Una visión muy común de la historia al interior de las civilizaciones es una imagen cíclica de ella; la idea de imperios que surgen y caen (o dinastías, como es la impresión en China). En el largo plazo, una idea cíclica implica la ausencia de novedad: todo es pura repetición. Lo cual quiere decir, entonces, que desde el punto de vista estructural es todo lo mismo. La pregunta entonces es, ¿pasa algo al interior de la historia ‘civilizada’? Una vez que aparecen la forma de vida de la civilización ¿sucede algo importante antes de la emergencia de la ‘modernidad’ (que implica otro cambio en la forma de vida)? La pregunta es particularmente pertinente desde la perspectiva de una historia de las tecnologías sociales, o sea de esos arreglos institucionales, porque mucho de lo que sucede y que puede ser relevante desde ciertas perspectivas, lo es menos mirado desde esta.
El problema resulta menor pensando en el período anterior -el de origen (del 3.000 al 1.200 AC): Simplemente describir los procesos y características de ese origen ya implica un cambio mayor, y darse cuenta que esas modificaciones no son instantáneas sino que se despliegan (y que es necesario aprender como vivir con ellas e ‘inventar’ todas las consecuencias de ellas) muestra con cierta claridad que durante esos 1.800 años pasan diversas cosas.
Si se piensa en el período que pasaríamos a describir ahora (1200 AC-1500), o sea 2.700 años, el tema es distinto. Es plausible decir que si se comparan las sociedades al inicio y al final nos encontramos más o menos en la misma situación: Sociedades agrarias, donde la base económica es el sector agropecuario, con una base tecnológica material común (el uso del hierro), y que se mantienen usando y desplegando las mismas herramientas sociales básicas (la ciudad, la escritura, el Estado). Mirado de esa forma, la imagen cíclica que tenían esas civilizaciones no parece ser muy errada: la historia sí parece ser mera repetición de lo mismo, con diferentes nombres y circunstancias. A lo más, uno podría encontrar un despliegue de las diversas formas de tener esa forma de vida (ciudades-estado e Imperios), pero no ninguna novedad que cambiara fundamentalmente las cosas.
La intención de esta entrada, y de las siguientes en la serie, es negar lo anterior. O más bien: negar la consecuencia que ‘no pasó nada’. La descripción anterior no es errada en su totalidad (son civilizaciones agrarias, que usan hierro, con la tríada ciudad-escritura-Estado), pero al interior de esa estructura común, en primer lugar, la variación existente es lo suficientemente amplia que tiene interés como tal y, en segundo lugar, que hay creación y desarrollo de nuevas estructuras y arreglos institucionales durante el período. La postura que criticamos sería como plantear que una vez que aparece la estructura y características de los animales que llamamos cordados no pasará nada después: que la aparición de cordados terrestres, o el huevo amniótico, o aprender a volar y así no fueran eventos de relevancia, puesto que todo se hacía con la misma base cordada.
El cambio más básico, y uno que ya apuntamos en la entrada anterior, es el mero hecho de la extensión de la civilización: Toda su expansión por la cuenca mediterránea y por Europa, su expansión hacia (Mali y Etiopía por ejemplo), en las estepas del Asia Central, a lo largo de todo el subcontinente indio, o en el Asia Sudoriental, sin contar que la civilización china pasa de estar centrada en el río Amarillo a todo lo que ahora cuenta como China, y además su expansión hacia Corea y Japón. La expansión de las tierras bajo la civilización implica, al mismo tiempo, su mayor conexión. Hacia el 200 se puede ya plantear la existencia de un cinturón de civilizaciones en el Viejo Mundo desde las islas británicas en las costas occidentales hasta el archipiélago japonés en sus costas orientales. Cinturón que, aunque procederá a tener algunas interrupciones, termina caracterizando de manera permanente el mundo ya en la segunda mitad del primer milenio de nuestra era (la ruta de la Seda, embajadas bizantinas en China y viceversa, y el mero hecho que las mercancías se transporten a través de ese cinturón etc.). Todo ello aporta al hecho que, como se mencionaba en la entrada anterior, entonces el hecho de la civilización, la forma de la civilización se consolide. Para recordar el ejemplo de debacle más conocido, la caída del Imperio Romano: Sí, es cierto que, por ejemplo, la vida urbana se repliega y lo mismo con la alfabetización, pero ni la escritura ni la ciudad desaparecen por completo, ni tampoco las formas y memoria de ese imperio (se siguió usando su lengua, su derecho, y siguió operando como ideal).
Además, se puede observar el despliegue de nuevos arreglos institucionales y sociales, que han resultado fundamentales para comprender la vida social. Es en estos años que se desarrollan lo que podemos llamar formaciones imperiales (unidades políticas que cubren muchas culturas, donde el problema de cómo gobernar grandes extensiones separadas por tiempos relevantes etc.), se generan religiones universales (de hecho, es la época que corresponde a la era axial de Jaspers), donde de hecho se crea la moneda, el dinero (con todo lo que ella implica para la operación de los mercados y la economía, y su relación con el Estado), en los cuales se genera y aparece la Educación Superior (en sus distintas versiones Academias, las distintas versiones de escuelas religiosas, Universidades etc.). Si bien no corresponden a desarrollos del mismo nivel que los vistos en la etapa anterior -no crear una nueva forma de vida social-, claramente estamos ante cambios que afectan de manera importante como funcionan las sociedades.
Las instituciones generadas en la etapa anterior también experimentan modificaciones. Algunas de ellas, se puede plantear, son efectos de las transformaciones que experimentamos en esta etapa. Con el desarrollo de los imperios, aparecen sus ciudades capitales; y la ciudad imperial (Roma, la Chang’an de los Tang o Bagdad) es un nuevo tipo urbano, que trae sus propios desarrollos y características. Los cambios experimentados por las instituciones de la civilización no se reducen a los del tipo anterior. Así, por ejemplo, tenemos la emergencia como forma civilizada de Estado de las repúblicas (tanto en el ámbito mediterráneo como en la India de acuerdo a mis pocos conocimientos); o todos los cambios experimentados por la escritura a lo largo de ese tiempo (desde el desarrollo de escrituras alfabéticas al desarrollo del libro como objeto, y la expansión de sus usos en la sociedad); y ello sin contar con procesos combinados (la interacción entre escritura y desarrollo del Estado que está en la base de diversas evoluciones del derecho). Un tipo de institución, como es evidente, no termina su evolución cuando se genera; y si bien concentraremos la atención en los nuevos tipos de institución (puesto que son los que con más claridad muestran que estas sociedades no pueden entenderse como una simple repetición cíclica), no se puede dejar de anotar dichas evoluciones de lo ya existente.
El lapso de tiempo que cubre la época es lo suficientemente largo para que resulte adecuado dividirlo en dos. En el primero (1200 AC-600) se observa la aparición de todas estas nuevas instituciones y es donde además se genera la parte más crucial de la expansión de la civilización: En los primeros siglos de la era común se genera por primera vez un cinturón de sociedades civilizadas en el viejo mundo desde sus costas atlánticas a su costa oriental. En los siguientes siglos muchas de estas formaciones entran en crisis, disolución del imperio romano de occidente, caída de la dinastía Han en China y del Imperio Maurya en India por ejemplo -siendo eventos de distinto tipo (repliegue de civilización en un caso, pérdida de unidad política pero sin repliegue del hecho de la civilización en los otros), pero son siglos de una crisis que, si bien no es simultánea, es relevante y que marca el fin de la cultura pre-religión universal. El punto de inicio de la siguiente fase es en siglo VII con la aparición del Islam, la más reciente de las religiones universales, con la cual aparece ya una estructura que sigue estando vigente en los tiempos modernos (en lo que concierne a la religión, que es parte importante de la vida social, ya están todos los actores relevantes hasta la actualidad). En esta segunda fase (600-1500) en algún sentido se consolida la existencia del cinturón de civilizaciones (es la era de la ruta de la Seda por ejemplo), y se sigue expandiendo el hecho de la civilización (por ejemplo, al norte de Europa); y aparece una pregunta que cada tradición ‘civilizada’ respondió de manera diferente: ¿cómo relacionar la nueva cultura de la religión universal con la vieja cultura clásica? Cada tradición (si se quiere, la ‘occidental’, la islámica, la india, y la china) respondió a ello de manera diferente. Esas características son suficientes para dar cuenta del tono de esa época.
Toda este período, de despliegue y desarrollo de la civilización, se cierra en el 1500. En particular, podemos insistir en 1492. La irrupción del viejo mundo en el nuevo implica a su vez no sólo la aparición de los primeros flujos realmente globales, sino que a partir del siglo XVI se empiezan a desarrollar (no necesariamente a crear, estas cosas tienen sus ‘preparativos’ en siglos anteriores, pero sí a adquirir cierto peso en la sociedad) los fenómenos de aquello que corresponde a la modernidad, entendida en términos de tecnología social. Defender que es a partir del 1500 que se puede hablar de modernidad, sin embargo, es materia que deberá ser desarrollada a su vez en otras entradas. Pasemos ahora a describir los cambios en las tecnologías sociales en el período que nos convoca, el de expansión y consolidación de la civilización.