólogo y Antropólogo pp 469-503 en Tratado de Metodología de las Ciencias Sociales (De la Garza Toledo y Leyva eds) México: FCE
Swedberg, Richard (2011) The Economic Sociologies of Pierre Bourdieu, Cultural Sociology  5, 1: 67-82
Van der Berg, Axel (1996) Is sociological theory too grand for social mechanisms? pp 204-237 en Social Mechanisms (Hedström y Swedberg eds) Cambridge: Cambridge University Press

Salazar como teórico crítico

La pretensión de esta entrada es defender la idea que Gabriel Salazar puede ser considerado un teórico crítico. Ahora bien, para que esta pretensión tenga algo de sentido es necesario establecer que se considera teoría crítica en el aserto anterior. El paso del crítico al teórico crítico es, obviamente, al menos el paso de una consideración crítica a fundamentar conceptualmente esa crítica. Pero más aún, el teórico crítico no es tan sólo el que fundamenta su crítica, sino específicamente quien la fundamenta en la idea que la crítica emerge de las características del proceso social. No es un canon externo que se aplica a la realidad (digamos, como un límite hacia el cual la realidad se puede acercar), pero que no proviene de él: Un canon que puede estar muy fundamentado pero que es ajeno al desarrollo del proceso social. En la medida en que la crítica se basa en lo que se plantea es el propio proceso social, y que se hace en nombre de las necesidades de ese movimiento es que uno se acerca al tipo ideal de teoría crítica.

La pretensión entonces de la entrada es, entonces, más clara: La visión de Gabriel Salazar se acerca efectivamente a esa posición.

Habiendo planteado la tesis resulta razonable exponer la evidencia.

Lo primero es defender la idea que Salazar es un teórico. Lo que tomando en cuenta sus planteamientos sobre epistemologías a-históricas de la nación, la constelación G en Violencia Política Popular en las Grandes Alamedas (1990) alguien pudiera pensar equivocado. Pero de hecho todo ese capítulo es una disquisición teórica sobre el carácter del conocimiento del mundo social y una defensa de la historicidad (pero además de la perspectiva específica del bajo pueblo). Y ellas son posturas eminentemente teóricas, y de hecho son posturas relativamente normales en el paradigma de la teoría crítica.

De hecho, si usamos el reciente Movimientos Sociales en Chile (2012) como botón de muestra, Salazar tiene múltiples afirmaciones que implican compromisos teóricos fuertes. Por ejemplo:

Los sistemas institucionales no son ni vírgenes ni mártires, ni esencias perfectas ni contingencias miserables: son, tan sólo, construcciones sociales, temporales, históricas y, por eso, normalmente, imperfectas. Que, por lo mismo, decaen con el tiempo. Y estando febriles, generan patógenos anticívicos, algunos de ellos mortales, asesinos. Y por todo eso agonizan, casi siempre, largamente. Porque en general, agonizan, pero no saben ni quieren morir de muerte natural (p 59)

En consecuencia, un Estado social e históricamente ajustado debe cumplir para ser tal, al menos tres condiciones estructurantes: legitimidad (producto de una libre y deliberada decisión ciudadana), eficiencia (capacidad para resolver efectivamente los problemas que presenta el contexto histórico para la ciudadanía general y particular) y representatividad (que sus agentes o representantes apliquen de hecho ‘la’ voluntad ciudadana a ‘los’ problemas contextuales que la afectan (p 69)

Las anteriores son declaraciones claramente teóricas: Hay un modelo de cómo funciona de sociedad, de cómo funciona el Estado. Las discusiones sobre constelaciones G y P en Violencia Política Popular, o toda el desarrollo de la idea de anomia anti-cívica también son planteamientos teóricos relativamente extensos. Planteamientos teóricos basados en una concepción claramente historizante, pero con ello pasamos al segundo punto, porque claramente una concepción de ese tipo es plenamente coherente con una visión de teoría crítica.

Como ya dijimos, la idea de la teoría crítica no es simplemente que se plantea un punto de vista desde el cual se critica normativamente la sociedad. Es una crítica que proviene internamente de esos procesos sociales. La continuación que hace Salazar de las citas anteriores nos muestra de inmediato su talante de teoría crítica:

He ahí el problema. Razón por la que es necesario ‘matarlos’ y darles piadosa muerte cívica.

Y nunca, que se sepa, se suicidan. Para bien-morir, requieren de la ‘acción directa’ y la sapiencia eutanásica de su madre legítima: la soberanía ciudadana’ (p 59-60)

Un Estado ilegítimo, ineficiente y no representativo (por tanto, enfermo de una letal anomia anticívica) merece, por tanto del Tribunal de la Historia constituido por la ciudadanía general y particular, como única respuesta posible, la pena de muerte (p 70)

En ambos casos se extrae una conclusión crítica, y en ambas se extrae del análisis de la sociedad. Es porque la sociedad tiene determinadas características, porque tiene un telos interno -un deber ser que proviene de las características básicas que la constituyen- que se puede criticar la situación actual: Porque en ella no se puede desplegar lo que corresponde a la sociedad. Como lo plantea más adelante en el libro que citamos:

Podría decirse que un movimiento social culmina (teóricamente) su acción histórica cuando llega a ejercer de modo pleno el poder necesario, no sólo para ajustar aquí o allá el sistema dominante, sino para construir otro nuevo: el orden social que realmente necesita (p 347)

O en una declaración de Violencia Política Popular, que sigue la misma lógica:

¿Existe actualmente alguna ciencia que, de modo aproximativo, esté en condiciones de responder a ese movimiento en que una realidad busca su pensamiento? (p 52 Edición LOM)

Luego, dado que la sociedad tiene un movimiento, la crítica proviene del examen de ese movimiento -de esa realidad. Y sólo puede provenir de un estudio que intente dar cuenta y asociarse a ese movimiento de la sociedad. Ello es, finalmente, en su esencia teoría crítica.

En esta entrada no se ha intentado describir la teoría de Salazar como tal, sólo mostrar que efectivamente hay una imaginación teórica relevante en su obra. Lo cual, al final, no es más que un llamado a las disciplinas que estudian lo social en nuestro país a tomarse en serio: No sólo hay elaboración empírica, hay también elaboración y discusión conceptual, y bueno sería que trabajáramos sobre ello. Tampoco es extraño que una parte importante de dicha elaboración ocurra en la historia, pero como ya lo dijimos en otra ocasión ella es una de las disciplinas más potentes e interesantes en nuestro país.

La Reconstrucción del Análisis Social

Y en otra entrada de la tesis avanza -que además siempre sirve para publicar algo en el sitio- se procede a presentar la versión alfa(?) de la tesis, donde están reunidas las tres partes que la componen: El autodiagnóstico de la disciplina, el modelo teórico (que ya fue publicado en este sitio bajo el nombre La Construcción de los Procesos Sociales Fundamentales, link aquí), y el armazón -que a estas alturas sigue no siendo más que ello- de la parte empírica, de investigación sobre trabajadores por cuenta propia.

Ya había mencionado en la entrada mencionada que el conjunto, ampulosa e ilimitadamente, se llamaba la Reconstrucción del Análisis Social. Nombre que sigue teniendo ahora en todo caso.

Y como para presentar esto se requiere un link, helo aquí.

Los límites de la razón instrumental. Cierre y apertura al otro.

Como se ha dicho en diversos lugares, y en este mismo sitio, la razón instrumental presenta varios límites en tanto razón -o sea, desde un criterio interno. En esta entrada discutiremos una de ellas.

Desde el punto de vista de un actor racional instrumental -de acuerdo a los lineamientos del rational choice– lo único que interesa a un actor es adecuar sus medios a los fines que tiene dados. Desde ese punto de vista, los otros actores sólo pueden ser tratados como medios -incluso si un actor racional incorpora dentro de sus fines a otro actor, una vez establecido ese fin vuelve a tratar al otro actor como un medio. Estos actores que mutuamente se tratan como medios interactúan, entonces, mediante intercambio y negociaciones. En la autocomprensión de esta teoría, entonces en este intercambio cada uno obtiene beneficios y es por ello que ocurre.

Sin embargo, dicha autocomprensión es limitada porque no da razón de porqué un actor instrumental debiera preferir o intentar negociar e intercambiar cuando se relaciona con otros. El intercambio es, necesariamente, un costo para el actor -tiene que entregar algo, y desde su punto de vista sería mejor obtener algo a cambio de nada. Luego, si intercambia es porque no tiene otra forma de interactuar con otro. Pero, en la medida en que le sea conveniente eliminar esos costos, y forzar al otro actor a entregarle algo sin recibir, lo hará. Lo único que evita ello es la conveniencia de esa acción (los costos que involucra forzar a otro actor vis-a-vis los beneficios que puede obtener de ello), pero no hay nada en la concepción del actor que evite ello.

En otras palabras, desde la perspectiva de la teoría del actor instrumental lo mejor que le puede ocurrir es que el otro no sea un actor, en otras palabras que sea efectivamente sólo un instrumento del actor original. En este sentido, es una teoría radicalmente cerrada a la perspectiva de los otros: el otro sólo puede ser un costo para el actor. La voluntad del otro actor sólo puede ser un costo. En algún sentido, la acción instrumental -al igual que Sartre- plantea que el infierno son los otros.

Esto nos permite entender mejor algo que se planteaba el principio: Que incluso si el otro es incorporado en los fines, sigue operando como medio. Porque una vez que el actor decide incorporar el bien del otro en su propio fin (‘quiero que esté bien’), puede decidir hacer determinada acción o intentar que la otra persona la realiza, y ésta bien puede negarse. Y esta posibilidad de negación al medio establecido lo transforma en costo.

Ahora bien, ¿tiene sentido sólo tratar a los otros como costos de la propia acción? El actor instrumental es, finalmente, un actor cerrado, autorreferente. Ahora en sí mismo la autorreferencia del actor no es tan problemática si se reconoce que es a través de la relación externa que termina de constituirse completamente (la autorreferencia es, digamos, estructural -es la estructura la que establece como es afectado un objeto por algo externo, pero no por ello deja de ser afectado).

Pensemos en el caso del recientemente fallecido Gary Becker. En De Gustibus non est disputandum de 1977, escrito con Stigler, enfatizaba gustos constituidos eternos y universales: todo podía entonces ser explicado por las variables del actor instrumental. Posteriormente matizó su afirmación, estableciendo como los gustos eran producidos -de acuerdo a mecanismos que, por supuesto, eran explicables instrumentalmente. Más allá de la corrección de sus ideas, lo que nos interesa es que sólo a través de las relaciones con entes externos es que se podían, finalmente, construir los gustos concretos -más allá del cierre autorreferente de las estructuras permanentes de la instrumentalidad.

Y pensado así, entonces es relevante establecer la condición de posibilidad permanente que implica la apertura al otro: Éste no es sólo costo a superar sino fuente de alternativas que no serían posibles (o siquiera pensables) para el actor considerado en sí mismo. Los otros están involucrados en acciones, sentimientos, pensamientos etc. que superan en mucho a lo que cada actor podría dar. Y luego, observar al otro sólo como un costo para el logro de los beneficios individualmente concebidos es una forma en que el actor se limita a sí mismo. Estar abierto a las posibilidades que los otros entregan -para bien o para mal- es una forma de potenciamiento del propio actor.

Los límites de la Deliberación

Se puede entender la deliberación colectiva como algo universal, que en principio podría decidir de cualquier cosa. La primera decisión colectiva, se puede plantear, es que temas y objetos son objeto de decisión colectiva -y ello no tiene más límites que los que pone ese propio proceso. Pensado de esa forma, entonces toda limitación de ese proceso o es una normatividad externa a él mismo (un deber ser) o un cierre que hace pasar por necesario un límite que sólo está porque el proceso así lo decidió, pero bien podría haber decidido otra cosa: El proceso de deliberación colectiva podría decidir cualquier cosa. La sociedad es una construcción humana, y en tanto construcción no tiene más límites que lo que los propios participantes hacen -pensar que hay límites intrínsecos sería pensar lo social como un objeto natural dado, no construido, y luego constituye un error intrínseco.

La anterior argumentación parte de afirmaciones correctas pero saca conclusiones inadecuadas. Para decirlo de una forma sencilla: El proceso de deliberación colectiva puede decidir sobre cualquier cosa -no hay elemento de la vida social que no pueda ser objeto de deliberación. Pero la deliberación colectiva  no puede decidir cualquier cosa -los elementos sobre los que se deciden no dejan de tener por fiat deliberativo sus características.

Para entender mejor lo anterior, pensemos en por ejemplo el tema clásico sobre el cual se discute si puede ser ‘politizado’: los precios. Ahora bien, demos por cierto que las siguientes dos afirmaciones son ciertas y nada de lo que puede hacer una deliberación puede afectarlas: Si la oferta de un bien disminuye, su precio aumenta; todo aumento de costos disminuye la oferta de un bien. Alguien concluirá que entonces eso está fuera de todo proceso de deliberación y por lo tanto todo intento de deliberar sobre estos temas no es más que un ejercicio de futilidad.

El caso es que no lo es, y entender de manera precisa que dinámicas ocurren ahí nos permite comprender que implica tomar decisiones sobre cualquier cosa pero no cualquier cosa. Decir que es ajeno a la deliberación las consecuencias de ella no es más que reconocer algo que es intrínseco a toda forma de actividad social: Para las acciones individuales, las colectivas, las interacciones y cualquier otro elemento social es cierto que sus consecuencias son distintas de la propia acción. Pero eso no implica que no pueda trabajar sobre esas consecuencias. En otras palabras, la deliberación colectiva puede decidir algo sobre un bien y no puede evitar que esa decisión tenga un efecto determinado (menor producción, aumento de precios para pensar en los que se evaluarán negativamente). Eso no implica que no pueda tomar esa decisión. Implica que o toma en cuenta esas consecuencias -y decide a su vez hacer algo en relación sobre ellas (si aumenta el precio, entonces haremos X)- o decide y no toma en consideración esas consecuencias (hay cosas más relevantes que aumentar el precio). La existencia de dinámicas ajenas a la deliberación, que impide que la deliberación tiene límites en sus decisiones sobre alguna temática, no obsta para que al mismo tiempo puede decidir sobre cualquier campo.

O para decirlo de otra forma: Si hay montañas, la deliberación no puede decidir simplemente que ellas no existen, lo que ella bien puede hacer es decidir que hace en relación a las montañas (¿son tan altas que no las cruzo? ¿mejor construyó un túnel?, ¿o busco un paso? ¿construyo un camino? ¿me consigo unas buenas botas y ropa para el viaje?).

Lo anterior además nos hace ver algo que es incluso más crucial: Sólo a través del reconocimiento de esos límites que es posible tomar decisiones. Quien toma una decisión asume que de esa decisión salen algunas consecuencias. Su conocimiento de ellas normalmente es muy limitado, pero de todas formas requiere esa impresión -y en algún nivel funcionaran. Ahora bien, para que las consecuencias operen entonces se requiere que ya sean ajenas a las deliberaciones: Porque sólo así es posible dar por descontado ello y efectivamente actuar. Si se decide hacer algo (construir un camino) necesito asumir ciertas cosas que son ajenas a esa decisión (que los caminos sirven para cruzar montañas, que para hacer caminos se hace tal cosa y no tal otra): sin ello no construyo caminos. Es el hecho que no todo es deliberaciones lo que permite hacer deliberaciones.

Es importante insistir en la idea que siempre hay elementos ajenos a la deliberación. Porque ello es basal y consecuencia inmediata del hecho de la pluralidad de actores -el mismo hecho que hace necesario deliberar colectivamente en primer lugar. Porque los actores no pueden dejar de ser actores. Y así cuando los individuos construyen actores colectivos que deliberan no dejan de seguir siendo actores individuales, y por lo tanto que tienen reacciones a esas deliberaciones. Y esas reacciones, ajenas a esa deliberación, construyen un entramado que establece límites y condiciones de lo que decide esa deliberación.

En última instancia hay que recordar que la deliberación colectiva, como toda utopía, es realmente imposible: No hay forma en que hablen y participen todos quienes son comprendidos bajo una sociedad determinada en un mismo proceso de deliberación. Cuando decimos ‘la sociedad delibera’ estamos tomando atajos conceptuales (que estos hablantes son la sociedad, que tal lugar es el espacio donde la sociedad delibera) pero ellos son idealidades. Ahora bien, su imposibilidad no es, en principio, algo que afecte su relevancia. El mercado perfecto es también una idealidad que nunca existe, pero ello no obsta para que pueda ser usada como ideal regulador y forma de comprender la sociedad. La deliberación colectivo, del mismo modo, no existe nunca en la totalidad de su promesa, pero ese límite sigue siendo válido como ideal para contrastar la realidad y, además, es posible acercarse a él -y efectivamente lograr una mayor y mejor deliberación. Pero al mismo tiempo no puede olvidarse su condición de concepto límite.

La deliberación tiene límites operativos -la vida social no es toda ella pura deliberación. Al mismo tiempo, para poder efectivamente funcionar como deliberación es crucial que comprenda, asuma y opere sobre esos límites. Los límites operativos de la deliberación son la condición operativa de la deliberación.

(Si uno se pone a trabajar en el PNUD sucede entonces que uno se pone a pensar en cosas como deliberación)

Más allá de la acción como reacción. Otra crítica a la acción racional.

Por todas las limitaciones que tiene la perspectiva de la acción racional sigue siendo (y seguirá probablemente) parte del sentido común básico de las ciencias sociales y de las sociedades contemporáneas. Las razones de ello son en principio interesantes pero por ahora no las abordaremos. Aunque por supuesto es relevante que se mantenga como el sentido común teniendo tantas limitaciones y problemas.

En esta oportunidad nos centraremos en una de estas limitaciones. La racionalidad de la acción racional es, como sabido es, instrumental: Una relación medios-fines. Lo cual implica que, finalmente, siempre ha tenido problemas para pensar la acción expresiva. En otras palabras, tiene problemas para pensar en la acción que es fin como tal (o que es deseada o produce utilidad como tal, si se usa otro lenguaje). Las acciones se presumen realizadas para obtener algo que es distinta de ellas, y las acciones se eligen para maximizar ese algo. Pero cuando ese algo es una acción la situación se vuelve más compleja.

Hay, por supuestos, alternativas a este respecto. Una de ellas era la de Elster, que consistía en minimizar la relevancia de la acción expresiva (‘es menos común’). Otra es la hiper-heroica de aplicar el modelo a esa misma acción (insistiendo en separar la acción del disfrute asociado y por lo tanto permitiendo verla como medio, que en algún sentido era lo que hacía Becker). La situación no deja de ser relevante: Si los seres son racionales y maximizan algo, eso implica que en algún momento han de usar lo que maximizan. Y eso ya sería expresivo en cierto sentido. Si nunca se usa lo maximizado entonces, claro está, la acción racional como tal -y éste es un punto antiguo que ya hacía Weber- queda bajo el signo de la irracionalidad.

El caso es que a pesar de las dificultades, hay formas de incorporar la acción expresiva bajo la idea de la acción racional, y el número y habilidades de quienes siguen tal idea aseguran una diversidad de modelos para dar cuenta de lo anterior.

Lo que nos interesa es otro elemento, que subyace a la anterior discusión. La visión de la acción racional piensa la acción como emergiendo de la carencia: Es para obtener algo que al sujeto le falta (y como las necesidades son infinitas, siempre le falta algo) que se realiza algo. Un sujeto que, presumiblemente, tuviera todo lo que necesitare o desease nada haría. Y sin embargo, ¿es eso cierto? A veces tengo la sospecha, más bien, que la plenitud es activa: Que por puro ser, que por puro placer de desplegar lo que uno puede hacer es que uno hace las cosas (y que ello es, finalmente, el impulso creativo). Que imaginar la acción sólo como carencia es algo típico de una vida carenciada.

La Construcción de los Procesos Sociales Elementales

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La tesis avanza. Y entonces, y como forma además de publicar algo en este sitio, presentamos la versión 0.1? de una de las tres partes que actualmente tiene la tesis (de hecho la del medio). Faltan muchas cosas -ediciones, completar argumentos, comentarios, agregar la mayor parte de la bibliografía, pero ya hay al menos un texto.

El que, por supuesto, es un poco ambicioso. La idea es desarrollar una teoría general (como si el nombre de la entrada no lo dejara en claro). Un ejercicio que no sólo no es común por nuestros lares, sino que suele ser denostado (amigos como solemos ser de los particularismos). Parte de la apuesta es que precisamente se puede tener teorías universales que reconozcan la relevancia de lo particular en nuestras disciplinas.

La primera parte, que espero poder subir una primera versión también pronto, corresponde a un examen de cómo la sociología se observa a sí misma (para, fundamentalmente, plantear que la situación no es tan negativa como muchos de las visiones generales establecen). La última parte es, finalmente, mostrar que toda la discusión anterior puede ayudar a ilustrar algunas partes del mundo social concreto -y es una investigación sobre trabajadores por cuenta propia en estas latitudes. Y todo ello se llama, de forma incluso más pomposa, la reconstrucción del análisis social. Es cierto que los nombres pueden no que lleguen incólumes a la presentación de la tesis, pero bueno así es la vida.

Y he aquí el link.

La neutralidad valorativa y la distinción hechos-valores

Las ciencias sociales tienen en suerte mantener una discusión perpetua sobre algunos tópicos básicos. Una tentación, en que la he caído también, es declarar que todas esas discusiones no implican más que un estancamiento en estas disciplinas. Pero si se observa con más atención, entonces es posible argüir que si bien la disputa no se resuelve, los argumentos sí se refinan y mejoran, y en ese sentido la discusión no se queda inmóvil.

Una de estas discusiones es la relativa a la neutralidad valórica y uno de los argumentos es la distinción hecho y valor. Hace unos días leyendo una entrada al respecto en el blog scatterplot (link aquí) me encontré con un artículo reciente de Philip Gorski “Beyond the Fact/Value Distinction: Ethical Naturalism and the Social Sciences” en Society (link aquí) sobre este tema, en el que se critica la distinción hecho y valor, en específico criticando el argumento weberiano, de tanta influencia en la Sociología.

De acuerdo al argumento del texto, la distinción hecho/valor no funciona: Por un lado los hechos están impregnado de valores -cómo buena parte de la discusión en epistemología ha tratado de mostrar en el último medio siglo: por otro lado, los valores están impregnados de hechos: que cada vez que se plantea una discusión sobre valores al mismo tiempo aducimos juicios de hecho para apuntalarlos.

Gorski desarrolla un argumento de índole aristótelica para defender el carácter natural de los valores (i.e que están asociados indisolublemente a asuntos de hecho). Si hay un telos inherente a cada ser, y en buen Aristótelico ese es un juicio sobre la naturaleza; entonces, se sigue que hay elementos que propenden a su plenitud y logro, y evaluar positivamente esos elementos es un juicio de valor basado en hechos. Cada actividad tiene como parte de su descripción su propia virtud (y no hay duda en que la ética aristótelica es una ética de la virtud).

Se puede rechazar dicha ética, pero el argumento puede dar cuenta de ello. Porque normalmente eso lo haremos criticando el juicio de hecho (¿hay un telos?), porque el juicio ético se deriva del juicio de hecho, y la forma de crítica muestra el argumento fundamental de la imposibilidad de separarlos.

El argumento es bastante fundado, y es un hecho que discutimos sobre temas de valores usando consideraciones sobre la naturaleza fáctica de lo que discutimos.

Sin embargo, aunque puede ser central para criticar con éxito la versión de Weber de la distinción, aduciendo que no es posible entonces una neutralidad valorativa, creo que no lo es en relación a la versión de Hume -quién es el origen de la distinción en última instancia.

Porque que pasemos de asuntos de hecho a asuntos de valor no debiera ser noticia para un autor que inicia su An Enquiry Concerning the Principles of Morals con una discusión empírica sobre los valores de las personas. Y la observación básica de Hume es de hecho una observación de tránsito: lo que sucede al pasar de una discusión de hecho a una de valor, y lo que planeta es que introducimos algo nuevo (un juicio de valor) al hacer esa transición. En otras palabras, en Hume la distinción no implica que no existan tránsitos y que no estén imbricadas ambas esferas, sólo implica que son dos esferas.

Por ejemplo, en el argumento aristótelico hay un juicio de valor además de los de hecho: Que hay que desarrollar las potencialidades, que lo que hace ello es bueno. Ese juicio de valor puede ser obvio, puede ser natural, puede ser -de hecho. el único razonable dado el marco en que se trabaja, pero sigue siendo un juicio de valor y no uno de hecho. Y eso es todo lo que el argumento de Hume requiere.

Lo mismo aplica otros ejemplos usados en el artículo como la valoración de lo racional y lo original. Se requiere un juicio de valor para que lo racional sea positivo -y uno que, dadas la amplias críticas a la racionalidad como tal, no es tan universal como se pudiera pensar. La valoración de lo original, por ejemplo en las artes tampoco es tan evidente (hay formas de menospreciar la originalidad como tal, y se pueden valorar en cambio otras cosas como la habilidad –craftmanship)

 

Detrás de lo anterior hay una segunda crítica, que creo es más incisiva, que está con mayor claridad en la entrada de blog que mencionáramos: La crítica al carácter decisional de la formulación weberiana: En Weber ls valores son algo aparte de toda discusión racional, y sólo cabe una elección fuera de toda razón sobre ellos. Pero que es posible una discusión racional de valores es algo que muiestra cualquier examen de filosofía al respecto: No son discusiones empíricas o científicas si se quiere, pero no son mera declaración; hay argumentaciones propiamente éticas. De hecho, si incluso se realizan en la sociedad discusiones con argumentos en el campo estético, uno en el que usualmente no observamos bajo pretensiones de universalidad,  entonces con mayor razón son posibles en el campo de los valores.

Lo anterior claramente es incompatible con el argumento Weberiano. Pero, al mismo tiempo, es plenamente compatible con una visión de corte humean -nada evita que se pueda desarrollar al interior de ese marco una visión de una discusión argumental sobre valores, sólo se exigiría que ella fuera distinta de los juicios de hecho. La reducción de la argumentación racional al campo de los juicios de hecho es, si se quiere, una trampa positivista, y no una que sea requerida por la distinción hecho / valor.

 

Con esta discusión podemos, entonces, justificar nuestra aserción inicial: Que si bien las discusiones son perennes, eso no evita que ellas avancen. El texto que sintetizamos constituye una crítica eficaz de Weber, y en ese sentido representa un avance. Pero no resuelve la discusión en general porque queda, incólume, la versión original de Hume.

Puede resultar extraño y algo paradojal un avance en que el neo-kantiano Weber debe ser abandonado en pos de una argumentación original pre-kantiana. Sin embargo, creo que es más interesante que una mera extrañeza: la filosofía clásica alemana, tan central para la Modernidad, se constituye con Kant como una forma de superar e integrar las dos tradiciones básicas de la filosofía occidental moderna: el empirismo y el racionalismo. Ese es un proyecto central en la tradición moderna, pero la síntesis kantiana no parece haber sido el camino más adecuado (al menos con dos siglos de hindsight). Explorar otra forma de sintetizar Hume y Spinoza, para usar algunos de los nombres claves de las tradiciones de base, no deja de ser un proyecto filosófico alternativo de la modernidad, y una que no fue explorada.

Quizás he ahí una forma de efectivamente superar las viejas antinomias de la tradición del pensamiento de las ciencias sociales.

 

 

Influencias de autores y las tradiciones de la Sociología. Habermas, Luhmann y Bourdieu.

En la actualidad es relativamente sencillo hacer algunos divertimentos con datos. Usando el Ngram Viewer de Google -que realiza un sencillo conteo de problemas en diversos corpus de libros, es posible tener algunas impresiones sobre la influencia de determinados autores: Es cosa de observar cuanto aparecen sus nombres en los libros del corpus. Como Google presenta los datos por idioma es además sencillo comparar esa influencia entre diversas tradiciones, y como la Sociología no es una ciencia universal es quizás interesante hacer comparaciones.

Luego, ¿que pasa con la influencia de autores relevantes como Habermas, Luhmann o Bourdieu? Partamos con el corpus en español:

ngramspanish

 

Bourdieu y Habermas tienen una trayectoria muy similar: Crecen a partir de 1985, alcanzan un peak entre 1990 y 1995 y luego empiezan a disminuir. A partir del 2000, en todo caso, hay recuperación pero claramente Bourdieu aparece como más central -y vuelve a alcanzar su peak previo. Luhmann prácticamente no existe hasta el siglo XXI en que empieza a subir, pero sigue siendo menor (lo cual nos indica nuevamente su anómala posición en Chile donde su posicionamiento como gran teórico es anterior).

Ahora revisemos la situación en Inglés:

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Habermas es claramente mucho más relevante que Bourdieu y que Luhmann. Habermas es relevante desde 1970, alcanza un peak en 1990, luego disminuye pero en el siglo XXI el porcentaje de libros en que es mencionado vuelve a aumentar de manera muy clara. Bourdieu a partir de 1975 claramente es un autor menos citado que Habermas y entra luego en una etapa de menor popularidad, la que se vuelve a recuperar en este siglo -pero claramente a mayor distancia de Habermas. En el caso de Luhman hay cierta influencia entre 1975-1980 (de hecho previo a la publicación del Sistemas Sociales en Alemán), la que prácticamente desaparece posteriormente, y luego a partir de 1995 empieza una lenta y pequeña recuperación (y si mal no me equivoco la traducción al inglés es de ese año). Pero claramente está lejos de los otros autores.

En español y en inglés, Luhmann es claramente menos relevante que Habermas o Bourdieu. En el caso inglés, Habermas -que ha sido servido por mejores traducciones (pero eso es en sí una señal de influencia)- es más popular. En español, ambos estaban en una situación similar, pero en los últimos años Bourdieu es más dominante.

Ahora revisemos la situación en alemán (dado que dos autores son alemanes). Y aparece lo siguiente -que claramente es un mundo distinto de los que hemos visto hasta ahora:

ngramgerman

 

Aquí Habermas fue muy influyente, pero sólo hasta cerca de 1990 (o sea, la publicación en 1980 de la Teoría de la Acción Comunicativa le sirvió para mantenerse 10 años) y luego prácticamente desaparece. Luhmann en cambio, que hasta 1995-2000 no era tan relevante, adquiere una fuerte tendencia de aumento. Bourdieu aquí aparece como un autor más bien secundario -aun cuando ha aumentado en años recientes y supera a Habermas.

En alemán entonces, Habermas -al revés que en español y en inglés- es un autor ‘antiguo’, Luhmann ha adquirido gran importancia -en español y en inglés tiene curva de aumento en las mismas fechas pero mucho menores. Y Bourdieu claramente no alcanza la posición que mantiene en español o en inglés.

No presentó el ejercicio en francés, pero el dato más relevante quizás es que -de forma totalmente contrapuesta al corpus en alemán- Luhmann de hecho no existe (i.e no aparece en el gráfico que produce ngram).

El ejercicio es claramente muy burdo -y los datos usados tienen varias falencias (y además hay preguntas sin contestas: en todos los gráficos entre 1990-2000 disminuyen las referencias, ¿es un problema de los datos? ¿fueron reemplazado por otros autores?). Hay algunos autores que, lamentablemente, no pueden incluirse -sin entrar a un análisis más serio: Por ejemplo, Archer (donde el apellido es una palabra común en el idioma inglés, lo que claramente afecta a los resultados).

Con todo, no deja de ser interesante. Y no deja de mostrar con claridad lo provinciano de las ciencias sociales. Un cambio de idioma (o cruzar un río en el caso francés-alemán) y el mundo de referencias es completamente diferente.

La producción de la unidad del individuo (II)

Siguiendo con la entrada anterior (La producción de la unidad del individuo I) entonces ahora corresponde intentar responder a la pregunta de por qué el individuo tendría prioridad.

En parte esta prioridad se debe a que la unidad como actor del individuo se puede postular como algo ‘dado’. El hecho que un contexto afecte al actor de forma tal que después actúa en consonancia, ese proceso a través del cual se asume su unidad (i.e es el mismo el que fue afectado y luego actúa, tiene continuidad), en los individuos se puede simplemente asumir -por la continuidad corporal de ellos.

Ahora bien, asumamos por ahora esa afirmación. Pero en ese caso podremos observar (y de hecho, el mismo Coleman lo hace) que los procesos sociales generan unidades colectivas con esa unidad: las llamamos organizaciones y nos relacionamos con ellas como si fueran actores. Por ejemplo, pueden ser demandados o demandar, y e cada caso el juez entenderá y actuará como su la organización, no individuo alguno, fuera el demandado o el demandante etc. Esta unidad claramente es producida, más aún, la acción de la organización en el momento X puede entenderse como resultado de los actores que pertenecen a ella en el momento X (que el individualista metodológico nunca olvidara de mencionar). Pero lo que resulta es un actor.

Si alguien quisiera discutir la conclusión anterior es posible aducir otra razón adicional. Este carácter producido del actor colectivo puede a su vez (y es el mismo Coleman quien hace la sugerencia y algunos resultados recientes en neurobiología lo avalan) aducirse para el individuo: Que la acción individual -de un actor que posee unidad- es producida por la forma en que se combinan diversos elementos internos (i.e que tu decisión es producida por un conjunto, por una ‘comisión’ interior).

Lo anterior se puede a su vez radicalizar, y con ello ya salimos fuera de Coleman, haciendo ver que la unidad del actor depende de la malla de interacciones en que se encuentra inserto. Y como cada ‘actor’ en realidad pertenece a diversas mallas bien se puede constituir en diversas ‘unidades’: teniendo características diferentes en cada red. En algún sentido, lo que es el actor depende de las interacciones en que se inserta. Ago además que puede aplicarse de manera indistinta a cualquier tipo de actor, como Harrison White ha destacado.

Si lo anterior es correcto entonces el individuo como actor no tiene ninguna prioridad ontológica si se quiere: El individuo es tan construido como los actores colectivos que se crean en la interacción.

Sin embargo, hay un sentido en el que el individuo físico, corporal, tiene características especiales. Puede que el realismo ‘vulgar’ que piensa a los individuos biológicos como unidades prioritarias y dada no sea sostenible teóricamente, pero dado que el realismo ‘vulgar’ es parte de a vida social entonces tiene consecuencias. Así piensan los actores y aí se relacionan -parte de lo que genera la unidad del actor individual es que otros actores lo reconocen como unidad y lo tratan como una unidad (recordemos un poco como Mead trabajaba el tema de la formación de la persona en la interacción). El individuo no estará dado, pero el proceso de construcción usa a los individuos como elemento sobre los cuales construir. Representa así la unidad más evidente y básica, la más fácil de operar.

Si se plantea que este pretendido carácter ‘evidente’ del individuo es sólo algo producto de la modernidad / del capitalismo / del racionalismo, bien se puede retrucar que hay una malla que opera en todas las sociedades que es individualizante: las relaciones de parentesco ‘individualizan’ cada sujeto  -dado que ocupa posiciones diferenciadas en esa malla. Al mismo tiempo, por más que se disuelva al individuo en sus mallas de interacción hay elementos (por ejemplo, su memoria) que el actor, el individuo en este caso, traslada a través de sus ubicaciones.

La unidad del individuo es construida. Esto tiene múltiples consecuencias (por ejemplo, en lo relativo a cómo el actor identifica sus propios intereses). No se lo puede tomar como una unidad dada, en eso es equivalente a cualquier otro actor. Pero, al mismo tiempo, representa un sustrato sobre el cual se pueden construir más fácilmente esa unidad del  actor. Por así decirlo, el individuo biológico es el lugar desde el cual más fácilmente se puede ‘entrar’ en ese proceso de construcción de unidades de acción. Es una relevancia especial que no alcanza a fundamentar las pretensiones del individualismo metodológico, pero no por ello deja de ser relevante.