(La necesidad de) Un nuevo diagnóstico

Conversando ayer sobre, bueno que otro tema cuando se reúnen personas del área, posibles estudios y cosas interesantes a explorar, llegamos a la conclusión que estamos faltos de diagnóstico sobre la sociedad chilena.

En los ’90 teníamos un diagnóstico. Quizás no muy bueno, quizás no muy bien fundamentado, pero todo el mundo (desde Moulián hasta Tironi) compartía la idea que lo que había pasado en la sociedad chilena era la incorporación de una sociedad de mercado. Que el eje interpretativo para entender el país era ese cambio y las reacciones de la sociedad a ese cambio.

Sin embargo, ese diagnóstico está ya agotado. Porque en lo que ya no estamos es en la transformación a una sociedad de mercado (sea lo que eso pueda significar). Si ese diagnóstico era correcto, en cualquier caso ya estamos en esa sociedad -y lo estamos desde hace un buen tiempo. El mundo de la transición, en ese sentido, es ya un mundo pasado.

Entonces, ¿qué? ¿Tenemos algo que decir con respecto a la situación y transformaciones actuales de la sociedad chilena? Porque, claro, siempre podemos hablar de las transformaciones globales -y hablar de posmodernismo, de sociedad de la información, de globalización y de lo que sea. Pero eso es lo que nuestra sociedad tendría en común con cualquier otra formación social en la actualidad.

Lo que teníamos antes era, al menos, una cierta idea de los cambios y de la situación específica de nuestra sociedad. Pero ahora, y aparte quizás de Tironi y sus disquisiciones sobre el sueño del chileno y esas cosas, no hay demasiado.

Por cierto, todo camino más o menos serio de eso necesita de un estudio. Pero concluir diciendo que se requiere un estudio es, hay que reconocerlo, una salida demasiado fácil. Pensemos entonces en, aunque sean solamente hipótesis burdas, algunas posibilidades de diagnóstico:

  1. Todo diagnóstico debiera tomar en cuenta que la miseria no es un problema en la actualidad. Los pobres en Chile son numerosos y viven vidas llenas de problemas, pero las imágenes de miseria absoluta no son parte de sus vidas (*)
  2. Un aumento de la legitimidad de la desigualdad. Probablemente es demasiado lejano, pero las preferencias de las familias en educación me hacen pensar que la preocupación no es tanto por la calidad general (o que todos tengan la mejor educación posible); sino la preocupación es -directamente- tener mejor educación que los otros (**)
  3. Cómo el sistema ‘venció pero no convenció’, para usar tan tañida frase, los comportamientos de ‘cumplir lo mínimo’ aumentarán. Para usar otra frase muy gastada, haremos como que trabajamos (***). Aprovecharse de un sistema injusto nunca suena muy ilegítimo.
  4. Tenemos una visión del mundo en que ‘todos quieren aprovecharse (de uno)’. Y por lo tanto, el rechazo va a seguir sin transformarse en un rechazo colectivo (dado que los dirigentes son sospechosos por definición). Ahora, de eso no se va a seguir que el aprovechamiento sea legítimo: es esperado pero negativo.
  5. Pero el aprovechamiento que uno hace es legítimo. Una separación entre la esfera personal / social debiera volverse aún más importante. Todo el mundo de la confianza en lo personal, todo el mundo negativo en lo social. O usando otras palabras, todos son ‘naturalmente’ habermasianos y creen en la distinción mundo de la vida / sistema. El aprovechamiento del sistema sobre uno muestra lo perverso del sistema, el aprovechamiento de uno sobre el sistema es una reacción de supervivencia, es responder con la mano que nos dan. (****)
  6. Y en parte eso refuerza el vencer sin convencer. Porque la gente desea la libertad personal -la libertad para desarrollar tu vida como quisieras- pero nadie cree que eso tenga que ver, o mejor dicho la gente cree que eso se ve agredido, por la libertad ‘económica’ en el mercado. Por otro lado, nadie cree en la libertad ‘política’ colectiva.
  7. Y esto porque la libertad es, fundamentalmente, la capacidad de hacer lo que uno quiera. Por algo, al final de cuentas, nuestros héroes mediáticos son gente ‘sin pelos en la lengua’. La imagen de la honestidad y de la persona independiente es quién no acepta las restricciones sociales. Básicamente, es la libertad de a quién no le importa al resto.

Es altamente probable que la mayor parte de esas disquisiciones no sea correcta. A final de cuentas, se parecen mucho a un diagnóstico de ‘invidualismo’ (*****) o de ‘sociedad anómica’, que no reconoce mayor bien colectivo. Y uno puede estar casi cierto que ese diagnóstico es errado. La visión de ‘anomia’ es la de quién ve el desmoronamiento de ciertas prácticas, pero no acierta ver las que se crean.

Pero bueno, equivocadas o no, de alguna forma hay que empezar. Y mejor un mal inicio que ninguno.

(*) Obviamente hay quienes viven en la miseria. Pero para decirlo de otra forma, la mera existencia de un programa social que consiste en tener monitores profesionales para cada una de las familias de extrema pobreza en Chile implica que la pobreza usual en Chile ya no es miseria.

(**) Al fin y al cabo, la revolución pinguina fue una lucha por el acceso a las posiciones privilegiadas: fue que mi tipo de colegio tenía pocas posibilidades de permitirme llegar arriba. Luchar por tener acceso al privilegio es una lucha distinta que la pelea contra el privilegio.

(***) De hecho, la parte de la frase ‘ellos hacen como si nos pagaran’ es, en principio, aplicable a Chile: La mediana del sueldo es relativamente baja (ahora, relativamente baja para lograr el estándar de vida que se desea)

(****) Por así decirlo: Vemos que las instituciones no nos tratan como personas, sino de cualquier otra forma, como recursos. Entonces, no nos pidan que tratemos a las instituciones como otra cosa que recursos. Al final, la gente tiene un sentido ético kantiano uno podría decir, la idea de la vida buena subyacente -aquella que resulta imposible- es la idea que las personas debieran ser tratadas como fines, no como medios.

(*****) La condición familiar de la sociedad chilena no quita ni pone al diagnóstico anterior. El individuo se puede identificar con su familia, y vivir para ella; el tema es que el hogar, y sólo el propio hogar, importa. El resto no tiene mayor relevancia.

Cuadros de una Exhibición

Ninguna relación con la sociología, pero eso no tiene mucha importancia.

Ayer en la noche, para descansar algo, escuché Cuadros de una Exhibición de Mussorgski. La versión era de Gergiev con la Filármonica de Viena. No tengo claro cuan buena era, aunque cumplió lo que pido a toda versión de la pieza: Que tenga escalofríos cuando se inicia la Gran Puerta de Kiev. Así que, al menos en ese respecto, todo bien.

¿A qué viene todo lo anterior? A lo siguiente, que, creo, resulta necesario decirlo:
Alabado sea Modesto Petrovich, alabado sea Maurice. Uno es completamente indigno.

Para preocuparse

El otro día -para ser más exacto la noche del lunes 9 al martes 10- soñé que trabajaba. De hecho, como en principio tenía que despertarme temprano para trabajar en un asunto, lo que soñé fue que me despertaba, me levantaba y empezaba a trabajar. El hecho que en el sueño era de día a las 5 de la mañana o que la puerta no estaba donde efectivamente está no fueron obstáculo alguno.

Lo dicho, para preocuparse.

(Se vuelve a posts más normales después de recuperarme de esta cosa)

A propósito del Centenario

Sí, el Centenario. No compararse con 1810 sino con 1910 (bueno, 1907 para ser exactos).

¿Por qué? Porque el país es muy parecido en algunos elementos:

1. Una clase política dividida por asuntos del pasado pero que tiene un fuerte consenso con respecto al presente (de hecho, el mismo consenso: liberalismo económico)

2. Una elite dedicada al consumo bien conspicuo, bien segura en su dominación, cuando crece la disconformidad (digamos, los estallidos de violencia) y que cuya única respuesta es la represión. Digamos que aquí hay un pequeño avance porque ya no se ametrallan obreros, pero la primera reacción es la carcelaria.

3. Buenos precios de nuestra riqueza minera, finanzas públicas saneadas y un gasto militar lo suficientemente alto para tener una de las armadas, por ejemplo, mas poderosas del subcontinente.

4. Una oportunidad relativamente decente para desarrollarse que nos farreamos (en 1910) y que nos vamos a farrear (ahora).

En fin, nada del otro mundo, pero no dejan de ser semejanzas de algún interés

Pearls before Breakfast

Un artículo interesante en el Washington Post sobre la reacción a la música en la calle.

En particular, la siguiente cita:
‘There was no ethnic or demographic pattern to distinguish the people who stayed to watch Bell, or the ones who gave money, from that vast majority who hurried on past, unheeding. Whites, blacks and Asians, young and old, men and women, were represented in all three groups. But the behavior of one demographic remained absolutely consistent. Every single time a child walked past, he or she tried to stop and watch. And every single time, a parent scooted the kid away’

La capacidad para disfrutar de la belleza (y en general de lo que tenga que ver con la estética, que lo bello no es lo único estéticamente relevante) es una capacidad abandonada. Nada que no sea muy obvio en realidad una vez que se lo piensa, de todas formas algo deprimente.

Una nota sobre la Concertación

Esto se me ocurrió a partir de un artículo de Edwards en la edición del 1º de Abril de La Tercera. Edwards discutía acerca del cambio de gabinete y mencionaba las disputas al interior de la coalición entre los que estaban a favor del mercado y los que, en realidad, están en contra. Y entonces, al hablar de estos últimos, hablaba de quienes reclaman por la felicidad -extraña cosa que se ponga a Tironi entonces en los contrarios- y a quienes reclaman contra el consumismo -reducidos estos últimos a quienes no les gusta que las masas compren viajes a Miami.

Y entonces pensé que estamos fritos.

Porque si la mirada de la elite ‘complaciente’ es que la crítica al consumismo, por ejemplo, es una crítica de una elite que mira en menos a los felices consumidores, entonces la elite ‘complaciente’ no es mucho lo que entiende. Porque la crítica al consumismo es universal, es parte también de lo que piensan las masas que compran viajes a Miami. El miedo a perder la convivencia, a que la nueva vida no sea vivible, a que perdamos de vista la felicidad, no es un miedo de Tironi, es una crítica a estas alturas antigua de parte de la misma ciudadanía.

Una ciudadanía que, al mismo tiempo, es parte del juego, y a la que le gustan los viajes a Miami. Que, en otras palabras, no ve el tema del consumo, como incompatible per se con la felicidad y la convivencia. El acto supremo de la convivencia con los amigos y la familia es, al fin y al cabo, un acto de consumo: Digamos, para usar el paradigma más claro, el asado.

Por mucho tiempo pensé que una de las razones para las continuas victorias de la Concertación era la forma en que replicaba una de las visiones básicas de los chilenos sobre Chile y sobre el ‘sistema’: Que, al mismo tiempo, es lo único que funciona -la mejor oportunidad para superar la abyecta pobreza- y, también, es un sistema inhumano que nos obliga a dejar de lado las mejores cosas de la vida. Es lo que correponde hacer y, a mismo tiempo, algo que no es bueno ni gusta. Entonces, de alguna forma hay que arreglárselas para lograr una vida buena y decente. La Concertación era, entonces, la única coalición que decía ambas cosas y que, por ende, podía acompañar ese camino para encontrar esas formas.

Pero el artículo de Edwards (podría haber escogido otra cosa del otro ‘lado’ para ilustrar el punto) lo que muestra es que, finalmente, la Concertación no es eso. No es una coalición de personas que piensen -como lo hace la población- ambas cosas; es una coalición de personas que piensan una cosa y de personas que piensan la otra. Pero la combinación es ausente.

No hay nadie, entonces, que refleje la ambigüedad de como piensa la población.

A propósito de la sociología de la ciencia.

A propósito que me acabo de dar cuenta que el affaire Sokal ya tiene más de 10 años (los artículos fueron publicados en 1996), paso a preguntarme ¿por qué los sociólogos tendemos, cuando analizamos la ciencia, a caer en el relativismo? (en la idea que o todos los sistemas tienen igual validez, o igual base o lo que sea).

Porque es claro que no se requiere relativismo para hacer sociología de la ciencia (La vieja sociología de la ciencia -old Merton- decía muchas cosas sin necesidad de meterse en esos asuntos). Si se requiere si uno quiere, como Bloor, que la sociología debe y puede entar en el sancta sanctorum y determinar la validez del conocimiento.

Entre las innumerables razones voy a usar una de sociología del conocimiento: Ese argumento supera el sentido de inferioridad de nuestra disciplina: Ah, es desde lo social (desde la sociología entonces) que se puede explicar la ciencia. Y mostraremos que para sus ideas son equivalentes a cualquier otra. En otras palabras, no son mejores que nosotros.

O para decirlo de otra forma, somos tan científicos como ustedes. Nuestros criterios y nuestras costumbres son equivalentes. No tiene sentido decir que sean más rigurosos que nosotros.

Lo que tiene como consecuencia hacer más plausible el hecho que la ciencia no es nada especial. Porque si las ciencias naturales son tan rigurosas como la sociología, entonces es claro que no son muy rigurosas, ni de verdad implican un buen conocimiento del mundo (porque todo sociólogo con algo de sentido crítico sabe que la sociología no es, de hecho y en la actualidad, un buen conocimiento del mundo).

Por así decirlo, mientras los viejos positivistas pensaban que la sociología podía ser una ciencia como cualquier otra, y eso implicaba ‘subir’ al nivel de las otras ciencias; la nueva sociología de la ciencia nos dice que la sociología es una ciencia como cualquier otra, porque las otras ciencias no son mejores que nosotros.

En otras palabras, pensamos que las ciencias naturales no representan una forma válida de aproximarse al mundo no debido a nuestro atrevimiento intelectual. Sino a que pensamos que, de esa forma, podemos dejarlo en nuestro mediocre nivel.

Opacidad y transparencia en la vida social.

Probablemente este sea el comentario menos relevante que hacer con respecto al Transantiago, pero de todas formas me parece a mí interesante.

Entre las innumerables cosas que se dijeron para plantear la necesidad de cambiar el sistema público de transporte en Santiago fue que era un caos. Ahora, ¿un caos para quién?

Porque el sistema no era, para nada, caótico para el usuario. En general, era un sistema navegable sin demasiado conocimiento (entre preguntas al micrero, alguna que otra suposición, la información puesta en las micros sobre donde iban y donde paraban) era posible llegar a destino incluso sin saber nada sobre el recorrido.

Para quién el sistema era caotico era para el gobierno, para el Estado. Un actor que tenía poco conocimiento sobre el sistema. Una de las declaraciones de la autoridad, días después del accidente en La Pirámide, fue que con el Transantiago se había puesto una línea en el sector. Pero de hecho, una línea de Metrobus hacía el trayecto Escuela Militar- Zona Norte y pasaba por La Pirámide. La complejidad del sistema lo hacía poco entendible para el actor externo.

El Transantiago es, en realidad, lo contrario. Bastante asible por un observador externo (se puede, de hecho, poner en un mapa el sistema completo -por complejo que sea el mapa, eso no se podía hacer con el sistema antiguo). Pero para el usuario, que lo navega, el sistema es de hecho más complejo. El hecho que, normalmente, sea necesario para hacer cualquier viaje usar transbordos, que las mciros paran donde el sistema dice que tienen que hacerlo, hace que sea necesario conocer el sistema antes de usarlo (fuera del recorrido habitual). Sin tener en la mente la totalidad del sistema es difícil pensar en las alternativas y en las posibilidades. O sea, uno no puede llegar y usarlo simplemente saliendo a la calle.

¿Tiene alguna importancia la observación anterior? Ni idea si la tiene para el Transantiago, pero la circunstancia me hizo acordarme de una observación de Ibáñez. Que uno puede distinguir sistemas que son claros para un observador externo (el Transantiago mirado desde el mapa) pero opacos para quien los actores El ejemplo de Ibáñez si mal no me acuerdo es un conjunto marchando: el orden es muy claro para quien lo mira desde fuera, pero para quien está marchando el orden general es invisible. Por otro lado, tenemos sistemas que son inentendibles para el observador externo, pero cuya lógica es perfectamente asible para los actores.

Siempre me sorprende cuando la sociología puede usarse para hacer observaciones sobre eventos reales. (Y más me sorprende que Ibáñez sea útil para algo)

Surveillance en la antiguedad.

Entre las innumerables ideas que en los últimos años se ha agregado al pensamiento sociológico sobre la modernidad es que las sociedades modernas se caracterizan por su grado de vigilancia (surveillance). Por ejemplo, las organizaciones monitorean continuamente lo que hacen sus empleados; los estados manejan gran cantidad de información sobre la situación de sus poblaciones etc. Es cosa de leer a Giddens. En particular, uno puede recordar a Thompson y su insistencia en el uso del tiempo (y del tiempo de reloj) para controlar, vigilar y administrar a la naciente fuerza industrial -y de la resistencia de los trabajadores contra ello.

Ahora, veamos que nos dice un artículo sobre la situación en el Antiguo Egipto (Work Organization in the Middle Kingdom, Ancient Egypt; Mahmoud Ezzamel, Organization 11,4: 497-534, 2004)
‘The compilation of rosters, name lists and work groups can be organized in a manner that renders them amenable to accounting calculation and clear delineation of accountability. .. It should be noted at the outset that, given the premodern nature of the material examined here, we should not expect a system of accountability that conjoins both precise time worked out and output achieved, as one would expect to be the case in contemporary organizations, because such a combination of time and physical output has its genesis in the 19th century AD’ (p 499)

‘Rosters and name lists for workers were used extensively. Papyrus Reisner I, from the reign of Sesostris [Senusret] I in the early Twelfth Dynasty, 1971–1926 BC, contains entries for a building project involving nearly 300 workers and foremen organized by division… The various documents used included: (i) number of enlisted workmen, per day per year; (ii) lists of named individual workmen grouped under a named foreman; (iii) daily attendance and absence for individual workers grouped under named foremen; (iv) lists of workmen on the move to jobs in other locations; (v) speci?ed measures and quantities of various products/tasks converted into equivalent man-days; and (vi) rations allocated to each workman’ (p 507)

‘Without wishing to rule out alternative interpretations totally, I suggest that the practice of keeping name lists and attendance rosters was not a purely ceremonial activity. Absence from work on state projects was clearly noted and acted upon; it was classi?ed as a criminal offence against the state and punished severely. (p 515)

‘No matter which account we consider, the pattern of reporting on work in progress looks very similar. In each case, there is a clearly speci?ed work target, e.g. number of bricks of a given size to be made or number of days to be worked. Then an inventory of actual work is performed; this is compared with the target, allowing a remainder to be implicitly calculated or explicitly stated. This system of accountability embodied the three elements of target-setting, measurement of actual achievement and comparison of achievements against targets to signal the remainder. (p 518)

Las citas son largas pero ilustra el punto a ver: La mayoría de las características de sistemas de vigilancia, control y administración (y no puse citas sobre como asignar sueldos, algunas indicaciones de un posible sistema de bonos y de los 27 posibles escalas de pagos que están en el artículo) están ya desde el inicio de las sociedades complejas. Se controlaba el trabajo, se monitoreaba su avance, se registraba la información, se castigaba la falta etc. Y el autor es insistente que estas cosas no son meramente ceremoniales, sino que tienen

¿Que falta? Algunos elementos técnicos (reunir precisamente tiempo y producto) y probablemente algo de extensión (lo dicho es para grupos de trabajo del estado egipcio, digamos los trabajadores de las pirámides). Pero el esquema básico está presente desde ‘siempre’.

Pero entonces uno recuerda toda la resistencia de los trabajadores europeos a la incorporación de controles (y la evidencia sobre el ‘San Lunes’ por ejemplo como costumbre hasta el siglo XIX). O pensar en que ese tipo de documentación de organización laboral también es común entre los mesopotámicos. Y entonces uno pudiera adelantar otra idea: No es que estos niveles de vigilancia hayan estado siempre presentes.

Sino que el nivel de complejidad social (asumiendo que esas prácticas organizacionales implican complejidad) se alcanzaron inicialmente de forma rápida pero después se perdieron. La modernidad implicaría la recuperación de un nivel de complejidad inicial (posiblemente permitido por los profundos cambios tecnológicos: La complejidad de las primeras sociedades ‘civilizadas’ llegó más allá de lo que podían sostener a su nivel técnico, y luego se perdió. Uno puede recordar que en la Grecia clásica no hay, por ejemplo, muchas indicaciones de organizaciones económicas y de trabajo de esa complejidad. Al fin y al cabo, en un asunto paralelo, en Mesopotamia la extensión de la primera urbanización es mayor que la de las civilizaciones y sociedades que la sucedieron. Aunque altamente especulativo no deja de ser un asunto interesante.

Si esto fuera así, entonces uno bien pudiera recordar que nuestro actual nivel de complejidad con toda probabilidad tampoco es sostenible a nuestro presente nivel técnico. Y por tanto que algo parecido -aunque a un nivel de complejidad mayor- bien pudiera ocurrir hoy (digamos, para terminar un post histórico con alguna consecuencia para las sociedades contemporáneas)

De Sacerdotes a Sicologos

En realidad, es relativamente obvio, pero nunca está de más hacer el comentario: Los sicólogos, en particular los clínicos, son un reemplazo funcional de los sacerdotes:

1) En lo que concierne al cuidado ‘mental’ hacen prácticamente lo mismo: Están obligados profesionalmente a quedar callados ante lo que uno les dice, están obligados profesionalmente a escuchar: En otras palabras, una escucha empática, y ofrecen una solución. Hay que reconocer que la versión sacerdotal era mejor (era gratis, reconocía sin problema el tema de la culpa y daba soluciones -bueno, absolvían los pecados, que es mucho más que lo que cualquier sicólogo puede hacer). Y ambas versiones son inferiores a la relación a la que reemplazan -la de amistad.

2) Determinan el bien y el mal. De los sacerdotes eso es obvio, veamos en lo de los sicólogos: En una sociedad secularizada como la nuestra, lo único que nos queda es la ‘normalidad’ (y los sicólogos nos indican cuando nos salimos de lo normal y nos dicen como volver a ella). Bueno, en realidad los sicólogos ofrecen otro ideal: el de la persona sin traumas, sin angustias ni culpas (y los sicólogos nos indican todo lo que hacemos mal y que nos produce angustias y culpas). Al igual que los sacerdotes, viven de descubrir problemas: pecados antes, cualquier problema mental en la actualidad, de los cuales continuamente se descubren nuevos, son más comunes. Digamos, que no hay mayores productores de angustia que los sicólogos: Que continuamente plantean lo terrible que son las angustias para sólo reproducirlas, nada más angustioso y traumático que la búsqueda incesante, con peligros a derecha e izquierda de la vida sin angustias ni traumas. En eso, hay que decirlo también, los sacerdotes tenían ventaja -su bien y su mal eran más satisfactorios que el mal y que el bien de los sicólogos.

Pero, si los sacerdotes ya no pueden cumplir con sus viejas funciones (porque, incluso entre los creyentes, cada vez es menos creíble que se puede tener una vida buena siguiendo los consejos de la religión), entonces tienen que ser reemplazados. Lo importante sería descubrir a quienes reemplazaron los sociólogos. No creo que a los profetas, aunque eso indicaría que los sicólogos son, en cuanto versiones remozadas de funciones antiguas, mucho mejores. Pensándolo bien, parece relativamente razonable.