Por esas cosas de la vida estaba leyendo, al mismo tiempo, textos de Bourdieu y de Luhmann y apareció de nuevo una vieja impresión que tengo con ambos autores: El continuo uso de lo que se puede denominar terrorismo intelectual como argumenta. Ambos suelen simplemente declarar, para decirlo en palabras sencillas, la idiotez de ciertas posiciones de forma de eliminar la posibilidad de posicionarse ahí (porque ubicarse en ellas automáticamente implicaría defender una posición absurda).
La cita de Luhmann que me recordó este rasgo fue la siguiente:
Comparado con la intensidad en la que aquí se viven y representan esperanza y necesidad, vanguardismo y supervivencia y comparando también con la forma en que la sociedad moderna trata de autodescribirse en en ese ámbito, la sociología ha hecho poca cosa. Los clichés -no se puede hablar de conceptos- que produce tienen todos los rasgos de una forzada unilateralidad. Piénsese tan sólo en sociedad del riesgo o sociedad de la información. Falta -abstracción hecha de viejos temas como diferenciación y complejidad- una idea de los caracteres estructurales que distingan a la sociedad moderna -y a largo plazo y no sólo para el momento- frente a formaciones sociales anteriores (La Modernidad de la sociedad moderna, p. 18 en Observaciones de la modernidad, original 1992)
En el caso de Bourdieu es una larga exposición en su Sociologie Générale vol I (clases en el Collège de France entre 1981 y 1983) sobre lo que denomina el ‘efecto Montesquieu’, nombrado a partir del caso de la teoría del clima que usa Montesquieu para explicar diferencias sociales entre el ‘Norte’ y el ‘Sur’:
Pour arriver à faire croire à sa scientificité, Montesquieu avait élaboré toute une réthorique. Il avait fait des expériences, il avait mis una langue de bœuf au froid et avait vu ques les fibres étaient plus resserrées, d’où il tirait des conclusions sur les gens du Nord, il citait un médecin anglais… Bref, il avait mobilisé tout un appareil \ (au sens de Pascal) scientifique pour faire croire qu’il était capable de prouver ce qu’il avançait (Clase 23 noviembre de 1982, p. 418-9)
Y finaliza de esta manera:
Le paradigme de cette fausse science, de cette mythologie scientificisée que j’ai trouvée chez Montesquieu, pourrait être la graphologie ou la physiognomonie (Clase 23 noviembre de 1982, p. 420)
Las citas, entonces, muestran el mismo tipo de retórica: Los que postulan otras cosas son claramente inferiores y no merecen siquiera el gesto de un argumento retrucador. Es obviamente equivocado. Ello busca generar en el lector una anulación de toma postura crítica: Defender lo que es trivial (‘que ni siquiera alcanza el nivel de concepto’) deja a quien lo postula de inmediato, por el mero hecho de hacerlo, fuera del nivel intelectual para participar de la discusión. Si al lector le baja el temor (el temor de quedar marcado de manera evidente como un idiota) entonces se ha logrado lo que el argumento quería buscar.
El tema no es la postura defendida, ni siquiera la denostación bien basal que se realiza (bien puede ser que la sociología haya hecho poca cosa y que la teoría de Montesquieu del clima merezca el calificativo de errónea). La corrección de la posición no está en discusión aquí. Lo que queremos marcar es el gesto argumentativo que propele a devaluar una posición y anular el intento de defenderla.
Y en ambos casos eso no se sostiene más que en el gesto desdeñoso del autor. ¿A propósito de qué la idea de la sociología del riesgo no merece siquiera el nombre de concepto? ¿A propósito de qué el ‘aparato’ usado por Montesquieu -a mediados del siglo XVIII- merece ser tratado como seudo-científico, como mera pretensión? (uno puede recordar la aproximación bien distinta usada por Durkheim en El Suicidio, en el cual siendo igual de crítico de la idea, lo que hace es proceder a su demolición sistemática, porque al fin el que la idea fuera equivocada no era algo evidente).
La estrategia descrita se usa porque es efectiva. Al fin, y usemos términos del propio Bourdieu, son formas de violencia simbólica en el cual se usa el propio capital simbólico en el campo (en este caso, de la sociología) para imponerse y para devaluar a los otros. El gesto dominante y dominador (casi aristocrático) de mirar en menos a los adversarios, de hacerlos ver como que ni siquiera valga la pena tomarlos en cuenta, es una forma de reproducir y acrecentar el propio capital cultural.
Realizar esos intentos de promover la propia posición no son el problema -uno cree en lo que cree se supone-, pero la estrategia del terrorismo intelectual no debiera ser aceptable. Y uno como lector debiera estar atento con su aparición.