La discusión sobre los orígenes y condiciones de la cooperación es una de larga data en ciencias sociales. La comparación con estrategias de competencia también lo es. Ahora, esta es una discusión que no se reduce a estas ciencias. Análisis basados en esta dicotomía de estrategias se han usado también en biología, y esto en diversos niveles -desde relación entre especies a incluso el nivel celular.
Pensando en todo caso en el nivel que usualmente interesa a las ciencias sociales -el de las interacciones entre miembros de la misma especie- podemos observar estas dinámicas en otras especies que comparten con los seres humanos el de tener sociedades altamente elaboradas pero bajo condiciones muy distintas: a saber. las hormigas.
Entre ellas podemos observar que -en general y por ahora sólo queremos limitarnos a observaciones generales- el campo de estas interacciones es claramente distinto: Se coopera con el mismo nido (i.e entre los descendientes de la misma reina) y se compite -y usualmente de la forma más violenta de competencia, con eliminación del adversario- con otros nidos.
La misma dinámica (cooperación intra-grupo y competencia inter-grupos) se puede decir ocurre en seres humanos, y uno puede empezar a elaborar diversos modelos de como la distancia afecta a la elección de estrategia; y pensar que la diferencia intra- e inter-grupos es una dinámica basal de toda socialidad.
Sin embargo, lo que nos interesa aquí es otra observación: El hecho que en interacciones entre seres humanos si bien esta dinámica se da, lo interesante es que la diferencia no es tan abrupta: En interacciones intra-grupos también se da competencia (pensemos en cualquier grupo, por más cohesivo que éste sea, y los intereses no serán idénticos) y existe cooperación inter-grupos. Ahora, uno podría reducir esto a la idea que lo que es regla pasa a ser tendencia en humanos, e insistir en cómo esto muestra diferencias naturaleza-cultura.
No es esto lo que nos interesa desarrollar sino más bien otra idea: El hecho que exista competencia y cooperación a todo nivel se debe más bien al hecho que la diferencia intra- e inter-grupos es menos marcada en seres humanos: Ellos se sienten pertenecientes a diversos grupos, cada uno con sus propias membrecías, y puede ser más o menos distante con cada uno de ellos. La interacción X pude ser intra-grupo en relación a cierto criterio, e inter-grupos en relación a otros criterios. Luego, en la medida en que se enfatice la dimensión intra-grupo la cooperación tendrá más posibilidades de surgir; y lo contrario en la medida en que se enfatice la dimensión inter-grupos.
Por lo tanto, lo que permite que las interacciones humanas no tengan una división abrupta entre relaciones cooperativas y competitivas es debido a la naturaleza múltiple de la pertenencia a grupos en los seres humanos.
Esta idea tiene algunas consecuencias empíricas que bien pueden revisarse. Por ejemplo, indica que en la medida en que una multiplicidad de identidades existe menos cortes abruptos entre interacciones cooperativas y competitivas debieran existir. Y, por lo contrario, en la medida en que una identidad aparece como crucial entonces debieran separarse aún más las instancias cooperativas y competitivas.
Aquí podemos recordar una idea de una entrada anterior que planteaba que el nacionalismo era precisamente eso -el reemplazo de identidades múltiples, que ocupaban todo el rango desde lo local hasta lo global- por una sola identidad pre-eminente. El hecho que el surgimiento del nacionalismo en Europa haya ido aparejado de conflictos militares a mayor escala y de menor intensidad que los anteriores (y por cierto, con la eliminación en la práctica en Europa de anteriores reglas que limitaban el daño a civiles) puede verse como, al menos, compatible con la argumentación.
Si las identidades múltiples son concéntricas (i.e van desde grupos menores a más globales, pero cada grupo menor dentro de un sólo grupo mayor) o cruzadas (i.e entre dos grupos pueden darse intersecciones pero no necesariamente uniones) también debieran afectar la forma en que se da la relación cooperación-competencia.
Por ejemplo, en el caso concéntrico tendríamos una jerarquía de conflictos y cooperaciones (i.e al nivel local tengo mi endogrupo y otros exogrupos, al siguiente nivel esos exogrupos pasan a ser parte del endogrupo y aparece un nuevo exogrupo de mayor alcance y así sucesivamente). Luego, la posibilidad de la cooperación- está altamente asociada al nivel del grupo: Mientras más local, más identidades comunes que facilitan la cooperación. El nivel de los conflictos debiera estar asociado a la identidad en juego (dos identidades locales que son parte de la misma identidad regional debieran mantener el nivel de conflicto local; dos identidades locales que son parte de identidades regionales tienen la posibilidad es escalar el conflicto a nivel regional).
En el caso cruzado debiéramos encontrar dinámicas distintas. Lo característico de este caso es que en las relaciones entre dos identidades debiéramos encontrar tres grupos: Personas que sólo comparten mi identidad de endogrupo, personas que sólo comparten la identidad del exogrupo y personas que tienen ambas. Esto permite posibilidades de cambios de estado de relación dependiendo de cómo se jueguen esas identidades (i,e personas del tercer grupo pueden pasar de cooperación a conflicto fácilmente) y resulta difícil estimar la posible escala del conflicto o cooperación, dada la forma en que pueden ir activándose ellas (y las personas que quedan incorporadas). En cualquier caso, las posibilidades de lealtades cruzadas puede permitir un nivel permanente más alto de conflicto (o de cooperación) pero posiblemente limitar su alcance a gran escala.