Una parte no menor del feminismo contemporáneo se presenta a sí mismo como crítica del capitalismo (derrotar al patriarcado es parte del mismo movimiento que lleva a derrotar al capitalismo). El argumento de esta entrada defenderá que una parte no menor de argumentos bien amplios al interior del feminismo no sólo son perfectamente compatibles con el capitalismo, sino que -de hecho- son una extensión de su lógica. Y así, y con eso vamos a nuestro hegeliano título, la razón capitalista triunfa a través de sus detractores.
Un argumento bastante extendido, y creo que lo es en particular entre quienes se definen criticando al capitalismo, es la idea de la invisibilización del trabajo doméstico. El capitalismo que sólo entendería aquello que se intercambia en el mercado no podría darle valor al trabajo doméstico, y más aún se basaría en ese volver invisible: Sólo oscureciendo el trabajo de reproducción es posible tener un trabajo de producción disponible para la producción capitalista.
Ahora bien, ¿qué forma se escoge para visibilizar el trabajo doméstico? Darle un valor de mercado. En otras palabras, se sigue operando bajo la idea que sólo a través del intercambio en el mercado, del precio que adquiere un bien o servicio, que algo adquiere valor. Más aún, la operación hace como si nada cambiara (aparte de hacer visible) en una actividad por el hecho de convertirse en algo que se intercambia, que uno diría es una de las bases de la producción capitalista. Y algo que, en este caso en particular, bien se podría dudar (¿es lo mismo cocinar que comprar comida hecha?, ¿la única diferencia es que en un caso no se paga y en el otro sí?).
De más está decir que es factualmente incorrecto la idea que la producción capitalista requiere de invisibilizar el trabajo doméstico. El capitalismo puede funcionar perfectamente con la idea de convertir en intercambio mercantil todas las operaciones del trabajo doméstico (en otras palabras, no cocine, compre comida; no limpie su casa, compre los servicios de limpieza). Históricamente, la configuración del hogar donde el hombre trabaja remuneradamente y la mujer es dueña de casa es algo relativamente tardío, y en particular de clases medias (ver De Vries, The Industrious Revolution).
El tema del aborto es otro donde los argumentos feministas estándar son perfectamente compatibles con el capitalismo. El argumento basal es la autonomía corporal, la idea que cada quien es dueño de su propio cuerpo, y un cuerpo que se entiende de forma separada del resto.
Y aquí uno encuentra que la idea basal que las personas son dueñas de su cuerpo es un argumento basal del capitalismo inicial. Décadas atrás, MacPherson escribió un bonito libro llamado The Political Theory of Possessive Individualism, que rastreaba entre Locke, Hobbes y otros el nacimiento de la idea que un individuo se posee a sí mismo -de hecho, en Locke es el origen de cualquier idea de propiedad. Y nuevamente, estamos ante una idea que tiene sus límites. Por un lado, bien se puede decir que uno no tiene un cuerpo, se es un cuerpo; pero el problema más crucial es precisamente el de la separación. La idea de cuerpos individuales separados encuentra justo su límite en los procesos reproductivos de la especie, donde claramente nos encontramos con una configuración que es la menos conducente a esa idea. Y un argumento de este tipo obliga a saltos conceptuales en los cuales un ser pasa de ser cosa a ser persona por el simple hecho de nacer (aun cuando en sus capacidades es relativamente similar al que era antes de nacer). Para evitar malentendidos, aunque estoy seguro, que se producirán igual: De lo anterior no se sigue nada en relación con el aborto. Son posibles muchos otros argumentos para defenderlo (u atacarlo), el caso es mostrar que ese tipo de argumento es inherente a una concepción del ser humano que es perfectamente adaptada a la lógica del capitalismo.
Un tercer caso, y con esto concluimos la entrada, es más general. Es la defensa de una idea de autonomía que se basa en la plena no dependencia de otros. Es también un argumento que aparece en varios lugares que una de las trabas con las cuales se disminuye el valor de las mujeres es la idea que ellas necesitan de otros, mientras que los hombres -libres- se bastan a sí mismos. La liberación consistiría, entonces, en emular esa falta de dependencia.
De más está decir que ese es precisamente el modo básico en que la razón capitalista opera. La forma en que el feminismo se relaciona con el hogar doméstico en particular es una muestra de su alta compatibilidad con el individualismo capitalista. Recordemos que el hogar es uno de los pocos espacios no mercantilizados internamente en las sociedades modernas, de hecho en más de un sentido es una forma de capitalismo real (digamos, no hay intercambio para obtener los servicios que se producen en el hogar, en el caso más concreto, la comida está disponible para todos). La lógica de operación de un hogar puede ser, usualmente es, jerárquica pero claramente no es individual. Y sin embargo, una de las lógicas del feminismo, al traer las prácticas de negociación, de equivalencia de prestaciones, requiere incorporar las lógicas del capitalismo. Ya decía Aristóteles (es una de las frases famosas de la Ética a Nicómaco) que cuando hay amistad no hay necesidad de justicia (1155a): En última instancia, no hay preocupación por la equivalencia, porque -entre otras cosas- deja de importar lo distinción de lo propio y lo ajeno. Transformar el ámbito de lo íntimo en el ámbito del contrato, y con ello extender la lógica del capitalismo, es parte de algunos argumentos relativamente amplios al interior del feminismo.
De más está decir, antes de concluir, que ninguno de estos argumentos es universal al interior de algo tan variado como el feminismo. Sin embargo, son relativamente extendidos. y no es tan raro encontrarlos entre personas que, de otro modo, se piensan anti-capitalistas.
En cualquier caso, el hecho que el capitalismo aproveche de quienes se manifiestan en posición crítica no deja de ser una muestra más de la fuerza que tienen los mecanismos del capitalismo.