Las Encuestas tras la elección de Noviembre del 2013.

Mi idea de hacer una entrada sobre el temas de las (vilipendiadas) encuestas y los resultados de la elección del domingo 17 se facilitó enormemente por el hecho que Kenneth Bunker en TresQuintos.com, al evaluar los pronósticos de la elección (incluyendo el suyo) mostró algunos cuadros resumen de lo que sucedió con las encuestas.

El cuadro más relevante para analizar la situación de las encuestas es el tercero de la entrada que comentamos que es el siguiente:

Errores de encuestas en elección

El pronóstico de TresQuintos se basa en un modelo de agregación de los resultados de encuestas (usando un modelo bastante más complejo que un simple promedio en cualquier caso, se usa Bayes, simulaciones de MonteCarlo, se ajuste por varios parámetros etc.). Ahora, dado que usa las encuestas como insumo y no es un pronóstico independiente, no sirve para responder la pregunta de si las encuestas lo hicieron bien, que es lo que nos interesa aquí.

El dato ‘predicho’ por cada encuesta corresponde al porcentaje de preferencia por candidato sobre el total de preferencias declaradas en esa encuesta, que es equivalente a cómo funciona el sistema electoral: En el que sólo se cuentan los votos válidamente emitidos para calcular porcentajes (En ese sentido, el valor CEP de Bachelet es de un 60% por ejemplo). Se puede discutir si esto es o no adecuado, pero dado que replica cómo funciona el sistema no parece ser completamente inadecuado.

Más allá de los preliminares, podemos observar que la situación no es tan compleja como pudiera parecer a primera vista. Conecta se mantiene dentro o cerca del margen de error en todos los casos, Opina y La Segunda tienen errores relevantes en un candidato (Bachelet y Matthei respectivamente). Por otro lado, las encuestadoras grandes sí tienen diferencias importantes -CEP e Ipsos. Ahora bien, dado que hay una diferencia entre la fecha de las encuestas y la fecha de la elección, una diferencia de resultados es esperable porque entre medio bien puede cambiar la realidad (i.e que a la fecha de la encuesta la diferencia con el valor real era menor, y que los altos valores de diferencia sean además producto de una diferencia en la realidad). En otras palabras, los resultados no quieren decir necesariamente que CEP estuviera equivocado en la encuesta de Octubre.

Lo que sí quieren decir es que (a) efectivamente resulta posible tener buenos estimadores de una elección bajo voto voluntario y que (b) queda todavía harto trabajo que hacer para disminuir los errores. Pero esto requiere hacer investigación metodológica, en por ejemplo ¿que tipo de preguntas son adecuadas para filtrar votantes? Dado que las distintas encuestas no hicieron las mismas preguntas para ello bien serviría para evaluar cual funciona mejor -aunque, claro está, requeriría que los cuestionarios fueran públicos, lo que no siempre ocurre, pero parece ser -si queremos mejorar las estimaciones- necesario.

Finalmente, un excurso: Un modelo de agregación bien hecho debe dar menores errores que cada encuesta en particular. Recordemos que cada encuesta extrae una muestra de todas las muestras posibles, y que si no hay sesgo y son aleatorias el promedio de la distribución de todas las muestras es equivalente al promedio del universo. Ahora bien, agregar es análogo a extraer más muestras de esa distribución y por lo tanto a acercarse al promedio del universo. Lo anterior, por cierto, que simplifica mucho del trabajo de un modelo agregado (en que hay que corregir por los sesgos, tomar en cuenta varios parámetros, y por cierto no es exacto decir que son varias muestras del mismo universo); pero nos explica la utilidad y relevancia de ese trabajo: Si se construye un buen modelo, entonces tenemos una alta probabilidad de tener un mejor pronóstico que el que entrega cada encuesta por separado, que es lo que interesa finalmente.

La derecha perdió la elección de Noviembre del 2013.

Usualmente no comento política en este blog, pero dado las cosas que he leído entre comentarios en medios y en redes sociales, supongo que no estará de más recordar algunas cosas:

  • La votación presidencial de la derecha es la peor desde 1993. De hecho, Matthei tuvo menos votos que Alessandri Besa, aun cuando su porcentaje es levemente superior. E incluso sumando Matthei con Parisi se logra un porcentaje que es el peor desde 1993.
  • La situación de las parlamentarias es incluso más clara: Pasó de tener un 45% el 2009 a un 36% en diputados, paso de 58 a 48 diputados, y perdió cerca de 600 mil votos. En cualquier parte esto sería señal de derrota clara y debieran rodar cabezas en las dirigencias. De hecho la posibilidad de defender las leyes orgánicas depende de un hilo (a la Nueva Mayoría le falta 1 o 2 votos por cámara para hacerlo, y por primera vez desde 1989 ello no requiere negociar con la derecha).

Más aún, el hecho que exista una segunda vuelta sólo se debe a la votación de las candidaturas de izquierda fuera de Nueva Mayoría (si se suma MEO, Claude, Sfeir y Miranda se alcanza un 17,4% y alrededor de 1.150 mil votos) que tuvo su mejor desempeño electoral en todos estos años (y si alguien pregunta el 20% de MEO en la presidencial del 2009, en ese caso no era sólo voto de izquierda, el perfil de votante Parisi en ese año también fue parte de ese 20%). El hecho que la izquierda fuera de la Concertación, o sea sin incluir a ningún partido tradicional de izquierda o centro-izquierda, haya estado a 500 mil votos de la representante de la Alianza es algo que nunca había ocurrido desde el retorno de la democracia. En términos parlamentarios, esa misma izquierda pasó del 4,6% al 11,6% y de 300 a 720 mil votos (y esto sin contar candidatos fuera de lista que son de esa tendencia). O más casuístico: que los dirigentes sociales hayan obtenido muy buenas votaciones, y que 5 de ellos hayan sido electos a la Cámara de Diputados también es relevante para mostrar esa fuerza. (Y todo eso sin pensar siquiera que el PS o el PPD puedan ser considerados de izquierda).

Entonces, la votación de izquierda la que produjo 2a vuelta y ese es un cambio fundamental dado que fue la derecha la que estuvo armando esa 2a vuelta anteriormente: El crecimiento de la votación de Lavín en 1999; el hecho que Lavín y Piñera obtuvieran más votos que Bachelet el 2005; o que Piñera fuera primera mayoría relativa el 2009. Que exista segunda vuelta con la peor votación de la derecha en 20 años se debe precisamente a esa votación de izquierda que estamos mencionado.

En otras palabras el discurso (como el de Peña) que la elección fue una de resultados moderados, que indican un voto pro-institucional es una lectura muy errada de los resultados. Hablar que el hecho que Bachelet no arrasara en primera vuelta no es una muestra de voluntad para cambios relevantes cuando lo que evito ese resultado fue la votación que quiere más cambios es tan claramente equivocado que no hay mucho que decir. Hablar que se requiere morigerar discursos y dirigirse al centro es incluso mayor muestra de falta de análisis: Esta no es la elección de 1999 (o 2005) cuando esa búsqueda tenía sentido; hoy no son esos votos los que están en juego o los que decidirán la 2a vuelta.

La votación del 17 de Noviembre -la disminución de la votación de la derecha, en particular las pérdidas de la UDI, el aumento de la votación de izquierda, el hecho que los representantes de los movimientos sociales hayan sido elegidos sin problemas etc.- implicó un desplazamiento importante de la votación hacia la izquierda. Y claramente implicó una derrota importante de la derecha.

Frente a ello, claro está, aparece la interpretación del que no fue a votar. En la lectura del poder establecido ellos son ‘posibles’ votantes, y son moderados y todas esas cosas. Pero no es plausible que voten en 2a vuelta, ya tenemos experiencias de 2a vuelta y en general no cambia mayormente la votación. ¿Por qué alguien desinteresado podría interesarse ahora? Y pensar que ellos son gente moderada es tan antojadizo como aquellos que los ven automáticamente como representantes de un malestar con la política. En cualquier caso, están más allá de la votación, de la política y de sus preocupaciones.

La lectura de 2a vuelta es para moderar, y en general de esconder la derrota de la derecha es, al final, una lectura interesada en plantear que no es necesario ni relevante hacer reformas profundas. Lo cual podrá ser muy razonable pero el caso es que el movimiento de la elección no tiene ese sentido.

 

NOTA: En cualquier caso, esto muestra algo que ya debiera estar claro: En Chile el voto voluntario favorece a la izquierda. Y esto porque al final bajo esas condiciones aparece un voto que es más político, y la izquierda es más política como tal que otras tendencias (i.e es parte de sus creencias básicas darle importancia a esa esfera). El carácter político más que personal también es lo que está detrás que el Bacheletismo como fenómeno electoral no existe. La popularidad personal, que no deja de ser un capital relevante al fin y al cabo al gobernar, no se traduce en votos: Michele Bachelet obtuvo los votos que obtuvo su coalición.

Spinoza y la preocupación por la Política

Habiendo leído a Baruch Spinoza desde finales del año 2012 (habiendo dedicado varios meses a la lectura de la Ética y luego con otros de sus textos), supongo que no estará de más dedicarle una serie de entradas. Y aprovechar que ahora estoy leyendo el Tratado Político (edición de Atilano Domínguez en Alianza, en Scribd en este link y en el sitio de Alianza en este otro). Aunque eso implica que la primera entrada será más bien menor, pero bueno tampoco es de buenas a primeras entrar a comentar tan magna obra.

El caso es que Domínguez plantea un poco lo extraño de la preocupación por la política de Spinoza y dedica algunas páginas a ello. Ahora el caso es que en realidad no es tan extraño. Porque entre medio sucede la historia.

Las obras dedicadas a los temas políticos son tardías en Spinoza: El Tratado teológico-Político es de 1670 y el Tratado Político estaba inconcluso a su muerte en 1677. Y esos años no son cualquier años en la historia de las Provincias Unidas.  1672 fue el año del desastre: la invasión francesa, la alianza entre Francia e Inglaterra contra la república, es el año del asesinato de los hermanos de Witt a manos de una turba (producto del casi alzamiento popular para defender a las Provincias Unidas contra un gobierno que se estimaba no estaba defendiendo a la patria), el reemplazo del gobierno puramente republicano por el nuevo estatúder Guillermo de Orange (Jonathan Israel, The Dutch Republic, es una muy buena revisión de la historia de dicha república, link aquí) . No fueron pocos acontecimientos, y en particular la amenaza que la guerra de 1672 implicó para el Estado -atacado por sus más dos poderosos vecinos que tenían toda la intención de reducirlo a una condición de vasallo- y la violencia interna acaecida ese mismo año -en una república particularmente más estable que otros estados en el siglo XVII-, no fueron hitos menores. En otras palabras, que la existencia del estado donde Spinoza habitaba, y la existencia de un medio en el cual era posible dedicarse a filosofar (y en particular a desarrollar una filosofía tan escandalosa como lo era la de Spinoza para la época) no podía darse por descontada. Por cierto no era que Spinoza pudiera dedicarse a sus cosas sin problemas -su eterna cautela no era sin motivo- pero en el ambiente de la época no había otro lugar. En otras palabras, las crisis históricas, como siempre, muestran la importancia de la política.

Incluso el lector más desatento notará que la crisis que he mencionado es de 1672, mientras que el Tratado Teológico-Político es de 1670, y claramente los textos son pensados tiempo antes que su escritura final y publicación. Por lo cual no cabe achacar a esa causa ese efecto. Sin embargo, nuestro argumento depende más bien de la idea que la preocupación por la política nace de la percepción que los acontecimientos políticos afectan la vida de las personas, y en el caso de Spinoza el reconocer que lo que sucede en ella hacía o no posible el dedicarse a filosofar. Y el Tratado Teológico-Político es, precisamente, una defensa de la libertad para filosofar, para pensar; declarar que no solamente no produce peligro para la comunidad sino que además es bueno y positivo para la sociedad. Y ello producto que ese tema era parte de la discusión política de la época, con la Iglesia oficial (la calvinista para las Provincias Unidas) dedicada más bien a defender la idea que no se podía aceptar que cada quien pensara y escribiera lo que quisiera. La defensa de la tolerancia del Tratado es también, finalmente, una defensa de la posibilidad de poder seguir en el camino de vida que se ha elegido.

En última instancia, la preocupación por la política no es casual porque la política es, algo que es fácil olvidar en momentos de supuesta estabilidad, siempre personal.

La Democracia y los Partidos

Estamos acostumbrados a pensar que los partidos políticos son algo indispensable para una democracia. Ya sea que se evalúe que actúan bien o mal, la reflexión es que se requieren organizaciones que medien entre la población y el Estado.

Un tema interesante a este respecto es que en los orígenes de las instituciones republicanas existe un rechazo a la idea de la facción, como algo que atenta contra el buen funcionamiento de esos órdenes. De hecho, en las discusiones conceptuales originarias -la defensa de la democracia en Spinoza en el Tratado Teológico-Político o en las discusiones de Condorcet sobre votación- se da una conspicua ausencia de discusiones sobre la necesidad y los efectos de estos mediadores. La idea de soberanía popular originalmente es pensada sin mediadores. Lo cual tiene sentido porque si la idea es que en una democracia cada ciudadano gobierna funciona mejor en la medida en que no hay partidos.

Si pensamos en términos de las diferencias de opinión, si éstas no están organizadas -y los partidos son una herramienta que aumenta la probabilidad y se basa en que éstas lo estén- entonces para cada ciudadano es probable que en buena parte, si no la mayoría, de los asuntos su opinión sea coincidente con la voluntad mayoritaria. Si bien en varias casos la opinión general no corresponderá con la personal, la identidad de ambas tenderá a ocurrir en las ocasiones suficientes para que la persona se sienta ‘gobernante’. Pero si las diferencias están organizadas y correlacionadas, lo que con la existencia de partidos se transforma en casi una certeza, entonces es posible sistemáticamente estar derrotado y por lo tanto en ese caso difícilmente se dará la sensación de estar gobernando.

Si consideramos ahora estos temas desde el punto de vista de la deliberación encontramos algo similar. La oportunidad de ser parte de un proceso deliberativo y que la opinión propia se modifique en dicho proceso disminuye en la medida que las opiniones cristalizan. Y los partidos son, precisamente, herramientas de cristalizar opiniones. Luego, las oportunidades de sentirse parte del proceso deliberativo asociado al gobierno también disminuye.

Bien se puede plantear que los procesos asociados a los partidos, correlación y cristalización de opiniones, son procesos ineludibles: Procesos que siempre sucederán, más allá de la existencia de partidos. Conste que no hemos considerado dentro de estos procesos lo relativo a la existencia de liderazgos, porque la constitución de liderazgos no es un proceso que tenga que ver con partidos en primer lugar. En todo caso, si lo anterior es cierto, entonces se puede plantear que las críticas en torno a los partidos son hechos desde una idealidad democrática, y que nada de ello tiene que ver con sus prácticas. Aceptemos el argumento. Incluso en esa situación, esto implicaría que los partidos pueden ser parte inherente del funcionamiento de un sistema democrático, pero no por ello son un elemento que fortalece el desarrollo de la democracia, que sean parte de su buen funcionamiento.

La Élite y la Construcción del Orden Social en Chile

Entre los innumerables mitos que nos contamos acerca de nosotros mismos uno bastante común es la idea que Chile ha sido un país de instituciones fuertes, en particular en relación a otros países de América Latina. Pero si uno examina la evidencia no se encuentra con una estabilidad muy alta. Durante la época de los decenios, lo único que pasaba era que las revueltas las ganaba el gobierno, pero no hay que olvidar que Montt experimentó dos conflictos militares en su gobierno. Y una de las cosas que más fácilmente se olvida en torno al período mesocrático es que la matanza frente a movilizaciones populares era un tema recurrente, parte de las prácticas estándar.

En cierta medida, uno puede plantear que una de las cosas que las élites hacen en una sociedad es implantar un orden. Ahora dado lo anterior uno puede pensar que si bien la estabilidad de ese orden -al menos en el sentido de dominación por la misma élite- ha sido estable, pero es relativamente frágil. Al final, ha requerido el uso continuo de la violencia.

Esto tiene que ver, creo, con la forma en que ese orden se ha instaurado. Lo que la élite no ha buscado ni ha obtenido es la adhesión activa a ese orden (que lo encuentren algo bueno y deseable). Se ha basado, y esta es una elección histórica -es cosa de recordar a Portales- en la adhesión pasiva: En el hecho que es una población que habitualmente no se moviliza ni reclama demasiado. El peso de la noche para usar las palabras del ya mencionado Portales.

Esta incapacidad de logar la adhesión activa está asociada con el hecho que es una élite que no suele comprender a la población general, que la desconoce completamente. De hecho, recordemos no tiene convivencia con ella -a nuestra élite históricamente le ha gustado separarse. A  lo más convivía con la población rural, pero nunca ha convivido con la población urbana. Esta falta de comprensión -que se manifiesta en el hecho que sólo usa encuestas, siempre tan limitadas, para entender; o que insiste en aplicarle a la población las categorías, distinciones y oposiciones que ellos usan- tiene una afinidad electiva con instaurar un orden a través de la pasividad: Porque, ¿para qué conocer a quienes no actúan, a la masa inerte?

Pero basarse en lo anterior tiene consecuencias. Quiere decir que en las ocasiones en que la sociedad se moviliza, esa movilización suele ser anti-sistémica (al fin y al cabo, la adhesión activa no funciona mucho) y que, además, la élite no tiene herramientas ni prácticas para lidiar con esa movilizaciones. Todo lo que la élite ve en ella es la amenaza del desorden, pero esa amenaza lo es porque la élite no sabe que hacer con una sociedad movilizada. Y no sabe porque ha apostado siempre a la des-mobilización.

En otras palabras, la élite sólo tiene dos respuestas frente a una crisis: O lograr la des-movilización o la re-implantación del orden a través de la violencia. En relación a lo último, no hay que olvidar que la élite chilena nunca ha tenido muchos resquemores en matar a sus conciudadanos. Prefiere la solución de des-mobilización pero llegados al caso la violencia es parte de sus estrategias básicas.

Es por ello que frente a una crisis, es cosa de leer la prensa de los últimos meses, su apuesta es por la mayoría que no se ha movilizado (olvidando que las dinámicas de movilización no operan a través de esas mayorías, las que bien pueden ser llevadas por esos procesos). Porque la forma en que mantiene su orden es a través que la gente haga nada. De hecho, tiende a pensar que la gente que no hace nada, que no está interesada representa adhesión. Lo que es nuevamente pensar en el peso de la noche.

El orden social, entonces, en Chile es relativamente frágil; al menos el orden social que han construido las élites. No es un orden que pueda absorber o convivir con la movilización social. Y eso, en última instancia, es un fallo de la élite.

Lo cual viene a plantear, en última instancia, una de mis tesis preferidas: El problema de Chile es su élite.

 

Encuestas Políticas en elecciones voluntarias

A meses de las elecciones ya estamos empezando nuevamente a estar llenos de encuestas políticas y electorales. En relación a ellas creo que vale la siguiente admonición: Una encuesta para ser mínimamente atendible en las presentes circunstancias debe tener preguntas / modelo de intención de voto real.

En otras palabras usar el mismo tipo de preguntas que se usaba normalmente en encuestas políticas previo a las elecciones voluntarias no tiene el menor sentido. Uno podría suponer que lo que sucedió en las elecciones municipales debiera haber sido suficiente, pero al parecer no.

Ahora es perfectamente posible que las encuestas que han salido recientemente en prensa no presenten esos datos porque para los objetivos comunicacionales de dichos estudios no tienen sentido -digamos, dado que quieren instalar un hecho político entonces este tipo de cosas no tiene mucha relevancia.

Pero si uno quiere entender que es lo que está sucediendo diferenciar la mera adhesión de la intención real de votar adquiere alguna importancia. Pensemos en los datos que entrega la última encuesta Adimark en torno a las primarias (disponible aquí)

Adhesión Política % Población % del grupo seguramente votara en primarias % en relación a población que votara en primarias
Gobierno 27 36 10
Oposición 43 44 19
Ninguno / otros (30) 19 6

La disposición a votar en primarias no es la disposición a votar en la elección, pero si ella es un proxy del comportamiento electoral, y además las proporciones se mantienen (lo que son suposiciones con algún grado de plausibilidad) entonces podemos observar nuevamente la relevancia de tomar en cuenta estos factores.

De hecho nos muestra algo que puede ser relevante a la hora de la elección en noviembre: Que el grupo más desinteresado en la política, que muchas veces se ha constituido en el votante móvil que los candidatos buscaban (y decidían las elecciones); puede, por esas mismas características, quedarse en su casa y no votar, y perder relevancia. Que un ciudadano que está lejos de la política y cree que todos los políticos, sin excepción, son un desastre, bien puede quedarse en la casa; o terminar votando por un candidato que es completamente outsider.

La crisis de la Representación

(Si, volviendo a la programación habitual).

El modelo normal de representación es que uno vota por un representante que -más o menos- tiene en general opiniones parecidas a las mías. El representante es parte de un partido o facción que tiene entre sus labores agregar / integrar diversas ideas y demandas en una sola plataforma. Ahora, ambas características están relacionadas: es necesario agregar demandas porque uno vota por un ‘agregador’, alguien que votará por múltiples temas. Representar y agregar son caras de la misma moneda.

Ese esquema, creo. estructuralmente está en crisis.

Por una parte, el nivel de individuación de las sociedades hace que la probabilidad de encontrar a un representante que esté cercano a mis opiniones disminuya, y la disminuye la disposición a aceptar distancias relevantes. Más aún, una ideologías más o menos organizadas (que por definición integran muchos aspectos bajo una sola visión) facilita el hecho de la cercanía con un movimiento que me represente totalmente (si compartimos la ideología). Ahora, en tiempos más dudosos de ideologías integradoras (no es que las personas dejen de tener ideologías, pero tener una que sea consistente es menos habitual) la distancia aumenta.

Por otra parte, esa misma diversidad hace que la necesidad de agregar las demandas en una sola plataforma parezca menos necesaria. En cada uno de los temas de mi interés me juntaré con aquellos que están de acuerdo conmigo, grupos que no necesariamente son comunes. Un sujeto movilizado participa de la discusión pública agrupándose en cada tema con los suyos, pero dado que la diversidad de temas de interés hace que un grupo común sea menos probable no se ve la necesidad para una intervención exitosa de la agregación (a lo más, una pérdida de tiempo). La discusión se hace en la esfera pública, no en la congregación de agregadores que es el Parlamento; la presión política se hace a través de otros medios, nuevamente no necesariamente a través de la congregación mencionada.

Además. un argumento adicional que se ha dado para favorecer la representación ha sido la  condición de experto: Nadie tiene el tiempo para revisar todos los temas públicos, luego mejor que las leyes y regulaciones las revisen quienes se dedican a esa actividad, que presumiblemente tendrán mayor conocimiento sobre ella. Ahora, el caso es que en los temas que está interesado el ciudadano movilizado probablemente sí tenga mejor conocimiento que un representante común y silvestre. En los temas que no esté interesado,   puede suceder que el representante sí tenga más conocimiento -pero dado que es en los temas que no le interesan a ese ciudadano, eso no es relevante para él. En una sociedad en que progresivamente las personas, para usar una palabra fea, se ’empoderan’; entonces cada vez debiera ser más probable que para cualquier tema el conjunto de ciudadanos interesados maneje más conocimiento que los representantes.

En resumen, entonces, la idea y las práctica se encuentran estructuralmente en crisis en las sociedades contemporáneas (no es, por cierto, algo que sólo ocurra en Chile). Lo que la sigue manteniendo en pie es la inercia institucional que está estructurada en torno a la representación -toda la lógica de elecciones y parlamentos sigue ese paradigma. La representación sigue siendo neceasria porque las instituciones creadas para hacerla posible siguen en pie. Pero ya no tiene el sostén de una sociedad para la cual la lógica de representación efectivamente funcione.

Unas pequeñas tesis sobre la popularidad del Gobierno

Primera Tesis: Decimos que el gobierno es claramente impopular, porque -como todas las encuestas nos dicen que la popularidad es muy baja. Por ejemplo, la reciente encuesta de Adimark (aquí el link). Pero en realidad esa es una lectura incorrecta.

El que es impopular es Piñera y las personas al contestar por el gobierno están contestando, finalmente, por el presidente (recordemos que lo normal es que el presidente tenga mayor popularidad que el gobierno, lo que no sucede de hecho ahora). Pero uno puede observar, al mismo tiempo, que hay muchos ministros con altos niveles de popularidad (al menos 5 con niveles cercanos o superiores al 70%). La popularidad de los ministros no se explica solamente por los eventos específicos: La alta popularidad se extiende más allá de Golborne o Allamand. Y recordemos que Piñera también le tocó popularidad por los mineros, pero no fue capaz de mantenerla. Es posible postular que la popularidad de los ministros indica una relativa aceptación de las medidas del gobierno (‘el gobierno es popular’) pero que no se muestra porque la dirección (Piñera) es muy impopular.

Segunda Tesis: Que, The Economist dixit, Piñera es un político inepto. Pero en realidad, ¿cuál es la principal tarea política de un presidente en un régimen en que no hay re-elección? Por cierto no guardar su popularidad personal -uno puede terminar con alta popularidad y eso no signifique mucho en su propia carrera política, como Lagos; o que no le sea útil a su coalición, como Bachelet. La principal tarea es garantizar (o ayudar todo lo que se pueda) en generar liderazgos en el propio sector para la siguiente elección. Y claramente en eso Piñera, incluso si no fuera su intención, ha sido exitoso.

Y de hecho, más aún, los liderazgos generados son -dentro de su sector- más cercanos a él que a otras alternativas. No son liderazgos en el molde de Novoa, por decir algo.

En otras palabras, mirar un sólo dato, analizado fuera del contexto de los otros datos, no siempre es la mejor forma de analizar una encuesta. Pero claro, que más se puede pedir.

Sobre acciones políticas en Sociología

A propósito de la reciente huelga de hambre de mapuches, en la lista Chilesoc aparecieron algunos requerimientos para firmar una declaración de apoyo sobre su situación. Hasta ahora, todo razonable. Ahora, se pidió que fuera una declaración de apoyo en tanto sociólogos (e inicialmente usando la palabra experto). Lo que me pareció inadecuado -porque de verdad, ¿expertos en lo social?, si un sociólogo cree de verdad que somos eso, estamos muy mal. A lo que varios replicaron diciendo que lo de experto no era importante, que lo relevante era hacer la petición. Lo cual está muy bien, pero entre medio se hicieron de nuevo algunas declaraciones que insistían en el valor especial de la opinión de los sociólogos.

A continuación escribo la replica completa que hice al respecto:

Siempre es extraño cuando se niega y afirma lo mismo en un sólo párrafo. Se niega que se quiera (o la importancia) hablar como experto,y a renglón seguido se insiste en que el habla de los sociólogos es especial. Se nos dice que no es hablar como expertos, sino como profesionales; pero -entre otras cosas- un profesional se define por que tiene acceso a un conocimiento específico (o sea, es un experto). Se nos dice que no es hablar como expertos, pero que ‘debemos aportar con una mirada más amplia a la realidad social’ que sigue siendo una forma de plantear que nuestra habla es especial. O se plantea que, dado que esto es un tema político, entonces lo de ser experto no es relevante; pero ¿desde cuando decir que uno es experto o tiene una mirada especial en un tema no es un acto político de legitimidad del habla? El efecto político deseado se basa precisamente en la pretensión de tener un habla especial. Al fin y al cabo, si no se tuviera esa pretensión entonces no se insistiría en mostrar las credenciales al momento de la firma.

Al fin y al cabo, para hablar públicamente se habla como ciudadanos preocupados. Otro titulo para hablar no se requiere. Otro titulo no se tiene.

Y finalmente, si lo que se quiere es ayudar a los mapuches entonces háganse actos de verdad: Proteste, organice una marcha, súmese a la huelga de hambre. Pero armar una declaración basado en un presunto aporte especial por el carácter de profesionales de lo social, cuando ese aporte no es reconocido en la sociedad es del tipo de cosas que parece útil y parece importante y parece consciente, pero en realidad sólo sirve para que uno quede tranquilo con su consciencia en vez de aportar políticamente de manera efectiva.

Si, creo que salió un poco agresivo -en particular, la última parte, pero en fin, no siempre uno está en el ánimo más ecuánime.

A propósito de matrimonio entre homosexuales y lo preparado de la sociedad

Algunos, a quienes preferimos no mencionar, han declarado que -independiente de los méritos y deméritos del caso- la sociedad chilena no se encuentra preparada para el matrimonio entre homosexuales. Y, por lo tanto, entonces no conviene legislar.

Lo que el argumento olvida es que, de hecho, muchas veces es precisamente el hecho de legislar lo que hace que una sociedad se prepare. Al fin y al cabo, la sociedad chilena tampoco estaba preparada, y también era un tema de minorías, para el matrimonio civil, o para los cementerios civiles. Provocaron escándalo y crítica. Y sin embargo, años después, se convirtieron en cosas perfectamente razonables, ante las cuales la sociedad se encontraba plenamente preparada.

El caso es que las sociedades no se ‘preparan’ sin que haya acciones concretas realizadas por personas para que se preparen. El presentar una reforma a la ley que permita a los homosexuales casarse, es precisamente el tipo de acciones que hace que una sociedad se encuentre preparada.