En la presentación del informe PNUD 2012

El miércoles asistí a la presentación del Informe de desarrollo Humano 2012, Bienestar subjetivo: el desafío de repensar el desarrollo, y durante la presentación, y más aún en los comentarios aparecieron algunas cosas interesantes.

En esta entrada no nos dedicaremos a analizar el Informe como tal -para ello escribiremos algo el fin de semana.. sino a observar las reacciones. Sólo nos limitaremos a plantear uno de los resultados centrales: La coexistencia de altos niveles de satisfacción con la vida personal con altos niveles de insatisfacción en relación a la sociedad. La dificultad de esa afirmación es que por alguna extraña razón se tenderá a verla como una paradoja y se tenderá a elegir una de las dos partes (la última posibilidad fue mencionada explícitamente por Pablo González que presentó por el PNUD el Informe, y si uno observa el estado del debate público va a ser la tónica en general).

La primera comentarista fue Clarissa Hardy. Quien primero se dedicó a discutir el tema conceptual de la felicidad y de la diferencia con bienestar, y acerca de las limitaciones de la felicidad (ejemplo: feministas que después de todas sus luchas bien podrían decir que estaban satisfechas por sus vidas, pero poco probable que dijeran que son felices). Sin embargo, lo central de su intervención estuvo al final donde resueltamente decidió que a ella creía en la parte donde la gente está infeliz pero no donde está feliz. Veamos los argumentos

(1) En primer lugar, que bueno, la gente siempre miente en estas cosas: le cuesta declarar que está insatisfecha con su vida. Cierto, pero de todas formas se observa un movimiento de aumento -y dado que el sesgo es permanente, el movimiento sigue siendo válido. Pero para abundar en este argumento, insistió en que la gente siempre dice que tiene mejor situación en lo local que en lo general (‘la educación en Chile es un desastre pero el colegio de mi hijo es super bueno’). Lo cual también es cierto pero no indica que la gente esconda su opinión real, sino que efectivamente piensa ambas cosas. Uno puede declarar como analista la inconsistencia, pero que la percepción ocurre de esa forma, bueno así ocurre.

(2) En segundo lugar, porque esa satisfacción con la vida personal que está centrada en la familia, y en la idea de la familia como refugio, no es compatible con los altos niveles de violencia intrafamiliar y otras cosas. Ahora, aquí el tema es que altos niveles de violencia intrafamiliar todavía pueden ser conductas relativamente poco comunes, tanto en que muchos no la experimentan como, más crucial creo, no la experimentan todos los días(*); usamos criterios distintos para evaluar cuando algo es común en actividades diferentes. Alguien que sufre una agresión en su familia puede, de todas formas, estimar que en general su casa es un lugar de refugio y un lugar que en general está bien y donde están sus seres queridos. Más aún, la idea de la familia como refugio es coherente con muchas otras evidencias: el INJUV reporta encuesta tras encuesta que los jóvenes en general encuentran que tienen buenas relaciones en sus familias, las conductas de compra y consumo muestran la centralidad de la familia, las movilizaciones estudiantiles del año pasado que fueron apoyadas en general por sus familias también pueden verse como una muestra.

De hecho, creo que lo central en torno a esta incomprensión de la felicidad personal se expresa en otra de las afirmaciones: el recuerdo que hizo Hardy de la situación del informe del 1998, como si la diferencia entre ambas situaciones es que lo que era en 1988 era soterrado ahora era abierto. Pero creo que hay más y justamente es en el tema de la vida personal. En 1998 los chilenos se retrayeron a su vida doméstica y lo que intentaron fue mejorarla. Tenían un diagnóstico de dificultades (la visión de la familia era más negativa en esa epoca como lo mostraba el informe 2002), era un esfuerzo difícil pero el caso es que, de acuerdo a su percepción, lo lograron (por ejemplo: con todo, se pudo lograr que los hijos se educaran). Y es esa experiencia de mejora y esa sensación de confianza en sus capacidades lo que fundamenta la mejor percepción subjetiva. Al mismo tiempo, la falta de esa situación en relación a la sociedad se percibe como más negativa: Si yo puedo hacer lo que a mí me corresponde, que es mejorar mi vida, ¿por qué las élites no pueden hacer lo que a ellas les corresponde, que es mejorar la sociedad? Más aún, cuando esas insuficiencias pueden amenazar los logros que yo hice (y no el modelo, contra lo que algunos piensan). En otras palabras, el malestar con la sociedad se fundamenta en la satisfacción con la vida personal. Hay una cierta necesidad del pensamiento crítico en insistir en que la gente vive mal para fundamentar la necesidad del cambio, pero en la coyuntura actual de Chile más bien es que precisamente es la satisfacción personal lo que genera y potencia el reclamo hacia la sociedad.

 

El segundo comentarista fue Eugenio Guzmán. Y hay que decir que comentarios más desordenados pocas veces he escuchado. Por cierto aprovecho de decir una gran cantidad de cosas que no venían a cuento (independiente de lo que uno piense sobre la utilidad de la sicología evolucionista, no era relevante para la discusión). Entre medio dijo algunas cosas interesantes y otras notables por lo que no dijo.

Lo interesante fue, centralmente, algunas comparaciones con las encuestas de Hamuy, y como hay cosas que se han mantenido prácticamente igual durante 40 0 50 años -como por ejemplo la falta de confianza en las personas.

Ahora, el problema es que si bien la confianza en las personas siempre ha sido baja, entonces el contraste con la caída abrupta con la confianza en las instituciones (que Guzmán reconoció en otro momento de su intervención) es aún más notable. Pero de hecho y con esto pasamos a las cosas que no dijo, la ausencia del nivel institucional fue muy clara.

Al hablar de las molestias de las personas en torno al respeto y a la dignidad, Guzmán se centró en cosas por ejemplo de ‘colarse’ en las filas y otras conductas individuales de las personas. Pero lo central es que, si bien esas cosas son parte de la sensación de falta de respeto, no son el lugar central donde se genera esa percepción: No es algo que ocurre al nivel de las relaciones interpersonales, sino algo que las personas sienten que los poderosos hacen con ellos. Pasar por alto esa dimensión no deja de ser relevante.

Y es relevante porque nos lleva a la segunda ausencia. Guzmán declaró que quizás la ausencia de un nivel político/social en las concepciones de felicidad y bienestar no era extraña, que quizás era puro sentido común. Pasaba entonces que no había demanda hacia la política. Ahora, quizás no este de más recordar que las ciencias sociales, entre las cosas que hacen, es preguntarse sobre el sentido común, preguntarse de cómo se construye lo ‘obvio’. En otras palabras, es un objeto de estudio no una categoría de análisis. No podemos nosotros decir al analizar algo, ‘ah, pero es sentido común’. Más allá de lo anterior, el caso es que la molestia hacia las instituciones hace que el nivel político no sea solamente algo que desaparece: Hay una molestia hacia ese nivel y hacia las elites. Y ese dato no puede pasarse  por alto.

De hecho, independiente de lo que suceda con las movilizaciones estudiantiles, el caso es que estamos ante una sociedad que está en proceso de recuperación del ámbito político. Puede que el nivel álgido de movilización baje, pero es difícil que se vuelva a estar en una situación como mediados de los ’90. Quizás es producto del escenario de organización institucional, pero que nadie se refiriese al tema estudiantil -cuando el día anterior a la presentación se había tenido una marcha de alguna magnitud- no deja de ser notorio.

En general, la marca de la intervención de Guzmán fue reconocer los datos pero quitarles importancia: Hay cosas que son de siempre, la insatisfacción colectiva se entiende como cosas de relaciones interpersonales, algunas de estas cosas son puro sentido común etc. Por ejemplo, al hablar de las concepciones de felicidad nos dice que, bueno, muchas de ellas son antiguas, y ciertamente no tienen que ver con un post-materialismo. Pero eso olvida que independiente de ello, no es lo mismo una sociedad que piensa la felicidad como disfrutar de los placeres de la vida a una que la piensa como vivir tranquilo (y en segundo lugar que la gente que uno quiere esté bien). Ambos podrán ser materialistas, pero un sentido hedonista no es lo mismo que una preferencia por la vida burguesa (que fue como caracterizó a la tranquilidad Guzmán). Al hacer todas las respuestas iguales, entonces lo que nos dice es que un poco da lo mismo cual sea la concepción.

Negar la relevancia de la información es, finalmente, negar que hay algo problemático o complejo en la coexistencia de satisfacción personal e insatisfacción hacia la sociedad. En última instancia, es una forma de negar las insuficiencias de la élite en nuestra sociedad.

 

En cualquier caso, las reacciones de los comentaristas nos plantea las dificultades del mensaje del informe en la discusión pública. Lo que no deja de ser penoso, porque no es un mensaje que esencialmente sea tan complejo.

Chernilo sobre el nacionalismo metodológico

nacionalismoDaniel Chernilo.
Cosmopolitismo y Nacionalismo.
Ediciones UDP, 2010.

La crítica al denominado nacionalismo metodológico, a la idea que el estado-nación es la unidad implícito y básico de las sociedades, ha adquirido gran importancia en las últimas décadas. Chernilo desarrolla en el texto al menos dos argumentos al respecto: El primero que es sencillamente falso que la tradición sociológica, los ‘clásicos’, estuviera tan ciega en torno a las limitaciones del estado-nación y que lo considerara equivalente a sociedad. Muestra para cada autor como el concepto de nación no era un concepto obvio o claro, y que todos trabajaron sus complejidades. El segundo es que, de hecho, por todo lo que supuestamente ha sido uno de los supuestos eternos del pensamiento sociológico, no tenemos de hecho una buena teoría o explicación del estado-nación, no hay buenos conceptos para ello.

En relación a esos puntos no habría mucho que discutir. El uso de las fuentes por parte de Chernilo es lo suficientemente claro para mostrar su punto. Sin embargo el punto es insuficiente. Y esto porque más que nacionalismo metodológico, lo que la Sociología ha sufrido es de estadocentrismo.

La crítica a la idea que la sociología usa estado-nación como equivalente a la idea de sociedad en realidad se aplica más bien al Estado. Es si mal no me acuerdo, el punto de Luhmann: Que cuando decimos sociedad, decimos ‘sociedad chilena’, ‘sociedad japonesa’ y cada una de ellas está delimitada por el territorio de un Estado. En ese sentido, mostrar que los clásicos tenían sus dudas en relación a la idea del estado-nación no los exime de, en general, estar usando un concepto estatal de sociedad. Si al decir ‘Alemania’ o ‘Francia’ estaban equiparando una sociedad con el estado, entonces estaban cometiendo ese problema. De hecho, uno puede decir que, en general, cuando se habla de sociedad en otro nivel (‘sociedad moderna’, ‘sociedad desarrollada’) en realidad se está hablando de categorías de sociedades, pero la unidad sigue siendo el Estado. Charles Tilly, en relación a los análisis comparados, ha hecho también una acotación similar. En ese sentido, la crítica a la sociología clásica y a su concepto de sociedad todavía se mantiene.

Y de hecho esta equiparación entre sociedad y un Estado no es para nada necesaria. Si uno observa lo que sucede en Economía, uno bien puede observar que el concepto de mercado no necesariamente comparte los límites con el territorio de un Estado. Los límites del ‘mercado del pan’ pueden, o no, ser equivalentes a los de un estado determinado; pero no existe esa asociación casi inmediata.

En ese sentido, no es el nacionalismo del estado-nación el problema central, sino más bien el estatalismo de la Sociología lo que ha constituido una barrera.