Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (II) Un análisis de agentes

Una consecuencia de la discusión anterior es que toda discusión de método tiene compromisos teóricos. Corresponde, entonces, plantear los compromisos teóricos que subyacen a esta discusión del método.

En el mundo social hay agentes, y hay acciones. La base de la discusión que desarrollaremos a continuación es que la afirmación anterior es relevante, y sus consecuencias deben ser tomadas en cuenta cuando realizamos investigaciones.

Lo que no queremos afirmar es que en el mundo social sólo hay agentes y acciones; ni tampoco queremos afirmar que la explicación de los fenómenos sociales tenga que fundamentarse en dichos agentes. De hecho, ni siquiera queremos plantear la afirmación que los actores son parte de la sociedad. La afirmación, incluso, es compatible con la idea luhmanniana que las personas no son parte de lo social, y que la unidad básica de la vida social son comunicaciones. Pero las comunicaciones –aun cuando no incluyan agentes- requieren que existan agentes . La intención de la afirmación es más sencilla: no podemos pasar por alto la circunstancia que en la vida social existen actores.

La afirmación es limitada, pero tiene consecuencias relevantes. Porque el carácter de los agentes, y las características que les asignamos, nos entrega un rango de explicaciones y de análisis aceptables o no. Si planteamos que los agentes que nos interesan son, para usar el ejemplo más restrictivo, agentes completamente racionales, entonces esto tiene efectos en el tipo de análisis que podemos realizar (siguiendo con el ejemplo luhmanniano, en el tipo de comunicaciones y en las conexiones que estas realizan).

En este texto nos limitaremos a plantear algunas consecuencias del hecho en sí que existan actores en la vida social, sin entrar en mayores detalles sobre el tipo de agentes. En principio, las reglas que enunciaremos debieran ser válidas para todo tipo de agentes.

Las Reglas Analíticas del Método en Ciencias Sociales (I) La Naturaleza del Método

Revisando hace un par de días todos los posts hechos en este blog -que llegan a una buena cantidad de páginas en realidad- pensé que agrupando algunos podía escribir algunos papers. El primero, porque era el más avanzado, era uno sobre Las Reglas del Método Sociológico. Así que lo que haré en los siguientes días es ir publicando cada una de las partes del artículo, de manera de ir ordenándolo y dejándolo más publicable. En varios casos esto será sencillamente una nueva versión de un post anterior, pero en otros será efectivamente un nuevo análisis.

A continuación, entonces, la introducción

Una de las características extrañas de las ciencias sociales es la importancia que la metodología tiene en la discusión y en la enseñanza de estas disciplinas. La separación que existe entre la metodología y el resto del saber de estas disciplinas es una de las características más irritantes de ellas. Es posible abrir cualquier manual de metodología y observar que poco de lo aparece en el texto se relaciona con las discusiones sustantivas de la metodología[1]. Por ejemplo, sólo recientemente se ha empezado a tomar en cuenta en serio el hecho que las encuestas son una especie de conversación y que requieren, entre otras cosas, que los entrevistados hagan uso de la memoria; y por lo tanto, sólo recientemente el conocimiento sobre cómo la gente desarrolla conversaciones o los descubrimientos de la sicología cognitiva sobre la memoria es un conocimiento relevante en la elaboración de cuestionarios (Tourangeau, Rips, & Rasinki, 2000). La práctica habitual, de hecho, en muchos manuales de metodología sigue siendo discutir sobre cuestionarios sin relación a esos conocimientos sustantivos.

Esta separación de la metodología del resto del saber disciplinar tiene como consecuencia una concentración en las técnicas de investigación. Dado que la discusión del método no se basa en nuestras ideas sobre la interacción social, entonces no puede centrarse en el tipo de aproximación que resulta más adecuado (¿qué tipo de preguntas son más relevantes?, ¿cuáles son las maneras más adecuadas de responderlas?). El análisis, a su vez, queda reducido a la aplicación de técnicas estadísticas –sin discusión de su aplicabilidad o necesidad de adaptarlas a los requerimientos específicos de explicación de las interacciones sociales[2]. Lo que queda, entonces, es la discusión sobre las técnicas de producción de datos.

La concentración en las técnicas de investigación sin relación con un saber disciplinar tiene una consecuencia muy negativa en la aproximación a dichas técnicas. Porque esto reduce a las técnicas de investigación a un saber general sobre estas técnicas. Pero, ¿qué se puede decir sobre las encuestas o las entrevistas cuando se habla generalmente? No demasiado, y no mucho que efectivamente sea útil para quienes practican la investigación. Las preguntas cruciales en una investigación suelen estar asociadas con los saberes particulares asociados al tema de investigación. Pero esos son saberes disciplinares, no metodológicos.

La concentración de la metodología en las técnicas, y en particular en un saber general de las técnicas, y su aislamiento de la discusión disciplinar tiene su raíz básica en la función que cumple la metodología dentro de las ciencias sociales. No ha resultado posible ponerse de acuerdo en lo sustantivo, pero si es posible ponerse de acuerdo en lo metodológico: Si explicaciones estructurales, o basadas en agentes, o basadas en actores racionales son las más adecuadas sigue, y seguirá siendo, asuntos a discutir; pero es posible que todos estemos de acuerdo en que la confiabilidad y la validez son características de una buena medición. La metodología es un conocimiento poco conflictivo que sirve para constituir entonces cierta identidad disciplinar. Una de las consecuencias de lo anterior, en todo caso, es la construcción de un conocimiento metodológico inadecuado.

Si queremos superar lo anterior, entonces es necesario reconocer que los métodos han de estar relacionados con las ideas teóricas sobre la interacción social y sobre las sociedades. Las reglas del buen análisis son lo que debiera constituir la base del método, y esas ideas no queda más que basarlas en conceptos y en afirmaciones sobre cómo funciona el mundo social. De hecho, lo anterior no debiera ser polémico: Definir reglas de análisis es lo que hizo Durkheim en Las Reglas del Método Sociológico (Durkheim, 1986 [1895]), o lo que Giddens hizo en Las Nuevas Reglas (Giddens, 1976). La discusión sobre la relación micro-macro de Coleman en Foundations of Social Theory es una discusión sobre qué tipos de análisis y explicaciones son adecuadas (Coleman, 1990). Es posible defender, de hecho, la afirmación que la discusión metodológica fuera del campo especializado en metodología, es de hecho la discusión sobre cómo se realiza un análisis adecuado.


[1] En el caso de las técnicas cualitativas hay usualmente mayor discusión disciplinar. Parte importante del argumento de estos textos es que las características de los actores y de la interacción social hacen útil o necesaria una aproximación cualitativa. Pero esto se debe a que la legitimidad de las técnicas cualitativas sigue en discusión, y sigue siendo necesario para quienes las desarrollan defender que representa una adecuada forma de conocer la realidad social. Dado que las técnicas cualitativas sigue estando fuera del mainstream metodológico, el argumento sólo puede provenir de ideas teóricas sobre la interacción social.

[2] Cuando nos preocupamos de ello, efectivamente se producen técnicas específicas. El análisis de redes sociales, por ejemplo, implicó desarrollar indicadores y formas de análisis específicos, adaptados a las necesidades de ese tipo de análisis (Wasserman & Faust, 1994). Lo que no se podía hacer, si uno realmente tomaba en cuenta los requerimientos de analizar redes, era aplicar sencillamente los análisis ya existentes, desarrollados sin tomar en cuenta esas características.

Las reglas del método: Toda acción tiene consecuencias

El que las acciones tienen consecuencias (y además requerimientos) es del tipo de cosas que una vez mencionadas suenan relativamente obvias. De hecho, no parecieran merecer siquiera el esfuerzo de puntualizarlas. Pero, como muchas otras cosas igualmente obvias, no deja de ser relevante decirlas. Porque usualmente las olvidamos.

El ejemplo más claro quizás esté en lo que se refiere a reproducción de prácticas sociales. Si pensamos en que las acciones no tienen consecuencias o requerimientos entonces es fácil caer en la idea que si una determinada práctica logra conseguir que las personas la sigan tal cual, entonces su reproducción queda asegurada. La idea queda sucintamente expresada en la siguiente cita:

The problem, as these critics have argued, is this: If the habitus were determined by objective conditions, ensuring appropiate action for the social position in which any individual was situated, and the habitus were unconsciously internalized dispositions and categories, then social change would be impossible. Individuals would act according to the objective structural conditions in which they found themselves, and they would consequently simply reproduce those objective conditions by repeating the same practices (Anthony King, 2000, Thinking with Bourdieu against Bourdieu, Sociological Theory 18, 3: 417-433, página 427)

Pero claramente eso resulta insuficiente. Eso es pensar que las únicas consecuencias de una práctica son las acciones que la constituyen. Para colocar el ejemplo más claro. Por más que los pascuenses fueran ultra-eficientes en lograr que todos siguieran al pie de la letra sus reglas culturales, no podían seguir con la práctica de construir moais una vez que se quedaron sin árboles. La práctica tenía una consecuencia, un nivel de uso del recurso arbol, que eventualmente sería exterminado por el éxito de la práctica en su reproducción. O para usar otro ejemplo, por más que las sociedades mesopotámicas pudieran reproducir sus prácticas, el hecho es que la salinización de los suelos volvió imposible el cultivo de cereales en ciertos territorios (si bien la hipótesis de la salinización para explicar el abandono de las ciudades del sur de Mesopotamia ha sido discutido, lo que nadie ha negado es que es una hipótesis plausible. No se discute que la salinización podía tener esos efectos, sino el hecho de si hubo o no salinización).

El ejemplo anterior es relativamente obvio, pero la importancia de las consecuencias de la acción no se limitan a ese tipo de resultado (i.e recursos ecológicos o una práctica que elimina las condiciones de su existencia). La importancia de las consecuencias no se limita al tema de la reproducción de esa práctica.

Pensemos en otro ejemplo, que también es conocido. El desarrollo de las prácticas económicas de la sociedad moderna conlleva un aumento de los requerimientos de educación de los trabajadores. Esto implica el desarrollo de la educación (básica al menos). Esto lleva a que los niños tienen que quedarse en las salas de clases en vez de participar en la fuerza de trabajo. Que a su vez lleva al aumento del costo de los niños. Que a su vez tiene como consecuencia una disminución del número de hijos. Que a su vez….

En este caso las consecuencias no son desestabilizadoras para las prácticas económicas iniciales -aunque de todas formas lo afectan, al cambiar quienes pueden ser parte de la fuerza laboral-. Pero el caso es que no debiéramos olvidar que una determinada acción tiene una serie de consecuencias, para sí misma o en otras acciones.

No podemos pensar como si lo único que existiera en una práctica fueran las acciones e interacciones que la conforman, ajenas a todo otro elemento. Esas acciones o interacciones requieren, usan y generan recursos que pueden afectar a cualquier otra acción o interacción. En última instancia, toda interacción usa cierto nivel de recursos -en el limite, usa tiempo- que no quedan disponibles para otras interacciones. En ese nivel, todas las prácticas estan ligadas.

Que toda acción tiene consecuencias tiene a su vez una consecuencia de importancia. Las consecuencias de una práctica son múltiples y diversas. Y muchas de ellas van más allá de lo que esa práctica puede controlar, afecta interacciones que no son parte de esa práctica. Y por lo mismo, entonces ninguna práctica puede garantizar -en última instancia- las condiciones de su propia reproducción. Porque esos efectos que no pueden controlarse, entonces pueden afectar los recursos y requerimientos de una práctica de maneras imprevisibles.

Esto nos enfatiza que ninguna práctica puede analizarse por separado. Tiene requerimientos que pueden verse afectados por muchas otras prácticas (que son independientes de la inicial) y tiene consecuencias que pueden afectar muchas otras prácticas (y que una práctica no siempre puede controlar). El circulo que las consecuencias de una acción son el contexto de la siguiente que planteaba Giddens no es un círculo que pueda verse a través de una práctica de manera aislada.

Finalmente lo que hemos discutido se basa en otra idea que me parece relevante (y que quizás también debiera ponerse como una regla del método). Aunque lo social pueda ser constituido solamente por interacciones (o comunicaciones u otro elemento), en otras palabras, constituido solamente por elementos sociales; no puede analizarse separadamente de su ‘materialidad’. La estructura social, si se quiere, no son solamente ciertos patrones de acciones, son también los edificios asociados, los bienes que se usan en sus acciones o la energía que se usa en las interacciones.

>Pensar que todas las acciones tienen consecuencias implica darse cuenta que las prácticas no pueden analizarse aisladamente, porque -en última instancia- las prácticas sociales no sólo son sobre las interacciones que las constituyen.

Sobre una asimetría básica en la interacción

Por otro motivo, al final es siempre por otro motivo, estaba releyendo Structures of Social Action (1984, Cambridge University Press), y en particular un artículo sobre el aplauso (Public Speaking and Audience Response, J. Maxwell Atkinson) que me acordó de otro artículo que había leído sobre el abucheo (Booing: The Anatomy of a Disaffiliative Response, en el American Sociological Review, 1993), que me volvió a hacer pensar en el tema de la diferencia entre apoyar y criticar en la interacción. En el mismo libro, un artículo de Anita Pomerantx (Agreeing and disagreeing with assesments) hacía el mismo punto.

En última instancia, el tema es que en la interacción uno puede encontrar siempre una distinción entre modalidades preferidas / no preferidas. ‘Preferred activities are normally performed directly and with little delay. Dispreferred activities, by contrast, are usually performed with delay between turns, are commonly delayed within turns, and are variously softened and made indirect’ (como lo resumen los editores del libro en la página 53).

Y lo que es notorio es que el acuerdo con el hablante es siempre la versión preferida. El desacuerdo (ya sea no estar de acuerdo con la posición, no aceptar una oferta de acción,no mantener el estado emocional que nos requiere el hablante) ocupa la versión no preferida. En otras palabras, hay una asimetría básica en la interacción, que está diseñada -por decirlo de alguna forma- para producir acuerdos. De hecho, en el artículo del abuceho se hacía notar que mientras el abucheo requería coordinación entre actores, el aplauso no (el aplauso resulta inmediato cuando hay señales que este es un punto para aplaudir): La producción de aplauso, mostrar acuerdo, era fácil de realizar; mientras que la producción de abucheo, mostrar desacuerdo, requería un monitoreo de otros.

Podemos resumir esa asimetría en la siguiente formulación:

El acuerdo no requiere explicación. El desacuerdo requiere justificación.

Y esto tiene que ver con un tema que ya Goffman había insistido: Que la vida social se basa en que los participantes mantienen una orientación cooperativa. Y por lo tanto, cuando aceptamos lo que dice otro actor sencillamente continuamos la interacción; mientras que el desacuerdo es tematizado y trabajado -hasta que quede claro que el desacuerdo no implica salirse de la orientación cooperativa. Y así por ejemplo, nuestras disculpas usualmente son del tipo ‘no puedo hacer lo que tu me planteas’ más que del ‘no quiero’. La mantención de la interacción requiere entonces de mantener la idea de un trabajo cooperativo conjunto.

Luhmann ha enfatizado en varias ocasiones la idea que el acuerdo no es central en la vida social (criticando a Habermas). Hace notar que el desacuerdo es parte de la interacción, que una de las alternativas es siempre ‘No’, y que de hecho la interacción puede continuar después de eso. Ahora, el punto es formal, y como todo punto formal ajeno a toda investigación real (*).

Porque aunque efectivamente la interacción continua tanto tras el acuerdo como con el desacuerdo, lo hace de forma distinta. Y en esa distinción se muestra una asimetría entre el mostrar acuerdo -que es la modalidad preferida de continuación- y el desacuerdo -que no lo es. La asimetría entre acuerdo y desacuerdo es una de las características fundamentales de la vida social.

(*) Que, lamentablemente, creo que Luhmann y la teoría de sistemas tiene la tendencia a hacer. 

Explicar por lo social y explicar lo social

Este fin de semana acompañé a Catalán a una clase de un Magister de Innovación que tiene la Adolfo Ibañez. En la clase la idea era trabajar los temas de los aspectos sociales del consumo como aporte para la innovación.

Entonces, para defender la idea que el consumo se ha de entender culturalmente, Catalán declaro que era la sociedad y la cultura la que establecía los significados de un vaso por ejemplo. Y que los bienes no se entendían sin la cultura. Ahora, lo que me parece interesante no es tanto lo anterior (que hay significados asociados a un objeto), sino la misma afirmación pero a la inversa: Que el vaso sirve para establecer significados en la sociedad. Que es lo que finalmente Mary Douglas plantea, que los bienes estabilizan los significados en la sociedad, no que la sociedad pone significados en los bienes.

La inversión en todo caso me parece que esto es sintomático de una tendencia más general en las ciencias sociales. Lo que siempre nos interesa defender es la idea que X se debe explicar / comprender por la sociedad. Ahora, esto es un argumento defensivo: Es la forma en que mostramos que lo que estudiamos es relevante. Pero no es la forma en que estudiamos lo que nos interesa. En otras palabras, lo que nos debiera interesar es cómo se explica / comprende la sociedad, y X como parte de eso.

Porque si no, no avanzamos nunca en el estudio de lo social. En algún sentido, nunca hemos seguido la idea de Durkheim de estudiar lo social. Centrados en discutir si los hechos sociales son cosas o no, olvidamos la otra parte de la idea: que lo que nos debiera interesar son los procesos sociales como tales, no solo como ellos afectan otras cosas.

¿Qué significa decir que en tal cultura o sociedad tienen tal creencia?

¿Qué queremos decir cuando planteamos que en la sociedad (o en la cultura) X tiene una determinada creencia o valor?

Obviamente, no puede ser que queramos decir que todas las personas que son parte de esa sociedad (o esa cultura) mantienen esa creencia o valor, porque -en realidad- prácticamente ninguna creencia tiene ese nivel de acuerdo. Sería, a lo más, una definición inútil. Entonces, ¿sería una creencia que la mayoría de la sociedad mantiene? Pero, entonces, ¿de qué nivel tiene que ser esa mayoría? ¿Abrumadora? ¿50% + 1?

De lo anterior, uno puede sacar dos consecuencias. La primera es que la idea que una sociedad o cultura tiene (o no) una determinada creencia o característica no debiera ser tomada como un asunto de sí / no, sino más bien de niveles y grados.

Pero en realidad ese camino no es muy interesante. Lo que parece más adecuado, y creo se adecúa más a lo que queremos decir cuando planteamos que en una sociedad existe tal creencia, es que el hecho que una sociedad tenga tal creencia no es una atributo sobre las creencias individuales al respecto.

Siguiendo esa idea, decir que una cultura o sociedad tiene tal creencia es que en esa sociedad se tiene la expectativa que dicha creencia es la norma, independiente de lo que las personas opinen sobre ella. Digamos, nadie sabe muy bien cuantos están de acuerdo con una creencia como el ‘robar es malo’, pero lo que sí todos saben es que esa es la norma de la sociedad (incluso quien la quiebra o quien no cree en ella sabe que esa es la norma existente)

En otras palabras, decir que en tal sociedad se da la creencia X no se refiere a las creencias sobre X, sino a la expectativa que se da que la sociedad cree X. En otras palabras, el referente de la creencia es la sociedad no los individuos. O para decirlo de otra forma, decir que la sociedad tiene la creencia X es establecer que los individuos de esa sociedad estiman que en ella lo ‘correcto’ es X (*)

El hecho que más que las creencias individuales directas sino más bien lo que se estima ocurre en la sociedad es lo relevante ocurre en otros casos también. Si mal no me acuerdo (tendría que chequear), hay varios estudios que muestran que para la mantención de una norma más relevante que lo que las personas opinan de la norma (y de hecho, para la mantención de la noram de castigar el quiebre de esa norma) es la expectativa que esa norma se mantiene (y la mantención de la norma de castigar a quien no castiga el quiebre de la norma). Son las expectativas de segundo orden -las expectativas propiamente sociales, las hechas sobre la sociedad- las que son relevantes.

Pero, claro está, que otra cosa cabría esperar de un sociólogo que mantener que lo relevante no es lo que sucede al nivel individual, sino al propiamente social.

Tres mitos lechnerianos

Por diversos motivos, estas últimas semanas me ha tocado leer (y re-leer) varios textos de Norbert Lechner. Y al leerlos me dí cuenta que hay subyacente (y a veces explícitos) varias ideas teóricas que, en realidad, no resultan demasiado adecuadas. Tomando en cuenta, además, que las ideas que Lechner desarrolla no son privativas de él, sino más bien relativamente comunes en varios círculos de la sociología, aún cuando Lechner las desarrolla mejor, entonces me pareció interesante escribir sobre esas ideas. Y como la intención del texto es crítica, entonces que mejor que ponerles mitos.

Mito 1: La Oposición entre Naturalización y Voluntad Colectiva.

Hay dos oposiciones que son muy comunes en los textos de Lechner.

La oposición entre naturalización -la idea que los procesos sociales son como son por leyes naturales- a una visión social (o histórica) -los procesos sociales son como son debido a como los seres humanos lo hacen: Bien podrían ser de otro modo. Esta oposición es, en Lechner, una oposición entre una visión equivocada de la realidad -la naturalización- y una visión correcta -la histórica-, porque la vida social es producto de nuestras elecciones y no sigue ninguna necesidad que la obligue a ser de determinada forma. El proceso social se forma a sí mismo.

La segunda oposición es entre procesos ‘automáticos’ -donde no hay voluntad o deliberación colectiva- y entre procesos de la voluntad colectiva -donde la sociedad decide que hacer y donde ir. De hecho, es la voluntad colectiva de la sociedad la que define que se deja como ‘automático’.

Ahora, he dicho 2 oposiciones. Pero Lechner las trata como si fueran una. Así, por ejemplo, a un texto de Hayek en que este se manifiesta contra la idea que decidamos conscientemente y deliberadamente el tipo de sociedad le opone la idea de Marx que los hombres son los que deciden su propio destino.

Pero de hecho, las frases no se oponen. Uno puede tranquilamente decir que los hombres deciden su propio destino -i.e que los procesos sociales son sociales y no hay una ley natural que los obligue a ser de determinada manera- y plantear que los procesos sociales no son decididos por deliberación colectiva.

En particular, pensemos en el lenguaje. El lenguaje es claramente producto de un proceso social -no hay necesidad de que el castellano sea como sea, o que existan los dialectos que existan, o que se mantenga o se disgregue etc.- Depende de las decisiones de las personas. Al mismo tiempo, usualmente no es producto de una deliberación colectiva (*).

El punto, en realidad, es relativamente obvio. Porque, entonces, usar las 2 distinciones como si fueran una para oponer finalmente una visión de una sociedad natural -ajena a lo que deciden las pesonas- una visión de deliberaciones colectivas. Dos razones creo:

La oposición no es más que una forma ‘conceptual’ de traducir la oposición política entre defensores del mercado y defensores del estado. La incapacidad de las ciencias sociales para ir más allá del debate público queda de manifiesto en que nuestras distinciones siguen las distinciones de ese debate. Y además, dicha de esa forma la oposición, entonces los contrarios políticos están no sólo equivocados, sino además tienen una visión falsa de la sociedad.

Porque cuando un sociólogo dice naturalización, de lo que esta hablando es de una equivocación de la sociedad: Que los seres humanos toman como algo natural, como algo ajeno a sus decisiones, algo que -en la realidad- sí depende de sus decisiones. Nada más bonito que acusar al contrario de un error intelectual básico.

Y sin embargo, como decíamos, es una falsa oposición. Naturalización y deliberación colectiva no son términos de la misma disyuntiva.

Mito 2: La deliberación política como expresión de la voluntad colectiva de la sociedad.

En general, Lechner asume que la construcción colectiva (ya sea de la sociedad deseada, ya sea de la identidad) es una construcción política. La política es el lugar donde construimos juntos un futuro. O al menos, la política -cuando asume su hecho básico, que es el de constituir voluntad colectiva a partir de individuos autonómos- es lo que debiera hacer.

Uno puede tener una visión instrumental de la política -como lugar donde logro mis fines, y donde la libertad del otro es un obstáculo. En ese caso, claro, la política no es una forma de construir voluntad colectiva, pero cuando la política asume su carácter de interacción, de construcción, entonces lo que produce es una deliberación colectiva.

Pero creo que aquí hay un error. Pueden existir procesos políticos que funcionen como deliberación colectiva -como discusión, como construcción de voluntad común- pero no necesariamente han de incluir a toda la sociedad. ¿Por qué una construcción colectiva de una elite, donde no participa toda la sociedad, no ha de ser una deliberación? Al fin y al cabo, la política del siglo XIX -donde claramente no hay representación de la voluntad colectiva de la sociedad, porque buena parte de la sociedad queda fuera de ella- opera como interacción.

Pero más allá de lo anterior, que es un efecto sólo de exclusión, ¿porque un proceso político de deliberación ha de producir una voluntad colectiva? En el entendido que en esa voluntad colectiva se representan los deseos e ideas de los que participan en esa discusión. Porque en una deliberación, como en toda discusión, hay ciertas lógicas (sobre que cuenta como mejor argumento, sobre qué se puede decir, sobre qué no se puede plantear) que producen resultados que no necesariamente son los busados por sus participantes. Una solución de una deliberación colectiva bien puede ser algo que se deba más a las reglas del debate que a las posiciones que los sujetos traen a ella. Y bien pueden construir, deliberativamente, que no se acerca al ‘orden deseado’ de ninguno de ellos.

E incluso, más allá de lo anterior, que es une efecto social de la conversación, ¿porque la política como mecanismo de construcción colectiva? Las deliberaciones sociales no sólo ocurren en la esfera política, de construcción común del destino común. En última instancia, hay deliberaciones colectivas -digamos, la expansión de la idea de no discriminación- que no pasan necesariamente (ni totalmente) por la esfera política. Pero esto tiene que ver, creo, con el tercero de los mitos -que es sobre el Estado.

Mito 3: La necesidad de síntesis en la sociedad.

Al final, parte importante de los argumentos de Lechner se basan en la idea que una sociedad requiere un elemento de síntesis (y que, de hecho, ese elemento de síntesis es el Estado). Sin una base común ¿cómo se puede construir sociedad? Lechner es consciente que las sociedades son, finalmente, plurales y que -al menos en sus prácticas- es difícil que dejen de serlo, pero al menos en el nivel de imaginario bien podemos construir una sintesis. El tema de cómo construir una síntesis reconociendo la autonomía de los individuos (a Lechner le gustaba citar a Castoriados en la idea que somos una sociedad autónoma compuesta de individuos autónomos).

Pero, ¿requerimos una síntesis? (aun cuando sea en el imaginario). Al fin y al cabo, hay muchas prácticas sociales -desde las que producen la reglas del fútbol (**) a las que determinan la popularidad de ciertos tipos de música a las prácticas que determinan las ideas científicas que se validan- que no pasan por ningún tipo de síntesis a nivel del Estado. Y no es mucho lo que han sufrido por ello.

Ahora, uno bien pudiera pensar que, claro, hay prácticas que no pasan por el Estado en su síntesis, pero otra cosa que no se genere una síntesis de la ‘sociedad’. Pasemos por ahora el hecho de una sociedad por la que no pasan muchas prácticas sociales, pero en general creo que la necesidad de síntesis es más bien un prejuicio de la sociología.

En la época de la reforma, un argumento político en contra de aceptar la diversidad, era que no era posible un orden social cuando las personas tenían diversas religiones. En algún punto, se abandonó esa idea (y esa práctica), pero la reemplazamos por la idea que necesitabamos un consenso ‘moral’. El consenso moral es la base del orden social.

Aunque la idea de síntesis no sigue lo anterior, sigue la intención -que de algún modo se requiere un punto unificador. Ahora, del mismo modo que hemos descubierto que no era necesaria unidad (en la religión o en los valores) en otras ocasiones, ¿porqué debiera ahora aparecer que fuera necesaria dicha unidad?

(*) Conste que puede tenerlo. La belleza del lenguaje como modelo es que todas las alternativas en relación con deliberación colectiva son posibles y todas funcionan -en el sentido de generar lenguajes que son usados.

Es posible generar un lenguaje -que se use- por pura deliberación, por fiat digamos: Esperanto. Es posible regular un lenguaje colectivamente -digamos, la Academia Francesa. Es posible que no exista deliberación colectiva alguna -casi todo lenguaje antes del nacimiento de las academias de la lengua.

(**) Las reglas que producen los campeonatos nacionales se sintetizan a nivel ‘estatal’, pero no las reglas que dieron origen al deporte en primer lugar. Y de hecho, pensemos, que las organizaciones nacionales del deporte en EE.UU no operan a nivel de Estado, al fin y al cabo, suelen tener siempre equipos canadienses.

Sólo dos ideas. Comunicación, aprendizaje y limitaciones

Pensándolo bien, en asuntos teóricos creo que he tenido solamente dos ideas en mi vida. Y me imagino que ya fueron las dos únicas ideas que se me ocurrieron. Si bien ninguna de ellas es muy brillante, al menos debiera ponerlas aquí por puros afanes de inventario.

La primera (la segunda cronológica), ya fue discutida en el blog (en Poder, intercambio e ideología). Lo que quedaría sería desarrollar la segunda idea (que fue la primera cronólogicamente).

La idea, ya lo dije, es bastante sencilla: Basta con tres características para tener todos los atributos relevantes de los actores que nos permiten entender la formación de los ordenes sociales. En otras palabras, los seres humanos pueden ser muchas cosas, pero de ellas sólo tres son relevantes: el conjunto de ellas es suficiente para producir orden social. Y, del mismo modo, cualquier entidad que tenga esos atributos produce orden social.

Los atributos centrales eran:

  • Comunicación. La capacidad de un actor para indicarse cosas mutuamente con otro actor.
  • Aprendizaje. La capacidad del actor para desarrollar nuevas reglas y asociaciones (una de las características centrales de esto era que todo aprendizaje es al mismo tiempo algo cognitivo y algo práctico)
  • Limitaciones. Los dos atributos anteriores son limitados. Los actores no tienen una capacidad ilimitada para comunicar o para aprender.
  • En el desarrollo del asunto me vi obligado a poner un cuarto atributo (que nunca me termino de gustar en realidad, era más bonito cuando eran sólo tres): Preferencia. Los actores tenían la capacidad de escoger una alternativa entre varias. Era crítico que no le asignabamos mayor desarrollo que eso básico al atributo, o sea no se pedía que las preferencias estuvieran bien ordenadas, que fueran completas etc.

Entonces, actores definidos de tal forma -o sea con esos atributos y sólo con esos atributos- eran capaces de generar ordenes sociales con características ‘realistas’. Por supuesto el argumento específico no me acuerdo -sólo me acuerdo que era lo suficientemente alambicado para que me gustara-, pero estos actores generaban prácticas sociales estables.

Y las generaban continuamente. En otras palabras, producían orden social, pero como eso era algo que hacían siempre, esto hacía el cambio del orden social inevitable: La generación de nuevas prácticas entraba en conflicto con las viejas. Y no había forma de evitar que estos actores generaran orden, y que generaran continuamente nuevo orden.

Esto era lo que más me interesaba. En vez de tener separados procesos de construcción de orden y de cambio social (algo tan característico de la sociología ‘clásica’ del funcionalismo y que todavía rebervera en la actualidad a decir verdad), el mismo proceso producía ambos resultados. El hecho que los actores (por su capacidad de aprender -de desarrollar nuevas reglas- y de comunicar -de orientarse mutuamente) engarzaran sus acciones entre si y (por esa misma capacidad de aprender) luego tipificaran eso, de forma de producir prácticas sociales, era algo que los actores estaban obligados a hacer. Pero tampoco podían parar. Y dado que (en todo eso tenían limitaciones) no podían evitar que las consecuencias de esas prácticas pudieran volver sobre ellas con efectos diversos (algunos estabilizadores y otros desestabilizadores).

Lo que me interesaba también era destacar el hecho que todas las características básicas del orden social podían ser producidas por actores definidos solamente por un conjunto limitado de atributos. En otras palabras, un modelo de actor podía generar un orden social.

Y he aquí que las dos ideas se combinaban. Porque esta era la idea de un modelo de actor. La otra idea era la de un modelo de interacción. Entre ambas, en la combinación de esos modelos, en el espacio de posibilidades que abría esa combinación, me parecía posible generar una teoría social general relativamente decente.

Pero para ello hubiera tenido que necesitar de una tercera idea. Pero, como ya dije, sólo dos ideas se me ocurrieron. En fin, si esas ideas tenían algo de sentido, entonces a alguien más se le ocurrirán y a alguien -con mayor suerte, vocación y genio que yo- se le ocurrirá una forma de combinarlas. Y si son de verdad interesantes, entonces ahí se mostrará. Una de las ventajas de las ideas es que, de verdad, no dependen de uno. Ni siquiera las ideas que a uno se le ocurren.

Una nota sobre los supuestos de este blog

En realidad, el supuesto es más que evidente, pero en aras de que las cosas queden explícitas nunca está de más mencionarlos.

El lector atento, e incluso el muy inatento, se habrá dado cuenta que la crítica al estado de la sociología se basa en la postura que la Sociología es una ciencia y que su tarea es explicar los fenómenos sociales.

Ahora, como la mayoría de las declaraciones sencillas, esto requiere de una explicación. Que debiera ser larga, pero que aquí sólo desarrollaremos en breve.

El problema de decir la Sociología es una ciencia es que con eso uno pudiera decir muchas cosas, que no es la intención decir. Por ejemplo, uno pudiera querer decir que la sociología debiera imitar la física. O que, por ejemplo, uno se ha olvidado de las necesarias dialécticas que implica la sociología (que es la sociedad estudiando la sociedad, cosa que se supone trae innumerables complejidades). O que, entonces eso implica necesariamente una postura acrítica sobre la sociedad. Veamos que podemos decir a cada una de ellas.

A la primera, que imitar a la física puede decir -a su vez- muchas cosas. Claramente no podemos imitar una ciencia experimental, ni probablemente el tipo de esquema teórico de la física (con constantes universales, leyes formalizadas etc.) Pero eso también es cierto de la química (que no trabaja mucho con leyes universales, aun cuando las use) o de la biología (que durante un buen tiempo ha sido claramente científica sin necesidad de grandes formalizaciones). En realidad, cuando decimos que la sociología es una ciencia queremos decir que lo que debiéramos imitar de la física es el rigor en el trabajo, la necesidad de claridad (los conceptos pueden ser todo lo complejos que se requiera, pero conceptos ambiguos no son una ventaja a final de cuenta). Finalmente, la idea que entender como funciona la sociedad es una tarea difícil y compleja, que requiere trabajo serio.

A lo segundo, que la sociología no tiene ninguna dialéctica especial al respecto. La física es materia investigando materia, la biología vida investigando vida. Ninguna de esas cosas ha sido óbice para desarrollar esas ciencias, no veo porque debiera ser especial en el caso de la sociología. Independiente de que eso esté o no fundamentado, el caso es que en la práctica el que X estudie X no ha implicado nada muy particular para el estudio de X en ningún otro caso. A final de cuentas, yo tiendo a pensar que ese tipo de ideas no son más que otra forma de querer vernos (y, por tanto, a las sociedades que creamos) como algo distinto, especial, diferente a la naturaleza.

A lo tercero, que la convicción crítica o no es un asunto de uno como ciudadano, no como sociólogo. Es cierto que el hecho, necesario en un sociólogo, que regularmente piensa en alternativas posibles (*), facilita una posición crítica, pero sigue siendo cierto que no es necesario (Todavía resulta posible que se evalúen todas esas alternativas como inferiores). La sociología necesariamente quita uno de los puntos de apoyo de una visión acrítica de lo social, pero no los quita todos. Y, en general, las posturas sobre la sociedad son un asunto de los ciudadanos como ciudadanos, no de algunos grupos en particular que -vaya uno a saber por qué- saben por donde tiene que ir la sociedad. Nada peor que el filósofo-rey, y la pretensión que la sociología, per se, implica una posición política tiene una cercanía a esa posición. Obviamente, en todo caso, cuando el sociólogo habla como ciudadano, entonces debiera hablar como sociólogo (aprovechando y usando su saber particular). Pero así habla todo el mundo, y debiera estar claro que está hablando él usando la sociología, no que está hablando la sociología. En otras palabras, una visión de la sociología como ciencia no implica la torre de marfil o una visión conservadora, implica que cuando uno habla en la sociedad, lo hace como ciudadano de a pie.

Con lo que podemos pasar al segundo punto que basa este pobre blog: Que la sociología no sólo es (debiera más bien) una actividad científica, sino que su objetivo debiera ser explicar.

Más bien, debiera incluir explicar. La disciplina, como toda disciplina, tiene muchos objetivos posibles. No es que la sociología sea una ciencia ‘teórica’ dejando a otras las tareas de contacto directo con la realidad (ya sea como estudio o como acción). Lo que sí defendemos es que la sociología también incluye esos aspectos teóricos, y que la teoría debiera entenderse como explicación, no sólo como desarrollo de modelos conceptuales.

Para defender esta idea vamos a usar un atajo. Vamos a criticar a uno de los exponentes más conocidos de la idea contraria, a Giddens. Para Giddens una sociología explicativa es imposible, o a lo más naïve, acaso ¿no es cierto que lo que pasa en la sociedad depende de los conceptos de los sujetos? ¿no es cierto que los actores son, finalmente, también teóricos sobre lo social, y que sus teorías constituyen lo social?

Sí, todo eso es cierto. Pero nada de eso obsta para desarrollar una ciencia explicativa (o peor, incluso generalizante). El propio Giddens lo muestra: Su teorema de la dualidad de la estructura (**) es cierto independiente de los sujetos. Incluso, seguiría siendo válido si los sujetos lo dieran por verdadero y lo usaran en su vida. Lo que dice Giddens sobre la importancia de la seguridad existencial básica en la vida social puede ser verdadero o falso, lo que sí es cierto es que verdad o falsedad no depende de si los sujetos sociales lo usan en su vida cotidiana o no. Por ejemplo, si lo usaran -y entonces lo convirtieran en objetivo político- no cambiaría su validez.

De hecho, lo mismo es válido para uno de los ejemplos típicos de Giddens: soberanía. Nos dice que ese concepto, que parte como conceptualización teórica de académicos, ‘inventada’ para explicar ciertas cosas; se transforma en un objeto social en la medida en que es adaptada por los actores y usada como uno de los conceptos básicos mediante los cuales entendemos (y por tanto, constituivo) la vida social. ¿No implica esto, entonces, que la validez de los conceptos al final depende de los actores sociales? ¿Que soberanía no es un concepto externo de la vida social, sino constitutivo de ciertas sociedades?

No, no es esa la consecuencia real. Efectivamente, soberanía es un concepto interno de los sujetos, efectivamente para discutir, describir y explicar la política contemporánea tenemos que usar el hecho que los actores describen su accionar usando el concepto de soberanía. Ahora, eso es independiente del hecho si el concepto de soberanía es un concepto explicativo (en sentido generalizante o de un nivel separado de los sujetos) sobre lo político. El hecho que el concepto funcione en los dos niveles no implica que no pueda usarse en el nivel explicativo general, implica que efectivamente opera en los dos niveles. Y que así sucede con los conceptos de las ciencias sociales en general.

Por ejemplo, usando el concepto de soberanía teórica y generalmente uno podría intentar preguntarse, ¿por qué ese concepto se incorporó en las concepciones de los actores políticos? ¿tiene eso efectos sobre la forma en que se usa la soberanía? (‘trabajan’ con la soberanía de manera diferente quienes tienen el concepto y quienes no lo tienen).

En general, el hecho que los autores tengan conceptos, que esos conceptos son parte de los hechos que investigamos, es reconocer y entender de qué se trata la tarea explicativa. No implica que no se pueda tener una tarea explicativa. Al fin y al cabo, Giddens está lleno de afirmaciones explicativas y generalizantes: Que la falta de seguridad existencial tiene tal y tal consecuencia es claro de la lectura de su texto. Que Giddens no lo lea en términos de explicaciones y no quiera desarrollar ese camino es otro asunto, y uno que limita (limitó) profundamente sus esquemas

(*) Que es el punto, esperemos no olvidarnos, del siguiente post en la serie sobre el método de la sociología.
(**) Ese es el tipo de frases que muestra lo útil que sería imitar a la física. El teorema de la dualidad de la estructura es cualquier cosa menos un teorema, si uno quisiera imitar se daría cuenta de ello y usaría alguna frase menos rimbombante

Fordismo y Posfordismo

Entre las innumerables transformaciones que a los sociólogos nos encanta plantear se han desarrollado en la actualidad, está la vieja (a estas alturas) idea del cambio al fordismo al posfordismo (se puede usar el siguiente link para una descripción somera del asunto)

Ahora, cuando la fábrica del mundo se trasladó a China, ¿podemos decir que la forma contemporánea de producción es el post-fordismo? Porque, no tengo claro que las fábricas chinas sigan ese modelo (tampoco que sean fordistas para el caso). Bien puede ser que en el mundo desarrollado no se esté en fordismo, pero también es el caso que el centro de la producción material está abandonando ese mundo.

Al parecer, el eurocentrismo sigue siendo fuerte en la disciplina.