Dos trampas del PGB como medición: El olvido de la materialidad y el olvido de la institucionalidad

El producto geográfico bruto, la idea de medir la economía a través de ese instrumento, ha sido criticado múltiples veces. Lo más común es argüir que no da cuenta del bienestar. Sin embargo, también hay críticas que se orientan al tema de su insuficiencia en relación a su objeto: Que no mide realmente la producción de la economía, dado que deja buena parte de ella fuera (el caso más emblemático de ello siendo el trabajo doméstico).

Aquí quiero abundar en un par de problemas de la medición del PGB que me aparecieron en diversas lecturas (bueno, relecturas, son textos que ya tienen sus años) de historia económica.

El primero es una variación sobre el tema de las insuficiencias para medir la producción: la falla que implica el olvido del carácter material de la economía. Convertir la producción en su equivalente monetario, que es lo que hace el PGB, tiene -como todas las cosas- sus usos, pero resulta insuficiente.

La economía nazi durante la Segunda Guerra Mundial, tal como la describe Tooze en el magnífico The Wages of Destruction (2006) ilustra ello. Tomarse en serio el componente material implica recordar que no es cierto que la equivalencia monetaria lo es todo. Alemania una vez que conquistó, y tuvo a disposición la producción de buena parte de Europa (y recordemos, buena parte de sus zonas industrializadas) tenía ‘en papel’ una producción medida en términos de PGB bastante apreciable. Sin embargo, claramente su capacidad productiva era inferior a los de su competencia.

Ello se explica por las limitaciones del PGB. Así, en una guerra total la producción de acero resulta crucial. Para producir acero se requiere carbón (hulla). Para producir hulla se requiere, dadas las condiciones de su producción en la época, un gran esfuerzo de trabajo que, requiere a su vez una alta ingesta calórica. La producción de los alimentos necesaria para ello requería o fertilizantes o si ellos faltaban de un alto número de personas en la agricultura. Esas cosas, entonces, ponían un límite en la capacidad de producción acerera, y por lo tanto en la producción militar (porque los tanques y cañones se hacían con acero).

Lo anterior está simplificado. Lo que evitaba ‘llenar’ a los trabajadores del carbón con calorías no era solamente un tema de producción absoluta sino de cómo distribuirla (entre toda la población), y ahí existieron varios problemas políticos en juego. De todas formas la cadena productiva material operaba y tenía consecuencias. Y ella se basa en que no toda la producción es equivalente y que 100 millones en valor monetario en producción de ropa no puede sustituirse por 100 millones en producción de tanques. No al menos si uno está en medio de un conflicto bélico global y total.

El segundo olvido aborda la insuficiencia desde otra perspectiva: Que al centrarse en el PGB como forma de comparar economías se pasa por alto la estructura institucional. Y para comprender y entender una economía (digamos, para poder moverse en ella) lo institucional es relevante -afecta lo que pueden hacer los agentes económicos.

En las últimas décadas se desarrolló una discusión sobre la ‘gran divergencia’: ¿cuándo las economías europeas se convirtieron en mucho más ricas que el resto? Es un debate antiguo y la publicación el año 2000 de The Great Divergence (K. Pomeranz) abrió una nueva etapa. En ese libro, Pomeranz argumentó que en la modernidad temprana, entre el siglo XVI y el XVIII, Europa (particularmente Occidental), China y Japón podían -a grandes rasgos- verse como aproximadamente similares: economías relativamente comercializadas, prósperas para parámetros pre-industriales y estando cerca de sus límites en términos de la explotación de sus recursos. La divergencia profunda se manifiesta en el siglo XIX, no antes.

Como suele suceder con libro que plantea una tesis que renueva el discurso, las tesis fueron primero recibidas con entusiasmo. Sin embargo, posteriormente apareció una reacción. Está mostró que usando estimaciones de PGB per cápita, Europa (o al menos sus países líderes en su desarrollo capitalista, los Países Bajos e Inglaterra) ya se había despegado del resto del mundo durante la modernidad temprana. Si bien la diferencia era menor comparado con el salto del siglo XIX, ya existía y era medible (‘apreciable’ en ese sentido) durante los siglos anteriores.

Al revisar de nuevo el texto de Pomeranz hace un tiempo atrás algo me llamó mucho la atención: el amplio espacio que Pomeranz le dedica a aspectos institucionales, de funcionamiento de la economía: A su nivel de comercialización, al nivel de trabas y barreras en la actividad económica, la seguridad de la propiedad y los contratos, de participación y esfuerzo laboral. Todos ellos son temas relevantes para comparar y describir economías. Para Pomeranz decir que las economías de Europa Occidental, China y Japón eran más o menos comparables no era sólo (o tanto) un tema de medir su PGB per cápita sino de mostrar sus equivalencias institucionales: Al nivel de la descripción que hice en mi resumen una ligera diferencia en PGB puede ser menos relevante que, por ejemplo, mostrar que en los tres casos había una amplia participación en una economía comercial y monetaria.

En los dos casos el PGB muestra algo que, por cierto, es común a toda medición: Que muestra ciertos aspectos de la realidad, pero no puede dar cuenta de ellos. Lo que muestra el PGB es relevante -el hecho que es durante el último par de siglos que se observa una importante curva de aumento del ingreso (frente a lo cual todos los cambios en economías preindustriales, que por cierto existieron, son más bien menores) es un hecho crucial. El tema es que no es el único hecho crucial y hay varias preguntas sobre el funcionamiento de las economías para los cuales otros hechos son más relevantes.

Las trampas a que me refiero en el título no son trampas de la medida, son trampas de nuestro uso de ella. Es nuestra obnubilación con una sola forma de observación lo que representa un problema.

La predicción y la naturaleza de las ciencias sociales

Hace poco tiempo atrás se publicó un artículo de Salganik et al (creo que antes había circulado un preprint, al menos había escuchado del resultado anteriormente) cuyo resultado central es que diversos equipos de investigadores, usando diversas herramientas de machine-learning, intentaron predecir resultados de la historia de vida de personas que habían sido estudiadas a lo largo de un estudio longitudinal. El link al paper publlicado en PNAS, titulado Measuring the predictability of life outcomes with a scientific mass collaboration aquí (PNAS, 2020 117 (15) 8398-8403).

Los datos provienen del Fragile Families and Child Wellbeing Study que sigue a personas nacidas en el año 2000 en diversas olas (edad 1, 3, 5, 9 y 15). El ejercicio era entregar a investigadores los datos de las primeras olas pero no la de la ola de 15 años, y el objetivo era predecir el resultado en esa edad de seis variables: “(1) child grade point average (GPA), 2) child grit, 3) household eviction, 4) household material hardship, 5) primary caregiver layoff, and 6) primary caregiver participation in job training”. Las variables son de distinto tipo así que era un desafío interesante. Además de los datos base de las olas iniciales, para entrenar sus algoritmos tenían acceso a la mitad de los datos de la ola de 15 años.

En general, los resultados no fueron muy buenos. La medida principal tiene valor 1 máximo y sin mínimo, pero con 0 indicando una predicción no mejor que simplemente asignar el promedio. Dicha medida alcanzó un 0,2 en los mejores casos (el resultado educacional, GPA, y dificultades materiales) y 0,05 -o sea, en realidad no mejor que asignar el promedio- en el resto. Los autores del artículo comentan, de hecho, que aunque los diversos equipos de investigadores usaron herramientas y algoritmos distintos, tendieron a predecir lo mismo, de forma tal que eran bastante buenos para predecir lo que otros equipos predecerían.

En Twitter, Nicholas A. Christakis comentó lo siguiente (link aquí):

La pregunta es, entonces, la siguiente: ¿Qué nos dice sobre el proyecto de las ciencias sociales estos resultados? ¿Es un resultado realmente perturbador?

Uno puede observar (y se hizo en la discusión en Twitter or Eric Hendriks) que en realidad el tema de las ciencias sociales no es la predicción de eventos individuales. Pero si las predicciones individuales son tan problemáticas bien se puede plantear que cualquier predicción agregada no tiene mayor sentido.

Cuando se revisa el estudio aparece un dato interesante. El artículo muestra los casos se pueden dividir en casos relativamente bien predichos y otros donde las predicciones tendieron a fracasar. Y ello tiene una estructura: Los casos bien predichos son casos cercanos a la media, los casos de difícil predicción son alejados a la media.

Y aquí volvemos entonces al carácter de la ciencia social. Si lo que se quiere es explicar tendencias en el agregado, y uno supondría que eso es el objetivo de una ciencia social, entonces ese tipo de resultados ya es informativo: puesto que ya sirve para establecer relaciones a ese nivel. Para lo que no sirve, claramente, es para predecir casos individuales, y en particular aquellos que se salen de la media, pero si los casos ‘promedio’ son bien predichos entonces sirven para los propósitos de la ciencia social.

Lo cual, por cierto, nos recuerda cuáles son los límites y características de las ciencias sociales. Ellas pueden (de hecho, así ha sucedido) establecer y comprender procesos y dinámicas, y determinar relaciones generales al nivel de los agregados sociales (‘en tales circunstancias es más probable que ocurra una revolución’ o ‘en general, tener tal nivel educacional está asociado a tales resultados’). Pero no para la predicción de resultados específicos, y menos individuales.

Más aún, diría que ello no es una ‘limitación’ o un ‘problema’ a resolver -eso proviene de características basales de lo que es la vida social. Es porque la vida social opera de la forma que lo hace que ocurre que su predecibilidad es siempre lejana. Y hay toda una ciencia social para comprender y dar cuenta de, precisamente, esa impredecibilidad.

Thaler y el Premio Nobel de Economía

El día de ayer, se otorgó el premio Nobel de Economía (en realidad, el premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas) a Richard Thaler. Buena parte de los comentarios se ha centrado en la importancia de la economía del comportamiento, tema al cual Thaler ha dedicado su investigación; y en que este campo, y Thaler en particular, ha mostrado que las personas son racionales, rompiendo con todo un importante dogma en la economía.

Me permitiré disentir de esa celebración. No en lo que se refiere a que se premie a la economía del comportamiento: Que la economía se dedique, como cualquier ciencia empírica, a analizar lo que las personas efectivamente hacen no puede ser más que celebrado. Pero es lo segundo, lo relativo a la racionalidad, lo que es incorrecto.

El  dogma más crucial de la economía no es tanto insistir en que las personas se comporten racionalmente, sino en la definición de lo que es comportamiento racional. Pensemos en todos las paradojas que son tan comunes en el rational choice -por ejemplo, el que las personas voten aun cuando racionalmente no debieran hacerlo (porque su voto no afecta el resultado). Todas esas paradojas lo son sólo desde la perspectiva de una forma bien concreta de pensar la racionalidad, no es que falten razones esgrimibles sobre el hecho de votar que vayan más allá del impacto en el resultado -pero es la economía la que decide que esas razones son irracionales. Lo mismo pasa con múltiples de las paradojas que describe la economía del comportamiento, como la famosa de Allais, en la cual las personas no se comportan de acuerdo a la utilidad esperada. Usemos la descripción de Wikipedia al respecto:

Primer experimento

  • Opción 1A: recibir 1 millón de dólares con probabilidad 100%.
  • Opción 1B: recibir 1 millón de dólares con probabilidad 89%, o 5 millones con probabilidad 10%, o nada con probabilidad 1%.

Segundo experimento

  • Opción 2A: recibir 1 millón de dólares con probabilidad 11%, o nada con probabilidad 89%.
  • Opción 2B: recibir 5 millones de dólares con probabilidad 10%, o nada con probabilidad 90%.

En varios estudios se halló que la mayoría de la gente elige las opciones 1A y 2B. Esto es inconsistente con la teoría de utilidad esperada, que indica que una persona debería elegir 1A y 2A, o bien 1B y 2B. Ello porque la teoría de la racionalidad dice que hay que descontar aquellas cosas que son iguales entre opciones -y tanto en la opción 1A y 1B hay un 89% de probabilidad de recibir 1 millón, por lo cual eso no cuenta; y tanto en la opción 2A como 2B hay un 89% de probabilidad de recibir nada, y ello no cuenta. Al descontar lo que la teoría dice que hay que descontar, entonces la opción 1A es igual a 2A (11% de probabilidad de recibir 1 millón) y la opción 1B es igual a 2B (recibir 5 millones con probabilidad 10% y nada con probabilidad 1%). Luego, si se elije A en una, se debiera elegir en ambas; si se elije B en una, se debiera elegir en ambas.

Pero, ¿por qué definir la racionalidad de acuerdo a esos principios? Siguiendo con el ejemplo de Allais,  él  mismo al diseñar esa paradoja lo hizo para mostrar que lo que era problemático era la concepción de racionalidad que estaba detrás de la racionalidad esperada. Allais estimaba que las elecciones de las personas eran perfectamente razonable (elegir 1A y 2B no es, en realidad, irracional). El lector puede pensar que elecciones le parecían razonable antes que se expusiera la descomposición y se planteara ese axioma de la racionalidad que pone la teoría de la utilidad esperada. Aceptar que la racionalidad puede ser algo diferente de lo que ellos pensaban que era, ha resultado difícil de aceptar para la economía. Al final, es la economía la que decide que es lo racional y que es lo irracional.

En otras palabras, la economía del comportamiento (con Thaler) comparte con la economía tradicional la misma concepción de lo qué es racional. Difieren en su visión de la empiria. Ahora bien, esto implica que ambos prefieren mantener la teoría de la racionalidad incólume, y unos niegan que la gente no se comporte así y otros dicen que las personas no se comportan racionalmente y que ello es, más bien, un problema con las personas (a las cuales se les podría llevar a que se comporten racionalmente, como dice la teoría que deben comportarse), pero ello jamás como un problema de la teoría que debiera cambiar la concepción sobre qué es la racionalidad. La razón es lo que los economistas dicen que es, no algo sobre lo cual se investiga.

No es tan ‘revolucionario’ entonces lo de la economía del comportamiento. Peor aún, se basa en la idea -que en realidad es bien peregrina- que son los economistas (u otros que también manejan esa racionalidad) quienes saben lo que es racional, y quienes juzgan al resto.  Que la racionalidad sea algo claro sobre la cual no existen debates es erróneo; que existan sus sacerdotes que deciden que es y que no es racional es algo impresentable.

En alabanza de los viejos arqueólogos imperialistas y colonialistas

Desde hace un buen tiempo las buenas conciencias críticas han descubierto que los arqueólogos que trabajaron durante el siglo XIX y principios del XX (y el argumento se puede expandir a tiempos más tempranos) eran parte de la operación imperial y colonial, al robar el pasado y el patrimonio a los pueblos que estudiaban. Y así se llevaban a sus museos lo que descubrían, y además interpretaban todo de acuerdo a sus ojos colonialistas que le quitaban valor a los grupos estudiados.

Y, claro está, dicho argumento es un sin sentido. Sucede que no sabríamos nada del pasado que esos estudios mostraron sin el trabajo de dichos arqueólogos imperialistas y colonialistas. Fueron ellos, no otros, los que descifraron escrituras perdidas que nos permitió recuperar toda una historia que nadie había conocido por milenios, y literaturas y visiones de mundo que ni siquiera se sabía que se habían perdido. Sin esos esfuerzos no hay conocimiento de Hammurabi, no hay conocimiento de Sumer, ni de los Hititas ni nada.

Y lo de sin los esfuerzos de esos arqueólogos nada se sabría no es ni retórica ni exageración. Porque era parte de la cultura colonizadora  del Occidente imperial (y si bien ello no es exclusivo de dicha cultura, tampoco es universal) el interés por conocer todos los pasados. Así enviaba una carta el alcalde de Kuyinyok a los colonialistas arqueólogos que excavaron Nínive:

¡Mi ilustre amigo y alegría de mi corazón!

Lo que me pide es tan difícil como inútil. Aun habiendo pasado toda mi vida en este trabajo, nunca he contado ni investigado el número de sus habitantes. Lo que uno carga en su mula o guarde en el fondo de su barca no es asunto mío. Pero, sobre todo, en lo que respecta a la historia de esta ciudad, sólo Dios sabe cuánto polvo y cuánta confusión han tragado los infieles antes del advenimiento de la espada del Islam. Sería pues, vano, que nosotros indagáramos sobre ello (usado como epígrafe en El Antiguo Oriente de Mario Liverani)

Si se permite el juicio externo, hay muchas cosas que admirar en la carta (desde el espléndido saludo inicial a la reticencia a extraer información de las personas, lo que en estos tiempos no está de más encomiar), pero claramente muestra que la mera idea de intentar comprender el pasado y participar de la investigación arqueológica es completamente extraña.

Como todo el mundo, como suelen las buenas conciencias recordar, es hijo de su época, por cierto que lo hicieron a la manera imperialista: O sea, usando las perspectivas y herramientas que tenían disponibles (y las que crearon a partir de ello) y llevándose todo el material. Aunque no estará de más recordar que las buenas conciencias críticas suelen decir que todas las perspectivas son equivalentes e iguales, así que tampoco queda claro a partir de qué critican a dichos estudiosos.

Por cierto las evaluaciones son, ¿es necesario recordarlo?, contextuales. Y la conducta elogiada de arqueólogos durante el período de marras no necesariamente sería merecedora de elogios ahora; pero el caso es que criticar operaciones que han permitido ampliar el conocimiento del mundo no me parece empresa muy digna.

Revisitando los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844

En la innumerable literatura sobre Marx la oposición entre los escritos de juventud y de madurez es conocida. Sin embargo, y en esto se puede seguir entre nosotros a Carlos Pérez, es posible plantear que, con toda la diferencia de énfasis y de desarrollos, hay una unidad relevante en los escritos.

Los Manuscritos de 1844 pueden ser de utilidad a este respecto. En particular si recordamos que lo de económicos no es casual, aunque no dejan muchas veces de pasarse por alto. Los manuscritos se inician con varias páginas dedicadas al análisis de la economía política de la época, y en ellos ya hay varias constantes del pensamiento de Marx: la radicalización de la idea que el trabajo es fuente de todo valor, la dinámica de monopolización, la reducción a sólo dos clases etc. Cierto es que eso representa solo algunas de las posiciones del Marx de madurez, pero ya están en ciernes en el texto. Y Marx discute sobre temas económicos en varias otras partes (el segundo manuscrito es, en buena parte, una discusión dela relación agricultura-industria; en el tercer manuscrito hay toda una discusión sobre la relación entre lujo y ahorro que resume y, supera, el muy posterior debate entre Sombart y Weber al respecto). Los Manuscritos no son sólo la sección sobre el Trabajo Enajenado.

Del mismo modo, para poder entender el conjunto filosófico de los Manuscritos también tiene sentido observar el resto del texto. Y en ese sentido hay varios elementos que resultan de interés (o más preciso: me son de interés para las cosas que deseo investigar o analizar). Y las posiciones que Marx adopta en ellos son también elementos que uno puede plantear siguen existiendo y operando en escritos posteriores.

La relación hombre-naturaleza en los Manuscritos.

Entre las innumerables cosas que el comunismo es en los Manuscritos es la verdadera solución al conflicto hombre-naturaleza dado que es ‘como completo naturalismo=humanismo, como completo humanismo=naturalismo’ (Tercer Manuscrito, III, 171) (*). Veamos más en detalle cómo Marx piensa esa relación. Un punto de partida es una observación en el Primer Manuscrito, en la sección del Trabajo Enajenado:

Que la vida física y espiritual del hombre está ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza (Primer Manuscrito, XXIV, 141)

Las observaciones sobre la naturaleza como el cuerpo inorgánico del hombre, en esa misma sección; y las observaciones, en la crítica de la filosofía de Hegel en el tercer manuscrito, sobre que como un ser corpóreo y sensible el ser humano ha de exteriorizar su vida (ver Tercer Manuscrito, XXVI, 238), van en la misma dirección: En lo relativo a la unidad entre ser humano y naturaleza.

Sin embargo, en la conceptualización de dicha unidad aparecen dificultades. Y es en el análisis que Marx sobre los fisiocrátas, y de cómo Smith y la Economía Política Clásica los superan que ellos aparecen con más fuerza. La siguiente cita puede ser útil como punto de partida:

El objeto de la riqueza, su materia, ha recibido pues al mismo tiempo, la mayor generalidad dentro de los límites de la naturaleza en la medida en que, como naturaleza, es también inmediatamente riqueza objetiva. Y la tierra solamente es para el hombre mediante el trabajo, mediante la agricultura. La esencia subjetiva de la riqueza se traslada, por tanto al trabajo.  Al mismo tiempo, no obstante, la agricultura es el único trabajo productivo. Todavía el trabajo no es entendido en su generalidad y abstracción; está ligado aún como a su materia, a un elemento natural especial, sólo es conocido todavía en una especial forma de existencia naturalmente determinada (Tercer Manuscrito, II, 166-167)

Los fisiocrátas, de acuerdo a Marx, habían iniciado el descubrimiento de la importancia del trabajo pero no habían completado el movimiento: No habían descubierto todavía que es el trabajo en general el que es productivo, eso tendría que esperar a Adam Smith. Pero pensar el trabajo de forma abstracta y general es, al mismo tiempo, separarlo de la naturaleza. En última instancia, el trabajo es en Marx trabajo humano. En concreto, el trabajo general y abstracto, los animales producen pero lo hacen de manera particular, sólo para su especie; cf Primer Manuscrito, XXIV, 143). Y luego, sigue existiendo diferencia entre seres humanos y naturaleza, o para ser más precisos: es sólo desde la humanidad que se produce la unidad.

Ahora, en relación a la situación de la agricultura puede ser de interés aquí una observación que hace Adam Smith (y que ya habíamos comentado en el post sobre la teoría del valor-trabajo en ese autor): Que en ella la naturaleza realiza trabajo por su propia cuenta (i.e el crecimiento de la planta a partir del suelo y del sol, la polinización etc,.), que puede ser usado por los seres humanos, pero que es productivo en sí mismo (y que para los seres humanos también genera valor del mismo modo que el trabajo humano, y en ese sentido también es trabajo general). Luego, si uno quisiera pensar de verdad la unidad de seres humanos y naturaleza quizás, en primer lugar, habría que ampliar las categorías pensadas sólo para la humanidad a en general la naturaleza.

El Comunismo en los Manuscritos y de las predicciones de Marx.

Los Manuscritos son algunos de los textos donde Marx es más lírico en relación al comunismo y a lo que él significa. Pero no es puro lirismo y algunas observaciones no dejan de ser bastante prescientes (lo que no deja de ser relevante dado lo común que es criticar las predicciones de Marx). En el texto Marx distingue varias formas de comunismo y en relación a la primera de ellas anota:

de una parte, el dominio de la propiedad material es tan grade frente a él [el comunismo], que él quiere aniquilar todo lo que no es susceptible de ser poseído por todos como propiedad privada; quiere prescindir de forma violenta del talento etc. La posesión física inmediata representa para él la finalidad única de la vida y de la existencia, el destino del obrero no es superado, sino extendido a todos los hombres (Tercer Manuscrito, III, 170)

Este comunismo, al negar por completo la personalidad del hombre es justamente la expresión lógica de la propiedad privada, que es esta negación. La envidia general y constituida en poder no es sino la forma escondida en que la codicia se establece y simplemente,  se satisface de otra manera (Tercer Manuscrito, III, 171)

Uno bien podría plantear que en esas líneas está anticipada buena parte de la crítica a los socialismos reales: que efectivamente ellos no fueron más que una expresión de negación de la personalidad, y que no pretendieron más que extender el destino del obrero a todas las personas. Lo que no se dio es la superación de esa forma en las más profundas, sobre lo cual uno bien podría recordar la consabida observación que Marx nunca se dedicó a analizar las transiciones.

El rechazo a discutir esas transiciones se debe a una posición consistente de Marx que dedicarse a ello es precisamente el utopismo (i.e a describir como se pasaría de A a B, eso es algo que el desarrollo histórico se ocupa). Y eso es algo constante en Marx y también aparece en los Manuscritos (Tercer Manuscrito, V, 174). Las declaraciones sobre qué sería el comunismo puro suelen ser, al mismo tiempo, profundamente abstractas (por ejemplo, las discusiones sobre los sentidos, Tercer Manuscrito, VII, 180), pero es precisamente -en parte- para salvaguardar la diferencia (para no establecer en que consistiría una sociedad distinta cuando no se está en ella). Hay una excepción en todo caso, donde aparece una descripción algo más concreta, de en qué podría consistir esta sociedad:

Cuando los obreros comunistas se asocian, su finalidad es inicialmente la doctrina, la propaganda etc. Pero al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la necesidad de la sociedad, y lo que parecía medio se ha convertido en fin. Se puede contemplar este movimiento práctico en sus más brillantes resultados cuando se ven reunidos a los obreros socialistas franceses. No necesitan ya medios de unión o pretextos de reunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La sociedad, la asociación, la charla, que a su vez tiene la sociedad como fin, les bastan. Entre ellos la fraternidad de los hombres no es una frase, es una verdad, y la nobleza del hombre brilla en los rostros endurecidos por el trabajo (Tercer Manuscrito, XIX, 200-201)

El final del párrafo es una de las frases más hermosas en un texto donde ellas no faltan. Y nos muestra algo con cierta claridad: Al final el sueño es el mismo de siempre, el de la convivencia y la socialidad por sí mismas, la apertura al encuentro con los otros. Y eso es algo que, en última instancia, aunque limitado y dominado, ya existe en el mundo actual (es de hecho algo que entre nosotros enfatizaba Gabriel Salazar en la Introducción de Labradores, peones y proletarios). La idea de una sociedad en que efectivamente las relaciones entre las personas sean efectivamente relaciones entre personas (tratar a  las personas como fines no como medios al decir kantiano) es una idea de eterno atractivo, y su presencia en los Manuscritos explica, en buena parte, la reacción positiva que tiende a despertar en sus lectores.

 

(*) Cito de acuerdo a la Edición de Alianza, traducción de Francisco Rubio Llorente. Los números romanos corresponden a las páginas del manuscrito original, y los arábigos a la página de la edición usada.

 

Sobre la transdisciplina en Ciencias Sociales

En el Doctorado de Ciencias Sociales a fin de mes se realizará un seminario interno sobre el tema de la interdisciplina, transdisciplina y similares. No estará de más hacer algunos comentarios al respecto.

Lo primero es en torno a qué se puede pensar como transdisciplinar. A este respecto creo relevante distinguir lo que es imperialismo disciplinar de la transdisciplina. En ambas circunstancias podemos decir que no existe reconocimiento de fronteras disciplinarias y hay la idea que una sola disciplina o proyecto intelectual puede ocupar todo el campo de las ciencias sociales. En otras palabras, en ambos caso se investiga cualquier ámbito de la vida social sin mayor preocupación por las fronteras disciplinares.

Pero en realidad la transdisciplina debiera ser algo distinto. Debiera implicar al menos una condición de confluencia o diálogo entre las diversas tradiciones que existen al interior de las Ciencias Sociales. En el caso del imperialismo disciplinar hay unidad en los temas pero claramente resulta posible identificar desde donde se está hablando -se usan las referencias bibliográficas y las tradiciones de una disciplina. Ocupar una perspectiva esencialmente sociológica o económica no constituye transdisciplina; sino esta existe sólo en tanto se usan las distintas perspectivas -sin preocupación por de qué disciplina provienen.

En torno a la transdisciplina el Seminario hace varias preguntas, que esbozaremos algunas respuestas a continuación. En cada caso se intentará responder desde la práctica de investigación real en ciencias sociales, en el entendido que incluso para la tarea crítica resulta un momento indispensable partir de dicha práctica.

¿Hasta dónde alcanza, como en las ciencias naturales, la separación en disciplinas sociales autónomas?

En la práctica real de las ciencias sociales la separación uno podría decir es incluso mayor diría a las ciencias naturales (donde, por ejemplo, la química está profundamente enraizada en la física; y al menos parte de la biología están altamente asociadas a la química). Pero en ciencias sociales, un economista bien puede dedicarse a trabajar temas que también trabajan sociólogos u antropólogos u otros cientistas sociales sin una revisión siquiera somera de la literatura al respecto. Y lo mismo sucede en las otras ciencias.

Esto a pesar que temáticamente la separación no es demasiado amplia: la mayor parte de los temas concretos de investigación de hecho son tomados por casi todas las disciplinas de las ciencias sociales. Pero al mismo tiempo se mantiene la separación de las tradiciones disciplinares.

Frente a ello uno podría declarar que, como por ejemplo lo defiende Wallerstein, que hay que reemplazar todas las disciplinas por una sola: unas ciencias sociales históricas en su caso. Y al existir una tradición conjunta no se produciría esa separación de varios investigadores trabajando un tema sin comunicación. Ahora, el caso es que dados sus recursos institucionales (y con los respectivos defensores de las barreras) es difícil que las barreras puedan disolverse. Pero si creemos que al menos la disminución de las barreras disciplinares es una ayuda relevante para el conocimiento de la vida social; entonces al menos el dictamen de demandar el conocimiento de las distintas tradiciones disciplinarias y hacerlas discutir en la investigación concreta es, aun siendo muy menor, un remedio mínimo para dicha situación.

¿Existen distintos métodos entre la antropología, la psicología, la sociología, la ciencia política, la economía, la geografía y las relaciones internacionales?

Si nuevamente partimos de lo que sucede en la práctica de investigación existente, entonces claramente los métodos son distintos: los antropólogos no investigan como lo hacen los economistas, y la forma de investigación de un sociólogo difiere de la del cientista político. Estas  diferencias no sólo son al nivel de, por decirlo de algún modo, los paradigmas de investigación (que difícilmente una revista de economía publicaría un paper etnográfico por ejemplo), sino a las operaciones específicas. Pocas disciplinas comparten la concentración en métodos comparados de la ciencia política, y si bien tanto sociólogos como antropólogos usan métodos cualitativos, pocos sociólogos se dedican a la etnografía.

Al mismo tiempo. dado que todo tema es tratado por cualquier ciencia social, en general a todo tema se ha aplicado cualquiera de los métodos desarrollados en estas disciplinas. Por decirlo de alguna forma, todo se puede estudiar con cualquier método. Por lo tanto la práctica nos dice que hay métodos distintos entre economía y sociología, pero que cualquier método puede usarse en un ámbito específico.

¿Qué implica lo anterior para una perspectiva que se pretenda transdisciplinar? Implica que las ciencias sociales son inherentemente pluralistas en lo que se refiere a métodos y aproximaciones. Pase lo que pase en las discusiones metodológicas, el caso es que siempre existirán diversas formas de estudiar cualquier tema. Ahora, de eso uno podría sacar como conclusión que sí toda técnica sirve para analizar cualquier ámbito entonces las técnicas son equivalentes, i.e no hay razón intrínseca para usar una u la otra. Pero eso sería una lectura insuficiente. Porque de su universal aplicabilidad no se sigue que no aborden o alumbren aspectos distintos de cada ámbito. Por ejemplo, no se investiga lo mismo si analizando el mismo tema se hacen grupos de discusión o etnografía.

Por lo tanto resulta necesario, que cada investigador salga de su zona de comodidad y explorar las prácticas de investigación de otras disciplinas. En otras palabras, dado que siempre para todo tema que desee estudiar hay otras formas de hacer el estudio distintas de las que indica su propia disciplina, y como esos modos y técnicas permiten iluminar aspectos diferentes de los que está habituado, entonces al menos revisar esas otra formas resulta ineludible.

¿Qué no es trandisciplinar en la investigación en ciencias sociales?

Usando la distinción que hemos mencionado al inicio, en general la investigación en ciencias sociales no es transdisciplinar porque un investigador de la disciplina X si bien puede investigar prácticamente cualquier ámbito lo hace fundamentalmente usando las aproximaciones de su propia disciplina.

Ahora ¿qué procesos llevan a esta situación? Se puede pensar que la respuesta está en la especialización. Pero la especialización como tal no es impedimento para la transdisciplina: dos sub-disciplinas muy especializadas pueden conectarse a su vez. La especialización, precisamente al limitar la cantidad de investigaciones a revisar, se puede plantear que permitiría de hecho mayor conexión a ese nivel. Por cierto que si la especialización fuera per se enemiga de la transdisciplina no habría forma de lograr transdisciplina dado que la especialización es una tendencia relativamente ineludible –la simple cantidad de investigación realizada la vuelve relativamente indispensable. De hecho las ciencias naturales tienen más conexiones disciplinares, y ahí la especialización es mucho mayor, por lo que es poco probable que allí encontremos la respuesta.

El contraste entre ciencias sociales y ciencias naturales nos puede dar una pista al respecto: La distinta situación que ocupan las ciencias sociales dentro de las ciencias: una en que perpetuamente tienen que estar defendiendo y legitimándose, no disfrutando de la posición de ciencia establecida de las ciencias naturales. La situación de la biología, debido a la evolución, y de las ciencias de la tierra, debido al cambio climático, es algo diferente; pero en ambos casos los ataques provienen desde fuera de las ciencias –amenazas muy graves en términos prácticos pero no tanto en términos conceptuales; mientras que las ciencias sociales su estatus como ciencias es algo perpetuamente en discusión. Luego, en disciplinas bajo discusión la defensa de su carácter como disciplina (mostrando la necesidad/superioridad de su perspectiva) es parte de sus operaciones. Y ello no representa el mejor de los escenarios para desarrollar un espacio para una reducción de las barreras disciplinares.

Si se observa lo que sucede en la historia puede encontrar una situación que fortalece esta idea. Porque nos encontramos entonces ante una disciplina que, con todo lo periférica que se puede decir, no tiene el problema de justificar su existencia como tal; y que al mismo tiempo ha tenido una fuerte apertura ante otras disciplinas (aunque esto siempre ha generado discusiones, en última instancia la historia ha estado incorporando conceptos, teorías y métodos cuando ha resultado útil de cualquier disciplina de las ciencias sociales a partir del siglo XX). El hecho que esa incorporación no amenace a la disciplina como tal permite entonces a la historia ser, finalmente, lo más cercano a la transdisciplina que existe efectivamente en las ciencias sociales.

¿Cómo ha de articularse la formación disciplinar, necesaria, y la práctica transdisciplinar?

La formación de pregrado es disciplinar, y más allá de si es necesario que lo sea, podemos darlo como un hecho de la causa: Esa formación seguirá siendo disciplinar. Incluso si se diseñaran programas transdisciplinares lo más probable es que sencillamente se sumaran al conjunto como otra disciplina. ¿Cómo se pasa de una formación disciplinar a una práctica que quiebre con las barreras disciplinarias?

(1)    Que el paso mínimo es que toda investigación ha de conocer las diversas herramientas que el conjunto de las ciencias sociales pone a disposición en el ámbito a investigar (incluyendo tanto herramientas conceptuales, metodológicas y de resultados de investigación). Pero en este paso la concepción de la pregunta de investigación sigue siendo disciplinar. En otras palabras, es desde una disciplina que se concibe el estudio y luego se procede a observar el conjunto de las ciencias sociales.

(2)    Que un paso ulterior es que la concepción de la investigación se hace desde una discusión con las distintas tradiciones existentes sobre el ámbito a investigar, sin distinción de disciplinas al respecto.

Insistir en la práctica disciplinar en la realización de ese primer paso mínimo ya representa una forma de articulación. En la medida que además en la práctica se demande el contacto y conocimiento con otras disciplinas se puede avanzar en el paso siguiente -que deja más cerca de una situación transdisciplinar.

En general, más allá de si el llamado a una transdisciplina tiene sentido o no, la idea de salir de la propia disciplina hacia otras perspectivas siempre tiene sentido; y buscar formas de instalarlo en las propias prácticas resulta necesario.