Para analizar la idea de consumismo hay que distinguir dos elementos.
El primero es el consumismo como idea que existe en la sociedad. La crítica al consumismo no es una crítica de sujetos externos (o perífericos) de la sociedad, digamos una crítica de ‘intelectuales’. Es una crítica que la propia sociedad se hace a sí misma. Tanto en el sentido que unos grupos ven el consumo de otros y lo critican como consumista (el sentido común de la clase media al referirse a sectores populares por ejemplo), pero -más interesante- es una crítica que las personas pueden (y de hecho creo que hacen) critican sus propias conductas (‘he caido en el consumismo’). En cualquier caso, la tarea del analista en relación a esta parte de la idea de consumismo es examinar las causas que hacen que ciertos grupos tengan esas percepciones, ver que consecuencias tienen, examinar en detalla que quiere significar y a que se asocia esta idea etc. Digamos, reconocer que el consumismo es parte del sistema de significados que usa la sociedad chilena y hacer un análisis de ello. Lo que hay que tener en cuenta es que esta forma de analizar el consumismo no está analizando las prácticas de consumo, está analizando las percepciones sobre ella.
Pero la mayor parte de quienes están interesados en el consumismo no están interesados en analizar los significados sociales de la noción, como usarlos como lo usan los actores -para criticar y denominar a las prácticas de consumo de la sociedad.
La segunda noción entonces, es el consumismo como descripción de las prácticas sociales de consumo. Esta es una noción que, por definición, tiene ribetes críticos y, de hecho, morales. Ahora, los sociólogos, como cualquier ciudadano, tienen plena libertad para tomar cualquier posición sobre la sociedad, el hecho es que cuando lo hacen están actuando como ciudadanos. Cómo sociólogos, pueden aportar a su posición aportando información, refutando críticas, aclarando puntos, pero su posición no se deriva del análisis sociológico.
El problema no es, por lo tanto, el hecho que se usa la noción críticamente, sino que -muchas veces- en el apuro de la crítica no se realizan las tareas analíticas que sí son propias de un sociólogo (y que, si se realizan bien, pueden ser un aporte más interesante para la propia posición)
Al fin y al cabo, decir que tal persona o grupo están siendo consumistas, ¿qué quiere decir? Muchas cosas y veamos cada una de ellas a continuación.
En un primer nivel, que están realizando consumos que no nos gustan, o que reflejan prioridades que no nos parecen, o se consumen cosas ‘superfluas’ en vez de ‘necesarias’. Ahora, antes de realizar esos juicios, hay que tener cuidado, porque lo que se define como superfluo o como necesario es socialmente determinado, no proviene de ninguna necesidad. En el curso que realizo sobre consumo, hay varios alumnos que -por ejemplo- declaran consumista el que las personas de menores ingresos gasten más en vestimente que en salud, indicando que vestirse no es tan básico como salud (aunque de hecho, es posible vivir sin gastar en salud pero no sin gastar en vestuario, y esos sectores tienen su gasto en salud subsidiado). U otros que declararon, tan campantes, que su gasto en transporte era muy alto y era muestra de consumismo (aunque el gasto en transporte colectivo es una necesidad para quienes trabajan). Y así. Es muy fácil aplicar la propia idea de lo que es sensato consumir y que prioridades se debieran tener.
Más aún, en realidad la noción proviene de un elemento social que resulta clave: Siempre tenemos una noción de lo que es ‘consumo normal’, un nivel dado de consumo que permite tener una vida ‘digna’ (o con el cual se puede ser feliz o lo que sea). Y consumista es todo consumo que se eleva por sobre ese nivel, porque no nos parece necesario -al fin y al cabo, antes no lo teníamos y no era tan terrible. Y así ha sido en toda ocasión en que el consumo ha aumentado, el que los trabajadores ingleses compraran relojes o más camisas era muestra de su consumismo para sus críticos en el siglo XVIII.
Ahora, en una sociedad que continuamente aumenta cambia, nos va a parecer consumista siempre, porque siempre se está quebrando el nivel que se pensaba como normal. Uno puede plantear que lo consumista es lo del aumento continuo (¿porque tener más consumo, porque siempre tener más consumo?), pero, claro está, el nivel que nos parece ‘normal’ ahora -y que sería muestra de privaciones si no se tiene- era el nivel consumista de hace 50 o 100 años. Lo que es ‘esencial’ ahora, no lo era antes; lo que nos parece ‘superfluo’ ahora, será esencial en el futuro.
Hay otra forma de hablar de consumismo que resulta analíticamente más interesante. Uno puede plantear consumista es un nivel de consumo tal que no es puede ser estable, y en ese sentido es un consumo ‘irracional’. No es el hecho que las personas consuman más lo que las transforma en consumista, sino el hecho que al hacerlo se endeudan y obtienen niveles de endeudamiento que los llevan a la quiebra en el futuro. Y eso parece inmediatamente irracional.
Lo primero que hay que notar es que comprar cosas por endeudamiento en sí implica irracionalidad. Al fin y al cabo, uno puede esperar a ahorrar para comprar X o comprar endeudandose X -con un mayor costo. Por otro lado, la compra a crédito tiene la ventaja de tener el producto ahora (ese mayor costo es el ‘valor’ de tener ese producto antes, por todo el tiempo que no se tendría si uno esperar a ahorrar). Lo que lo transformaría en irracional sería el no poder mantener ese ritmo de gasto.
Por lo tanto, el elemento crítico es la estabilidad. Porque un patrón cíclico que se repite es estable (un ciclo de alto consumo y endeudamiento que lleva posteriormente a un quiebre, y una vez que uno sale de ese quiebre vuelve a repetirlo). Y la preferencia por un ciclo parejo -que elimine los ciclos- es una preferencia, pero bien uno puede tener la otra. De hecho, pensemos que los campesinos medievales consumían de acuerdo a ese patrón cíclico (bajo consumo todo el año, pero en Carnaval, en la ‘fiesta’, alto consumo), y hay varias razones que vuelven ese cíclo razonable: Era la única forma, dadas las limitaciones generales, de -al menos- en algún momento salir de la simple reproducción y disfrutar algo. En sí, el estar dispuesto a un patrón cíclico que se repite no implica irracionalidad per se.
Pero, ¿y cuando el patrón cíclico no se puede repetir? En otras palabras, si no se puede volver de la ‘quiebra’. Una cosa es pensar que un ciclo que se repite es estable, pero si no se repite no hay estabilidad posible. Y aquí podríamos llegar a la siguiente noción analítica de consumismo: Un nivel de consumo tal que vuelve altamente probable una crisis de la cual no es posible recuperarse.
Aquí ya no estamos hablando de niveles de consumo ‘mayores de lo que se debieran, de consumos ‘superfluos’ -que son todos ellos juicios válidos, pero que no son juicios de análisis-. Con respecto a esas percepciones, lo que es interesante es explorar lo que indican sobre la cultura económica de los chilenos, en otras palabras son afirmaciones que debieran ser objeto de estudio.
Pero me imagino que la crítica del consumismo está demasiado enraizada, es una parte demasiado clara de nuestro sentido común, para que estas reflexiones afecten en algo, siquiera, la forma en que los sociólogos hablan del tema.