Este texto también proviene de la intención de re-redactar y de reorganizar textos antiguos. En este caso, una serie de comentarios sobre análisis realizados durante los ’90 sobre la sociedad chilena. Al revisarlos, me dí cuenta que un tema interesante en el desarrollo de la sociología en Chile había sido que si bien durante los ’90 habíamos desarrollado un diagnóstico sobre la sociedad, en los años ’00 no realizamos ninguno -y simplemente seguimos usando el diagnóstico anterior. Así que pensé que esos comentarios eran recuperables, y que haciendo una distinción entre los fundadores y los epígonos bien podía hacer una crítica del quehacer sociológico durante los últimos decenios.
Una crítica porque la opinión seguía siendo la misma: La sociología chilena ha fallado en los últimos 20 años en realizar su tarea más básica, que es el de diagnosticar lo que sucede en Chile, y terminamos usando un diagnóstico limitado que no era mucho lo que nos permitía decir.
Hay dos características esenciales de la sociología en los últimos 20 años: Que se usa un diagnóstico común de que fue lo que sucedió en la sociedad -que nos transformamos en una sociedad de mercado. Esto se dice con retóricas, valoraciones y lenguajes muy distintos pero en lo fundamental eso es lo que se plantea. Y que se un método común para mostrar ese cambio -el ensayo impresionista, y en particular de ensayos que no argumentan demasiado. Ambas características están relacionadas entre sí. El uso del ensayo facilita el no profundizar los temas, y quedarse en lo que -finalmente- aparece como lo más obvio: la importancia del mercado y del consumo. Al quedarnos solamente en lo más obvio, además una vez dicho la obviedad no había más que decir. Y entonces sobre la sociedad después de los ’90 la sociología no ha tenido nada nuevo que plantear. Ni siquiera para discutir, en serio, si efectivamente no se habían dado cambios fundamentales.
¿Porque es relevante que la sociología en Chile en general no argumente y defienda sus posiciones? Al fin y al cabo, esto puede parecer un asunto meramente formal sin mayor relevancia frente a lo central: que es el contenido. ¿Qué importa que no argumentan si lo que plantean es tan interesante y correcto?
Porque sin argumentación con lo que único que nos quedamos es con los nombres. La única razón para tomar en cuenta lo que plantean es, simplemente, que ellos lo dicen. Sin argumentos estamos reducidos al mundo de lo que parece, de lo que a uno le suena. En un mundo sin argumentos, las afirmaciones nos parecen correctas o interesantes sólo por el prestigio del autor. No negaremos que es un mundo intelectual cómodo. sin argumentación, simplemente nos quedamos con el equivalente de una conversación de café de presunta profundidad. Y los textos, finalmente, tienen los mismos vacíos de esas conversaciones: brillantez fácil y frases sugerentes e inteligentes. Pero, nada de importancia detrás de la fachada. Como toda conversación de café, sirven para pasar una tarde y para pretender que uno no es un bruto, pero como aporte al conocimiento de la sociedad no es mucho lo que sirven. Lo extraño del asunto es la pretensión que ese tipo de disquisiciones merecían imprimirse
Para escribir los textos que hemos comentado se requiere algo de inteligencia y pensar unas cuantas tardes. No es una tarea realmente muy difícil. Sin embargo, la tarea de argumentar si es difícil. Es algo que requiere trabajo y dedicación. Al fin y al cabo, argumentar no es repetir varias veces la misma afirmación. Argumentar no es ilustrar la posición con un ejemplo Argumentar no es plantear que la propia posición es evidente. Argumentar es hilvanar: conectar frases. Para ser personas que, presuntamente, trabajan con ideas no deja de ser algo extraño que se salten la parte que efectivamente representa trabajar con ideas.
El problema central es que una consecuencia de esta ausencia de argumentación, de esfuerzo real de investigación, es que quedamos reducidos a las obviedades y al sentido común, las posiciones defendidas no son muy interesantes. La visión de la sociedad chilena que está detrás de las disquisiciones teológicas de Cousiño y Valenzuela -como por ejemplo, su discusión acerca del exódo-, de la retórica de Moulian y del equivalente a comentarios de sobremesa de Tironi es bastante sencilla: Chile se ha transformado en una sociedad dominada por el mercado. Prácticamente todos nuestros autores comparten la idea que Chile se ha transformado de una sociedad dominada por la política a una centrada en el mercado. Gran parte de nuestras actividades y relaciones está mediada por el mercado, y el consumo -especialmente, su aumento del consumo- se ha transformado en una de las actividades centrales de nuestra sociedad.
Pero al no indagar realmente, entonces no sólo decimos lo que parece ser obvio, sino que además sólo decimos lo que parece evidente de eso: Ni siquiera se investigó, mucho, en que consistía exactamente ‘una sociedad de mercado’. Plantear que hay más bienes en una sociedad -mas automóviles, mas lavadoras- no nos dice mucho sobre la experiencia y las prácticas de vivir en una sociedad de mercado, que implica realmente para las personas. Plantear que las personas se endeudan no nos permite entender mucho más si no conocemos cómo se inserta el endeudamiento en las vidas de las personas, como afecta las prácticas presupuestarias. Esto puede parecer cosas nimias, pero el tema es que cuando se mira en detalle es que aparecen elementos importantes que uno no podría haber pensado cuando se queda en la mirada general y obvia. Incluso si aceptamos el diagnóstico general, y aceptamos que lo que pasó fue la instauración de la sociedad de mercado, no sabemos en que consiste ese diagnóstico a menos que vayamos más allá de lo que se puede observar en general.
En última instancia, las debilidades del discurso sociológico se fundamentan en el rol que cumple. Al fin y al cabo, la sociología, en la práctica, no es más que la transposición, algo más compleja y afectada en el decir pero igual de sencilla en las ideas, del discurso político. El consenso político se transforma en consenso en el diagnóstico; y los puntos sobre los cuales se discute en política se transforman en los puntos sobre los cuales se discute en sociología (Estado y mercado a final de cuentas).
En en el apuro por tener alguna interpretación general sobre el Chile de los ’90, la sociología olvidó hacer su trabajo. Una etapa que, por admisión del consenso estándar, representa grandes cambios en la sociedad, debiera ser un período especialmente interesante para un sociólogo. Pero en vez de realizar un trabajo serio y exhaustivo, nos quedamos en lo que es más fácil: en el ensayo y en la metáfora. Y así dejamos abandonado el trabajo porque nada más teníamos que decir
No todo el mundo tiene la oportunidad de analizar una transformación mientras esta se desarrolla. En ese sentido, los sociólogos chilenos de los últimos decenios fallaron en la tarea básica que tenían que realizar, la de entender y estudiar una sociedad en un proceso de cambio.