El bueno, el malo y Tironi

Un par de columnas recientes de Eugenio Tironi, la primera intitulada Bueno y la segunda Malo, han generado alguna polémica. O al menos lo han hecho en la lista Chilesoc, a la que dichas columnas sacaron de su letargo habitual.

En varias ocasiones en este blog he realizado varias críticas a escritos de Tironi, y en general la forma en que realiza sociología no es de mi agrado -siempre cayendo en la tentación de transformar cualquier coyuntura en la vida social en una gran transformación, y en repetidas ocasiones no observando más allá del nivel de la conversación de café. Pero en este caso en particular sigo sin entender la crítica.

Desde mi punto de vista las afirmaciones básicas que plantea Tironi en sus columnas son trivialmente ciertas. Se las puede criticar desde múltiples puntos de vista (que son parciales, que esconden más de lo que iluminan, que el tono y lugar de observación son inaceptables), pero no se puede decir que son falsas. Es trivialmente cierto que en los últimos decenios ha aumentado el estándar de consumo de forma tal que una proporción importante de la población puede hacer cosas (como vacacionar a lo largo del país) que antes no podía. Es trivialmente cierto que esa transformación no es mirada positivamente por quienes ya accedían a ello. De hecho, creo que son tan triviales que nadie se refirió a ellas en mayor profundidad.

La crítica, entiendo, prefirió dedicarse a otras cosas. Entiendo que molestó el tono, que molestó que se hablará en primera persona plural (que Tironi se identificara con quienes se molestaban con ello), que molestó los descriptores que usó para referirse a las mayorías (clasistas y racistas), se criticó que dijera como descubrimiento lo que es sabido (aumento de consumo). Ahora bien, por ejemplo, en un país reputadamente clasista y racista, no deja de ser cierto que ese tipo de descriptores son usados y, luego, reales: Quienes no tienen las características físicas que el prejuicio nos dice tienen las clases altas efectivamente sufren de discriminación, y quien no hiciera constar ello al describir nuestra vida social pecaría de engaño. Lo referente a qué sólo ahora descubriera ese aumento de consumo no deja de representar un olvido, dado que este es un motivo que Tironi viene usando desde un buen tiempo (al menos desde la Irrupción de las Masas que es de 1999, y que de hecho recoge columnas publicadas en Qué Pasa, y luego corresponden a una visión ya establecida a mediados de los ’90). En algún sentido, más bien se podría decir que quedarse para interpretar al Chile de la actualidad basados solamente en una intuición del Chile de hace de más de dos décadas resulta parcial. Pero ya dijimos que ese tipo de críticas, las que reconocen la verdad trivial de los asertos para criticarlos en su parcialidad, no fueron las más comunes.

En última instancia, la crítica se centra en una denuncia ideológica o en una denuncia del tono (en una denuncia de la falta de denuncia de las cosas que debieran denunciarse). Y al parecer de eso se trata la sociología: Una disciplina en la cual a nadie le importa mucho la verdad de las cosas, sino solamente de decir las cosas en el tono que corresponde.

La irritación que produce Hegel. Unas notas en medio de la lectura de La Ciencia de la Lógica

Una de las reacciones comunes si uno se dedica a leer a Hegel es la de irritación. Entre las críticas famosas está la de Schopenhauer (en los Fundamentos de la Moral: ‘pseudo-filosofía que paraliza la mente, asfixia todo pensamiento real’) y la de Popper (refiriéndose a Fichte y Hegel en La Sociedad Abierta: ‘such clowns are taken seriously’). La idea que las frases de Hegel no dicen nada, son un completo sinsentido, que se nos aparece como profundo simplemente porque es poco claro, es una difícil de resistir cuando se leen sus textos. Por poner un ejemplo, veamos como introduce la idea del ser para sí, en cuanto tal, que es la primera forma del ser para sí. Estamos en el Libro I, Primera Sección, Capítulo Tercero, A, 1 de la Ciencia de la Lógica:

Lo que es para sí lo es por asumir el ser otro y la referencia y comunidad con otro. Lo otro no está dentro de él más que como asumido, como momento suyo. El ser para sí no se sobrepasa de tal modo que fuera él mismo una limitación, un otro, sino que consiste más bien en haber sobrepasado la limitación, su ser otro, y en ser, en cuanto esta negación, el infinito retorno a sí (páginas 86-87 edición académica, citado de la 1a edición de la Ciencia de la Lógica, traducción de Félix Duque)

Ahora bien, ¿eso es todo? ¿No hay más que charlatanería y mezclar palabras sin sentido? ¿Sólo una ofuscación del intelecto a través de textos deliberadamente difíciles? Creo que no, que detrás de un estilo absurdo y enemigo de la claridad hay algo que tiene cierto valor; y a ello dedicaremos lo que queda de la entrada.

El caso es que el proyecto en que se embarca Hegel es genuinamente difícil, y que la postura que quiere defender es efectivamente difícil. El oscuro Hegel puede no haber gustado jamás de la claridad, pero incluso si sus instintos de escritor fueran los de alguien tan límpido como Hume creo que sus textos hubieran sido complejos de todas formas.

El objetivo de Hegel es no dar nada por dado y buscar la razón de todo. En particular, la lógica que quiere desarrollar no es una lógica de las inferencias (lo usual tanto en lógica clásica como en proposicional), sino una lógica de las categorías básicas del pensamiento. Y ahora, ¿cómo dar cuenta de esas categorías a través de un pensamiento que no le queda más que usarlas? Al hablar, hablo de algo; pero lo que quiero es precisamente poner los fundamentos y características de la categoría de algo: ¿que significo, que digo de algo cuando lo pienso como algo? Hablar de ‘algo’ en las frases anteriores no es simplemente intentar usar un concepto genérico: Hegel discute y ubica en su esquema la categoría de algo; ella se discute en el número tres del A del capítulo segundo de la sección primera del libro primero. A partir de ella -o sea, poniendo algo como algo- se discute el límite y la determinación; y para hablar de ella se requiere (o al menos así lo piensa Hegel) ya haber pasado por el ser, por el estar etc. Intentar dar cuenta de todas las categorías que emergen cuando se intenta pensar tiene esa dificultad y requiere construir múltiples distinciones.

El esfuerzo se puede caracterizar como fútil: ¿Qué es esto de querer pensar las categorías básicas del pensamiento? Se dirá que sólo lleva a un regreso infinito -ya lo sabían los escépticos en la antigüedad-. Más locura se nos puede decir si estas se piensan no sólo como categorías básicas del pensamiento, sino además del ser. Y todo ellos podrían ser respuestas razonables, lo que no quita para nada el hecho que el esfuerzo es en sí mismo complejo. Un pensamiento que no quiere dar nada por sentado no puede ser un pensamiento fácil. Y aunque el límite puede ser poco razonable, por otro lado ¿no es una manifestación común del pensamiento, algo que en general encontramos necesario de hacer, el dar cuenta de algo? ¿Y ese dar cuenta no es, finalmente, voluntad de no aceptar algo como simplemente dado?

El otro punto se refiere a la postura. La operación común en Hegel es poner una forma de pensamiento, criticarla y en ello pasar a otra -que la supera (la cual a su vez le pasará lo mismo y así). La idea de ‘asumir’ resulta constante. Ahora bien, en esa superación no se pierde lo anterior -la categoría anterior no deja de existir, de representar una forma de ser. Es como si cada uno de los pasos del razonamiento en vez de quedar simplemente puesto como un paso hacia una conclusión, y es esta última lo único que importa, queda reconocido como un elemento existente y ‘real’, y por lo tanto no puede ser olvidado.

Y así tenemos, por ejemplo, la determinación: Lo que límite algo desde la referencia de ese mismo algo. Pero, entonces, al mismo tiempo tenemos la disposición: porque lo que límite algo al mismo tiempo pone lo que es diferente a ese algo, y ese límite entonces puede ser referido hacia otro (ser-para-otro dice Hegel). Y entonces de la determinación pasamos a la disposición. Pero cuando queremos ver ambas formas de referirnos a ese límite, desde-dentro y desde-fuera (usando términos no hegelianos) es cuando pasamos a la cualidad, la naturaleza determinada de otro, que incluye los momentos anteriores. Ahora bien, se podría decir que en un ‘correcto pensamiento’ corresponde realizar ambas operaciones, y lo que Hegel pone como ‘momentos previos’ son simples errores; pero ¿no sucede en la realidad que se realiza sólo una de ellas? ¿Y ese límite no produce efectos reales? Y por último en torno a la pertinencia de todas estas distinciones, ¿no es efectivo que hacer uno o lo otro, pensar el límite desde un lado o el otro de la distinción, son operaciones distintas que suelen llevar a conclusiones diversas? El procedimiento hegeliano puede ser fatigoso -pero así lo son todos los procedimientos técnicos. Lo que se demora la filosofía analítica para mostrar las cosas más triviales también tiene el mismo carácter, pero parece necesario para que el razonamiento funcione.

Para colocar un ejemplo de la realidad empírica de la importancia de rescatar y reconocer cada uno de los momentos y no darlos simplemente como ‘errores del pensamiento’. Sabemos que es una impresión falsa que el sol da vueltas en torno a la tierra, por lo que ‘sol naciente’ o ‘poniente’ son erradas. Pero por otro lado, por más que eso uno lo sepa, no dejo de ver que el amanecer. La ‘ilusión’ del amanecer es parte de la realidad, y una postura que no explicara al mismo tiempo porque no podemos dejar de ver esa ilusión, y como ella es parte del hecho real (la tierra da vuelta alrededor del sol), no ha terminado de explicar las cosas. Lo mismo ocurre con Hegel: Los pasos primeros, limitados y equivocados, cuando todavía no se han asumido las categorías, son parte de la realidad.

La forma de expresarse de Hegel y la postura en la cual los pasos del pensamiento son pasos de la realidad (que no es tan sólo que al pensar sobre el ser paso por tal y tal forma de pensar, sino que esos son movimientos del ser) pueden ser, nuevamente, equivocadas o inaceptables. Pero eso no quita que la postura básica tenga sentido, no sea pura ‘charlatanería’: No dar solamente como error el error, y dejarlo ahí, sino buscar por qué y desde qué punto de vista tiene sentido (dado que para alguien lo ha tenido) es parte de la operación de comprender mejor el mundo. La postura puede ser exagerada (es posible defender que hay puras afirmaciones sin-sentido que son puro error), pero en muchos casos entender las razones del error (o las razones de visiones limitados) resulta efectivamente instructivo y parte de una visión más correcta.

Por cierto que lo anterior no quita que existan afirmaciones indefendibles (los pasajes de Popper citando a Hegel en torno al sonido y el calor no ameritan defensa) y tampoco se puede defender la oscuridad del estilo. Pero sigue existiendo a lo largo de las enojosas páginas de la Ciencia de la Lógica un esfuerzo del pensamiento por llegar al límite de lo pensable que no dejan de tener elementos valiosos. E intentar llegar al límite es, finalmente, de lo que trata la filosofía.

El Nombre de la Rosa como novela de la modernidad

El Nombre de la Rosa es la primera de las novelas de Eco, la más famosa, y de las tres que he leído (El Péndulo de Foucault y Baudolino fueran las otras) la mejor. No estará de más, a propósito de su muerte, escribir algunas palabras al respecto, que serán extremadamente obvias, pero que quizás no estén de más mencionar.

La novela es básicamente una defensa de los valores básicos de la modernidad. Lo cual es más interesante cuando esa defensa se hace en una historia que, el mismo Eco lo enfatizaba en las Apostillas, el héroe es derrotado. Secundariamente es también mostrar cómo las ideas de la modernidad nacen en un y de un contexto medieval (nuevamente, Eco enfatizaba el trabajo en hacer creíble, medieval, los pensamientos y acciones de sus protagonistas).

Fray Guillermo de Baskerville es un nominalista: Que es una doctrina medieval que subyace a todo el pensamiento moderno. La idea que lo real son los objetos particulares y que los conceptos generales son sólo nombres es predominante en la modernidad. La doctrina que los signos nos hablan de las cosas particulares, y que ahí podemos sacar conclusiones sobre otros signos particulares (y que lo general es finalmente lo que permite hacer esas traducciones) no sólo es moderna, sino que de hecho captura la función de las leyes (que es lo que opera como ‘general’ en la modernidad) al explicar el mundo. Nuevamente, el mismo Eco nos dice que la novela de detectives es una novela filosófica -es sobre la capacidad de comprender el mundo-, así que no por nada el protagonista es un detective. El caso es que en la modernidad la figura del detective puede ocupar ese puesto.

Fray Guillermo de Baskerville es al mismo tiempo alguien que cree en la verdad objetiva de las cosas y en la necesidad de la discusión. Al discutir con Jorge de Burgos el punto en contención no es la verdad -ambos creen, finalmente, en verdades similares- sino en la necesidad de la discusión, y que un mundo de discusión es mejor que un mundo de inquisiciones. El punto de la risa no es que ella sea corrosiva y destruya la verdad (esa es precisamente la opinión de Jorge, no de Guillermo), sino lo que permite para alimentar la búsqueda de la verdad. Y nuevamente, eso es particularmente moderno (en la actualidad somos más cercanos a defender la bondad de discutir en torno a la imposibilidad de la verdad, pero eso es otro punto).

Y se podría continuar. Ahora pasemos al segundo punto obvio: Que el modernista fracasa. Sucede que no había ningún plan, y para peor el asesino crea uno a partir de las hipótesis del investigador (y así Jorge de Burgos, nombrado a propósito de Borges, ejecuta una idea que éste ya había fabulado en La Muerte y la Brújula). Entonces ¿en qué queda la modernidad cuando ésta se ha demostrado equivocada, o al menos insuficiente para dar cuenta de la complejidad del mundo?

Por una parte podemos decir que esa es la pregunta del texto. Y podemos decir que hay algunas respuestas que Eco rechaza. En particular, el refugio en el sinsentido que realiza Adso (que, de alguna forma es el refugio general de la cultura contemporánea tras ese reconocimiento). En última instancia, sigue siendo cierto que se pueden decir cosas de Brunello, y que incluso si no hay plan articulador, se pueden obtener conclusiones entre las cosas particulares. Y para obtener buenas conclusiones uno pudiera pensar que todavía habría vida en la vieja modernidad incluso cuando se sabe que estaba equivocada.

En las Apostillas, Eco discute lo que él entiende por actitud postmoderna: Que consiste básicamente en el lugar reflexivo, en el cual ya no se pueden decir las cosas directa e inocentemente (y ese es el problema de escritura básica en el Nombre de la Rosa, escribir en una época en que se puede decir como Snoopy porque nadie está consciente que está hablando como Snoopy). Pero el punto de ser postmoderno es reconocer esa salida de la inocencia no para anular lo que la mirada inocente observaba, sino precisamente para seguirla observando después de la salida de la inocencia:

Pienso que la actitud posmoderna es como la del que ama a una mujer muy culta y sabe que no puede decirle «te amo desesperadamente», porque sabe que ella sabe (y que ella sabe que él sabe) que esas frases ya las ha escrito Liala. Podrá decir: «Como diría Liala, te amo desesperadamente». En ese momento, habiendo evitado la falsa inocencia, habiendo dicho claramente que ya no se puede hablar de manera inocente, habrá logrado sin embargo decirle a la mujer lo que quería decirle: que la ama, pero que la ama en una época en que la inocencia se ha perdido. Si la mujer entra en el juego, habrá recibido de todos modos una declaración de amor (Eco, Apostillas al Nombre de la Rosa)

En ese sentido, lo que se busca es precisamente -cuando se ha perdido la inocencia- poder todavía hablar con verdad. Al fin y al cabo, la novela moderna -es cosa de recordar el Quijote– ya desde sus inicios había jugado con el tema de la verdad y las interpretaciones. Lo relevante es que se lograr a través de ese juego, y no quedarse solamente en él.

 

NOTA FINAL. Tengo la impresión, que podría estar muy equivocada, que es en la literatura italiana del pasado siglo donde uno puede encontrar las defensas de la modernidad más claras, y ello en autores que conocen y juegan con todas las reflexividades post-modernas. El Barón Rampante de Calvino es, en buena parte, una fábula sobre la Ilustración; y escrita por un autor que también escribió Si en una noche de invierno un viajero. La oposición entre modernidad y post-modernidad parece ser común a otras tierras, pero en la vieja península no es tan clara dicha oposición.

El justo acusa a Dios. A propósito del libro de Job.

Se podría observar como una contradicción el hecho que Job, en el libro homónimo de la Biblia, denuncie y acuse a ese mismo Dios que declara justa el hablar y conducta  de Job. La tesis de esta entrada es sencilla: No hay tal conflicto, y la postura que se defiende en el texto es coherente; y el epíteto de justo es bien ganado.

1. Job acusa a Dios.

El libro de Job ha sido entendido como una meditación sobre el problema de la teodicea, y como reflexión contra el lugar común de la tradición que indica que el bien produce bienestar, y el mal produce dolor a quien lo realiza. Porque en verdad el justo sufre mientras el impío prospera. ¿Cómo ello puede ser justo? ¿Cómo puede suceder?

Esas cosas, ¿quién las ignora? Ludibrio para su amigo soy yo, que clamo a Dios para que me oiga. ¡Objeto de mofa es el justo y el íntegro! ¡Desprecio al desgraciado! Así piensa el dichoso, ¡Una zancadilla para aquel cuyos pies están para resbalar! ó Paz gozan las tiendas de los devastadores, y están seguros los que provocan a Dios, como si todo lo hubiera puesto Dios en su mano (12: 3-6)

Pero Job habla desde su propia experiencia de sufrimiento. Eso es lo que le da su tenor al texto, que trata temas filosóficos si se quiere, pero el habla del libro es un habla de experiencia: Es un libro pleno de emoción, de rabia, de indignación, de tristeza, de clamor. Las famosas líneas sobre desear no haber nacido (frases cercanas se encuentran en otras tradiciones, como la griega; suficiente acusación contra la condición humana es la repetición en diversas culturales de la preferencia por no existir)

Después de esto abrió Job su boca para maldecir su día, y, tomando la palabra, dijo: Perezca el día en que nací y la noche en que se dijo: “¡Ha sido concebido un varón!” Conviértase ese día en tiniebla, no se cuide Dios de él desde lo alto, no resplandezca sobre él un rayo de luz (3: 1-4)

Esto no sólo aparece en el carácter enfático de la acusación, es que además Job no puede entender entonces porque Dios, un ser tan sublime y superior a los hombres, puede dedicarse a causarle sufrimiento a un hombre en particular (y luego, en general, a cualquiera de los hombres). Puesto que Job no sólo dice que su situación es injusta, sino que acusa al mismo Dios de producirlo. Si Dios es omnipotente, entonces mi sufrimiento es querido y deseado por Dios; y el escándalo de ello no es sólo que Dios quiera el mal, sino que quiera en particular mi mal (o el mal de cualquiera)

El es quien por un cabello me aplasta ð y multiplica sin motivo mis heridas; que ni respirar me deja y me harta de amarguras. (9: 17-18)

Sabed, pues, que es Dios quien me ha oprimido y me ha envuelto en sus redes. Si grito: “¡Violencia!” no obtengo respuesta; aunque clame, no hay equidad. Ha vallado mi camino y no puedo pasar, y sobre mis senderos ha puesto tinieblas. Me ha despojado de mi gloria y arrancó de mi cabeza la corona (19: 6-9)

Frente a todo ello entonces Job demanda a Dios, y exige respuesta

¡Oíd atentamente mis palabras, prestad oído a mi razonamiento! He aquí que he preparado mi proceso, consciente de que he de tener razón. ¿Quién pretende litigar conmigo? Porque si, resignado, callara, moriría. Sólo dos cosas no hagas conmigo, y entonces no me esconderé de tu presencia. Aleja de mí tu mano y no me espante tu terror. Después convoca (al debate), y yo responderé, o hablaré yo y tú me replicarás. (13: 17-22)

Es importante entender bien qué implica la acusación:

(1) Lo que Job demanda es respuesta, no está preocupado de la restitución (los capítulos finales siempre han sonado a falsos a ese respecto). Quiere solución para el escándalo del sufrimiento del justo. Lo importante es que Dios muestre que no es amigo de la injusticia.

(2) Job al mismo tiempo que acusa los actos de Dios, la hace ante al mismo Dios. En algún sentido, reclama ante Dios lo que nosotros reclamamos en nuestras vidas cotidianas: Que el otro esté a la altura de los valores que dice tener. Dios es el acusado, testigo de Job y el juez de la causa.

Ahora, pues, en los cielos está mi testigo, y allá arriba está mi fiador. Mi clamor ha llegado hasta Dios, las lágrimas de mis ojos corren ante El. ¡Oh si hubiera arbitro entre Dios y el hombre, como lo hay entre el hombre y su prójimo! (16: 19-21)

Es por ello que Job puede combinar las declaraciones de acusación con, al mismo tiempo, algunas resplandecientes declaraciones de esperanza (yo sé que mi Redentor vive, por cierto, generando uno de los números más hermosos del Mesías de Händel)

Porque yo sé que mi Redentor vive, y al fin se erguirá como fiador sobre el polvo; y detrás de mi piel yo me mantendré erguido, y desde mi carne yo veré a Dios (19: 25-26)

2. La argumentación humana contra Job.

El libro de Job consiste fundamentalmente en conversaciones entre Job y tres amigos que lo visitan para consolarlo; pero en realidad para desplegar argumentos contra Job: Contra la justicia de su queja.

Los argumentos tradicionales del problema de la teodicea son los que se presentan aquí, en su versión más básica: El problema de la teodicea no existe, el justo tiene éxito y el injusto fracasa. Más allá del corto plazo, si se mira con el suficiente horizonte al justo le va bien, y habrá que confiar en la sabiduría divina. Y al pecador de nada le servirá lo que consiga en el mundo, porque será breve su victoria:

¿No sabes ya de siempre, desde que el hombre fue puesto sobre la tierra, que es breve la exultación del malvado y dura un instante la alegría de los perversos? (20: 4-5)

También se abunda en otro argumento: Todos somos pecadores, y decir que se es justo es pura arrogancia. En algún sentido, la idea calvinista que todos los seres humanos merecen la muerte eterna, que en la caída naturaleza humana no hay justicia (y que por ello sólo cabe esperar estar entre quienes, por ningún motivo comprensible, porque claramente no es por su inexistente carácter justo, pueden ser salvos)

¿Qué es el hombre para creerse puro, para decirse justo el nacido de mujer? Si ni en sus santos se confía ni los cielos son bastante puros a sus ojos, ¡cuánto menos un ser abominable y corrompido, el hombre, que se bebe como agua la impiedad! (15: 14-16)

El tercer argumento que se repite es que Dios es tan superior a las criaturas que no tiene sentido acusarlo ni ponerlo bajo el canon de la justicia humana. El libro presenta diversas variaciones sobre  el hecho que Dios es inescrutable.

Frente a la sabiduría y omnipotencia divina (en los argumentos se cruza el tema de conocer menos que Dios y de tener menos poder que éste), los seres humanos nada son:

Tú, que en tu furor te desgarras a ti mismo, ¿acaso por ti será abandonada la tierra y se trasladarán las rocas de su lugar? (18: 4)

O en otra versión, incluso más sarcástica si se quiere:

¿Acaso puede ser útil a Dios el hombre? Más bien, a sí mismo aprovecha la sensatez. ¿Tiene algún interés el Omnipotente en que tú seas justo? ¿Gana algo en que sean íntegros tus caminos (22:2-3)

En versión positiva, lo que se destaca es la omnipotencia divina:

Suyos son el poder y la majestad, y establece la paz en sus alturas. ¿Tienen número sus tropas? ¿Sobre quién no surge su emboscada? ¿Cómo, pues, justificarse el hombre ante Él? ¿Cómo ser puro el nacido de mujer? (25: 2-5)

Es interesante mencionar que estos tres tipos de argumentos siguen siendo comunes en la actualidad. Hay evangelios de la prosperidad, que en última instancia son variaciones del primer argumento; es fácil escuchar declaraciones sobre el carácter pecador e injusto de todos los hombres; y siempre está disponible la salida de declarar que la Justicia divina no se puede medir por la vara de la humana.

3. Dios se presenta.

Dios que ha sido acusado, aparece en el texto y responde a Job. Corresponde ahora examinar lo que dice esa respuesta.

(a) Rechaza los argumentos de los amigos de Job como falsos, aunque insiste en la inescrutabilidad.

Normalmente se insiste en el hecho que Dios declara, y lo hace en magníficas palabras, que sus designios son inescrutables, frente a la magnificencia divina, ¿como tiene sentido que los hombres pretendan acusar a Dios? Ello sería la solución del problema de la teodicea:

Y respondió Yahvé a Job de en medio del torbellino, diciendo: ¿Quién es este que empaña mi providencia con insensatos discursos? Cíñete, pues, como varón tus lomos. Voy a preguntarte para que me instruyas. ¿Dónde estabas al fundar yo la tierra? Indícamelo, si tanto sabes. ¿Quién determinó, si lo sabes, sus dimensiones? ¿Quién tendió sobre ella la regla? ¿Sobre qué descansan sus cimientos o quién asentó su piedra angular entre las aclamaciones de los astros matutinos y los aplausos de todos los hijos de Dios? ¿Quién cerró con puertas el mar cuando, impetuoso, salía del seno, dándole yo las nubes por mantillas, y los densos nublados por pañales; dándole yo la ley y poniéndole puertas y cerrojos,  diciéndole: “Hasta aquí llegarás y no pasarás, ahí se romperá la soberbia de tus olas?” (38:1-11)

El problema es que ello, si bien es cierto, resulta insuficiente, porque Dios critica a los amigos de Job; siendo que han usado -en repetidas ocasiones- el mismo argumento:

Después de haber hablado Yahvé a Job estas palabras, dijo Yahvé a Elifaz, temanita: Se ha encendido mi ira contra ti y contra tus dos compañeros, porque no hablasteis de mí rectamente, como mi siervo Job (42:7)

Lo que Dios quiere decir en el texto no se reduce a decir que él es soberano y los hombres no pueden entender sus razones.

(b) Demostrando que Job está equivocado al mismo tiempo lo declara justo.

Si los designios de Dios son inescrutables, entonces ¿a qué viene la demanda y acusación de Job? ¿Qué sentido tendría? Pero como ya hemos visto Dios ha declarado de nuevo recto a Job -incluso si éste lo ha acusado y declarado poder juzgar a Dios, que era lo incorrecto. Esta declaración de justicia de Job no se reduce a que al final reconozca la sabiduría divina: Ello fue lo que los amigos criticados dijeron. Lo que sólo dijo Job fue la acusación, fue el sentido de clamor por la justicia que lo lleva a demandar de Dios respuestas.

¿Cómo podemos entender entonces qué es lo que está buscando el Dios del libro de Job? La respuesta es, creo, clara: Es un Dios que prefiere la búsqueda de Justicia incluso a costa del error o de la incoherencia metafísica. El problema no es preguntarse por la injusticia de los actos divinos, y no intentes declarar inocente a Dios (quién en última instancia bien puede cuidarse de ello), sino preocúpate de la injusticia del mundo. Lo que busca es precisamente a quien se indigna, quien no quiere explicarse la injusticia, quien frente a ella responde con clamor por la justicia. El argumento de la incomprensibilidad de Dios es correcto, pero ese no es el verdadero punto, ni lo que de verdad interesa.

Dicho de otro modo, desde la perspectiva del Dios de Job el problema de la teodicea no es sobre Dios -sobre quien nada se puede decir. El problema es sobre los hombres. Y ahí da una respuesta más que clara: El justo incluso acusará a Dios de ser necesario; pero lo que no hará es dejar de clamar por ella.

En uno de los varios ciclos de discusiones, incluso después de haberse explayado en la muerte y en la flaqueza de los hombres, Job nos dice:

Pero el justo persevera en su camino, y el que tiene las manos limpias redobla su energía (17:9)

Eso es lo que Dios alaba.

4. ¿Qué es lo que conoce Dios?

Uno de los argumentos de Job es que si los hombres no pueden entender a Dios, Dios tampoco puede comprender a los hombres. Dios está más allá de lo que pobres seres finitos, mortales pueden siquiera comprender; pero al mismo tiempo ¿cómo el ser ilimitado puede comprender, saber siquiera en qué consiste, la vida limitada y efímera de los seres humanos?

¿Tienes tú acaso ojos de carne y miras como mira el hombre? ¿Son tus días los de un mortal, son tus años los años del hombre, para que tengas que inquirir mi culpa y andar rebuscando mi pecado, cuando sabes que no soy culpable y nadie puede librarme de tus manos? (10: 2-7)

Ello vuelve incluso más escandalosa la existencia del mal, y del hecho que Dios la quiera: Porque habiendo creado a un ser tan mísero y limitado, ¿cómo se puede entender que se preocupe de querer su mal? ¿Qué sentido tiene que un ser infinito quiera el mal del finito? (‘Acuérdate que me modelaste como el barro, ¿y vas a tornarme al polvo?’ (10:9). Las críticas relativamente común a un Dios infinito preocupado solamente de lo que a escala cósmica es insignificante ya estaba anunciada en el libro de Job.

No deja de ser interesante que dentro de las declaraciones de omnipotencia y de superior sabiduría y conocimiento que Dios mismo hace al final del texto no esté precisamente la recusación a esta idea. La distancia entre el finito mortal y el infinito Dios queda tan clara como al principio. Por lo mismo, no estará de más recordar que uno de los principales misterios del cristianismo ha sido, precisamente, el de la encarnación: Jesús que al mismo tiempo es íntegramente Dios e íntegramente humano, y que a través de ello -se podría decir- es el que puede conocer la finitud y la infinitud.

 

NOTA: ¿A qué viene un ateo a comentar la Biblia? Que, por una parte, sigue siendo parte de la tradición de la que uno es parte. Que, cómo bien lo decía Borges, todo hombre culto es teólogo y para ello no se requiere la fe. Que, y esto es lo crucial, la Biblia es el depositario de la sabiduría y tradición de todo un pueblo, y como en cualquier tradición de todos los pueblos hay un atisbo de verdad sobre la cual cabe reflexionar.

Las citas al libro de Job usan la versión Nácar-Colunga.

Anotaciones a Economía y Sociedad VIII: A propósito de los tipos de dominación. La diferencia entre legalidad y burocracia

En su célebre tipología de la dominación Weber nos propone como uno de ellos, y además el más característico de las sociedades modernas y el más racional, el burocrático-legal. El propósito de esta entrada es disputar la combinación: Que el carácter legal y el carácter burocrático son elementos distintos y diferenciables conceptual e históricamente.

Esto tiene alguna relevancia si recordamos que el propósito de los tipos ideales es el de enfatizar unilateralmente un aspecto de la realidad: Se supone que en la realidad concreta usualmente se combinan diversos de esos tipos, ninguna realidad es tan pura como el tipo. Pero entonces ello requiere que sea efectivamente unilateral. La pregunta entonces es si el carácter burocrático y el carácter legal efectivamente corresponden a una sola dimensión.

Weber describe de esta forma las características básicas de la dominación legal:

1. Que todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional -racional con arreglo a fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas)- con la pretensión de ser respetado, por lo menos, por los miembros de la asociación […]
2. Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo general estatuidas intencionalmente; que la judicatura implica la aplicación de esas reglas al caso concreto; y que la administración supone el cuidado racional de los interese previstos por las ordenaciones de la asociación, dentro de los límites de las normas jurídicas […]
3. Que el soberano legal típico, el “superior”, en tanto que ordena y manda, obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones […]
4. Que -tal como se expresa habitualmente- el que obedece sólo lo hace en cuanto miembro y sólo obedece al “derecho” […]
5. En relación al número 3 domina la idea de que los miembros de la asociación, en tanto que obedecen al soberano, no lo hacen por atención a su persona, sino que obedecen a aquellas ordenaciones impersonales […] (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 3)

Y el cuadro administrativo que le correspondería, tendría una afinidad electiva para usar esos términos, sería el burocrático, que se define de esta forma:

El tipo más puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. Sólo el dirigente de la asociación posee su posición de dominio, bien por apropiación, bien por elección o por designación de su predecesor. Pero sus facultades de mando son también “competencias” legales (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 4)

El mismo numeral abunda en las características de estos funcionarios individuales de ese tipo puro de cuadro burocrático están en jerarquía (2), calificación especializada que fundamenta su nombramiento (5), ejercen el cargo como su única o principal profesión (7), tienen ante sí una carrera o perspectiva de ascensos (8).

 

Ahora bien, ¿por qué esa legitimidad legal debe asociarse a un cuadro administrativo? En principio se podría establecer que (a) un trabajo continuo realizado en oficinas por funcionarios, (b) requeriría que sus competencias estuvieran establecidas de forma explícita por ley. Otra forma de establecer competencias no permitiría la operación continua de esos funcionarios. Y es el trabajo continuo (la administración) que constituye el centro de la burocracia:

No debe dejarse uno engañar y perder de vista que todo trabajo continuado se realiza por funcionarios en sus oficinas (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

Sin embargo, el modelo de cuadro administrativo burocrático incluye bastante más elementos que el simple de tener funcionarios con competencias previamente establecidas. Ya mencionamos algunos, que Weber enfatiza lo suficiente para hacerlos parte inherente de la burocracia en su concepción: La jerarquía, ejercer el cargo como principal actividad (y luego, carrera ascendente interna).

Lo interesante es que hay al menos un caso histórico de interés, que Weber no le queda más que haber conocido, dado su conocimiento de la antigüedad, en que se tiene dominación legal sin burocracia: La democracia ateniense (y quizás otras democracias también, pero sólo de Atenas tenemos un conocimiento más preciso de su estructura administrativa):

  • Primero, tenemos la idea de la ley como fundante de la legitimidad. De hecho, en general es algo común a los griegos antiguos: La idea que se está ante gobierno de leyes y no de hombres (y esa diferencia es una de las cruciales para diferenciar la dominación legal de la tradicional y de la carismática, ver Cap III, § 2). En particular, en Atenas para el siglo IV se había alcanzado a distinguir entre leyes y decretos.
  • Segundo, los cuadros administrativos atenienses (en particular, en el siglo IV que es cuando tenemos más información) se caracterizan por ser (a) no-profesionales, (b) no-jerárquicos (algo que comparten con la descripción que hacia Tocqueville en la Democracia en América), y (c) por cierto, sin perspectiva alguna de carrera. Los consejos de magistrados colegiados que conformaban la administración ateniense eran cubierto por sorteo por ciudadanos comunes y silvestres por períodos relativamente cortos (y buena parte de ellos con prohibición de realizarlos por más de una vez) (Para todo esto, Mogen Herman Hansen, The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes, 1999). Algunas de estas características, Aristóteles las menciona en la Política como característica de las democracias (al menos de las no-moderadas) por lo que plausiblemente no estaban reducidas al caso ateniense.

Dado que el sistema que estamos mencionando no fue uno que se auto-destruyó inmediatamente (la democracia en Atenas dura alrededor de 2 siglos, y en la configuración mencionado alrededor de un siglo -desde la restauración de la democracia el 401 AC hasta la caída definitiva el 322 AC); podemos darlo como un sistema posible y sustentable. Y luego, lo que nos muestra es que el carácter legal de una dominación no requiere necesariamente un cuerpo burocrático como lo desarrolla Weber.

En general, hay que decir que Weber define el sistema legal-burocrático de acuerdo a su experiencia alemana (las características que da de los funcionarios se aplican con gran precisión a la auto-comprensión del servicio civil alemán, y en particular del prusiano). Pero saliendo de esa experiencia, e incluso manteniéndonos dentro del mundo moderno, empiezan a verse problemas -y ellos no se pueden reducir a ‘el tipo no se da de forma pura en la realidad’. Que el puro mandato de la ley fuera suficiente para legitimar las decisiones resulta insuficiente en las tradiciones políticas más liberales (en los cuales la legitimidad de la ley tiene otros basamentos -ya sea la soberanía del pueblo o ciertos derechos inalienables) -el positivismo jurídico ha sido una de las tradiciones jurídicas modernas, pero nunca ha sido la única. Las discusiones, que de hecho son anteriores a Weber, sobre la legitimidad de la desobediencia civil muestran los límites de la pura legalidad como fundamento de la legitimidad ‘racional’ moderna.

 

NOTA. El conocimiento y la burocracia.

Hay otro tema que llama la atención con relación a la descripción de la burocracia en Weber: su énfasis en el saber como fundamento de la dominación burocrática (‘el gran instrumento de la superioridad de la administración burocrática es éste: el saber especializado’, Cap III, § 5). Esto en particular para criticar la posibilidad de un salir de esa burocracia, o incluso para limitar la posibilidad de ponerle todo límite a la dominación burocrática:

La cuestión es siempre ésta: ¿quién domina el aparato burocrático existente? Y siempre está dominación tiene ciertas limitaciones para el no especialista: el consejero especializado impone la más de las veces a la larga su voluntad al ministro que no lo está (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

Ahora, ¿a qué se debe a que una dominación por funcionarios designados por competencias legales deba estar asociado a un conocimiento? Más allá de tener que certificar cierto saber para ocupar un cargo, la base para cumplir una determinada orden es que el que emite la orden tiene las competencias reglamentarias, no que el que emita la orden tenga mayor conocimiento. Lo último lo prueba el hecho que en caso de entrar en conflicto ambas exigencias, la disposición burocrática es a cumplir con lo que indica el procedimiento. De hecho, puede observarse que el consejero del Ministro (aquel que se basa en su saber) no necesariamente proviene de los estamentos de funcionarios (y ello es válido para todos los consultores, ya sea en burocracias públicas como privadas) para observar que lo que Weber había unido en realidad era separado.

Nuevamente, Weber ha adherido a la burocracia un elemento que en principio le es ajeno (no es parte de su pureza), basado fundamentalmente en su experiencia del Imperio Alemán, y su cercanía al estamento de funcionarios. Lo cual nos viene a decir, por una parte, lo difícil que resulta efectivamente diseñar tipos ideales -y mantenerse en la unilateralidad pura en la que supuestamente se basan. Pero quizás, por otra parte, lo más importante esté en otro lugar: Uno de los elementos de mayor influencia de Weber ha sido su diagnóstico de la ‘jaula de hierro’, la idea que de la dominación burocrática no hay escape; pero ¿no deberá parte de su plausibilidad al hecho que Weber acumula como parte del fenómeno burocrático elementos distintos? Y luego la sensación de inescapabilidad se produce porque al reunir diversos elementos parezca difícil evitar al menos uno de ellos. Pero eso no es equivalente a la inevitabilidad de todos ellos. Como siempre, al final, se requieren buenas distinciones.

Anotaciones a Economía y Sociedad VII: Racionalidad, cálculo y el socialismo en Weber

No deja de ser notorio al leer el Capítulo II de Economía y Sociedad las repetidas referencias que realiza Weber al tema del socialismo. No sólo ello sino que en diversas ocasiones las distinciones conceptuales (y recordemos que el capítulo es un vasto catálogo de distinciones) se construyen, en parte, para poder dar cuenta de la distinción entre socialismo y capitalismo (ver por ejemplo el § 14 donde es con base en esa distinción que se realiza la discusión sobre la cobertura de necesidades). Pero quizás lo más crucial, que es bastante conocido, es que buena parte de los éxitos predictivos de Weber dicen relación con sus declaraciones sobre el socialismo. Lo cual habrá que decirlo no deja de ser relevante. Weber escribe las páginas de la primera parte de Economía y Sociedad al final de su vida, en 1920, o sea a pocos años de la Revolución Rusa (y, a decir verdad, cuando no era claro que el nuevo régimen pudiera sostenerse), y a pocos años de las oleadas revolucionarias de la Europa central y oriental. Lo cual explica lo atingente del tema en sus páginas, pero al mismo tiempo nos muestra que las tendencias que Weber estaba declarando no eran para nada obvias en ese momento.

Habiendo dado varias razones para fundamentar el interés en lo que Weber dice al respecto, no quedará más que -entonces- dedicarse a mostrar que es lo que dice.

1. La imposibilidad del cálculo racional sin precios.

Uno de los primeros temas que Weber menciona en relación con su análisis de la economía es la importancia del cálculo para la acción racional. En ese sentido, distingue el cálculo natural (lo que se puede hacer sin tener un equivalente universal de valor como el dinero), y el cálculo racional formal que se puede realizar cuando hay dinero. Sólo en este último caso se cuenta con la posibilidad de tener un cálculo racional puro (la necesidad del dinero para la acción racional con arreglo a fines lo discutimos en una entrada anterior). El bien conocido argumento de von Mises al respecto ya está en ciernes en Weber, y ambos son contemporáneos: Si el socialismo, como era entendido a principios del siglo XX, era un sistema económico que no usaba dinero, entonces la planificación racional -que era una de las promesas del socialismo- sería imposible:

No se arregla nada con la creencia de que, una vez se enfrente uno de un modo decidido con el problema de la economía sin dinero, “ya se encontrará” o se inventará el sistema de cálculo apropiado: el problema es fundamental de toda “socialización plena”, y no puede hablarse, en todo caso, de una “economía planificada” racional en tanto que no sea conocido en este punto decisivo un medio para la fijación racional de un “plan” (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 12)

Más aún, para poder aprovechar el potencial de racionalidad formal del dinero requiere además las condiciones de la economía capitalista (Cap II, § 13): la lucha de mercado de economías autónomas; la posibilidad del cálculo de capital y luego sobre la libertad de mercado lo más amplio; que sea el deseo con mayor poder adquisitivo el regulador material. El dinero permite el cálculo racional, pero sólo lo puede hacer plenamente bajo ciertas condiciones -que son las que el socialismo eliminaba.

En algún sentido, la práctica de los socialismos reales en las siguientes décadas mostró que sin dinero y sin precios efectivamente no se podía administrar una economía compleja: Todos ellos debieron ocupar dinero para sus operaciones (no entraré aquí como esto afecta a la versión von Mises del argumento, dado que aquí queremos comentar a Weber). Aunque el rol de los precios en las economías del socialismo real claramente no era el del capitalismo moderno, si al menos permitía los elementos mínimos para lograr una administración racional. Pero como el mismo argumento de Weber lo establecía, incluso si resultaba necesaria su re-inclusión para una planificación racional, no podía cumplir plenamente su papel. Se podría decir que la experiencia del socialismo real (las décadas de funcionamiento del sistema) mostraban al mismo tiempo (a) la necesidad del uso del dinero para planificar y (b) la imposibilidad de lograr el máximo de racionalidad fuera del contexto capitalista.

2. La necesidad de la burocracia.

Un segundo tema que Weber discute con relación al socialismo es en el de la burocracia; en la cual se repita la dinámica de presentar una afirmación que iba en contra de lo que se esperaba del socialismo que a su vez se cumplió posteriormente. La utopía socialista, en particular a principios del siglo XX, era una que pensaba en la disolución del Estado, o que -para usar una frase de Engels- se podría pasar de la administración de los hombres al de las cosas. El peso de la organización sería menor para permitir el desarrollo libre de las capacidades. La sociedad actuando y decidiendo sobre ella no era vista como una organización burocrática que actuara sobre otros.

A este respecto, lo primero que hay que recordar  es que Weber establece que la dominación burocrático-legal (o sea, tener organizaciones) es lo que permite la racionalidad en el capitalismo -véanse sus reflexiones sobre lo necesario del trabajo libre, y dispuesto libremente, para la actividad capitalista; y sobre la separación de propiedad y gestión-. Así concluye que:

De igual manera que el capitalismo en el estadio actual de su desarrollo exige la burocracia -aunque uno y otra provengan históricamente de distintas raíces- asimismo constituye el fundamento económico más racional sobre el que puede subsistir aquella en su forma también más racional porque desde el punto de vista fiscal aporta los necesarios medios en dinero (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

La burocracia no es un elemento anti-capitalista (no estamos ante quien cree en la oposición de relaciones organizacionales y relaciones de mercado). Pero siendo algo plenamente establecido como capitalista, al mismo tiempo nos dice (y esto en el siguiente párrafo al que acabamos de citar) que:

En esto [está hablando de los requisitos técnicos de la burocracia] ninguna alteración podría introducir un orden socialista. El problema radicaría en si éste sería capaz de crear condiciones parecidas a una administración racional, que precisamente en este caso significaría una administración burocrática rígida, sometida a reglas aún más rigurosamente formales que las existentes en el orden capitalista (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap III, § 5)

Weber no sólo enfatiza la necesidad -recordemos no obvia en ese momento- de la burocracia para el socialismo; sino además insistirá en la necesidad de una administración autoritaria en el socialismo (Cap II, § 41). Porque hacerlo de otra forma haría que los intereses contrapuestos de las personas salieran a la luz, y esto produciría ‘violentas luchas de poder’. No es sólo una regulación burocrática, sino además una ajena a cualquier forma democrática, lo que Weber piensa en afinidad electiva con el socialismo.

Nuevamente, bien se puede insistir en el hecho que la experiencia de los socialismos reales puede tomarse como un éxito predictivo de Weber.

3. Racionalidad material y racionalidad formal.

En toda la discusión anterior nos hemos basado en una ambigüedad del concepto de racionalidad. En nuestra defensa bien podemos defender que es una ambigüedad existente en el propio Weber. Examinarla nos permitirá observar de mejor forma los fundamentos y límites del argumento weberiano.

Básicamente, hasta ahora hemos usado como equivalente lo racional con la racionalidad formal, la que se define solamente en términos del grado de cálculo. Pero Weber además distingue la racionalidad material, cuando el abastecimiento está orientado por ciertos postulados de valor (Cap II, § 9). Como ya dijimos, en cierto sentido es una trasposición de la división entre acción racional de acuerdo a fines y valores. Luego, plantear que algo no es plenamente racional formalmente no quiere decir que no sea racional, dado que hay otra forma de racionalidad. Sin embargo, el mismo Weber tiende a hacer equivalentes la idea de racionalidad con la idea de racionalidad formal, y luego lo que hace inviable la racionalidad formal como cercano a lo irracional.

Ahora bien, lo central de la diferencia entre ambas formas de racionalidad dice relación con la posibilidad del cálculo. Es la racionalidad formal la que requiere dinero, porque la racionalidad material bien puede usar un cálculo natural (ver Cap II, § 9). Éste último no operar de una forma sencilla como reducción a un simple estándar de valor formal, dado que eso es precisamente lo que le suelte faltar: Tiene que combinar diversas producciones heterógeneas  sin un marco único. Pero ello vuelve al cálculo natural algo difícil de realizar, más no imposible (toda gestión de hacienda se basa finalmente en cálculos naturales, y gestión de hacienda es algo que las familias siempre hacen con relación a su abastecimiento); y no por ello irracional.

No es sólo que ambas formas de racionalidad sean efectivamente formas de racionalidad distintas; sino además Weber enfatiza que están usualmente en conflicto. Lo que es racional formalmente suele no serlo materialmente; lo que es racional materialmente suele no serlo formalmente. Y ello constituye una irracionalidad irrebasable:

Las racionalidades material y formal (en el sentido de un cálculo exacto) se separan cabalmente entre sí en forma tan amplia como inevitable. Esta irracionalidad fundamental e insoluble de la economía es la fuente de toda “problemática social” y especialmente de todo socialismo (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 14)

Aunque Weber suele enfatizar, dada la equiparación común entre racionalidad formal y la racionalidad, el hecho de la irracionalidad de la racionalidad material, tampoco olvida lo contrario. En la siguiente crítica es desde un punto de vista de racionalidad material que se realiza una crítica al mundo racionalizado formalmente:

En conjunto todo el esfuerzo de una generación no ha consistido en otra cosa que en una crítica de los resultados que para la provisión natural de bienes ha tenido una orientación de la economía por la idea exclusiva de rentabilidad (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 12, 2)

Con lo cual entonces podemos volver al punto de inicio: ¿Cuán irracional tiene que ser el socialismo, en particular, cuan irracional tendría que ser la administración sin dinero? El carácter de irracional asignado al socialismo es válido para la racionalidad formal, más no necesariamente para la racionalidad material. Más aún,  sabemos que existen administración de hacienda bajo cálculo natural, o sea sin dinero; y que ella bien puede ser racionalizada. No permite llegar al cálculo formal, pero sabemos que esa forma de administración existe.

La asignación de irracionalidad requiere, entonces, algo más que la simple ausencia de cálculo forma de acuerdo a los planteamientos del mismo Weber. Para resolver este tema, podemos observar un argumento de Schumpeter (a quién supongo nadie acusaría de socialista) sobre la posibilidad de la planificación socialista.

NOTA: Al hablar de las diferencias del cálculo natural y el monetario, Weber hace mención que las estadísticas disponibles en su época suelen ser estadísticas naturales (por ejemplo, de producción). Lo que no existe es la operación que transforma toda la economía en algo monetario, que Weber dice sólo puede tomarse en serio para intereses fiscales (está pensando específicamente en la transformación del patrimonio en dinero, ver Cap II, § 12, 2). Las cuentas nacionales en la época de Weber sólo estaban en su infancia, y sólo en décadas posteriores se creó el PIB -o sea, el transformar toda la producción en una sola cifra determinada por el dinero. Y si bien no fueron estrictamente intereses fiscales lo que la crearon, fueron intereses estatales; y con ello la posibilidad de pensar en una gestión global de toda la economía bajo el canon de la racionalidad formal. El que los gobiernos, por ejemplo, se pongan como objetivo, y monitoreen, el crecimiento de la economía es, en ese sentido, una ampliación de la racionalidad formal que Weber no conoció.

Y, por cierto, las críticas al PIB como forma de medición de la economía siguen con exactitud la diferencia entre racionalidad formal y material. En algunos sentidos, todavía no hemos superado para nada a Weber.

4. El argumento de Schumpeter.

El argumento de von Mises, que como hemos dicho ya estaba en Weber, sobre la imposibilidad de la planificación racional en el socialismo, ha tenido una importante difusión al interior de quienes han seguido a la escuela austríaca. Pero no tuvo, uno podría decir, tanto impacto en la economía neoclásica; y también fue rechazado por integrantes de la escuela austríaca. En el caso de la economía neoclásica es clara la razón: Para esta última la racionalidad maximizadora es una condición universal del comportamiento humano, y luego ponerle una condición social (requiere dinero) no era conducente. Los argumentos anti-socialistas al interior de esa vertiente tienen otras figuras (enfatizando no que no se puede ser racional, sino que no es eficiente como arreglo). Más interesante es el argumento al interior de los austríacos.

Schumpeter escribiendo en 1942 Capitalismo, Socialismo y Democracia, declaraba no entender la idea (y recordemos que él escribe tras décadas de socialismo real, o sea sabiendo que era posible que se mantuviera, no era una entelequia). Para él si resultaba posible la planificación bajo el socialismo. El argumento de Schumpeter no es propio (sigue a Enrico Barone en esto), pero siendo conocido, parte del mismo medio en que aparece el argumento anti-racionalista del socialismo y partiendo de la base en que encuentra el carácter racional del socialismo evidente (así lo dice en Parte III, Cap XVI, 1) resulta de interés.

El argumento es alambicado (está en el Cap XVI) pero: (a) En una sociedad socialista sería necesario un mecanismo político para asignar un criterio de distribución (no sería posible el automático de una sociedad mercantil), pero aunque fuera arbitrario permitiría el cálculo de los agentes económicos, (b) la distribución a las personas de un resguardo de derecho al consumo de bienes, y ello permitiría formar precios (al menos, permite formar demanda y a que precios las personas estarían dispuestas a adquirir productos), (c) el problema de cuanto generar de cada producto, lo que estaba asumido en lo anterior, se puede resolver a través de generar condiciones, y ello permite que para cada industria se le genere el mismo tipo de decisión que resuelve en una sociedad capitalista (y si la última es racional, a fortiori la primera también lo es), (d) ello requiere establecer un precio por la junta central de planificación, pero ello es el mismo que ocurre en una sociedad capitalista: aquel que permite vaciar el mercado. En última instancia, una economía socialista planificada puede replicar todos los elementos que permiten la racionalidad de la acción capitalista.

En suma, aún sin mercados

tendría que haber una autoridad para hacer la evolución, esto es, para determinar los índices de significación para todos los bienes de consumo. Siéndole dado un sistema de valores dicha autoridad podría hacer esto de una manera perfectamente determinada, igual que puede hacerlo un Robinson Crusoe (Capitalismo, Socialismo y Democracia, Tercera Parte, Cap XVI, 6)

Pero he aquí entonces el punto central. La visión de Schumpeter podría refutar una argumentación à la von Mises, pero en el caso de Weber existe una contra-réplica importante: Robinson Crusoe puede hacer un cálculo natural (una administración de hacienda) pero no un cálculo formal, precisamente porque le falta un estándar común de valor. El dinero es precisamente ello (y el argumento de Schumpeter hace uso de equivalentes a dineros y precios, de transformar todas las demandas naturales de bienes en equivalentes); y a falta de dinero no se puede hacer un cálculo racional formal. Lo que explica, siguiendo a Weber, como ya dijimos porque las economías socialistas reales tuvieron que ocupar dinero finalmente.

Existe un argumento ulterior también basado en Weber: la necesidad de una burocracia autoritaria. Schumpeter observa la necesidad de una burocracia pero la ve más que nada como un equivalente a la función ‘cognitiva’ del mercado (à la Hayek): la de reunir información. En última instancia, es la personalización real del subastador de Walras. Pero en Weber una burocracia centralizada no puede limitarse a ello. El argumento de Schumpeter se basa en un alto grado de libertad de los agentes (i.e es cada industria la que toma decisiones, al igual que cada consumidor; la agencia de planificación lo que hace es reunir la información que generan esas decisiones y distribuirla a los agentes económicos), pero ello -en Weber- implicaria volver a recrear el conflicto de intereses, que eliminaría la posibilidad de una planificación efectiva.

En suma, aquí las dos hebras de la argumentación de Weber se reúnen El modelo que plantea Schumpeter, que permitiría evitar la imposibilidad de cálculo racional sin precios, sería imposible porque implicaría un modelo no-autoritario, y es ello lo que, finalmente, no resulta posible.

5. El carácter abierto de la vida social.

¿Es esa la conclusión final? En general, los textos de Weber son relativamente caústicos sobre las presunciones existentes sobre el socialismo, y plantea que -de mantenerse- requiere una motivación extra-económica, en particular, más allá de los intereses. Pero que ello, resulta difícil de esperar para la masa de la población (Cap II, § 41). Quien todavía desee socialismo por consideraciones de valores (de racionalidad material) nada tiene la ciencia, nos dice Weber, que decirle sobre ese deseo, pero al mismo tiempo que se haga sin ilusiones incorrectas.

Pero hay algo más. La dificultad se debe, en última instancia, a una ausencia: A la ausencia de un instrumento que permita un cálculo preciso en condiciones de racionalidad material. Weber mismo cree, como plantea la cita inicial, que buscar ese cálculo no es posible. Pero al mismo tiempo:

Pero tampoco debe olvidarse nunca que las formas de empresa y de explotación, como todo producto técnico, tienen que ser “inventadas” (Economía y Sociedad, Primera Parte, Cap II, § 39).

Tampoco debe olvidarse que no conocemos el límite de las capacidades de invención de los actores. Las posibilidades del mundo no están cerradas, sino que están abiertas. A estas alturas, toda la larga literatura sobre planificación socialista puede verse como un ejercicio en la futilidad, y plantear que nunca pudieron resolver los límites que planteaba Weber al principio (nunca pudieron resolver el tema de la racionalidad fuera del capitalismo). Pero la existencia de esa literatura mostraba que había mucho paño que cortar más allá de la simple declaración inicial de imposibilidad; y nos muestra, además, que los límites de esa literatura no necesariamente son los límites de lo que podría descubrirse. Que el mundo sea abierto no implica que todas lo pensable sea posible, pero sí implica que no sabemos plenamente que es lo posible.

Anotaciones a Economía y Sociedad VI: Las variedades de la vida económica

Una proporción bastante alta del Capítulo sobre las Categorías Sociológicas fundamentales de la Vida Económica (Primera Parte, Cap II, Economía y Sociedad) se dedica a describir una pormenorizada clasificación de formas de esa vida económica. En particular, entre los §15 y el §24 Weber hace una larga casuística de las formas de actividad económica (en el §28 realiza una de las formas de intercambio), que resume en el §24a. Para dar una idea del detalle puesto en ese catálogo, una muestra del §19:

Ya el contexto de la clasificación que transcribiremos muestra la complejidad. Weber está hablando de la apropiación de las oportunidades de trabajo (que es una de las formas en que se pueden apropiar las probabilidades de retribución, que es una forma de clasificar socialmente la distribución de servicios, para distinguirla de las formas técnicas de clasificación). En ese tipo Weber diferencia cuatro posibilidades. Y a su vez la primera de esas posibilidades tiene las siguientes alternativas:

a) apropiación monopolista por los trabajadores mismos de las oportunidades de trabajo (trabajo gremial libre). Pudiendo ser ésta:
?) hereditaria y enajenable, o
?) personal e inalienable, o
?) hereditaria, pero inalienable -en todos estos casos, bien de manera incondicionada, ya vinculada a determinados supuestos materiales (Primera Parte, Cap III, § 19)

A lo que siguen algunos ejemplos de cada caso, mostrando que esta clasificación responde a una diversidad real de las formas de actividad económica.

Catalogar la variedad de la vida económica

¿Cuál es la importancia de realizar ese catálogo de la variedad de la vida económica?

Porque en ciencias sociales en realidad estamos acostumbrados a formas de clasificación bastante más sencillas, y por cierto sin toda la compleja jerarquía que Weber despliega. Realizamos algunas distinciones básicas (digamos, entre sociedades modernas y tradicionales, adscripción y logro), donde a lo más a veces graduamos la tipología en varias clases que tienen más o menos la dimensión que analizamos. Las tablas de doble entrada son también de amplio uso al clasificar. Conste que esta forma de clasificar es también usada por Weber -la distinción entre la gestión de haciendas y gestión de lucro (numero § 10 y § 11 ) es del mismo tipo.

¿Cuál es la diferencia de uno u otra forma de clasificar? Las clasificaciones sencillas suelen provenir directamente de la teoría y se orientan por distinciones que serán operativas para alcanzar conclusiones conceptuales relevantes. La diferencia entre gestión de hacienda y por lucro conecta con otras distinciones sobre el cálculo y la racionalidad por ejemplo. Los catálogos, en cambio, no tienen esa orientación -no son categorías que se puedan deducir simplemente a partir de las distinciones teóricamente relevantes. Su objetivo es más bien otro: el de mostrar la variedad de formas existentes en la realidad.

Lo cual quiere decir, entonces, que la clasificación de Weber en este punto está interesada en mostrarnos la variedad de las formas de vida económica. Y que es ello lo que pasamos por alto cuando usamos otras clasificaciones. Si pensamos en otras disciplinas, uno puede observar que en biología es donde la clasificación de la diversidad de formas (de especies) es más desarrollada y adquiere una gran centralidad: Entender los procesos vitales implica, en parte, dar cuenta de cómo se ha desplegado toda la diversidad de formas de vida que representan los millones de especies (y sus clasificaciones de mayor jerarquía). Preocuparnos, junto con Weber, de catalogar la variedad de la vida económica es también reconocer que dar cuenta de esa diversidad (y quizás, imitando en ello un poco a los biólogos, maravillarnos de dicha pluralidad) es también una de las principales tareas de nuestras disciplinas.

 

Los Esquemas de Clasificación de Weber.

A continuación mostraremos los esquemas de Weber, en sus categorías principales (sin entrar en el detalle de cada una de ellas, que es cuando realmente se muestra la variedad, pero hacer eso requeriría transcribir buena parte del capítulo). Este resumen quizás permita, por un lado, una mejor lectura del capítulo en cuestión, y, por otro,

Los esquemas que presenta Weber son de distinto tipo. Los primeros (las formas de articulación de servicios) corresponden a las diversas formas que puede adoptar la economía tomando en cuenta una dimensión (lo equivalente a diferenciar especies de acuerdo a sus formas de reproducción o su metabolismo). La última (tipología de relaciones de apropiación y de mercado) representa una clasificación de las diversas formas de realizar actividades económicas en conjunto, a través de las combinaciones de las distintas modalidades de las anteriores (lo equivalente a diferenciar tipos o clases en biología).

Formas de articulación de servicios. Clasificación Técnica:

A. Según la división y coordinación de servicios (§ 16)

  1. Según servicios emprendidos por una y la misma persona. Para ejemplificar las distinciones usaremos una de las menores jerárquicamente (pero que tiene importancia empírica como el miso Weber lo hace notar): La diferencia al interior de la sub-categoría de servicios particularizados entre especificación de servicios (la persona realiza todos los actos necesarios y heterogéneos para producir un producto particular) y especialización de servicios (la persona sólo realiza un tipo de acto, de modo que el producto final requiere servicios de varias personas)
  2. Según la manera como se coordinan para realizar un propósito los servicios de varios
    1. Acumulación de servicios
    2. Coordinación de servicios

B, En cuanto al modo y medida de su combinación con medios de producción materiales complementarios (§ 17)

Formas de articulación de servicios. Clasificación Social:

A. Según queden repartidos entre unidades económicas autocéfalas: (§ 18)

  1. Economía unitaria con especialización y coordinación puramente interna
  2. División de servicios entre unidades económicas autocéfalas
    1. Especialización o especificación entre unidades económicas heterónomas pero autocéfalas
    2. Especialización de servicios de acuerdo a economía de tráfico entre economías autocéfalas y autónomas

B. Según la forma en que son apropiadas las probabilidades por retribución de servicios. De acuerdo al objeto de la apropiación (§ 19)

  1. Probabilidad de utilización de servicios / apropiación de oportunidades de trabajo (§ 19)
    1. Apropiación monopolista por los trabajadores
    2. Apropiación por parte del propietario de los trabajadores (trabajo servil)
    3. Ausencia de toda apropiación
    4. Apropiación por parte de una asociación de trabajadores, sin apropiación de los trabajadores individuales
  2. Medios materiales de producción (§ 20)
    1. Apropiación por parte del trabajador (individual o en asociación)
    2. Apropiación por el propietario
    3. Apropiación por parte de terceros de carácter regulador
  3. Probabilidades de ganancia merced a servicios de disposición (§ 21)
    1. En casos de dirección tradicional de hacienda
    2. En explotaciones lucrativas

Tipología de relaciones de apropiación y de mercado.

permite (de acuerdo a los esquemas anteriores) una gran cantidad de combinaciones. De acuerdo a Weber los más importantes históricamente han sido (§ 24a)

  1. En tierras de cultivo
    1. Agricultura con aprovechamiento transitorio de terreno
    2. Agricultura sedentaria, regulación de derechos de aprovechamiento por la comunidad con haciendas familiares
    3. Señoríos territoriales y corporales con tierras solariegas, con prestaciones de campesinos dependientes
    4. Monopolio del suelo con garantía solidaria de los campesinos con respecto a cargas fiscales
    5. Propiedad señorial libre con uso consuntivo (i.e no lucrativo) de los campesinos dependientes como fuente de renta
    6. Economía de plantación
    7. Explotación hacendaria
    8. Ausencia de propiedad señorial, economía campesina con apropiación del suelo por quienes lo trabajan
  2. En la industria, transporte y comercio
    1. Industria doméstica (usualmente con cambio ocasional)
    2. Industria vinculada a una parroquia (a un lugar local), especificación de servicios de acuerdo a una comunidad de consumidores
    3. Industria libre (libre producción para clientes)
      1. Stör (en casa de quien paga el trabajo)
      2. Trabajo por salario -con apropiación de la materia prima por parroquianos, de las herramientas por trabajador, y de las instalaciones por señor o asociación
      3. Trabajo por precio –trabajo se apropia de materia prima y de herramientas, apropiación de instalaciones por parte de asociación (gremio)
  3. Desarrollo hacia el capitalismo
    1. Monopolio de hecho de empresarios de los recursos monetarios de la industria como anticipo de trabajadores
    2. Apropiación del derecho de venta de los productos, consecuencia de monopolio de hecho
    3. Imposición de disciplina interna a los trabajadores a domicilio dependientes del empresario
    4. Creación de talleres sin especialización racional del trabajo, dentro de explotaciones donde dueño se ha apropiado de los medios materiales de producción
    5. Como último paso: mecanización de producción y transporte, y cálculo del capital (el elemento crucial para hablar de capitalismo de acuerdo a Weber)

En relación al desarrollo del capitalismo, Weber declara que fuera de Occidente sólo se dan los casos A y B, y el resto es específico al Occidente Pero más allá de ello, el caso es que -y recordemos que no hemos bajado dentro de los esquemas a las clasificaciones más bajas- Weber nos muestra una fuerte variedad de formas de vida económica.

Frente a esta pluralidad y variedad, nuestras divisiones usuales muestran su incapacidad para dar cuenta de la diversidad real de la vida social. En el caso que analizamos económica, pero en realidad aplica a todas las formas. Si en el análisis de la vida biológica, dar cuenta de la diversidad es parte central del conocer ese mundo, lo mismo cabría decir de la vida social. ¿Como cabría que explicaran o siquiera describieran la vida social quienes más bien la desconocen?

Y en ello, habrá que decirlo, el clásico que más reconoció lo anterior fue Weber.

Anotaciones a Economía y Sociedad V: Dominación. Mandato y cuadro administrativo

El concepto de dominación es uno de los más conocidos de Weber, y corresponde entonces ahora dedicarle atención.

1. Dominación y mandato.
Lo primero es establecer algo trivial, pero que por lo mismo no ha de olvidarse, en Weber los conceptos de poder y de dominación no son equivalentes. El concepto de dominación es una especificación del poder:

Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad.
Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 16)

Ahora bien, la especificación se debe a la idea de mandato. Pero el mandato no es algo que Weber define explícitamente (al menos en la Primera Parte de Economía y Sociedad, que es la última parte escrita, en la Tercera Parte, Cap I, § 1 -un texto bastante más antiguo- define algo más mandato, y sigue las líneas que aquí esbozaremos, enfatizando el carácter explícito del mandato). Por el uso que le da a la idea en otras ocasiones la idea de mandato se asocia a la idea de concreción (como lo hace en Los tres tipos puros de la dominación legítima, qué se publicó originalmente en Anuario Prusiano en 1922). El poder puede ser algo difuminado, pero obedecer a un mandato es algo claro. Lo otro dice relación con un rasgo de la idea de orden: Una declaración imperativa es una falta el no seguirla. Otras formas de imponer la propia voluntad (o sea, de ejercer poder) no tienen esa característica, sino que el no seguir la voluntad de ego es parte de las posibilidades (pensemos en la negociación o la influencia).  Un mandato sería entonces una declaración imperativa explícita y clara frente a la cual la no obediencia es vista como falta.

Ahora bien, la pregunta siguiente es entonces es ¿por qué de todas las formas de ejercer el poder Weber se centra específicamente en la dominación? Pensemos que luego de dar esa definición, a continuación Weber se dedica inmediatamente a analizar dominación (y a definir asociación de dominación y sus tipos, en el § 16 y el § 17; y que el Capítulo III es sobre tipos de dominación, no sobre tipos de poder). Weber mismo nos dice que el poder es demasiado amorfo para analizarlo, lo cual es atendible; pero entonces sigue sin responder porque centrarse en sólo una de las formas de éste. Se podría decir que el Capítulo II de la Primera Parte, sobre conceptos económicos, nos habla de poder sin dominación (que en las relaciones económicas, con sus mecanismos de apropiación, expropiación etc. hay un elemento claro de poder). Sin embargo, ello -de ser cierto- es algo que habría que interpretar, el mismo texto no está ordenado de esa forma.

2. Dominación y cuadro administrativo.
En realidad, es más clara la razón en la concentración en la dominación cuando observamos qué es lo que Weber procede a hacer. En el Capítulo III de la Primera Parte, que es sobre tipos de dominación, luego de recapitular las definiciones ya dadas, Weber procede a decir lo siguiente:

Pero toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere de un modo normal (no absolutamente siempre) un cuadro administrativo; es decir, la probabilidad, en la que se puede confiar, de que se dará una actividad, dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos concretos, por parte de un grupo de hombres cuya obediencia se espera (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 1)

Lo que le interesa a Weber es el cuadro administrativo de una asociación. Ese es el núcleo de la idea de dominación, y es el núcleo de la operación social permanente del poder. Los tipos de dominación, que muchas veces reducimos a creencias sobre legitimidad, son -y a ello es que Weber le dedica página tras página en el capítulo mencionado- también formas de organizar (y reclutar y mantener) ese cuadro administrativo. Que, todo hay que reconocerlo, fue algo que me insistió mi profesor de teoría en el pregrado, Raúl Atria, cuando nos enseñó a Weber.

El hecho mismo de la vida organizada  (no reducida a la burocracia, las otras formas de dominación son también sus formas de organización) es el núcleo del interés de la sociología weberiana. Ello también aparece de forma paralela en el Capítulo II -sobre conceptos económicos- en el que la descripción de las miríadas formas que puede tener una empresa económica (una actividad continua) también ocupa el cuerpo principal del texto. Es debido a esa preocupación que, entonces, es la dominación la que interesa dentro de todas las formas de poder -porque es la que se asocia a esa actividad continua de un grupo de personas.

Si queremos, entonces, comprender el concepto de dominación en Weber haríamos bien en no olvidar los dos elementos mencionados anteriormente: Mandato y cuadro administrativo.

3. NOTA. La dominación burocrática y la acción racional con arreglo a fines

Para finalizar esta entrada daremos una pequeña nota sobre la relación entre la dominación burocrática y la acción racional con arreglo a fines. En una entrada anterior, habíamos dicho al pasar que no había tipo de dominación asociado a la acción con arreglo a valores, asumiendo la relación mencionada. Habrá que defenderla.

Cuando Weber establece las premisas de la dominación burocrática-legal nos dice que:

Que todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional -racional con arreglo a fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas)- con la pretensión de ser respetado (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 3)

El lector precavido podrá entonces decir que claramente nuestra pretensión se demuestra equivocada: Weber mismo dice explícitamente que dicha dominación también incluye la acción racional con arreglo a valores. Sin embargo,, cuando Weber nos explica porque esta dominación es la más racional nos dice lo siguiente:

y lo es en los sentidos siguientes: en precisión, continuidad, disciplina, rigor y confianza; calculabilidad, por lo tanto, para el soberano y los interesados; intensidad y extensión en el servicio; aplicabilidad formalmente universal a toda suerte de tareas; y susceptibilidad técnica de perfección para alcanzar el óptimo de sus resultados (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 5)

Luego, comparando con una posible administración socialista (ligada a una racionalidad material) nos dice en el mismo numeral:

El problema radicaría en si éste sería capaz de crear condiciones parecidas para una administración racional, que precisamente en este caso significaría una administración burocrática rígida, sometida a reglas aún más rigurosamente formales que las existentes en el orden capitalista. En caso contrario, nos encontraríamos de nuevo con una de aquellas grandes irracionalidades que tantas veces ha de constatar la sociología: la antinomia entre la racionalidad formal y material (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo III, § 5)

 

Luego, podemos decir que lo que permite que esa dominación sea la más racional incluye su momento de calculabilidad y está asociada a la racionalidad formal. Si una administración socialista (como ya dijimos asociada a la material) quisiera alcanzar la mayor racionalidad formal estaría obligada a tomar una burocracia (so pena de caer en la contradicción). Y recordemos que la diferencia racionalidad material / racionalidad formal está asociada a la diferencia racionalidad arreglo a valores / arreglo a fines. En ambos casos, podemos observar que las características específicas de la dominación burocrática la asocian a la racionalidad con arreglo a fines.

Abusando un poco de conceptos usados por Weber en otros contextos, si bien en principio la dominación burocrática puede incluir una racionalidad de acuerdo a valores, existe una afinidad electiva entre la burocracia y la acción racional con arreglo a fines.

Anotaciones a Economía y Sociedad IV: La ausencia de la noción de Sociedad

Ahora cometeremos una gran injusticia y nos saltaremos la mayor parte de la construcción detallada y sistemáticamente que hace Weber de conceptos sociológicos a partir de la acción (relación, asociación, unión, instituto, etc.) para centrarnos en el último parágrafo, en el cual aparece una de las definiciones más conocidas del autor, la de Estado. Ahora bien, si uno observa Estado es sólo uno de los conceptos definidos en ese parágrafo, y no tiene un lugar especial. El Estado es una versión de la asociación política; e Iglesia una versión de asociación hierócrática (la asociación de dominación se define en el § 16). De hecho, el orden en el parágrafo es asociación política, Estado, asociación hierocrática e Iglesia. Transcribamos las definiciones:

Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando y en la medida en que su existencia y la validez de sus ordenaciones, dentro de un territorio geográfico determinado, estén garantizadas de un modo continuo por la amenaza y aplicación de la fuera física por parte de su cuadro administrativo.
Por Estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio de la coacción física legítima para el mantenimiento del orden vigente […]
Por asociación hierocrática debe entenderse una asociación de dominación, cuando y en la medida en que aplica para la garantía de su orden la coacción psíquica, concediendo y rehusando bienes de salvación (coacción hierocrática). Debe entenderse por Iglesia un instituto hierocrático de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantiene la pretensión al monopolio de la coacción hierocrática legítima (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 17)

Podemos observar que los conceptos están asociados entre sí. Dentro de las asociaciones de dominación, hay algunas que se centran en la aplicación de coacción física (asociación política) y otras a coacción psiquica (asociación hierocrática). Las definiciones son más precisas que lo que aparece en el contraste anterior (hay dimensión territorial en la política; hay dimensión específica de bienes -de salvación- en la hierocrática); pero claramente están asociadas. Las definiciones de Estado y de Iglesia son, en todo caso, casi perfectamente paralelas: Ambos son institutos de actividad continuada que mantienen monopolios a coacciones legítimas, diferenciando sobre que mantienen de manera exitosa ese monopolio. En Weber, por cierto, la palabra instituto es bien precisa (en el § 15 se lo define en términos de una asociación cuyas ordenaciones son otorgadas y rigen respecto a toda acción que  tenga lugar bajo su ámbito, Weber la diferencia de la unión -que se caracteriza porque sus ordenaciones son válidas sólo para quienes son miembros por libre elección), lo cual quiere decir que ambas asociaciones pretenden que sus órdenes sean válidas más allá de quienes son parte de sus cuadros o miembros directos.

Lo cual nos muestra que, contra otras tradiciones sociológicas, en Weber el Estado no es una síntesis de la sociedad (por ejemplo, entre nosotros, à la Lechner). Ni siquiera es una agencia orientada a resolver los problemas sistémicos de integración. Es simplemente una asociación que tiene el monopolio de un bien para producir un tipo de coacción. El punto de hacer una definición paralela de Iglesia es, precisamente, para devaluar las pretensiones de lo que es el Estado (lo que el Estado es a la política, es lo que la Iglesia a los asuntos religiosos; y bien pudiéramos quizás buscar otras asociaciones para otros tipos de coacciones).

Tan clave como lo anterior es el hecho que no hay ningún concepto superior (de mayor alcance) que los que transcribimos anteriormente. No hay en ninguna parte de los Conceptos Sociológicos Fundamentales una definición de sociedad. Esa ausencia, en un autor que está escribiendo un texto de alta precisión conceptual, no es casual.

Usualmente operamos como si la sociología tuviera como concepto central el de sociedad (pensemos en el caso de Luhmann). Más aún, que necesitamos ese concepto para poder realizar cualquier análisis de mayor rango (ya sea temporal o espacial). Pero Weber que realiza una sociología conceptualmente individualista y cuyos estudios son todos al macronivel (la emergencia del capitalismo moderno, la economía agraria en la Antigüedad, la ética económica de las religiones, la evolución del derecho etc.) puede realizar todos esos estudios sin usar para nada el concepto. Y más allá de ello, recordemos la frase algo burlona en una de las notas finales de la Ética Protestante sobre aquellos que creen en la unidad de la sociedad (unidad de la psique social, pero si la vida social es vida con sentido podemos hacer la traslación)

Hubiera sido fácil pasar de aquí a una “construcción” formal que dedujese lógicamente del racionalismo protestante todo lo “característico” de la civilización moderna. Pero esto lo dejamos para ese tipo de diletantes que creen en la “unicidad” de la “psique social” y su posibilidad de reducirla a una fórmula (Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Cap V, nota 114)

Si en la actualidad hay varios sociólogos que analizan la vida social pensando en que el viejo concepto de sociedad se encuentra en crisis (pensemos por ejemplo, en Touraine que así intitula un libro reciente); habrá que decir que la falta de necesidad de la idea de sociedad ya estaba disponible a principios del siglo XX.

Anotaciones a Economía y Sociedad III. Los tipos de acción y el sentido (y su falta)

La acción social, como toda acción, puede ser: 1. racional de acuerdo a fines: determinada por expectativas de comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizadas esas expectativas como “condiciones” y “medios” para fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2. racional con arreglo a valores: determinada por la creencia consciente en el valor -ético, estético, religioso o de cualquiera otra forma como se lo interprete- propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. 3. afectiva, especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4. tradicional: determinada por una costumbre arraigada.  (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 2)

Ya en la definición de los tipos de acción se nota una de los rasgos principales de las categorías: Su asimetría. Claramente hay acciones que merecen más atención que otras; lo cual es claro además en las notas sucesivas que hace Weber posteriormente, como en otras categorías.

La categoría de acción racional de acuerdo a fines es la central en la tipología. Esto aparece repetido en varias ocasiones, es la acción que aparece con el mayor grado de comprensibilidad. Hay diversas acciones de las cuales no se puede negar que tengan sentido pero al no ser este fácilmente comprensible por otros (la experiencia mística es el caso que pone Weber) son difíciles de integrar en la explicación sociológica. La comprensión universal por otros es algo que la acción racional con arreglo a fines, en última instancia, cumple mejor. En ese sentido, la acción por excelencia es la acción racional de acuerdo a fines.

Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de esa manera posee -para la inteligencia de los medios empleados- el grado máximo de evidencia. (…)
El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en la acción, como “desviaciones” de un desarrollo de la misma “construido” como puramente racional con arreglo a fines (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 1, n 3)

Su lugar central se nota además en otros textos de Weber en los cuales ella aparece como una versión más ‘desarrollada’ que otras acciones. En particular, ello con relación a la acción racional de acuerdo a valores, que es la otra forma de racionalidad puesta en la tipología. La diferencia entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad mapea sobre la diferencia de los dos tipos de acción racional en Economía y Sociedad y (a) es claro que versión es más adecuada para la política de acuerdo a Weber y (b) en cuál aparecen más dimensiones bajo el sentido del actor. Lo mismo se puede comentar de la diferencia entre racionalidad material y formal en el Capítulo II de la 1a Parte, sobre las categorías sociológicas de la vida económica -donde la prioridad de la racionalidad formal (la que es equivalente a la acción racional de acuerdo a fines) también es clara. De hecho, esto se nota en otras partes. Así, por ejemplo en lo relativo a la legitimidad. Los tres tipos posibles de dominación legítima se pueden mapear a los tipos de acción, quedando sólo la racionalidad de acuerdo a valores sin su tipo de dominación. Pero en el § 7 Weber desarrolla una legitimidad asociada a la racionalidad de acuerdo a valores (y pone como ejemplo en el n° 3 al derecho natural). Ello, de todos modos, no se desarrolla mayormente en el esquema de los tipos de dominación. La acción racional de acuerdo a fines sigue existiendo como la forma de la acción paradigmática.

Una cosa es que una categoría sea más central, ello es común en varios esquemas; pero otra que las restantes no sólo sean relegadas a la periferia del interés sino que incluso sean expulsadas del campo. Una de las afirmaciones de Weber que no deja de ser extraña es su exclusión, al menos parcial pero no por ello menos decidora, de las acciones afectiva y, específicamente, la tradicional del campo de la acción con sentido. A continuación citamos la referencia sobre la acción tradicional, pero a decir verdad sobre la acción afectiva (en el siguiente número del § 2) dice algo muy similar.

La acción estrictamente tradicional -en igual forma que la imitación puramente reactiva- está por completo en la frontera, y más allá, muchas veces, de lo que puede llamarse en pleno una acción con sentido. Pues a menudo no es más que una oscura reacción a estímulos habituales, que se desliza en la dirección de una actitud arraigada. (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 2, n 1)

La reducción de la acción tradicional a un mero automatismo, cómo si seguir una regla habitual fuera algo que no requiriera habilidades, no es algo específico a Weber, pero claramente está detrás de esas afirmaciones. Sin embargo, el comportamiento habitual -por ejemplo, el que me permite en este momento escribir en el teclado requiere de todos los hábitos asociados al teclado- no es un automatismo, sino que requiere una gran cantidad de habilidades, que no por no estar al frente de la intencionalidad no dejan de tener sentido (o para decirlo de otra forma, que permiten que se haga algo con sentido). El concepto de habitus en Bourdieu, o la más reciente discusión de la actividad manual por parte de Sennett muestran todo el sentido que requiere una acción habitual. Más aún, es una simplificación de lo que implica la tradición el pensar que los principios y máximas que las conforman pueden aplicarse sin más: Al igual que el lenguaje tienen aplicabilidad muy amplia.

En parte, la reducción de la habitualidad fuera del campo del sentido dice relación con la función que tiene la noción de sentido en general en la discusión de Weber. En el § 1, I, 9, Weber hace referencia a la posibilidad de entender con sentido el comportamiento de los animales. Después de declarar que, en principio, bien puede existir sentido en dicho comportamiento (el perro comprende las instrucciones de su amo), procede a declarar los problemas de dicha posibilidad (debido a nuestra falta de acceso a los posibles sentidos subjetivos). Ahora bien, claramente en esa discusión, la posibilidad siquiera del sentido no está asociada a asunto racional alguno y esto mostraría, entonces, que no es necesaria la razón para comprender. Por eso mismo, es interesante el énfasis que Weber hace ahí en el hábito como fuente de comportamiento animal para darle más realce a la exclusión de ello del campo de la sociología. Dado que el comportamiento habitual no parece ser exclusivamente humano se lo tiene a expulsar del campo de la sociología -aun cuando sea entendible.

Lo cual nos lleva a algo que ya habíamos discutido con anterioridad. Weber no deja de ser neo-kantiano, y luego hereda algo que ya es parte de esa tradición (y que el historicismo alemán no hizo más que enfatizar): la diferencia entre lo humano y la naturaleza, el mundo del sentido y el mundo fuera del sentido. Y la razón es lo que aparece más claramente ajeno a la pura causalidad externa de la naturaleza. Para decirlo de otra forma, tratar a la razón naturalmente es no dar cuenta del carácter de la razón (algo similar, en un pensamiento muy lejano y más reciente, le pasa a Badiou en relación al materialismo y la noción de verdad). Pero al centrarse en ello, el precio que paga Weber termina de ser demasiado alto: expulsar de la categoría de sentido a una buena parte de la conducta humana, y más aún, de expulsar del sentido a acciones que claramente resultan comprensibles (para los mismos actores y para observadores).

Alcanzar una comprensión no reduccionista ni de autómatas de la acción habitual y tradicional es un empeño que no resulta fácil, pero es necesario.