Pensando en los territorios (III). El involucramiento colectivo con el territorio

Finalizando la serie de escritos sobre la base del viejo estudio realizado en mis años del PNUD, ahora toca la última dimensión en la cual participé en el análisis: el involucramiento colectivo con el territorio, la politización territorial. Este era un tema perenne en los Informes de Desarrollo Humano, y aquí entonces la pregunta sobre las capacidades para desarrollar acción colectiva desde los territorios se veía como crucial. He de reconocer, sería engañoso el no hacerlo, que dicha centralidad de esta dimensión de acción colectiva siempre me fue algo ajena. La relación cotidiana, la vida de todos los días, me parecía más relevante (incluído ahí su influencia en la construcción del territorio). Pero siendo, de todas formas, un tema relevante y habiendo trabajado en ello y pensando que, de todas formas, es una lástima que se pierda, helo aquí.

El resultado fundamental, a mi juicio, del análisis es la aparición -en proceso tras proceso- de un cortocircuito. Hay elementos que podrían desarrollar un proceso de movilización pero otros impiden que se fortalezca y desarrolle. Es claro (y uno de los análisis específicos lo hacía caso a caso) que hay múltiples acciones y movimientos colectivos en los territorios, la pregunta era por su capacidad de mantenerse activos, de su sustentación.

Aunque debido a la pandemia el movimiento nacido en Octubre del 2019 se encuentra en animación suspendida (incluso considerando el retorno de algunas chispas de movilización), la idea de movimientos sin capacidad de sustentarse no parece muy válida en el Chile actual. La capacidad del movimiento para estar de manera permanente de forma activa (meses con el principal punto de reunión de la capital prácticamente cooptado por el movimiento de manera casi continua) haría estas reflexiones sobre debilidades de procesos de acción colectiva territorial, a lo más, una descripción del pasado.

Dos consideraciones militan contra esa conclusión. La primera es que las capacidades de un movimiento nacional no están, de forma automática, disponibles para movimientos territoriales. La segunda es que no por haber sido sobrepasados en la coyuntura del 2019, han dejado de existir todos esos mecanismos de cierre.

Sea cual sea la corrección de esas ideas, al final estas cosas sólo se saben con meridiana certeza a través de la visión retrospectiva, corresponde poner aquí el link correspondiente.

El Problema de Chile es Político

Que la ciudadanía declara diversas críticas a la situación de la sociedad chilena es algo sabido. Que uno de los aspectos más centrales de esa crítica es la relación con la política es también algo sabido, y existen múltiples indicadores de dicha crítica –manifestada como alejamiento. Usando los datos de la Encuesta de Desarrollo Humano 2013, pero que son fácilmente replicables en otros estudios, nos encontramos con que un 55% de la población no se ubica en el eje izquierda-derecha, que sólo un 20% de la población declara estar interesado en la política, y que un 22,5% estima que la política influye en su vida. Los estudios cualitativos del Informe 2015 entregan también una profunda mirada negativa al mundo político.

Pero al mismo tiempo, el Informe nos muestra que es una ciudadanía que está más interesada en los temas públicos: En la medida que se va de la política –criticada- a lo político – o sea la discusión de las cosas públicas en sí- el interés aumenta sostenidamente: De un 32% que conversa de política a un 45% que conversa de temas de actualidad, a cifras que varían entre un 50% y un 70% que conversa de temas públicos concretos. Una ciudadanía que, el mismo Informe nos plantea, quiere más democracia de la que encuentra existe: Un 68% de las personas tiene un déficit democrático –valora más la democracia de lo que perciben existe de democracia.

La escasa relación con la política no es simple alejamiento de ella, sino efectivamente representa un rechazo, una crítica. Entre las múltiples cosas que los chilenos quieren cambiar de nuestra sociedad se encuentra la política.

La dificultad aparece en el hecho que la política no es simplemente otro lugar sobre el cual se ejerce crítica. Porque siendo la política el lugar donde se toman las decisiones colectivas, ningún tema puede resolverse si es que no se resuelve la construcción del espacio de lo político. No hay ningún lugar fuera de la sociedad que nos asegure la capacidad de tomar esas decisiones, y luego no queda más que sea ella misma lo resuelva. No contamos con otro garante que nosotros mismos para tomar esas decisiones y buscar una resolución adecuada.

Es con relación a la construcción de ese espacio, un espacio político que permita resolver los problemas que Chile enfrenta, que se nos muestran algunas de las principales dificultades de la situación actual. A este respecto pareciera que faltaren los recursos, capacidades, conceptos o actores necesarios para ello. Esta dificultad se acrecienta porque la tentación de no resolver los problemas políticos es fuerte: Los temas que nos interesan resolver rebasan con creces el ámbito de la político: lo que se desea es soluciones para los temas colectivos concretos –educación, pensiones, economía etc.

La política es, entonces, al mismo tiempo el problema fundamental, porque es donde se puede construir el espacio para resolver cualquier tema colectivo; pero no es el problema que nos convoca como tal, son otros problemas los que queremos resolver. Eso genera una dificultad adicional para resolver los problemas políticos a los que nos enfrentamos.

 

Las dificultades de la constitución de lo político son, en parte importante, dificultades en torno a la constitución de la conversación pública. De algún modo, se genera un debate -porque múltiples actores defienden posturas- pero no es claro que efectivamente exista diálogo -disposición a efectivamente escuchar lo que los otros actores tienen que decir y plantear, y tomar dichos planteamientos en serio. Es fácil encontrar declaraciones de diversos actores involucrados en el ámbito público que asumen que la conversación ya ocurrió y se cerró, que la razón y la ciudadanía claramente está con ellos, y lo que resta a lo más es que se cumpla con su opinión. También es fácil observar declaraciones que llaman a dialogar, pero que entienden el diálogo como una escucha y aceptación por otros de la propia opinión, pero que no están dispuestos ellos mismos a escuchar y que devalúan cualquier opinión ajena. A quien está seguro de su propia verdad, quién la encuentra auto-evidente, le es difícil entrar en el juego de la persuasión que es indispensable a toda verdadera conversación.

Otro elemento relevante es lo que dice relación con la confianza. No es tan sólo que la ciudadanía ha dejado de confiar, y que de un nivel general de confianza ya bajo se ha experimentado una caída en el último tiempo. Es que todos los actores desconfían: Para unos no se puede confiar en la élite, para otros no se puede confiar en los ciudadanos. También es parte del problema la dificultad de reconocer que la desconfianza no es sólo un problema: En última instancia la democracia es una forma de control de los gobernantes y por lo tanto la desconfianza es parte de la democracia. La confianza total, bien se sabe, es vulnerable a ser abusada, y hay tal cosa como una sana desconfianza. El problema no es tanto la desconfianza como tal, sino que al parecer las desconfianzas existentes evitan que los actores puedan crear arreglos sustentables y crear un espacio político. Reconocer el riesgo es positivo, resguardarse frente a ellos también, pero no poder apostar para poder generar acciones conjuntas con otros sí se transforma en un problema.

Los problemas para generar un espacio político se muestran también en las dificultades para construir actores y sujetos colectivos. Lo que se muestra en un resultado como, tal como aparece en Encuesta de Desarrollo Humano, que cerca de un 45% de los chilenos y chilenas no acierta a pensar quién puede representarlo -aun cuando la pregunta se hizo insistiendo en la total apertura de las posibles respuestas. Incluso podemos plantear que la noción misma de líder está bajo sospecha ciudadana;  y que cuando todo quien intenta instalarse como tal está bajo la sospecha que se separa de los ciudadanos la construcción de actores aparece como especialmente compleja.

Parte de lo que subyace a varios de los problemas anteriores son diferencias de conceptos. Para seguir con el tema esbozado en el párrafo anterior se puede usar como ejemplo el concepto de representación. Por un lado,  tenemos nociones que enfatizan el carácter independiente del representante siguiendo en ello una idea cuyos inicios ya están en el Discurso a los Electores de Bristol de Burke en 1774: “Vuestro representante os debe, no sólo su industria, sino su juicio, y os traiciona, en vez de serviros, si lo sacrifica a vuestra opinión”. En esta visión, el representante tiene el derecho y el deber de no ser una simple caja de resonancia; y se observa críticamente el que abandonen ese deber. Por otro lado, observamos visiones que enfatizan más bien que el representante cumple una función de comunicación de las ideas de sus representados, que no tiene capacidad propia de negociación y acción, que cumple una función comunicativa (lo que de hecho es una forma bien antigua de entender el concepto). La mera idea que alguien pueda hablar por uno es inmediatamente algo sospechoso. La construcción de un espacio político no requiere quizás, un acuerdo en el lenguaje, pero sí requiere que se tenga claridad en las distintas posiciones en pugna.

 

Aquí podemos volver a nuestro punto de partida. El espacio político institucional no aparece tanto como un espacio de solución de problemas, sino como el lugar de un problema. Se rechaza la política y ese espacio, y es por ello entonces que la sociedad se politiza al buscar nuevas formas de solucionar el problema político de constitución de decisiones colectivas. Pero esa búsqueda se vuelve más compleja cuando se rechaza el espacio. El proceso de politización crece sobre unos fundamentos que son, al mismo tiempo, fuente de su fragilidad para su plena instalación. La sociedad chilena, se está planteando preguntas que no es claro que tenga la capacidad de responder.

El problema central de la situación actual es, si se quiere, estrictamente político: construir una institucionalidad que permita tomar decisiones colectivas legítimas y vinculantes. Aquí resulta crucial no confundir la necesidad de contar con instituciones fuertes con fortalecer las instituciones existentes. Hay que evitar, si se quiere, una concepción naturalizada de la política: Que las instituciones políticas son las que son, que los principios de esas instituciones son los únicos principios. Plantearse los problemas con la profundidad que se requiere implica, a su vez, discutir sobre el carácter de las instituciones políticas.

Estas discusiones son, necesariamente, tarea de todos los actores y no sólo de algunos. Parafraseando a Clemenceau, bien podríamos decir que la política es demasiado importante para dejársela sólo a los políticos. En una sociedad en la cual todos los temas están en discusión, sólo participar e involucrarse en esas discusiones aparece como un camino viable.

NOTA. Originalmente publicada en el sitio de Desarrollo Humano en Chile, aquí

¿Qué explica la Politización entre los ciudadanos?

Una de las ideas básicas del Informe de Desarrollo Humano en Chile 2015 es que vivimos en los tiempos de la politización, y que esos tiempos son un asunto social (propiedad del conjunto y no de cada individuo). A su vez se enfatiza  diversidad de formas que toma el involucramiento (o sea que ‘politizarse’ no es un tema lineal que va desde nada a total politización). Sin embargo, hay que reconocer que el hábito de pensamiento común en la actualidad es uno que piensa la sociedad como resultado de agregar situaciones individuales y que tiende a pensar en términos lineales de menos a más, entonces tiene sentido hacer un análisis que piense la politización de esa forma.

Pensando de esa forma resulta útil recuperar un índice de politización subjetivo, que fue desarrollado en alguna de las etapas de elaboración del Informe. Este fue creado a partir de las siguientes indicadores: Tener posición política (P93, P94), declarar que la política influye en la vida (P100), declarar interés en la política (P85), conversar sobre política (P91a, P91b, P91c). El índice tenía una confiabilidad de 0,7 y una media de 0,35 (con un rango de 0 a 1). Este es un índice de politización además restrictivo: usando los conceptos que usa el Informe, es de politización sobre la política (i.e la relación con la política formal) más que sobre lo político (i.e todo el campo de la decisión colectiva). Pero teniendo la política institucional su relevancia no deja de tener algo de interés preguntarse que hace que las personas se involucren, al menos subjetivamente, con ella.

Al analizar este índice se encontró:

  1. Que no hay mayor asociación entre politización subjetiva y malestar con la sociedad. Una regresión directa entre el Índice de Malestar con la Sociedad y el Índice de Politización Subjetiva no es significativo y lo mismo ocurre con Politización Objetiva.

  2. Y que lo anterior fuera declarado sorpresivo. Las sorpresas siempre indican expectativas instaladas que no se cumplen. Ahora, si lo que sucede en una sociedad sorprende a quienes participan en ella eso quiere decir que no la conocen muy bien.

De hecho, y con ello entramos directamente en materia, ¿de quién es la sorpresa? Porque sí la sorpresa es de parte de una élite (y los investigadores de investigaciones relevantes y con impacto en la sociedad por definición son parte de, están relacionados con y comparten al menos parte de un sentido común con ellas), entonces lo que quiere decir es que la élite no conoce muy bien su sociedad. Y si esto es así, entonces que del Malestar con la Sociedad (o del déficit democrático o del déficit de igualdad) no se siga politización –en parte cuando politización se entiende como relación con instituciones políticas organizadas (o sean, a través de la élite) es relativamente claro. Las dificultades de la relación entre élite y sociedad se muestran también en el hecho, que hemos mencionado varias veces, que existe una alta preferencia por decisiones directas y horizontales y baja legitimidad de decisiones de los gobernantes.

Luego, si lo que pasa entre el malestar y la politización es un problema en torno a la relación elites-opinión pública, entonces tiene sentido buscar modelos de explicación de la politización que intenten dar cuenta de lo anterior (i.e que incluyan variables que digan relación con esa relación). Entonces, el ejercicio es observar qué dimensiones de las preguntadas en la encuesta, dando espacio a las preguntas sobre relación con representación política, pueden explicar la politización subjetiva.

En concreto, en el análisis se ingresaron las diversas escalas e índices creados por el PNUD (desde indices de demanda de cambio, de malestar (o de sus dimensiones constituyentes: confianza instituciones y valoración de oportunidades que entrega Chile), de autoritarismo, de respeto a la autoridad, de individualismo, de poder subjetivo, de déficit democrático y de igualdad etc (en los modelos que se presentan sólo quedaron las variables significativas) para observar el impacto de indicadores generales de subjetividad y de relación con el país. Además se ingresaron específicamente variables orientadas a analizar la relación con la representación:  la P77 (Desde el retorno a la democracia los gobiernos han hecho distintas promesas al país. En general usted cree que estas promesas se han cumplido? ); la P78 (menciona alguien que admire o lo represente);  la P82 (En su opinión, la política en Chile es: mejor, igual o peor que antes) y la P89 (¿Piensa usted que los partidos políticos, en general, son indispensables para gobernar al país?). Y finalmente, se ingresaron también las variables clásicas sociodemográficas (GSE, edad y sexo) para no confundir el efecto de otras variables con ellas. En las variables categoriales los NS/NR fueron eliminados del análisis (si se los incluye los resultados no varían sustancialmente y la tabla es más fácil de entender)

El resultado del ejercicio (usando STATA) son los siguientes:

polsubj_reg

En la tabla sólo se presentan las variables que tuvieron asociación significativa, y con ellas se obtiene un algo respetable 29% de R2 -que no es maravilloso pero tampoco es despreciable.  Si bien todavía no explicamos la mayor parte de la politización, ya tenemos algunas claves relevantes.

Es interesante que, finalmente, sean variables de índole ‘política’ las que en general tienden a tener relación con la politización. O para decirlo en otras palabras, que variables que dicen relación con el diagnóstico del país (como demanda de cambio o malestar, o el déficit de igualdad) finalmente no tienen mayor relevancia. Sólo el índice de individualismo y el de poder subjetivo en redes tienen impacto, y ambos, lo tienen de forma positiva -aun cuando sus betas son relativamente bajos. De todas formas, que aquellos grupos más individualizados sean los más politizados no deja de ser interesante, y llama a tener más calma en análisis que plantean el  impacto de una sociedad más individualizada en la politización.

La relación con la autoridad también tiene un impacto interesante. El índice de respeto a las decisiones de la autoridad tiene una relación positiva con la politización. Por otro lado, el índice de autoritarismo y tradicionalismo tiene una relación negativa con ella. Las relaciones inversas de ambos índices nos debieran precaver, en primer lugar, en pensar en los temas de autoridad como una sola cosa. Ahora bien, si se piensa no es tan extraño que sucedan esas relaciones. La politización implica, de alguna medida, creer que a través de la política se pueden lograr cosas; y como la política es el uso de la autoridad colectiva, no es extraño que quienes creen en la politización crean y defiendan que es necesario cumplir con las decisiones de la autoridad. Quien quiere cambiar la ley, necesita pensar que las leyes deben cumplirse. La defensa del autoritarismo y de la tradición, por el contrario, es un deseo que las cosas no cambien y se mantengan -y luego, es un rechazo a la acción del poder político como tal (más allá que mantenga el orden).

Por otro lado, el déficit democrático -el nivel en que se quiere más democracia de la que existe- tiene una relación positiva con la politización, lo que es esperable y razonable.

En términos de GSE y sexo se encuentra que ser ABC1 y hombre (que son las categorías de referencia) son más politizados. Es interesante que, una vez controlando por otras dimensiones, edad no tenga relación significativa con la politización.

Si pasamos a observar los efectos de las variables de relación con la representación encontramos que:

  • P77 tiene como categoría de referencia 1 (las promesas se cumplen), pensar que las promesas se cumplen poco o nada (2) o no responder a la pregunta (3) tiene una dirección negativa con la politización –lo cual es perfectamente razonable. Los betas son bastante importantes -lo que nos muestra lo crucial de la evaluación de la efectividad real de la acción política)
  • P78 tiene como categoría de referencia 0 (no mencionar líder), y mencionar líder (1) tiene claramente un impacto positivo en la politización. El beta no deja de ser relevante a este respecto.
  • P82 tiene como categoría de referencia 1 (la política es mejor que antes), y pensar que está peor (3) tienen una dirección negativa con la politización –lo cual sigue siendo perfectamente razonable. (Pensar que está igual, 2, tiene dirección negativa pero no es significativa la diferencia). El beta, en todo caso, es menor que en los anteriores casos.
  • P89 tiene como categoría de referencia 1 (los partidos políticos son indispensables), y nuevamente las direcciones son bastante razonables: Pensar que no lo son (2) tiene un impacto negativo. Nuevamente, el beta es menor que las dos primeras variables.

En general, se puede observar que para explicar la politización hay que centrarse en lo que se piensa y cómo uno se relaciona con la política. Y que, en particular, efectos bastante relevantes los tiene pensar que la política algo hace (i.e se cumplen las promesas) y tener algún tipo de líder (o, sea tener algo resuelto el tema de la representación). Son estos elementos -más que la pura demanda de cambio o el nivel de malestar con la sociedad- lo que permiten entender porque hay personas que se politizan.

La Politización desde la Ciudadanía en 7 tesis (IDH Chile 2015)

En esta entrada resumiremos el contenido de Los Tiempos de la Politización en unas pocas tesis de forma de permitir una vista rápida de su contenido. Mientras en la anterior entrada intentamos dar una formulación general que cubriera lo central del Informe, aquí intentaremos cubrir los diversos temas que se tratan en él, en particular aquellos centrados en ciudadanía.

1. Chile vive tiempos de politización.

1.1 Esto se manifiesta centralmente en la creciente discusión pública. Crecen temas y discuten más actores. Lo que parecía establecido se transforma en discutible.

1.2 Dicho proceso se despliega de forma heterogénea. En algunos aspectos y momentos es más fuerte y en otros opera con más dificultad.

1.3* Esto hace que como sociedad estemos obligados a enfrentar preguntas que no estamos en condiciones de responder.

2. Estos tiempos de politización operan sobre y transforman una fuerte demanda de cambios

2.1 Existe un fuerte consenso negativo (acuerdo en que no es este el Chile que queremos), lo cual no implica un consenso positivo (cual es el país que queremos)

2.2 Para comprender la demanda de cambios es central entender que querer cambios es mucho más extendido que el malestar con la población. No es necesario estar molesto para desear cambios profundos.

2.3 La demanda de cambios no es algo nuevo, aunque de su profundidad no sea clara.

2.3.1 Ha cambiado la fuerza de dicha demanda. Mientras antes se enfatizaba la necesidad de tomarse tiempo para cambios, en el contexto actual es más relevante la falta de disposición a la espera

2.3.2 Pero el cambio más importante es más bien el hecho que esa demanda ahora encuentra expresión en acciones. Es el hecho que esa demanda se expresa es lo que produce un cambio en la situación política -porque esa expresión obliga a los actores políticos a reaccionar y a tomar en cuenta esas demandas (no necesariamente a seguirlas)

3. La visión de la política de los chilenos se sintetiza en una doble demanda: orden y participación

3.1* La relación entre el orden y la politización no es de simple coexistencia, sino están relacionados: Es porque quieren orden que quieren participación, porque en su visión el orden se asegura cuando es el pueblo que participa

3.2 El núcleo desde el cual se entiende lo anterior es una imagen extremadamente negativa de los actores políticos y las consecuencias que de ello obtienen

3.3 Para los ciudadanos normales los políticos se definen por su alejamiento de la ciudadanía (no representan los intereses) y por el hecho que sus acciones no tienen mayor sentido (es una esfera falsa donde sólo hay pretensión pero no realidad).

3.3.1 Los políticos son categorialmente negativos y todo lo que hagan será mal visto. Si hacen A (realizar acuerdos) se observará negativamente -están todos coludidos; si hacen anti-A (no producen acuerdos) se observará negativamente -sólo se preocupan de sus propios intereses y no del país. Es un supuesto irrefutable -no hay circunstancia concebible que permita observarlos positivamente

3.3.2 Esto se asocia a la dificultad para que las personas se sientan representadas. Dado que todo político traiciona, la desconfianza aparece cómo la única respuesta sensata. Quién quiere representarme, bajo esta idea, quiere hacerme daño.

3.3.3* Es importante destacar que desde el punto de vista de la ciudadanía, los expertos no son equivalentes a los políticos, y la visión del experto es -de hecho- más positiva. Pero esto en particular en la medida que el experto apoya pero no reemplaza a la ciudadanía.

3.4 Esta desconfianza por los políticos se une a una fuerte valoración y demanda por democracia. Las personas quieren más democracia de la que perciben en Chile. O para decirlo de otra forma, la crítica a la democracia real se hace desde la democracia ideal.

3.4.1 Lo anterior tiene como consecuencia que esta crítica tan fuerte a los políticos -que no es la primera vez que ocurre en Chile (y por cierto es anterior a la dictadura) no se transforma en una petición de líder fuerte. No es esa la forma que se explora para resolver los problemas actuales.

3.5 Los chilenos y chilenas prefieren, en vez que sea el gobierno o los políticos que resuelvan los problemas, que sean los propios ciudadanos. Existe una fuerte valoración y legitimidad de toda decisión de democracia directa.

3.5.1* Es probable que más que una valoración directa positiva de las decisiones directas, esto sea más bien resultado del rechazo a los políticos. Esto debido a que la concepción de la ciudadanía de la población enfatiza más bien los deberes que actividades de participación más intensas. La participación no se valora tanto en sí misma, pero representa algo necesario debido a que no hay otra opción.

3.5.2 Es relevante mencionar que la valoración de las decisiones directas -que la buena decisión es la que hace el pueblo- es un asunto de legitimidad, no de acción. El mismo que declara que lo que se decida a través de un plebiscito es válido y legítimo no implica que vaya a votar en dicho plebiscito.

3.5.3* Por otro lado, puede que -desde el punto de vista de la legitimidad- ello no constituya problema. Efectivamente aunque no vote sí de por válido y establecido aquello que se decide de las formas preferidas. La legitimidad procedimental es relevante, y el hecho es que al parecer el procedimiento legítimo es el que opera a través de la democracia directa.

3.6 La participación, desde el punto de vista de la población, produce orden: Los políticos producen desorden, pero el pueblo produce orden.

3.6.1 Y esto porque el pueblo está naturalmente ordenado: El pueblo está en el consenso. Para los chilenos la buena política es administración -resolución de problemas consensualmente definidos y para los cuales hay criterios consensuales de solución.

3.6.2* Esto no quiere decir que no exista una valoración del pluralismo. Pero no es un pluralismo ideológico -de las distintas visiones (porque en ellas se supone que hay consenso). Es más bien la idea que nadie tiene el monopolio de las buenas ideas, y que ellas pueden provenir de cualquier parte -y por eso hay que estar disponible a ellas (un idea que, de hecho, es bien clásica, casi ciceroniana a decir verdad)

3.7 El orden es una de las principales demandas políticas de la población: lo bueno es ordenado y el cambio es bueno sólo, entonces, en la medida que sea ordenado. Esto se manifiesta en su evaluación de las manifestaciones, las que sólo se aprueban en la medida que pueden ser observadas como ordenadas.

3.7.1 Esto tiene como consecuencia una importante valoración del hecho que se cumpla la ley. Es interesante que mientras la confianza en todas las instituciones es muy baja, la norma de cumplir con sus órdenes es más alta. No se confía en quienes detentan sus posiciones pero sí se plantea la abstracta necesidad de cumplir con la ley. Un gobierno de leyes y no de hombres -que es también una idea muy antigua.

3.7.2* La centralidad del orden puede observarse como des-politizadora. Pero ello es equivocado. Quién se moviliza y demanda cambios cree en el hecho del orden, y por eso lo que quiere e intenta lograr es cambiar ese orden por otro orden nuevo. Quien reclama por una ley convocando a hacer una nueva ley es un creyente claro en la ley. Mucho más despolitizador, y en cierto sentido mucho más corrosivo, es quien cree que no tiene mayor sentido preocuparse o cumplir con las leyes. En realidad, desde el punto de vista del así llamado ‘partido del orden’ las movilizaciones en realidad son un recurso, no un problema.

3.8 Luego, al combinar las hebras del razonamiento que hay en la cultura política chilena volvemos a nuestro punto de inicio: las personas quieren orden y participación.

4. Los chilenos se relacionan con la politización de múltiples maneras. Es una realidad heterógenea.

4.1* Por decirlo de alguna forma, hay distintas formas y maneras de dar cuenta de los elementos comunes que hemos mencionado hasta ahora. Se puede plantear que los chilenos y chilenas están buscando alguna alternativa que de cuenta de todo lo que quieran, porque todavía no la han encontrado.

4.2 Se pueden establecer diversas dimensiones de esa heterogeneidad, una de las centrales dice relación con las distintas conformaciones de involucramiento público de la población. Se distinguen seis grupos.

4.2.1 Uno de ellos son los comprometidos -que tienden a tener valores relativamente altos en todas las modalidades de participar en la politización (por ejemplo, informándose, organizándose, votando etc.)

4.2.2. También están los comprometidos individuales que se involucran en este proceso sin usar modalidades que demanden acción organizada. Cada uno se informa y discute pero no participa colectivamente.

4.2.3 Los colectivistas tienen -en comparación con otros grupos- una mayor presencia de participación organizada, que es la menos común – y algo menos de modalidades más formales (Pero en general la participación colectiva es baja, así que a pesar de tener más que los otros, no participan organizadamente más que lo que hacen otras modalidades)

4.2.4 Los observadores participan de este proceso sólo a través de su interés en informarse. Están atentos a lo que sucede, pero no hacen más que eso. Es importante no menospreciar esta forma -es a partir de esa observación que generan opiniones y respuestas, que -si recogidas mediante estudios- bien pueden terminar afectando el proceso político en general.

4.2.5 Los ritualistas se centran más bien en las modalidades más formales. Simplificando, sólo votan -ni se informan, ni observan, ni conversan ni se organizan. Creen que hay que cumplir con el deber cívico de votar, pero una vez cumplido con sus deberes no es necesario hacer nada más.

4.2.6 Finalmente están los retraídos (alrededor de un cuarto de la población) quienes prácticamente no realizan involucramiento alguno: ni preocuparse, ni conversar, ni participar, ni estar organizado, ni votar. Nada.

4.3 Cuando se observan estas variaciones queda clara la diferencia entre malestar y politización. El grupo más molesto, los retraídos, son los más alejados del proceso. Y el grupo menos molesto son los colectivistas, quienes de hecho están involucrados de manera importante. Como ya se dijo con anterioridad estar involucrado activamente requiere ciertas creencias y esperanzas -y quién está radicalmente molesto no las tiene.

4.4 Desde el punto de vista del proceso de politización, es la combinación lo importante. No es necesario para mantener el proceso que, por ejemplo, todos sean comprometidos. Pero en la medida en que todas estas modalidades se combinan pueden mantener el proceso en marcha: mientras algunos observen, otros conversen, otros marchen, otros se organicen y otros voten se pueden poner ciertos procesos en marcha. La politización no requiere movilización total.

5, Con relación a las posibilidades que abre el proceso, los ciudadanos se mueven entre el escepticismo y la esperanza.

5.1 En general, creen que realizar cambios es posible. Pero esto no implica que estimen que   los cambios que se realicen sean los que se cumplan.

5.2 Los ciudadanos piensan con facilidad múltiples problemas para que se realicen cambios. El escepticismo es una respuesta aceptada y creíble.

5.3 Sin embargo, a pesar de todos los problemas -que en principio harían razonable concluir que nada se puede hacer- en las conversaciones grupales aparece una resistencia a llegar a esa conclusión, y aparece una voluntad de dejar abierta dicha posibilidad.

5.4 La conversación se mantiene en la pregunta de si se podrá más que en una respuesta.

6. La politización es un proceso: No tiene ni trayectoria ni punto final determinado. La ciudadanía está explorando posibilidades, se contradice y no alcanza conclusiones definitivas. Todavía no es claro cuáles son las modalidades a través de las cuales se resuelven los temas que pone la politización.

7. En la actualidad, la politización nos obliga a plantearnos preguntas que no estamos en condiciones de responder. La posibilidad de responderlas es algo que se genera al interior de ese proceso.

 

NOTA 1. Los datos que subyacen a las tesis están en el propio informe.

NOTA 2. Las tesis con asterisco son tesis que se derivan de los datos, que permiten explicarlos, pero no corresponden directamente a los datos -son una interpretación (que creo sensatas).

NOTA 3. En esta entrada con ciudadanía nos referimos a quienes no son parte de las elites (o sea, quienes tienen posiciones de poder importantes) o son parte de las dirigencias de movimientos sociales (algunos de los cuales de hecho son también parte de la elite). En otras palabras, los ciudadanos de a pie.

 

Un Informe Lechneriano. El Informe de Desarrollo Humano 2015

portada-final-2015Finalmente salió el Informe de Desarrollo Humano 2015, Los Tiempos de la Politización, en el cual trabajé -siempre tiene algo de alivio que salgan las cosas que uno hace. El Informe está disponible en este link. Ahora bien, aquí aprovecho de presentar lo que de acuerdo a mi opinión son las cosas más interesantes del Informe.

Cuando me integré al equipo -el trabajo del Informe ya estaba iniciado en ese momento- una de las primeras cosas que conversamos fue que el texto de Norbert Lechner sobre la Conflictiva y nunca acabada construcción del Orden deseado (de 1984) era clave para entender la situación actual. Algo en broma, que la mejor recomendación que uno podía hacer era la de leer ese texto. La intención de esta entrada es fundamentar un poco esa impresión.

Al tratar de interpretar los resultados que se obtenían de la encuesta, de los estudios cualitativos y de el estudio de prensa, una formulación que se ensayó, y que a mí personalmente me gustaba bastante, fue la que Chile experimentaba una politización profunda pero frágil. Al final se optó por no usarla porque cuando la comunicábamos nunca se entendía bien, pero como este es mi blog y sólo tiene mis opiniones personales puedo darme ese permiso.

El punto de partida era que en la discusión sobre los procesos en curso uno podía observar al menos dos posiciones polares. Una que minimizaba los procesos de politización -insistiendo en que la ciudadanía estaba más bien lejana y estos son temas de unos pocos y otros que la maximizaba -insistiendo en una ciudadanía empoderada. Indicios y señales para cada una de ellas no faltaban, y de hecho no faltan en el propio Informe. La idea era que ambas posiciones observaban algo, y no se equivocaban en ello, pero no observaban el conjunto del fenómeno: cada una tenía un punto ciego. Por otro lado, tampoco era una simple asunto de ‘la verdad está en el medio’, porque cada uno efectivamente observaba bien una parte. La idea era que estas posiciones se pueden combinar en el aserto de profunda y frágil.

La politización es profunda porque está en todas partes, y es ello lo que observan quienes maximizan el proceso. Durante la elaboración del Informe a veces nos decíamos que cualquier día podíamos tomar el día y observar sus señales. Y como muestra en estos días de abril: Se promulga ley de Acuerdo Civil, se discute Reforma Laboral, están las próximas recomendaciones de la Comisión Engel, la bancada AC propone reforma constitucional etc. Uno puede observar discusiones en todo nivel, y cada día de más temas y con más actores; uno puede observar la incorporación de nuevos actores; movilizaciones -que con sus flujos y reflujos de todas formas están en un piso más alto que durante el cambio de siglo por decir algo; e incluso al nivel de las conversaciones de los ciudadanos sobre los temas públicos. El hecho que la politización fuera ineludible era lo que nos referíamos con profundidad.

La politización era frágil porque, a su vez, cada uno de los actores involucrados lo hacía con problemas y trabas internas. En la ciudadanía, donde mucha crítica hay, no es claro que sus acciones estén a la altura de lo que esa crítica demanda. Una cosa es involucrarse en el sentido de estar atento a lo que sucede, de tener opinión sobre los temas públicos y otra participar activamente (desde el voto hasta la movilización). En los movimientos sociales, donde la idea que ellos representan el sentir de la ciudadanía muchas veces simplemente se asume, y la distancia y la diferencia con los ciudadanos -que de hecho existe y es relevante- no se tematiza ni trabaja. En el caso de la élite donde la reacción de temor y reticencia frente al proceso es bastante común, y precisamente por esa actitud se dificulta su rol en él (o sea, es más difícil ser élite en estos tiempos). El que todos los actores actuaban casi a tropezones era a los que nos referíamos con frágil.

En última instancia, más allá de si la formula de profunda pero frágil comunica bien la impresión que se tenía, lo relevante era la consecuencia. Porque implica que la sociedad chilena se está planteando preguntas que no está en condiciones de responder.

La tarea de construir esas condiciones es una tarea intrínsecamente política -es construir un espacio social para la labor política. En la tarea de construir esas condiciones, para volver al inicio de esta entrada, la lectura de Lechner no parece estar de más. Más allá de lo que uno opine de su obra, el caso es que una de las preguntas centrales del Chile de hoy es, precisamente, una de las preguntas centrales de Lechner: ¿Cómo hacer política?