Voto Voluntario y Evolución de Resultados Electorales

1. Introducción

Una de las posibles consecuencias que se han discutido sobre el hecho de tener elección con voto voluntario es el sesgo socioeconómico: Que comunas con menor nivel socioeconómico tenían más abstención (por ejemplo, ver el siguiente artículo de Contreras y Morales). Lo que a su vez fue negado por otros o relativizado por otros, así Valenzuela). En todo esto me ha llamado poderosamente la atención que no exista mayor preocupación por los posibles sesgos estrictamente políticos del voto voluntario.

Aquí uno puede comparar con la atrición en encuestas (que es equivalente al hecho de abstenerse en una votación). De acuerdo con la más clásica de las distinciones hay tres procesos básicos de atrición: Uno es que sea completamente al azar (que es equivalente a proponer que la abstención es pareja para todos los segmentos). Otra es que esté asociada a otra dimensión pero no a lo que queremos medir. Digamos, quiero medir ingresos pero los hombres contestan menos que las mujeres. Ahora como el hecho del sesgo no está asociado a ingresos, entonces los hombres que contestan tienen los mismos ingresos que quienes no contestan. Esto es equivalente a suponer que el sesgo es sólo de nivel socioeconómico, pero dentro del mismo nivel socioeconómico quienes votan son iguales a quienes no votan. Es la hipótesis de quienes mantienen que si hubiera existido voto obligatorio (y luego mayores tasas de participación en comunas populares donde Bachelet ganó en primera vuelta por grandes mayorías) no hubiera existido segunda vuelta: Esos votos ‘perdidos’ se hubieran comportado igual que los que fueron a votar.

La hipótesis más compleja es el tercer tipo de atrición; Cuando el proceso que produce atrición está asociado a la variable que quiero medir: Me interesa conocer ingresos pero un grupo de ingresos tiene menor disposición a participar. Esto es equivalente al hecho que el sesgo electoral está asociado a posiciones políticas. Que es la hipótesis que intentaremos explorar aquí.

Explorar porque con datos agregados sacar conclusiones sobre personas tiene el riesgo de la falacia ecológica. Pero de todas formas sirve como primer ejercicio. Ahora, como ya existe la idea que hay un sesgo socioeconómico, entonces la idea es observar ambas dimensiones.

2. Los datos

Para ello se creó una base de datos con las 34 comunas del Gran Santiago. ¿Por qué? Porque el Gran Santiago está segregado socioeconómicamente, por lo cual una comuna de altos ingresos está compuesta en buena parte por personas de altos ingresos; y una comuna de bajos ingresos está compuesta a su vez por personas de bajos ingresos. En comunas mixtas -como lo es buena parte del resto del país (donde en la misma comuna conviven personas de altos y bajos ingresos)- las diferencias por ingresos entre comunas dividen menos entre personas de altos y bajos ingresos. Es una forma, pequeña, de limitar el riesgo de falacia ecológica.

Dado que nos interesa ver que sucede socioeconómicamente entonces necesitamos una variable para ello. Se eligió como variable el ingreso autónomo del hogar promedio por comuna tal como aparece en la CASEN 2011. Pensé en ocupar nivel de pobreza -como se hace en otros análisis- pero revisando los datos, y recordando las limitaciones de la CASEN para estimaciones en poblaciones pequeñas, los datos de ingreso daban resultados más ‘sensatos’ (por ejemplo, por nivel de pobreza Lo Barnechea no queda en las comunas de altos ingresos).

¿Y comportamiento electoral? Para medir el impacto político supongo que es adecuado observar como ha evolucionado la votación de la Concertación y la Nueva Mayoría y compararlo con la derecha. Para ello, y para comparar igual con igual, se extrajo del sitio del SERVEL los datos de las elecciones de 2a vuelta de 1999, 2005, 2009 y 2013. Y en cada elección se generó un dato para el candidato de la derecha y otro para el candidato de la Concertación.

Luego, se procedió a establecer las diferencias: La diferencia entre la votación 2013 y 2009 y, dado que 2009 no es quizás la mejor base de comparación, también la diferencia entre la votación 2013 y el promedio de la votación 2000-2009. Como esta operación se realizó para la Concertación-NM y para la Derecha es posible establecer el porcentaje de disminución de cada coalición por cada comuna.

¿Por qué no usar el dato de abstención? Primero porque entre medio está el cambio de padrón que para una comparación entre elecciones hace algo inviable -al menos para un ejercicio rápido- llegar y comparar niveles de abstención.

La base -modesta en todo caso- disponible aquí.

3. Los resultados

Lo primero es lo que ya es relativamente conocido: La disminución es mucho más fuerte en la derecha y esto aplica tanto en relación al 2009 como al promedio 2000-2009. Los promedios de todas las comunas en la siguiente tabla:

Coalición Comparación 2013 con 2009 Comparación 2013 con promedio 2000-2009
Concertación-NM 0,7% -10,8%
Derecha -37,9% -35,5%

Así que, en primera instancia, podemos decir que el voto voluntario afecta a una posición más que a otra.

Pero más relevante, y más interesante, es observar la relación con el nivel socioeconómico. Al fin y al cabo, si sabemos que las comunas de mayores ingresos tienen menor abstención y son al mismo tiempo las que votan más por la derecha, hay al parecer un fenómeno interesante que explorar.

Dado que esto es un ejercicio rápido, simplemente colocaremos los R2 (y el signo) de la relación entre el Ingreso CASEN 2011 y las variaciones de la votación a nivel comunal por coalición. Primero presentamos el dato para todas las comunas:

Coalición R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con 2009 Signo regresión R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con promedio 2000-2009 Signo regresión
Concertación-NM 7,7% Negativa 1,3% Negativa
Derecha 72,6% Positiva 56,1% Positiva

Como podemos observar en el caso de la Concertación-NM no hay mayor relación: El porcentaje de variación no cambia mayormente de acuerdo al nivel de ingreso de la comuna. El poco impacto que existe es negativo: a mayor ingreso disminuye la votación

En el caso de la Derecha la relación es bastante fuerte (56,1% R2 entre ingreso y variación 2000-2009 contra 2013). Y la relación es positiva: En las comunas de menores ingresos la caída de la votación es mucho mayor

Pero sucede que Vitacura tiene un ingreso tanto mayor que el resto que para una regresión lineal tiene sentido hacer las mismas comparaciones sin Vitacura (*)

Coalición R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con 2009 Signo regresión R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con promedio 2000-2009 Signo regresión
Concertación-NM 2,5% Negativa 0,2% Positiva
Derecha 76,7% Positiva 57,0% Positiva

 

Y podemos observar que, incluso eliminando el caso outlier, las conclusiones son las mismas. De hecho, lo único que pasa es que con la Concertación-NM la relación es inexistente, mientras que en el caso de la Derecha se mantiene.

Quizás la situación de la derecha quede más clara en el siguiente gráfico (en que elegimos el análisis sin Vitacura y comparando diferencia votación 2013 con promedio 2000-2009)

variacion_votacion_derecha_ingresos

 

La disminución de la votación es claramente más fuerte en comunas de más bajos ingresos, y es en las comunas de altos ingresos se pudo observar una variación positiva (Las Condes y Lo Barnechea en las comunas que quedaron en el análisis) o de menor magnitud.

El análisis de regresión tiene diversas ventajas, pero también desventajas. Una de ellas es propugnar una relación lineal cuando no siempre quizás esa sea la mejor forma. Para simplificarnos la vida presentaremos una tabla que resumen las variaciones de las votaciones por niveles de ingreso de las comunas por grupos (por quintiles de comunas)

Quintil Comunas % cambio votación NM promedio 2000-2009 % cambio votación Derecha promedio 2000-2009
Quintil 5 VI, LC, PR, LB, ÑU, LR -13,4% -6,0%
Quintil 4 SA, LF, MA, PE, IN, HU, SM -5,4% -30,1%
Quintil 3 CE, CO, LC, SR, QU, QN, MC -12,7% -42,1%
Quintil 2 LG, LP, PC, EC, PA, PU, RE -10,3% -43,7%
Quintil 1 LP, LE, SB, EB, SJ, CR, RE -12,8% -51,1%

Como podemos observar, en las comunas de menores ingresos la caída de la derecha es de mayor magnitud (el efecto también se produce si se hace la comparación sólo con 2009 pero es de menor magnitud y divide más bien Quintil 1 / Quintil 2 / Quintil 3 a 5). Mientras que en la Concertación-NM es relativamente más parejo.

En otras palabras, no sólo parece existir un sesgo político en los cambios producidos por el voto voluntario, sino que ese sesgo parece tener alguna relación con el nivel socioeconómico: No fueron los pobres en general los que dejaron de votar, sino en particular los pobres de derecha.

En otras palabras, si esas personas hubieran ido a votar no es Bachelet quien hubiera recibido esos votos. Quién fue a votar parece ser distinto de quién no fue a votar.

4. Pequeña Discusión

El ejercicio es burdo y todo pero creo que ilustra que tiene sentido explorar otros sesgos más allá del socioeconómico. No deja de ser razonable que existan sesgos políticos como efecto del voto voluntario. Esto porque la derecha y la izquierda tienen relaciones distintas con la política.

La izquierda es, finalmente, pro-política, cree que es una actividad valiosa y que, en el mejor de los casos, puede llegar a ser noble. Es una posición que cree como solución de los problemas en la construcción colectiva pública, en otras palabras que cree que a través de la política es como se puede mejorar la vida.

La derecha, por el otro lado, es anti-política, sospecha de ella y de lo que en ella se puede hacer, y la buena sociedad es donde hay menos gobierno y actividad colectiva. En el mejor de los casos, la política puede no hacer todos los males que puede hacer, y la labor del político de derecha es la necesaria pero ingrata tarea de evitar esos problemas. Mientras menos política, mejor.

En esas condiciones no es raro que el votante de derecha vote menos cuando es voluntario hacerlo. Y menos extraño es que el votante popular de derecha -la persona que reúne las dos condiciones que hacen rehuir de la política, el menor nivel socioeconómico y su posición política- sea la persona que menos vota. Para un votante cuya visión de la política bien se puede ejemplificar con el refrán de ‘para qué votar si mañana igual tengo que ir a trabajar’  aprovechar la oportunidad de no votar es lo que tiene más sentido.

El análisis anterior es, por cierto, válido para estas elecciones. Una vez que los actores políticos internalicen estrategias adecuadas para relacionarse con el voto voluntario otras cosas sucederán. Pero al menos en estas elecciones el votante que no fue representado fue el voto popular de derecha -el de la UDI popular si se quiere buscar una imagen específica.

 

(*) Conste que en general no tiene mucho sentido eliminar para un análisis de al relación entre Nivel Socioeconómico y Votación las comunas de mayores ingresos: Porque si las eliminamos, eliminamos buena parte de las personas de mayores ingresos; y dada la concentración de ingresos es en esa parte de la distribución donde se producen las mayores diferencias. Sabido es que los deciles de menores ingresos tienen promedios similares, y es sólo en los de mayores ingresos -y en particular en el de más ingresos- donde se produce la diferencia. Eliminar las comunas de mayores ingresos es eliminar el segmento de la realidad donde se produce el efecto. Pero en este caso, al menos hacer un análisis sin Vitacura puede tener sentido.

El crecimiento y la Clase Media

Los datos de la entrada anterior sobre crecimiento en Chile (link aquí) pueden servir para complementar y reforzar una observación que había hecho anteriormente, muy anteriormente el año 2011 (link aquí), sobre la autoidentificación de Clase Media: Que el crecimiento del país había implicado un aumento del estándar de vida que se traducía en que alguien de deciles bajos de ingreso tuviera el mismo estándar que alguien de deciles bastante más altos de hace décadas pasadas. Y que la única forma de poder describirse a sí mismo es pensando que es clase media (porque vive como vivía antes la clase media, que es un parámetro de comparación).

Los datos de la entrada anterior refuerzan esa impresión. Los datos esenciales son los siguientes:

  • En 1980 el ingreso promedio (medido en dólares internacionales de 2005 en PPP) era de 5.639 y en 2012 era de 15.836
  • El ejercicio de distribución por deciles indicaba que en 2011 que el decil 8 tenía 15.734. O sea que el decil 8 tiene el ingreso promedio
  • Asumiendo que en 1980 tenía una distribución del ingreso no muy distinta que el 2012, uno podría pensar que lo anterior también ocurría en 1980. O sea que el decil 8 tenía el ingreso promedio de la época (5.639)
  • De acuerdo al mismo ejercicio, el decil 3 tiene un ingreso de 5.446 dólares el año 2011.

Estas estimaciones no son muy precisas, pero a grandes rasgos no debieran estar muy equivocadas. Y si están correctas, entonces en esos 30 años las personas que actualmente están en el decil 3 tienen el ingreso que en 1980 tenía el decil 8. Y es eso lo que impele al decil 3 -por muy vulnerable y frágil que sea- a pensarse como clase media. Más aún si consideramos el cambio tecnológico que ocurrió en el intertanto (y que hace posible más bienes disponibles a igual ingreso).

Por otro lado, es otra forma de plantear el cambio que implicó ese crecimiento decir que el C2 de hoy vive como vivía el D de cuanto tus padres tenían tu misma edad (asumiendo alrededor de 30 años como distancia entre padres e hijos).

Precariedad y Emprendimiento en Trabajadores por Cuenta Propia

Dado que subí en la sección escritos la ponencia presentada en el Congreso del ALAS, no estará de más hacer un post al respecto. El archivo en este link.

Y ponemos el resumen:

El trabajo por cuenta propia ha sido analizado desde dos miradas contrapuestas: Una que los  observa como trabajadores precarios obligados; y otra que los observa como emprendedores que eligen. Pero ellas son insuficientes, no sólo por la segmentación interna de estos trabajadores, donde en cada segmento estas visiones pueden ser más adecuada, sino porque no reconoce lo que es negativo y positivo de estos trabajos desde la perspectiva de los propios trabajadores. En el caso chileno, se observa que ellos mantienen, con énfasis distintos, un discurso común, en que lo negativo es incertidumbre -que no es equivalente a precariedad- y lo positivo la autonomía -que no es emprendimiento. Esto tiene consecuencias prácticas para el análisis de estos trabajadores.

Por cierto que la cosa tiene varias fallas, varias de las cuales fueron mencionadas cuando se lo presentó y algunas otras cosas que me quedaron más en claro revisando otras discusiones en el Congreso (i.e enfatizar más la heterogeneidad, jugar más con el tema de las trampas de la autonomía, revisar mejor el tema del control -la diferencia entre jefe y cliente por ejemplo). Pero bueno de eso se trata, y la idea es que así salga mejor la tesis de doctorado.

El miedo atávico de la élite en Chile

Hace algunos meses comentaba en alguna entrada que el orden social en Chile en realidad es frágil (link aquí): Que la élite no sabe funcionar en una sociedad movilizada y que su reacción frente a ello es usualmente la violencia.

Leyendo ayer ‘Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana’ de Armando de Ramón (Catalonia 2007) me encontré con el siguiente párrafo a propósito de la situación de los sectores populares entre 1730 y 1850 (la era de la consolidación urbana de acuerdo a de Ramón):

A todo esto hay que agregar el ‘miedo’ histórico cultivado por la clase poseedora. El miedo a los antiguos levantamientos indígenas. Relegados ahora al recuerdo y a la frontera de Arauco, se reproducía cada noche y cada día, considerando la existencia de esta especie de mundo subterráneo que se había introducido en la ciudad y formado sus arrabales, el que numéricamente era mayoría dentro de la población que habitaba Santiago (p. 107)

El rechazo a lo indígena se transforma entonces en el rechazo a las clases populares que se ha mantenido con posterioridad entre esas clases poseedoras. Un hecho crucial, creo, es que este miedo es frente a un otro, completamente separado de este sujeto con miedo. Porque la facilidad con que la élite usa la violencia ,y buena parte de las formas que adquiere su trato permanente al resto de la población de Chile, tiene su raíz en el hecho que nunca ha considerado a esos grupos como parte de una misma comunidad, de un ‘nosotros’ como le gustaba decir al PNUD.

Lo cual, finalmente, no es otra cosa que volver a plantear que el problema de Chile es su élite.

 

¿Los GSE no se diferencian por los bienes?

Hoy en La Tercera, aparece una nota sobre los cambios en la segmentación socioeconómica. Y una de los temas importantes destacados es el siguiente:

“El principal hallazgo de esta investigación es que los grupos, como los estábamos mirando, han cambiado fuertemente. Los bienes ya no son discriminantes entre los grupos socioeconómicos. Los factores que hacen la diferencia hoy son básicamente la educación y el trabajo”, afirma Max Purcell, presidente de la AIM. A juicio del experto, la evolución se relaciona con el crecimiento económico y los cambios en las estructuras familiares.

Y en la siguiente página nos aparecen datos como el siguiente:

Bien Tenencia C1 Tenencia D
Secadora de ropa 68% 7%
Automóvil Particular 93% 17%
Cuenta Corriente 91% 4%

En otras palabras, los bienes y servicios sí diferencian. Una cosa es que los bienes específicos que diferencian cambien (ya no lo hace el refrigerador -más del 90% incluso en el E- y la lavadora -que va del 99% al 60% ya lo está dejando de ser); pero no dejan de existir diferencias. Y eso sin contar otras diferencias que son relevantes aunque de menor rango que las ya mencionadas: El servicio de cable que pasa del 96% al 44% o el tener celular con contrato 92% a 31%. Y más aún podrían existir si entráramos a observar los tipos de bienes existentes (no todos los automóviles son iguales).

El dinamismo lo que hace es cambiar los bienes concretos, pero no cambia necesariamente que existan diferencias. Negar la existencia de diferencias a nivel de consumo de bienes y servicios entre GSE en una sociedad altamente desigual es un puro ejercicio de ideología.

 

Leyendo cosas de Interés: Neoliberalismo, corporativismo y experiencias posicionales. Los casos de Chile y Francia, Arteaga y Martucelli (2012)

La referencia completa:

Neoliberalismo, corporativismo y experiencias posicionales. Los casos de Chile y Francia.
Catalina Arteaga A. y Danilo Martuccelli.
Revista Mexicana de Sociología, volumen 74, núm. 2 (abril-junio, 2012): 275-302.

En relación al tema de la desigualdad, los autores quieren ir más allá de los indicadores -que siempre terminan homogeneizando las realidades. Lo que les interesa es examinar las subjetividades y experiencias asociadas a las posiciones en la estructura social. Ahora, en estas cosas, lo que interesan son si la aproximación da resultados interesantes o no. ¿Agrega cosas a la comparación entre Chile y Francia agregar esta dimensión?

La comparación entre los dos países se da, en parte, porque corresponden a modelos bien diferentes. Chile aparece como el modelo de un país neo-liberal y Francia la de un modelo corporatista (en esencia, la diferencia entre un estado de bienestar nulo o fuerte). La pregunta final es cómo las transformaciones sociales contemporáneas, al pasar por estos modelos distintos, se transforman en experiencias y estrategias subjetivas distintas.

Distinguen tres elementos centrales.

El primero tiene que ver con que la diferencia entre una disociación estatutaria en Francia y una posicional en Chile. La primera dice relación con la experiencia francesa de verse excluido o incluido de las posiciones sólidas, de personas que experimentan el paso de la solidez a la fluidez. En el caso chileno, todos perciben el tema de la inestabilidad, que sería algo que cruzaría a lo largo de todas las posiciones. Al miso tiempo, esto nos dice que mientras en Francia hay una idea que las posiciones como tales cambian (algunas se transforman en frágiles) en Chile lo central es la experiencia personal universal de inestabilidad. Los que están dentro también son frágiles.

El segundo dice relación con las estrategias de las personas. En Francia muy orientadas a la construcción de refugios, de espacios protegidos con fronteras claras. En Chile, por el contrario, las personas estarían muy orientadas al cultivo del contacto y de las redes. No es que en Francia el capital social no sea relevante, sino que en los relatos sobre la protección de las posiciones no se centra ahí el tema. Es en la defensa de una posición donde están centrados, y las redes están dispuestas para el logro de ese objetivo.

Finalmente, los autores se centran en las experiencias distintas de malestar. En el caso Francés. centradas en una experiencia de sufrimiento -en particular, frente a la memoria de un Estado de Bienestar que está siempre presente en el relato subjetivo, y que recuerda  una experiencia de libertad subjetiva, producto de la des-mercantilización de las relaciones. En el caso Chileno, lo que se vivenciaría sería más bien una experiencia de miedo -frente a la inestabilidad y a la posibilidad siempre presente de perder lo ganado, las personas desarrollarían un miedo difuso y generalizado.

Hasta aquí el artículo. Ahora, ¿por qué me parece interesante? Creo que el contraste entre refugio y redes es instructivo por el trasfondo de expectativa que hay detrás de él. El refugio es claramente una estrategia defensiva: me defiendo ante las cosas que amenazan mi posición (anteriormente segura y buena). Pero las redes no es sólo defensiva, puede ser también ofensiva: Uso mis redes no sólo para defenderme ante los peligros sino también para obtener recursos para avanzar.

El hecho que, como Arteaga y Martucelli destacan, no hay expectativa de estado de bienestar en Chile, hace que las expectativas de posible mejora se jueguen en el plano individual. Y esto permitiría además entender la explosivo del tema de educación. Porque la educación era uno de los pilares de las estrategias ofensivas en términos de estatus en la sociedad chilena: uno de los medios de mejorar (esto a su vez coordinado con las redes, la educación es también una forma de acceder a redes). Cuando esa estrategia entra en crisis se pide al Estado, pero se lo hace para que este apuntale estrategias individuales en torno al estatus.

En cualquier caso, el hecho que en Chile las estrategias subjetivas se den en un marco en que existen expectativas de mejora, mientras que en Francia las estrategias subjetivas, a lo más, son de expectativas de mantención, no deja de ser un contraste interesante. Aunque  no es un contraste seguido por el artículo, los elementos que se plantean en él permiten explorar esa posibilidad.

 

NOTA: Para responder de inmediato a una posible crítica: ¿Y por qué comparar las distintas formas de malestar y no las de satisfacción? Al fin y al cabo, bien se podría decir que la experiencia subjetiva no es sólo negativa. Y se podría criticar el artículo por ideológico y esas cosas. Pero no tiene mucho sentido. Una posibilidad, es la tolstoiana -las familias felices son todas iguales, así que no habría diferencias de interés que reportar. Pero más allá de eso, hay que recordar que ningún estudio puede cubrir toda la realidad. Lo importante es si lo reportado es adecuado: No estará toda la descripción, pero mientras lo descrito corresponda no es tan terrible el tema.

Dos trampas del concepto de ideología

A propósito que hay, y estoy tomando, un seminario de ideología en el Doctorado -que a decir verdad, hasta ahora ha sido bastante decente con las clases de Larraín y Arditi-, no estará de más plantear algunas de las dudas y resquemores que el concepto de ideología me genera. Lo primero, en todo caso, es plantear que discutiremos el concepto negativo, crítico, de ideología. No abordaremos el concepto neutral de ideología. En última instancia, es el primero el que tiene algo de sentido, porque para conceptos neutrales del ámbito de las ideas ya tenemos varios (culturas, discursos etc.). Lo específico que trae ideología es una pretensión crítica. Si el concepto vale la pena, es por esa pretensión.

Pasando ahora a los resquemores como tales, que son básicamente dos:

1. Asimetría entre actor y analista. En muchos de los usos del concepto, su  función es básicamente distinguir entre unos actores que están insertos en una ideología y que no se dan cuenta de cuan distorsionada es su visión de la realidad, y unos analistas que sí son conscientes y superan los errores del vulgo. El problema es que los analistas son un tipo de actores, y sí ellos pueden darse cuenta, entonces los actores también (la versión contraria: que los analistas también pueden equivocarse, tal como los actores, lo reconoce todo el mundo: es lo que un analista le dice a otro cuando reclama que su visión es ideologizada). Entonces, si la distinción se plantea en términos muy absolutos, definitivamente no funciona.

Ahora, bien se podría decir que los analistas son un tipo especial de actores, y en ellos es simplemente más probable que ocurra la iluminación que identifique los errores de la ideología -pero no es una distinción absoluta. Esa respuesta estaría bien, si no fuera por dos elementos. El primero es que el hecho que los intelectuales digan que los intelectuales tienen un acceso especial (o más probable) al conocimiento verdadero, ¿no suena al tipo de cosas que el concepto de ideología describía en primer lugar? El segundo es que nunca queda clara la raíz de esa especial capacidad. En  muchas versiones del concepto esa capacidad de descubrir queda resuelta ‘de antemano’ (porque ya se descubrió la ciencia verdadera), pero nada que resuelva las dudas de un crítico resuelto.

En todo caso, a pesar de estos problemas, en principio el concepto puede tratar esta asimetría entre actor y analista. Es la segunda la que creo que es menos resoluble.

2. Asimetría en la discusión entre posiciones. Si una persona discute con otra de la cual piensa tiene una posición ideológica, la conversación entra en corto circuito. Porque al pensar que el otro es ideológico, ya presupongo no sólo que está equivocado (una presuposición que es inherente al hecho que yo creo que mi posición es la adecuada) sino que lo está por tener un paradigma que distorsiona su visión. En ese caso, puedo mostrar de donde aparece su posición ideológica, o puedo intentar convencerlo. La primera posibilidad implica discutir sobre el otro, no con el otro; lo cual no deja de ser algo arrogante, pero esa es un problema de actitud. La segunda posibilidad ya implica conversar con el otro. Sin embargo, y aquí entra la asimetría en juego, lo que no aparece muy posible es lo que efectivamente traduce la conversación en una real conversación con el otro: estar abierto a la posibilidad de ser convencido por el otro. Al declarar la posición contraria como ideológica, ya me cerré a la posibilidad de que sea correcta. En otras palabras, me negué a considerar de tratar en serio las pretensiones de validez de la otra posición. Puede que la idea de Habermas de la situación ideal de habla no funcione en términos empíricos o como telos inmanente a la comunicación, pero la idea que en una discusión ambos actores han de estar abiertos al mejor argumento creo que sigue siendo una buena posición normativa. Y el concepto de ideología no permite esa simetría básica de los participantes, le niega a los otros los derechos de un participante legítimo.

Una posibilidad frente a esta situación es que acusar al otro de ideológico es una postura que, como cualquier aseveración, podría estar equivocada. Y por lo tanto al discutir con otras posiciones uno bien pudiera estar abierto al hecho que ellos estuvieran en lo correcto. En última instancia, ¿por qué no? La acusación de ideológico es la postura inicial en la conversación, del mismo modo que más en general tengo la idea que esa postura está equivocada, pero no necesariamente la postura final. La razón está en que decir que alguien es ideológico no es solamente plantear que está equivocado (que es compatible con la simetría) sino que está obnubilado y que hay que corregirlo, que ve distorsionadamente; y por lo tanto lo que dice no se puede tomar completamente en serio. Es por ello que la noción de ideología atenta en general contra la simetría conversacional y con el hecho de estar abierto al otro.

Hay otro elemento que no creo en sí sea un problema pero no siempre se lo diferencia. La ideología como algo que está al servicio de ciertos intereses de clase o segmento (así lo define Giddens por ejemplo) y la ideología como algo que distorsiona la realidad (algo que Larraín enfatiza es central en el concepto original de Marx). Muchas veces se trata estos dos elementos como unidos indisolublemente, y que obviamente algo que defiende ciertos intereses es algo que distorsiona. Pero no creo que ello sea necesario: No veo porqué algo no podría al mismo tiempo tanto servir a los intereses de un segmento como ser una aseveración correcta (verdadera, útil, buena, lo que sea). A pesar que estas versiones suelen unirse, en realidad no es necesario.

Pero más allá de lo anterior, son estas dos asimetrías, una común pero en principio con alguna solución, aunque sea débil, y otra que creo insalvable, los elementos que me parecen más problemáticos del concepto.

Auto y hetero definición en la clase media (II)

Abundando más en el tema de la definición subjetiva de clase media.

¿Que significa ser de clase media? Subjetivamente, al menos, es probable que para poder definirse como una persona de clase media uno requiere pensar que hay personas que están ‘arriba’ o ‘abajo’ de uno. En una sociedad tan estratificada como la Chilena, donde pequeñas diferencias se pueden hacer notar, resulta relativamente fácil verse a uno mismo cumpliendo con esas condiciones.

Por otro lado, dado que esa facilidad se basaría en las múltiples gradaciones de la desigualdad, entonces resulta probable que las personas que uno declaro arriba (o sea, clase alta) o abajo (o sea, clase baja) de uno a su vez puedan hagan lo mismo: Ellas mismas vean personas arriba o abajo de ellas.

En otras palabras, la gradación múltiple permite que todos subjetivamente se sientan de clase media (i.e tienen arriba y abajo) al mismo tiempo que todos ellos son de clase alta o de clase baja para otros. El grupo que se define subjetivamente de clase media no necesariamente se sienten parte de un mismo grupo ni se reconocerían todos ellos como parte de un mismo segmento.

Auto y hetero definición en la clase media

El título es alambicado, pero a veces uno puede caer en esas tentaciones.

El tema, por el contrario, es más bien sencillo. Sabido es que la mayoría de la población se define a sí misma como de clase media. De eso entonces concluimos que la sociedad se piensa como de clase media. Pero en ese momento realizamos un paso en falso.

Porque del hecho que la mayoría de la población se piense de clase media no se sigue que las personas piensen que la mayoría es de clase media. La persona A se puede definir a sí misma como clase media, pero para la persona B, la persona A claramente no es clase media (puede ser pobre o rico, ‘flaite’ o ‘cuico’). Entonces es perfectamente posible que si bien casi todos se declaren de clase media, la opinión más común sea negarle a la mayoría de la población esa condición. Sólo que aquellos que se le niega esa condición son distintos en cada segmento. Por decirlo de alguna manera, todos somos los ‘flaites’ o los ‘cuicos’ de otras personas.

Lo que sí es cierto, más allá de la corrección de la anterior disquisición, es que para conocer la imagen que los chilenos tienen de la sociedad, se requiere más que la auto identificación social.

Una hipótesis sobre la autodefinición de clase media

Entre las cosas que sabemos de la sociedad chilena es que la gran mayoría de los chilenos se autodefine como clase media. Por otro lado, sabemos que esa clase media es bastante vulnerable económicamente, y por lo tanto si uno usa cualquier medición ‘económica’, objetiva, de clase media no tiene como ser tan mayoritaria.

Uno puede explicarse esto usando alguna versión de falsa conciencia o similar. Sin embargo, me parece más interesante hacer otra observación.

Recordemos que Chile ha experimentado, y que las personas han experimentado, un aumento de su estándar de vida: Los ingresos han aumentado -y esto ha ocurrido también en deciles bajos de ingreso, la alta desigualdad de ingresos ha ocurrido al mismo tiempo que los ingresos en general han aumentado-, y quizás más notorio, los niveles de consumo lo han hecho y el equipamiento de los hogares. Cualquier revisión de las tasas de propiedad de bienes en la CASEN muestra eso con claridad.

En no pocos indicadores esto ha implicado un ‘cambio’ de quintil: Las personas de un quintil determinado han adquirido el nivel de consumo de las personas en el quintil superior hace años atrás. Y esto ha ocurrido durante la vida de las personas, así que es parte de su experiencia.

Ahora, ¿cómo pueden hablar de ese cambio? Porque lo que no pueden hacer es decirse a sí mismos: ‘Sigo siendo pobre’ cuando su experiencia es una de mejoramiento de sus condiciones de vida. Pero, en el vocabulario habitual de la sociedad chilena lo que existe arriba de pobre es la clase media. Y por lo tanto, si dejé de ser pobre entonces, automáticamente, soy clase media.

Al fin y al cabo, cuando personas empiezan a tener los bienes y tipos de consumo que hasta hace relativamente poco indicaban pertenencia a clase media, ¿qué otra cosa pueden decirse a sí mismos? No es que las personas anden en la cabeza con el modelo de ‘porcentaje en torno a la mediana de ingresos’ para autoclasificarse.