Alrededor de 20 años atrás se publicaron dos textos que marcaron el debate público en el Chile de la época: La Anatomía de un Mito de Moulian y el Informe de Desarrollo Humano de 1998. Esos textos, y las respuestas que produjeron, operaban en un mismo nivel: El del debate sobre el diagnóstico de la sociedad. Debate. a su vez, reducido a un elemento: ¿los chilenos están a favor o en contra del modelo?, que no deja de ser una forma manifiestamente bruta de Es un debate que ha reverberado por un buen tiempo -el Centro de Estudios Públicos publicó, todavía, el 2017 ¿Malestar en Chile?
Lo que nos interesa marcar en esta entrada es que se puede argüir que el debate intelectual ha variado en carácter en los últimos años. Las discusiones recientes sobre la obra de Fernando Atria (que, por ahora, han finalizado en su Razón Bruta, link aquí), por ejemplo, no son sobre diagnóstico -son directamente discusiones ideológicas (en torno a cuáles son las instituciones a desarrollar, cuáles son los valores centrales que debieran orientar la vida en común etc.). La relativa eclosión de disputas sobre el significado del liberalismo también van en la misma dirección.
Una discusión ideológica no requiere ni usa mayormente (a lo más como algo ancilar) la discusión de diagnóstico. En vez de discutir sobre lo que se piensa sobre X, se discute directamente sobre X (no sí la población cree o no en el ‘modelo’, sino directamente sobre si el modelo es negativo o positivo). Si se quiere: en vez de discutir sobre la población, se discute con la población -al mismo nivel que ella lo realiza: en torno a lo que se debiera o no hacer.
Dado ello, entonces cabe preguntarse ¿por qué la discusión pública fue tanto tiempo sobre el diagnóstico? En última instancia, creo que ello se debe a que la discusión de diagnóstico opero como un sustituto de la discusión ideológica. No estaba la capacidad de discutir directamente sobre los temas ideológicos, de defender en directo lo que se pensaba correcto, y se hacía por interpósita persona: Defendía mis ideas a través del recurso de plantear que era lo que la población deseaba.
El discurso sobre el diagnóstico de Chile entonces era una falsa discusión -que decía que era sobre la descripción de lo que la población pensaba, pero en el fondo era sobre lo que se deseaba que sucediera en la sociedad. En un momento, durante la década de los ’90, en que la mera idea de un debate ideológico llamaba a la crítica, y que lo supuesto era no tener convicción alguna, entonces nos quedamos con esa forma mentirosa de discutir.
Cabe la esperanza que, una vez que el debate ideológico se puede plantear como tal, entonces la operación de describir la sociedad (el diagnóstico) quede liberada de la presión de reemplazar a la discusión ideológica, y pueda dedicarse sólo a la tarea de comprender lo que ocurre. Una señal que ello ocurre sería encontrar textos en donde se mostrara que la propia posición no coincide con la de la población. Habrá que ver que ocurre al respecto.