La relevancia de las alternativas institucionales. Sector privado y sector institucional en el período Aqueménido tardío en Babilonia (c. 400 AC)

This finding ties in well with what has been stated above concerning the increased powers of private entrepreneurs with respect to institutional households in the Late Achaemenid period (Reinhard Pirngruber, The Economy of Late Achaemenid and Seleucid Babylonia, 2017, Cambridge University Press, Cap. 3, p. 56)

La cita proviene después de un examen de una firma familiar, los Murašûs, que durante el reino de Darío II (423-404 AC) se dedicaba a financiar actividades agrícolas (rentas, arriendos, préstamos ante campesinos). Un modelo muy antiguo de las economías de las primeras sociedades complejas, el de Polanyi, nos dice que estas economías funcionaban centralmente a través de redistribución: Organizaciones -el templo, el palacio- se encargaban de estructurar el proceso productivo, recoger la producción y distribuirla. Operaban fuera del mercado. Con el paso del tiempo, ha quedado más de manifiesto que, en particular para períodos como el que se analiza en el texto, sí había una presencia relevante del mercado. El autor lo que quiere mostrar en el texto (y es una tendencia que es más general en el campo) salir de la oposición entre la redistribución de las instituciones y las operaciones de un mercado entendido como ejemplo de la racionalidad del homo oeconomicus. Mostrar, más bien, que se está ante mercados institucionalmente estructurados es la intención del texto.

En esta entrada me interesa remarcar otro aspecto. La contraposición que está en juego en el texto, que resulta natural dadas esas discusiones, es entre actores privados / institucionales. Ahora bien, en la actualidad no hacemos la contraposición de esa forma: contraponemos actores privados / actores públicos; o contrapondríamos firmas familiares / corporaciones (ya sean públicas o privadas). Y lo haríamos precisamente por un desarrollo institucional que parece ser más bien posterior: el uso por parte de agentes privados de la maquinaria organizativa de una institución. Que el mundo privado no se compone de firmas familiares es un hecho básico de nuestro mundo, pero no parece relevante para describir el mundo del siglo V AC.

La diferencia nos muestra la relevancia de observar las diferencias en las posibilidades institucionales de las sociedades en la historia. Por último, al menos para identificar cuál es la naturaleza de nuestras posibilidades institucionales en nuestra vida social.

Sobre el lugar histórico del ‘neoliberalismo’.

Se había terminado una época en la que una realidad mejor era posible, una época en la que él y sus amigos vivían en una sociedad paralela, un mundo propio, ajeno a la corriente principal de la cultura argentina.

[…]

No había esperanza ni voluntad ni coraje para cambiar las cosas o, al menos, para correr el riesgo de vivir de ilusiones (Ricardo Piglia, Los Diarios de Emilio Renzi, Un día en la Vida, I. Los Años de la Peste, 9. Los finales)

Resulta relativamente común encontrarse con textos que plantean que los años del ‘neoliberalismo’ (en paréntesis, puesto que es concepto bien discutido) son un cambio epocal. En la vieja, a estas alturas, periodización de Wagner tras una modernidad liberal vino una modernidad organizada y luego un nuevo período de liberalización. En América Latina no es extraño contrastar el período nacional-popular con un subsiguiente período de reformas liberales (consenso de Washington). Lo que se afirma es que los cambios en décadas recientes en lo que concierne a economía política, o modelos de desarrollo, son del mismo nivel que aquellos vividos tras la crisis del liberalismo clásico en la primera mitad del siglo XX.

No es una tesis que me resulte convincente. Claro que hay variaciones, sin embargo incluso tras el repliegue del peso del Estado (tras des-regulaciones o privatizaciones), sucede que éste tiene una importancia para la operación de la vida social y económica que supera con creces a lo que existía anteriormente. Incluso un Estado débil en la actualidad tiene la capacidad de extraer un porcentaje del PIB que resulta mucho mayor que lo que ocurría antes de la modernidad; incluso en una sociedad tan ‘neoliberal’ como la chilena, ocurre que buena parte de la población recibe pensiones del Estado o se atiende en un sistema público de Salud; y más aún (es uno de los temas recurrentes en Globalists, 2018, de Quinn Slobodian) la operación de la economía moderna requiere unos niveles de coordinación y de regulación -a nivel global- impensables previamente, y aunque esa regulación esté diseñada para limitar a los Estados, sólo puede existir y ser relevante a través de la acción de esos mismos Estados; o como el análisis de la crisis financiera de 2008 muestra (Crashed, 2018, de Tooze siendo un buen ejemplo), que sigue requiriendo de intervenciones del Estado. El tema no es negar la relevancia de esos cambios (por ejemplo, en política social), el tema es que ellos operan al interior de una cierta estructura (una en la cual es obvio que los Estados desarrollan política social).

La cita de Piglia, creo, nos lleva al corazón de algo que sí ha cambiado en esas décadas. Y eso opera no al nivel estructural de la economía política, sino al nivel de la noción de proyecto histórico. Y ahí sí tenemos un cambio epocal muy profundo: Lo que desapareció a partir de esas décadas (y en Los Diarios, Piglia anota esa reflexión para inicios de los ‘1980) es la noción misma de proyecto, de poder cambiar a otro tipo de sociedad. Y esa noción, incluso para quienes rechazaban ese cambio, era fundamental para entender la política, y la relación con ella. El socialismo, que había aparecido en la palestra a mediados del siglo XIX, y que había afectado al menos como proyecto toda la discusión sobre la política, desaparece (queda en pie a lo más la socialdemocracia, que siempre fue un proceso de reforma al interior del capitalismo, así la describe -por ejemplo- Marx en el 18 brumario, que se escribe ente 1851 y 1852) Al desaparecer esa idea de proyecto, sólo quedó la posibilidad del capitalismo, no de su posible superación. La idea del Capitalism, alone de Milanovic (2019) no es tan sólo que el único sistema existente en la actualidad sea el capitalismo, sino que se no se ve alternativa alguna. La idea de Milanovic que la función histórica del comunismo fue preparar el capitalismo en sociedades pre-modernas puede quizás no superar el examen atento, pero resulta sugerente en la democión de su importancia histórica: En realidad, nunca fue una verdadera alternativa.

En algún sentido, y el resto del texto de Piglia se centra en ello, es un cambio epocal para los intelectuales. Ellos eran quienes vivían en la posibilidad de una alternativa, y en buena parte identificados con lo que sería una nueva sociedad. Esa ausencia implica la destrucción de todo ese modo de vida, en su incorporación -que Piglia denuesta en el texto- en los círculos establecidos (algo similar hace Bolaño en Los Detectives Salvajes al contar la incorporación en los círculos de las ferias literarias y en el comentario de medios de los escritores que intentaban salir de ello). Siendo un cambio vivido al nivel intelectual, no resulta extraño que aquellos dedicados a diagnosticar la época, siendo intelectuales a su vez, le den tanta importancia.

La ausencia de la idea de proyecto, la sensación de un futuro que mantendrá el mismo sistema socioeconómico, en ello consiste el cambio fundamental. En lo que concierne a la operación misma, el mundo ‘neoliberal’ sigue siendo la operación de un capitalismo a gran escala, en el cual está inserto -de manera regular- la operación importante del Estado.

14 Invenciones Institucionales

En el proyecto de ‘Esbozo de Historia Global de las Formas Institucionales’ (el link de la versión más actualizada aquí) inicialmente se llamaba ‘historia de las tecnologías sociales’. La perspectiva bajo la cual lo había pensado es que las formas en que nos organizamos, el conjunto de prácticas a los cuales retornamos cuando queremos hacer eso, se puede pensar como herramientas -en ese sentido, como tecnologías. Cuando vez que queremos coordinarnos se arma un grupo que tiene una directiva, eso (grupo con directiva) es en cierto sentido una tecnología social para la coordinación (o para el manejo de conflictos o para lo que sea). La historia social podía comprenderse en términos de la evolución -de la aparición, desarrollo y pérdida- de esas diferentes tecnologías.

Pensarlas como tecnologías, es pensar las instituciones como invenciones. Por cierto, no invenciones deliberadas (lo mismo puede decirse de varias tecnologías físicas); pero sí claramente como creaciones y producciones. Cosas que hubo que hacer y generar, que no estaban simplemente disponibles. Cuando se generó la escritura no fue que ante las alternativas existentes se eligió la práctica de registrar situaciones, hubo que ‘inventar’ ello. Una forma de recordar que la creatividad y la innovación también aplica a los temas institucionales.

Volví a estos temas el otro día que estaba intentando ordenar y darle una mirada de conjunto al texto (y decidir si había que cambiarlo), y ahí la idea que los elementos que estaba usando para articular el texto en realidad podían pensarse como tecnologías. Luego, una tabla resumen:

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Como en todas las cosas desarrollar un esquema resumen sirve para empezar a pensar. Por ejemplo, si la educación superior vale como una invención institucional, la escuela también debiera hacerlo. Es cierto que se puede introducir dentro de escritura (es con la escritura que aparece la escuela), pero habría que integrarlo. Si la invención institucional básica es la organización, y el Estado aparece como un tipo de organización (la que tiene poder coercitivo), que se destaca tanto porque es la primera forma organizacional que se expande; entonces habría que desarrollar el tema organizativo fuera del Estado. Y más en general, ¿qué formas estarían faltando? ¿Basta con ellas?

En todo caso, creo que el esquema puede resultar algo útil (y capaz que termine cambiando el esquema del libro a decir verdad)

Globalización y eurocentrismo. Una nota sobre comercio en el este asiático en la modernidad temprana

The demand for Chinese silk thread and fabric in Japan (and Japanese copper in China), for example, encouraged creative commercial practices among Chinese, Japanese and Dutch merchants and mariners, regularly sidestepping the Tokugawa regulatory apparatus (Beverly Lemire, Global Trade and the Transformation of Consumer Cultures, Cambridge University Press, 2018, Cap. 4, p. 164)

El libro del cual proviene la cita argumenta, para la modernidad temprana (1500-1800) la emergencia no sólo de cadenas globales de comercio, sino la emergencia de culturas de consumo relativamente cosmopolitas (por ejemplo, el uso del tabaco o textiles). Más en general, su argumento es que no sólo Europa experimentó un cambio y renovación en su cultura material, sino que eso afectó al resto de las sociedades -que también, entonces, participaron, digamos, en igualdad de condiciones en esa ‘transformación del mundo material’ (el subtítulo del libro). Al inicio del texto, Lemire critica a Braudel que reducía el mundo de la moda a Europa; enfatizando que éste era más bien común. Se acerca explícitamente a Pomeranz indicando lo similar que eran otras zonas a Europa en la modernidad temprana (como en la China de los Qing también se observa una ‘revolución del consumo’).

En este sentido, el texto se une a varios que quieren alejarse del eurocentrismo y enfatizar el carácter global del mundo ya en esta época. Y donde los procesos y dinámicas que forman la naciente modernidad, no son exclusivos de Europa.

Y sin embargo… La cita nos muestra que hay algo particular de Europa en esa configuración. Son los holandeses introduciéndose y participando en los flujos comerciales entre China y Japón. Pero no hay comerciantes chinos o indios participando de los flujos comerciales entre, digamos, Hamburgo e Inglaterra. Si hay un mundo globalizado en esa época, hay un actor que hace que los flujos sean globales -que permite que el tabaco se transforme en un producto global, que las pieles de los pueblos de América del Norte se consuman en muchos otros textos, que los habitantes de muchas zonas costeras puedan regularmente aprovechar los bienes que toman de naufragios de naves interoceánicas-. Son los europeos los que generan esas rutas, los que están en todas partes. Que Europa no fuera todavía una zona dominante (que en el comercio de la India ocuparan una posición más bien subordinada), que los procesos que generan las dinámicas de la modernidad participen otros actores (así para mantener estas rutas globales usar el capital financiero de Asia es relevante e involucrar a otros actores), no quita otro hecho fundamental: Que en todos esos flujos, el nodo que articula esa red como una red global es precisamente Europa.

Criticar y dejar el eurocentrismo no debiera implicar dejar de ver lo que es realmente obvio: Si la modernidad temprana ya es una era de globalización incipiente, esa globalización se organiza a partir de Europa.

Antes de los códigos. Una nota sobre el razonamiento legal

Suppose A stole an ox when he was only 1.4 meters tall, but after being in detention for a year, he was measured at 1.57 meters [i.e. adult height]. How is A to be sentenced? He should be left intact and made a convict laborer [the lower penalty]

Suppose a holder of a low rank [granting some priviledges] stole a sheep. Before the case was judged, he falsely accused someone else of stealing a pig. How should he be sentenced? He should be left intact and made a convict laborer (Patricia Buckley Ebrey, Chinese Civilization. A Sourcebook, The Free Press, 11 Penal Servitude in Qin Law, p. 52.)

Estaba leyendo el texto de Patricia Ebrey, una selección de fuentes para la historia china, y al llegar al capítulo sobre las leyes y los castigos penales me llamó la atención la forma en que estaban expuestos los castigos. La discusión sobre este asunto usualmente se centra en lo drástico de los castigos (en la memoria histórica China los Qin siempre quedaron asociados a la dureza y a la tiranía); ahora, más que eso, el enunciado legal (tan distinto de las formas legales ‘modernas’) me pareció interesante. Por eso además elegí poner en la cita algunos castigos más ‘leves’ (aunque ser un convicto obligado a trabajar no parece leve al fin).

La estructura del enunciado (hipótesis sobre condición, seguido de castigo) me acordó de otro texto, a miles de kilómetros y de años: El Código de Hammurabi. Años atrás leí un texto de Jean Bottéro (Mésopotamie: L’écriture, la raison et les dieux, Gallimard Folio) en que también hacía notar la característica del ‘código’ (y en general de los textos mesopotámicos, los tratados de adivinación siguen la misma estructura) de una hipótesis seguida de conclusión. La idea de Bottéro es la siguiente:

Quantité de problèmes évoqués dans le «Code», si on les considère ingénument, ont ainsi l’apparence de cas concrets, beaucoup plus que de conjonctures volontairement dépouillées de tout trait singularisant et sublimées au véritable absolu de la «loi» (Bottéro, Le «code» de Hammurabi, p. 295)

La idea es entonces que aquí se opera presentando casos paradigmáticos, modelos de situaciones, que después pueden ser aplicados por analogía a otras situaciones. Los textos no son idénticos: Bottéro insistirá en que el Código de Hammurabi no es un texto de leyes, sino una recopilación de ‘grandes decisiones judiciales’, los textos de los Qin sí parecen ser del tipo ley. Lo que comparten es un estilo de razonamiento: No la presentación sistematizante y englobante de un Código moderno, ordenado a partir de un conjunto explícito (y jerárquico) de principios; sino un listado de situaciones, ordenadas por similitud, relevantes. Un razonamiento que aspira a la deducción frente a uno que tiene su lógica más bien en la analogía.

La presentación previa peca, claramente, de simplismo. Ahora, creo que marca algo relevante de todos modos. Las formas de razonamiento han tenido que ser inventadas. La idea que las decisiones judiciales requieren leyes, la idea que esas leyes se presentan de forma ordenada y sistemática en un Código, o la idea de presentaciones explícitas de principios jurídicos, no son ideas que estuvieran siempre disponible, se desarrollaron y generaron en determinados procesos históricos.

El eterno recuerdo que las formas sociales tienen que ser creadas puede parecer trivial de tantas veces repetido. Y sin embargo, resulta útil puesto que es algo que olvidamos muchas veces.

Contacto, conexión e integración. Sobre la constitución de una esfera ‘global’ de interacción

Emperor Hongwu, fundador de la dinastía Ming, se proclamó emperador en 1368. En 1372 envío una carta al emperador bizantino anunciando esa proclamación. Un ejemplo del mundo de conexiones un poco antes de la modernidad temprana.

El imperio romano y la dinastía Han en China (entre los dos tomando una proporción bastante importante de la población de principios de nuestra era) tenían una muy ligera idea que al otro lado de Eurasia existía un imperio de una magnitud similar al suyo. Hay algunos reportes de embajadas y unas referencias (muy imprecisas por cierto) en algunos textos. En 1372 el emperador Hongwu, fundador de la dinastía Ming, envío una carta al emperador bizantino anunciando su acceso a la dignidad imperial (la misiva disponible en este link). Para el siglo XVII y XVIII se habían establecido varias rutas comerciales directas entre China y Europa, y los bienes intercambiados (para dar sólo ejemplos básicos -el té hacia Europa, la plata hacia China) ya estaban cambiando algunas de las prácticas de cultura material en ambos lados. Sólo para completar la idea, porque es bien obvio, el impacto de la producción y la demanda de China en las economías de muchos países es notorio e importante.

Los ejemplos todos ellos nos hablan de ciertas interacciones. Y al mismo tiempo claramente nos hablan de intensidades bien distintas. Ahora, ¿qué lenguaje podemos usar para clasificar esa intensidad? Siempre podemos construir un índice y dar así una imagen de la intensidad. Y sin embargo, nunca escapamos a la clasificación (además de poder cuantificar el ingreso dividimos a los países en categorías de altos ingresos, medianos, bajos etc.). Al fin hay diferencias en el tipo de procesos que está en juego, en sus consecuencias, que podemos comprender mejor con categorías.

En el nivel más básico podemos pensar en el contacto. Hay ciertas interacciones -alguna embajada, algún viajero, algún comerciante no muy regular; pero no alcanzan a configurar nada que genere expectativas (que se seguirán intercambiando embajadas o que puedo repetir la ruta comercial y así planifico mis actividades). A través de ello se pueden transmitir ciertas ideas y diseminar ciertos bienes (desde artículos de lujo hasta transmitir quizás ciertos alimentos). Sé que existes, pero hay mucho más.

El siguiente nivel se puede denominar conexión. Las interacciones son recurrentes y, por lo tanto, se establecen expectativas por parte de los actores. Un Estado tomará en cuenta la existencia de otro al pensar en posibles alianzas o conflictos; los viajes comerciales serán los suficientes para que tenga sentido tener un agente en cada extremo de la ruta. Habrá influencias intelectuales directas (e incluso tendrá sentido viajar al otro lugar a buscar conocimiento). Sin embargo, de todas formas se los puede ver como entidades separadas: A la luz del intercambio comercial, por ejemplo, habrá cierta influencia de precios, pero las dinámicas de las economías estarán separadas (auge y crisis) -las rutas comerciales en los siglos XVI al XVIII permiten usar la diferencia de precios por parte de las diversas ‘Compañías de Indias Comerciales’, el impacto de la demanda europea modifica escala de producción en Asia; pero no se puede decir que el auge o crisis de la economía Europea afectara de manera directa las dinámicas de las economías asiáticas. Los Estados podrán a veces pensar en planes conjuntos, pero eso no es sistemático (ni en el tiempo ni en términos de pensar en el conjunto). El Imperio Otomano consideraba la posibilidad que algunos de sus enemigos europeos coordinara con los persas (y algunas naciones islámicas en el Índico se comunicaron con la Sublime Puerta en relación con los ataques portugueses); pero el imperio persa de los Sáfavidos no es parte del sistema de alianzas y de conflictos europeos (ni se instalan embajadas permanentes). Las conexiones en el Mediterraneo en el medioevo son lo suficientemente relevantes para permitir la recuperación de Aristóteles en Europa a partir del mundo islámico (y Averroes es conocido como el comentarista), pero estos antecedentes no implican que el mundo islámico y el cristiano sean parte de la misma discusión (los debates y conceptos de la filosofía escolástica se desarrollan al interior de la cristiandad, si se quiere).

Más allá de ello tenemos ya la integración. Las interacciones son lo suficientemente recurrentes e intensas para que los actores se orienten por un todo en el cual son parte esos diversos lugares que están integrados. ‘Cuando Francia estornuda, toda Europa se resfría’ implica una unión de los procesos políticos entre diversos espacios que permite tomarlo como un conjunto. Hay efectivamente economía global cuando las crisis económicas son globales (y por ello la crisis de los 1870’s -que efectivamente afecta a diversas economías a lo largo del mundo- es usado como una primera marca de una economía ya efectivamente globalizada). Tiene sentido hablar de una cultura global (al menos parcialmente) cuando algunos fenómenos -digamos, el MCU, para decir algo muy reciente- no sólo se distribuyen y son populares en todas partes, sino cuando incluso ya en su elaboración esa situación global ya se toma en cuenta.

La división entre contacto / conexión / integración también puede observarse en la forma de las interacciones. Bajo contacto resulta muy común el contacto indirecto. El comerciante romano se conecta con el Indio, pero no va más allá. Y las monedas romanas que aparecen en Indonesia (o en China) a principios de nuestra era llegan más bien a través de varios intermediarios. En la conexión aparecen contactos más directos (Marco Polo en China, Ibn Battuta yendo desde Marruecos a la India en el medioevo), aunque sigue siendo habitual el paso de diversos intermediarios. La constitución en la modernidad temprana de interacciones directas de las diversas economías con el mundo europeo es un paso relevante, ahora se puede hacer notar que ese contacto directo existe sólo para los europeos. La red comercial puede incluir desde tribus en América del Norte (que venden pieles a cambio de ciertos productos textilos), grupos en África (que venden esclavos o cambio de mosquetes u otros), China (que vende muchos productos a cambio de plata), pero si para los europeos es ya relación directo, para los otros grupos su relación con los otros nodos de la red mayor sigue siendo indirecta. En la integración ya se tienen contactos directos entre todas las partes del conjunto: la red de exportaciones/importaciones en la actualidad; o el hecho que en la esfera cultural -incluso dominada por la industria cultural estadounidense- existan interacciones directas entre el resto (teleseries latinoamericanas en múltiples países, la expansión del K-pop).

Con esta entrada, y con estas clasificaciones, no estoy diciendo nada muy nuevo. Sin embargo, estas categorías (u otras) resultan útiles para tener una imagen diferenciada de la intensidad y carácter de las interacciones. En particular, sirven para identificar más claramente las circunstancias de lo que llamamos globalización en la historia. Cuando las dinámicas de globalización son más claras, como en la actualidad, y donde además se quiere evitar caer en miradas eurocéntricas tradicionales, se puede caer en la tentación de observar cualquier nivel de interacción como constituyendo globalización. Y como, al menos, el Viejo Mundo tiene niveles de contacto desde hace mucho tiempo se puede construir un relato de una globalización casi milenaria.

Con una clasificación del tipo que hemos intentando desarrollar aquí se pueden realizar descripciones más precisas. El Viejo Mundo está a principios de nuestra era, en al menos entre sus núcleos ‘civilizados’, ya en contacto. Con el desarrollo y expansión del Islam se puede plantear que se empieza a generar un nivel de conexión en el Viejo Mundo; y en la modernidad temprana esa red de conexiones incluye al Nuevo Mundo y aparece un actor (Europa) que está en contacto directo con toda la red, aunque son ellos los únicos con esa posibilidad. Esos niveles de conexiones se expanden y durante la modernidad temprana se puede decir que la economía atlántica ya alcanza el nivel de integración. Es durante el siglo XIX, y en particular hacia fines de éste, que se puede plantear que la economía está ya integrada a un nivel global. Esa globalización se intensificará pero ya está presente a partir de ese momento.

El breve relato que hemos realizado en el párrafo anterior es, como todos esos relatos breves, incompleto e impreciso. Sin embargo, es diferenciando estos niveles que se pueden captar esas líneas generales y esas diferencias. En ello tendrá su utilidad.

Sobre la incertidumbre en procesos sociales (comunas italianas, siglo XII). Contraponiendo perspectivas (presentes) del actor y perspectivas (retrospectivas) del observador

To many analists of the early commune of Pisa, including some of who are writing today, there is no problem here; the city commune was a development waiting to happen, implictly indeed a wholly positive one, and it is a waste of tome to spend too much effort unpicking its uncertain path when the end result is so obvious (Chris Wickham, Sleepwalking into a New World. The Emergence of Italian City Communes in the Twelfth Century, Princeton UP, 2015 Cap. 3, p. 94)

El libro de Wickham del cual proviene la cita está analizando la formación de gobiernos ‘comunales’ en las ciudades italianas en el siglo XII. El énfasis del argumento (y del examen de la situación de Milán, Pisa y Roma) es que en la medida que estaban creando esa nueva forma de gobierno (autónomo, en particular con autonomía judicial, a través de cónsules elegidos regularmente a partir de la comunidad cívica) no tenían claro qué es lo que estaban creando. Nadie se propuso crear la república municipal mientras la estaban creando (siendo éste un desarrollo relevante para la historia europea en general, la constitución de la ciudad como una comunidad con un gobierno autónomo tuvo un impacto relevante en el desarrollo de las sociedades europeas y, aunque no es exclusivo de ellas, es sí algo que las marca, todo lector del ensayo de Weber sobre la ciudad debiera recordarlo).

Como nosotros somos observadores (ya sea como analistas históricos del pasado o incluso como modeladores teóricos de procesos) tendemos a observar estas trayectorias desde su resultado ‘final’. Y es cierto que en ocasiones no nos preocupamos del proceso, y mientras llegue al resultado final esperado da un poco lo mismo. Llegarán al equilibrio (o a la mejor opción, al resultado racional etc.) y el camino no interesa. Quizás eso tenga sentido para el analista, pero para quienes tienes que recorrer el camino no.

Porque el camino hay que descubrirlo. Y en la vida social, hay que inventarlo. La opción de tener cónsules (y en general magistrados que se eligen regularmente) no era algo simplemente disponible que se eligió, hubo que formarlo y desarrollarlo -y parte de la expansión se debió (es algo que Wickham observa un poco para el caso de Roma y desarrolla en el Cap. 5) a la copia de elementos ya establecidos. Quizás no era la única alternativa posible.

Esto es crucial no sólo para no olvidar la perspectiva del actor, sino para mostrar la limitación del analista -que siempre llega ex post facto: Que no se conoce la situación, ni su estructura; que es un proceso el que permite explorar la situación y pensar en alternativas. En la vida social real -más allá de cuando se observa a posteriori, más allá del modelo teórico- efectivamente estamos todos (incluyendo al analista) en la misma situación que el actor: explorando posibilidades, porque del mundo nunca se sabe plenamente como es ni lo que depara.

La libertad de pensamiento en Spinoza. El Tratado Teológico-Político (1670)

De donde resulta que se tiene por violento aquel Estado que impera sobre las almas, y que la suprema majestad parece injuriar a los súbditos y usurpar sus derechos, cuando quiere prescribir a cada cual qué debe aceptar como verdadero y rechazar como falso y qué opiniones deben despertar en cada uno la devoción de Dios. Estas cosas, en efecto, son del derecho de cada cual, al que nadie, aunque quiera, puede renunciar (Capítulo XX, p. 239 de la edición crítica de Gebhardt)

Spinoza publicó el Tratado Teológico-Político sin usar su nombre y de forma algo clandestina (como muestra la portada de la primera edición en la imagen usada en esta entrada). Sabía que su defensa de la libertad de pensamiento y su crítica de la pretensión de la teología de ser un saber fundante que determina qué es lo que puede decirse (y pensarse) sería un escándalo. En lo cual no estaba equivocado, y los dirigentes religiosos de las Provincias Unidas (la Iglesia Reformada oficial) respondería intentando censurar el texto. A nosotros la defensa de la libertad de filosofar y la crítica a que todo saber deba ser aceptado por la teología nos parece adecuado, y el polémico texto de Spinoza es visto ahora como fundante de cosas básicas en la modernidad.

Ahora, cuando uno continúa con el argumento no es claro que realmente aceptemos la libertad de pensamiento como lo plantea Spinoza.

Uno de los puntos esenciales del argumento de Spinoza es que no se puede evitar que cada quien piense lo que quiera. El poder político no puede afectar lo que las personas piensan; y uno puede efectivamente traspasar derechos sobre las acciones, pero no sobre el pensar. En última instancia, los seres humanos no pueden evitar pensar.

Por consiguiente, si nadie puede renunciar a su libertad de opinar y pensar lo que quiera, sino que cada uno es, por el supremo derecho de la naturaleza, dueño de sus pensamientos, se sigue que nunca se puede intentar en un Estado, sin condenarse a un rotundo fracaso, que los hombres sólo hablen por prescripción de las supremas potestades, aunque tengan opiniones distintas y aun contrarias (Cap. XX, p. 240)

Más adelante:

Cada individuo sólo renunció, pues, al derecho de actuar por propia decisión, pero no de razonar y de juzgar (Cap. XX, p. 241)

Dado eso, dada la imposibilidad de dejar de pensar, entonces el intento de cercenar dicha libertad incluso de llegar a funcionar (lo que Spinoza niega, porque argumenta que en realidad los seres humanos no saben callar, no pueden evitar opinar lo que quieren y todo intento de represión es siempre infructuoso, ¿toda la historia de las herejías no da cuenta de ello?) no lograría más que el reino de la hipocresía

Pero supongamos que esta libertad es oprimida y que se logra sujetar a los hombres hasta el punto de que no osen decir palabra sin permiso de las supremas potestades. Nunca se conseguirá con eso que tampoco piensen más de lo que ellas quieren. La consecuencia necesaria sería, pues, que los hombres pensaran a diario algo distinto de lo que dicen y que, por tanto, la fidelidad, imprescindible en el Estado, quedara desvirtuada y que se fomentara la detestable adulación y la perfidia, que son la fuente del engaño y la corrupción de los buenos modales (Cap. XX, p. 243)

Hará notar Spinoza que incluso si de esta libertad ilimitada resultaren problemas, ello no obsta para otorgarla:

Reconozco, por supuesto, que de dicha libertad se derivan a veces ciertos inconvenientes. Pero ¿qué institución ha sido jamás tan bien organizada que no pudiera surgir de ella inconveniente alguno? (Cap. XX, p. 243)

La libertad de pensar y decir debiera ser entonces sin límites -porque las personas no pueden evitar pensar lo que quieren.

Spinoza no es un liberal (es algo que Popper recordaba en La Miseria del Historicismo cuando hacía notar su doctrina en torno a la libertad de expresión) y, de hecho, las limitaciones que pone a la acción son bastante amplias. De todas formas, es parte de la tradición liberal diferenciar entre la libertad para decir X y la libertad de acción en torno a X (y eso incluso puede afectar ciertos decires, una declaración que es parte de una conspiración para asesinar no puede refugiarse en la libertad de expresión). Ahora bien, una vez delimitado el espacio del decir entonces su conclusión es, como dije, amplia. En el prefacio de la obra nos dice Spinoza, al resumir el argumento

Concluyo, finalmente, que los poderes públicos pueden muy bien conservar ese derecho [el de determinar y obligar a seguir la ley*], a condición que se conceda a cada uno pensar lo que quiera y decir lo que piensa (Prefacio, p. 12)

Nosotros parecía que creemos en ello. Sin embargo, no es así. Se defiende la idea que hay ciertas opiniones que deben prohibirse, que su expresión debe ser castigada por la ley, y luego ser sujeto a la coerción del Estado. Ideas que, por cierto, diremos -y en general, no disiento de ese juicio-, que son aberrantes y espantosas.

Ahora bien, si de ese hecho (que alguien dice cosas horribles) concluimos que lo justo es el castigo, sólo cabrá decir que tan distintos no se es de los dirigentes calvinistas que -en el siglo XVII- intentaron prohibir la obra que comentamos (y que castigaron con cárcel a otras personas en el círculo de Spinoza). Esa persecución nos parece horrible a nosotros.

La diferencia radica en que a nosotros aquellas verdades y cosas innegables (que solo alguien aborrecible podía decir) que mantenían los círculos calvinistas no nos parecen relevantes. Pero de las verdades y cosas innegables (que sólo alguien aborrecible puede decir) que nosotros mantenemos, parece que sí se obtiene la conclusión que es justo y meritorio la persecución. El problema de esos círculos calvinistas, para estas personas, no está en que persiguieran el pensamiento; es que sólo ellos estaban equivocados en que era la verdad y la falsedad.

El llamado de Spinoza por la libertad de pensamiento sigue vigente. Sigue vigente en particular cuando se trata de aceptar que otros digan cosas abominables. Eso era lo que Spinoza exigía y demandaba de su época al fin (que aceptaran que él podía decir las cosas que sus contemporáneos juzgaban abominables).

El argumento que es tiránico intentar que las personas pierdan una libertad que no pueden evitar tener -la de pensar- y de obligarlos a no proceder a continuar el acto natural producto de ella -el de decir lo que piensan- sigue siendo correcto.

* Spinoza dice ‘lo justo y lo injusto’. En capítulos previos establece que lo justo y lo injusto se deriva y corresponde a la ley. Como dijimos, con su defensa de una libertad de pensamiento total, Spinoza no es liberal.

NOTA. Citamos de acuerdo a la traducción de Atiliano Domínguez, en la edición de Alianza Editorial (del año 2017). Usamos la paginación de la edición crítica de Gebhardt, siguiendo la decisión de la edición que estamos usando.

La Baburnama. Entre la vida no imperial y la imperial

Babur (1483-1530) es el fundador de lo que la posteridad ha conocido como la dinastía Mogol, y es conocido por su conquista de la India, al menos del norte de la India (desde la zona de Kabul). La batalla de Panipat (1526) en particular es recordada como uno de los casos más relevantes del desplazamiento de la guerra tradicional por la guerra moderna basada en las armas de fuego. La expansión europea en el Nuevo Mundo es contemporánea con la implantación de varios nuevos imperios islámicos que se basan, ambos, en su dominio de esta herramienta (Marruecos también hace lo mismo en el Norte de África en los mismos momentos).

Es además conocido por escribir su autobiografía, la Baburnama, uno de los pocos casos de este género en el mundo del Islam. La lectura de esa obra nos permite recordar además otro elemento relevante: La conquista de la India es algo que hace después de varios años como participante (no demasiado exitoso a decir verdad) en los distintos conflictos y disputas en Asia Central por la época. Tierras que, por cierto, Babur siempre prefirió a sus conquistas. Buena parte del texto se dedica efectivamente a narrar esas disputas.

Esto permite entonces contrastar dos modalidades de ejercer el poder. Una en una situación no imperial -en competencia entre poderes- y otra en una situación imperial. Lo que procederé a destacar no es particularmente novedoso, sólo que la Baburnama lo ilustra con claridad: la cotidianeidad de la violencia.

Para personas que habitamos en sociedades modernas resulta posible imaginarse vidas alejadas en general de la posibilidad del conflicto bélico. Incluso en sociedades (como Estados Unidos) que está regularmente en guerra resulta posible para buena parte de su población imaginar su vida sin pensar en esa participación (como participante militar o víctima civil). Por cierto, no es la única experiencia de la modernidad. No sólo en la actualidad los habitantes de varias sociedades claramente tienen esa experiencia y en ocasiones (la primera mitad del siglo XX) ella ha resultado extremadamente común -y extremadamente violenta. El caso es que, aunque no sea la única, sí es una recurrencia relativamente común.

En sociedades premodernas esa presunción sólo es operativa para un habitante de una formación imperial. y en particular, de sus zonas centrales. Sólo ahí la idea de la guerra como algo lejano (que le ocurre a otros) y donde la posibilidad de ella no es algo que afecte la propia vida resulta posible. Ese contraste es lo que aparece en la Baburnama. Ello quizás no tanto directamente a través de la vida del propio Babur, porque como líder político la guerra y la conquista no dejan de operar, y lo que narra una vez triunfante es una seguidilla de rebeliones y conquistas. La diferencia que nos importa es lo que implica para la vida en general en sociedad.

La vida de Babur en sus años pre-Panipat es un continuo batallar, intentos de conquistar ciertas tierras, ataques y repliegues. Samarcanda y Andiyán son tomadas y perdidas en más de una ocasión. Babur pasa de ser un gobernante, a ser uno de tantos líderes en un conflicto a -en una de las escenas más dramáticas- a huir solo, después de perder una batalla, y estar a punto de ser enviado a manos de sus enemigos cuando aparecen algunos fieles seguidores y lo salvan (después que él ha soñado con que recibirá un reino) antes de recibir a sus amigos:

I readied myself to death. There was running water in the orchard. I made my ablutions and performed two cycles of prayer. I put my head down for intimate conversation with God and was making my requests when I dozed off. I dreamed that Khwaja Ya’qub, son Khwaja Yahya and grandson of Khwaja Ubaydullah, was coming straight toward me on a dappled horse, surrounded by a group also mounted on dappled horses.

Luego de ello observa al grupo que está buscando apresarlo (para llevarlo probablemente a su muerte) y entonces:

When I heard this, my trepidation increased and i did not know what to do. At the very instant the horsemen, without waiting to break down the gate, crashed through a hole they made in a crumbling place in the wall […] I felt as though God had granted me a new lease of life (Eventos del año 908 [1502-3], p. 138)

La anécdota nos muestra un mundo de violencia continua, de cambios abruptos de suerte. Cuando Babur ha sido perseguido sólo ya era un comandante importante, ya había tomado (y pérdido) Samarkanda. Ese es el mundo de la violencia no-imperial. Un mundo en el cual cuando Babur nos hace una reseña de algún gobernante o líder nos tiene que decir de las batallas que ha realizado y de muchos de ellos su muerte ocurre en torno a una situación de combate (o asociada a conflictos políticos) -donde cada cambio de gobernante es ocasión de oportunidad y peligros (ambo vitales). En que los habitantes de un pueblo saben que es probable que sea sitiado (y cambie de gobernante) en varias ocasiones.

Esta violencia continua y permanente no implica una situación de tierra arrasada: Esos mismos líderes tienen tiempo para desarrollar sus habilidades en poesía (que Babur se encargará de evaluar en cada caso, y nos contará de sus propios esfuerzos) y las ciudades no parecen sufrir demasiado. Sin embargo, estamos ante una violencia normalizada y cotidiana. La violencia no es algo que aniquile la ciudad, pero es parte continua de lo que sucede: Sufren algunas cabezas recortadas como nos dice Babur al tomar Kabul (Eventos del año 910 [1504-5], p. 151), y el mismo se vanagloria de no abusar del comerciante -lo cual implica que era algo que sucedía.

Babur, al realizar una reseña del sultán Husayn Mirza (1438-1506) dice lo siguiente, y en ello está una mecánica esencial detrás de ese mundo:

He abandoned the toil and trouble of conquest and military leadership. Consequently, as time passed, his retainers and realm dwindled instead of increasing (Eventos del año 911 [1505-6], p. 197)

En una formación imperial las cosas cambian (y de hecho, la narrativa también experimenta un cambio). La violencia y la guerra no desaparecen, y de hecho los hechos bélicos y las batallas aumentan en magnitud y en intensidad (la batalla de Panipat en 1526 y o Khanua en 1527 son batallas de gran magnitud). La invasión de la India se hace con repetidas referencias a ‘montañas de cráneos’. Lo que sucede es que la guerra cambia de modalidad: Ella se traslada a las ‘fronteras’ y deja de ser algo cotidiano para quienes habitan en el centro una vez conquistadas Delhi y Agra desaparecen de la operación militar. Eso es lo que implica el cambio

La diferencia es precisamente entre una presencia permanente y continua de una guerra, quizás de menor magnitud contra una situación en la cual la batalla no es permanente, puede ser mayor en sus efectos, pero aparece la posibilidad de un espacio libre de violencia y de guerra. No es casual que sea sólo después de conquistar la India que Babur nos menciona algunas decisiones de gobierno civil (sobre alcohol, sobre impuestos, sobre rutas de correos): He ahí el contraste.

La Baburnama, crónica de la vida de un gobernante que pasa de una modalidad a otra, es uno de los textos donde ese contraste entre la violencia no imperial y la violencia imperial se puede apreciar, quizás, de mejor forma.

NOTA. O al menos, uno de los textos que haya leído donde ello queda más claro. En el gigantesco universo de crónicas e historias no deben faltar los que narran algo similar. De todas formas, el Baburnama siendo escrito por un conquistador de imperios no deja de ser un buen caso.

Cito de acuerdo a la edición de The Modern Library, traducción de Wheeler M. Thackston

Una nota sobre la secularización en Chile

Estaba leyendo La Religión en la Esfera Pública Chilena: ¿Laicidad o Secularización? (Ediciones UDP, 2014, Ana María Stuven) y, aunque no lo he terminado, me surgen una serie de interrogantes sobre la forma en que se analiza la secularización.

Dos notas generales. Resulta muy común una forma de análisis en que todo lo que implique que la religión importa redunda entonces en que la secularización no existe. Lo otro es lo muy fácil que resulta para los analistas hacer como si las personas sin religión no existen (y menos tomar en cuenta el conjunto de personas para las cuales la religión no es muy importante en sus vidas declarando creencia religiosa, que es un grupo incluso más grande).

En el primer artículo Sebastián Kaufmann (El estatuto de las creencias religiosas en el espacio público) crítica la idea de traducción: Que las personas con creencias religiosas deben ‘traducir’ en la esfera pública sus argumentos a argumentos ‘neutrales’, que serían los únicos posibles. Enfatizando que todos los argumentos tienen basamento en contextos culturales particulares, esa exigencia más bien aparece que tendría que ser para todos -si no, sería un peso particular para las creencias religiosas (dado que el secular no tendría que traducir su argumento a la esfera religiosa). Parte del tema es precisamente la continua importancia de personas que tienen creencias religiosas y que tienen, por lo tanto, cosas que decir sobre el mundo público a partir de ello (¿de donde, si no, podrían sacar sus creencias?).

Ahora, eso olvida lo secular que es el mundo actual (la sociedad chilena actual). Efectivamente un argumento religioso tiene que ‘traducirse’ si quiere convencer a alguien más que aquellos que se toman en serio la religión en sus vidas, puesto que argumentos religiosos no tienen sentido más allá de ese mundo: puede decirse pero no tiene efecto de convencimiento. Y aquellos que se toman en serio la religión no son tantos finalmente. Ahora, no sucede lo contrario. Alguien secular no tiene esa necesidad, puesto que todos operamos (y aceptamos) premisas seculares. Alguien dice un argumento secular y ese argumento es comprendido por las personas religiosas. La carga asimétrica es efecto de como funciona la sociedad.

Gabriel Cid discute sobre secularidad y religión en su capítulo (Religión, legitimidad política y esfera pública en Chile) para el período 1808-1833. Y muestra el uso de argumentos religiosos en la esfera pública o el continuo carácter indiscutido de la religión católica como única religión pública.

La esfera pública nacional estaba lejos de constituirse todavía en una esfera laicizada -requisito elemental para hablar de una opinión pública moderna- en tanto el uso público de la razón estaba mediado y limitado por la autoridad religiosa (p. 168)

La idea misma de ‘uso público de la razón’ proviene de Kant; y el tiempo de Kant es uno en que precisamente los límites de la autoridad religiosa estaban en discusión, no se habían abandonado. Kant mismo, por ejemplo, en su célebre ¿Qué es la Ilustración? argumento asumiendo la existencia de una religión oficial.

Los argumentos centrales que muestra Cid defendieron el peso de la religión fueron argumentos políticos: que una religión oficial única es necesaria para la paz social. Son argumentos usados en el siglo XVII y muy criticados por la Iglesia -puesto que este argumento político no tiene fundamento religioso. Ya era una muestra de secularización.

Cuanto fuera el peso real de la religión en la esfera pública puede discutirse a partir de otro hecho que señala Cid: En la Reconquista toda la Iglesia aparece dando argumentos a favor del rey, pero todo eso desaparece apenas hay derrota militar. Uno puede observar (en otros contextos históricos) que si el argumento religioso fidelista hubiera sido tomado en serio, se habrían producido revueltas a favor de ello. Más aún, el mero hecho que se discutiera sobre religión, que eso fuera posible, es una muestra de secularización.

Un elemento que mostraría la importancia de la religión creo que muestra, al mismo tiempo, el avance del proceso de secularización. Para nosotros el hecho que el ejercicio privado de la religión no oficial fuera aceptado mientras se insistiera en el ejercicio único de la religión católica es una muestra de preponderancia. Históricamente es una señal de pérdida de relevancia (cuando la Iglesia ha podido dominar como deseaba no aceptaba dicho ejercicio privado); el hecho que al menos se aceptare el ejercicio privado fue, por ejemplo, una de las muestras más claras de la tolerancia con la cual se observaba a los Países Bajos en el siglo XVII, y desde la perspectiva clerical eso era una crítica. Para el Chile del siglo XIX eso ya era algo evidente -incluso la Constitución de 1833, que eliminó la libertad de conciencia como tal, se asumía que estaba hablando del ejercicio público de la religión. No estará de más recordar que en la primera mitad del siglo XIX pocos países eran más avanzados al respecto.

Lo que está en juego en todos estos argumentos es la idea que si la religión importa entonces la secularización es débil. El problema es que eso es una forma de decir, de antemano, que nunca habrá secularización (más allá de unos contextos bien particulares). La religión, lo numinoso, como se lo quiera llamar, probablemente siempre será relevante para un número suficiente de personas que hagan imposible que no tenga importancia para la vida social. Un punto de comparación que corresponde a un estado irrealizable claramente no permite hablar de secularización. Si usamos un punto de comparación efectivo -sociedades donde la religión ha sido central- la conclusión es bien obvia: Chile no es parte de esas sociedades, y no lo ha sido por un buen tiempo.

El segundo punto es menor así que le daremos menos tiempo. Es el pasar por alto la existencia de grupos seculares. No son los mismos capítulos así que no es una contradicción, pero pueden servir para ilustrar el punto.

Pedro Morandé (en un capítulo que tiene muchas observaciones muy relevantes, como que la religiosidad popular no es moralista) nos dice en su capítulo (Modernidad y secularización):

En las seis mediciones de la encuesta nacional Bicentenario Universidad Católica-Adimark, el porcentaje de quienes dijeron no tener ninguna religión o eran ateos estuvo por debajo del 20% (p. 86)

Por otra parte, Jean-Pierre Bastian (Pluralización religiosa, laicidad del Estado y proceso democrático en América Latina)

Todos los países de la región registran tasas significativas de población protestante, que superan el 20% en Brasil, Chile y Guatemala (p. 134)

Las diferencias numéricas no son tan altas (y las mismas encuestas Bicentenario muestran, al pasar el tiempo, que de hecho la proporción de no creyentes es mayor que la de evangélicos). Pero en un caso es usado para mostrarnos que ese grupo no es particularmente relenvate; y otro que estamos ante un mundo distinto de pluralismo religioso. La existencia, por un largo tiempo, de un grupo -minoritario pero no extremadamente escaso- de personas que no son religiosas es conveniente de no tomar mucho en cuenta, porque la existencia, permanencia (y relevancia cultural) del grupo va contra la idea que ‘al final, la secularización no es tan importante’. Y eso sin sumar a un grupo que no deja de ser menor que son los creyentes para quienes la religión no es relevante en sus vidas (para quienes, por ejemplo, las festividades centrales del culto cristiano, Semana Santa, son sólo ocasiones para ir de vacaciones), que es un grupo bastante amplio.

La existencia de estos grupos es una buena señal de secularización efectiva: Nos muestra que es posible, y es tan evidente que ni siquiera es necesario señalarlo mucho. vivir una vida relativamente alejado de la religión, sin toparse con ella. Y eso indica un mundo social relativamente secular.