Sólo dos ideas. Comunicación, aprendizaje y limitaciones

Pensándolo bien, en asuntos teóricos creo que he tenido solamente dos ideas en mi vida. Y me imagino que ya fueron las dos únicas ideas que se me ocurrieron. Si bien ninguna de ellas es muy brillante, al menos debiera ponerlas aquí por puros afanes de inventario.

La primera (la segunda cronológica), ya fue discutida en el blog (en Poder, intercambio e ideología). Lo que quedaría sería desarrollar la segunda idea (que fue la primera cronólogicamente).

La idea, ya lo dije, es bastante sencilla: Basta con tres características para tener todos los atributos relevantes de los actores que nos permiten entender la formación de los ordenes sociales. En otras palabras, los seres humanos pueden ser muchas cosas, pero de ellas sólo tres son relevantes: el conjunto de ellas es suficiente para producir orden social. Y, del mismo modo, cualquier entidad que tenga esos atributos produce orden social.

Los atributos centrales eran:

  • Comunicación. La capacidad de un actor para indicarse cosas mutuamente con otro actor.
  • Aprendizaje. La capacidad del actor para desarrollar nuevas reglas y asociaciones (una de las características centrales de esto era que todo aprendizaje es al mismo tiempo algo cognitivo y algo práctico)
  • Limitaciones. Los dos atributos anteriores son limitados. Los actores no tienen una capacidad ilimitada para comunicar o para aprender.
  • En el desarrollo del asunto me vi obligado a poner un cuarto atributo (que nunca me termino de gustar en realidad, era más bonito cuando eran sólo tres): Preferencia. Los actores tenían la capacidad de escoger una alternativa entre varias. Era crítico que no le asignabamos mayor desarrollo que eso básico al atributo, o sea no se pedía que las preferencias estuvieran bien ordenadas, que fueran completas etc.

Entonces, actores definidos de tal forma -o sea con esos atributos y sólo con esos atributos- eran capaces de generar ordenes sociales con características ‘realistas’. Por supuesto el argumento específico no me acuerdo -sólo me acuerdo que era lo suficientemente alambicado para que me gustara-, pero estos actores generaban prácticas sociales estables.

Y las generaban continuamente. En otras palabras, producían orden social, pero como eso era algo que hacían siempre, esto hacía el cambio del orden social inevitable: La generación de nuevas prácticas entraba en conflicto con las viejas. Y no había forma de evitar que estos actores generaran orden, y que generaran continuamente nuevo orden.

Esto era lo que más me interesaba. En vez de tener separados procesos de construcción de orden y de cambio social (algo tan característico de la sociología ‘clásica’ del funcionalismo y que todavía rebervera en la actualidad a decir verdad), el mismo proceso producía ambos resultados. El hecho que los actores (por su capacidad de aprender -de desarrollar nuevas reglas- y de comunicar -de orientarse mutuamente) engarzaran sus acciones entre si y (por esa misma capacidad de aprender) luego tipificaran eso, de forma de producir prácticas sociales, era algo que los actores estaban obligados a hacer. Pero tampoco podían parar. Y dado que (en todo eso tenían limitaciones) no podían evitar que las consecuencias de esas prácticas pudieran volver sobre ellas con efectos diversos (algunos estabilizadores y otros desestabilizadores).

Lo que me interesaba también era destacar el hecho que todas las características básicas del orden social podían ser producidas por actores definidos solamente por un conjunto limitado de atributos. En otras palabras, un modelo de actor podía generar un orden social.

Y he aquí que las dos ideas se combinaban. Porque esta era la idea de un modelo de actor. La otra idea era la de un modelo de interacción. Entre ambas, en la combinación de esos modelos, en el espacio de posibilidades que abría esa combinación, me parecía posible generar una teoría social general relativamente decente.

Pero para ello hubiera tenido que necesitar de una tercera idea. Pero, como ya dije, sólo dos ideas se me ocurrieron. En fin, si esas ideas tenían algo de sentido, entonces a alguien más se le ocurrirán y a alguien -con mayor suerte, vocación y genio que yo- se le ocurrirá una forma de combinarlas. Y si son de verdad interesantes, entonces ahí se mostrará. Una de las ventajas de las ideas es que, de verdad, no dependen de uno. Ni siquiera las ideas que a uno se le ocurren.

Bauman y el consumo (II)

Cada día entiendo menos la sociología. Recientemente Zygmunt Bauman publicó Vida de Consumo (el título en inglés es mejor en todo caso, Consuming Life), y en realidad -para ser uno de los sociólogos más conocidos de la actualidad- el nivel no es tan alto.

Para decirlo más corto: Buena parte del texto es la discusión del sentido común sobre el consumo (y los males del consumismo) sólo que dicha con un lenguaje mucho más alambicado. Pero apenarse porque en la moderna vida de consumo las personas tienen relaciones de desecho, y se ven unas a otras como bienes de consumo, es decir -en complicado- lo que todas las viejas de la esquina dicen -en simple. Para criticar que estamos obligados a consumir, para mantener las apariencias de pertenecer a esta sociedad, nuevamente no es más que decir en complejo el sentido común más ramplón sobre el consumo.

Veamos un ejemplo -que muestra en concreto todo el texto. Bauman nos plantea que hemos llegado a tales niveles (si no usa la palabra depravación es porque los sociólogos nos cuidamos de usar ciertas palabras, pero en realidad eso es lo que piensa) que materializamos nuestras relaciones sociales, nuestras relaciones familiares. ‘Los políticos que claman por la resucitación de los agonizantes valores familiares, y que lo hacen con seriedad, deberían empezar a pensar concienzudamente en las raíces consumistas causantes del deterioro simultáneo de la solidaridad social en los lugares de trabajo y del impulso de ciudar y compartir en el contexto de la familia’ (página 165). O unas páginas más atrás: ‘Arlie Russell Hochschild resume el daño colateral fundamental causado en el curso de la invasión consumista en una expresión tan incisiva como sucinta: la materialización del amor’ (página 163). Cualquier reportaje en cualquier revista mediocre puede decir frases como esa. No negaré que Bauman es ingenioso al escribir, pero con ingeniosidades no se crea conocimiento.

Ahora, el tema es que ¿tiene sentido lo anterior? La idea que el consumismo moderno materializa el amor, y por ello -por ejemplo- las ideas de un Miller del consumo, la compra, como expresión de relaciones de amor no funciona, o al menos sólo funciona para mostrar el desastre que es el consumismo actual, parece ser interesante. Pero tiene el problema de ser falsa.

Siempre materializamos el amor. Como siempre materializamos todo. Porque los seres humanos -y cualquier curso de Arqueología 101 lo debiera dejar en claro- vivimos entre objetos y cualquier cosa que hacemos las hacemos con objetos. No es que (y para ello volvamos a Miller) por un lado están las cosas y por otro lado las relaciones humanas, y que cuando las mezclamos perdemos la autenticidad / profundidad / pureza de las relaciones. Hemos expresado nuestras identidades culturales, nuestros afectos, nuestros modos de vida a través de objetos, los ‘materializamos’. Eso es lo que hacemos.

Ahora, uno podria decir, bueno ‘lo central no es tanto que materializamos el amor sino que en el consumismo moderno mercantilizamos el amor’. Al fin y al cabo, es cierto que regalos -por ejemplo- se intercambian en todas partes, que suelen ser, en todas partes, parte de las relaciones sociales. Pero que todo eso pase por la compra, he ahí algo que es tipícamente moderno. Sea, pero que estamos en un mundo de mercancías es algo que sabemos desde el siglo XIX, y de hecho es consustancial al capitalismo. Así que es común tanto a la sociedad de productores como a la de consumidores, no sirve para identificar a esta última.

Es en relación al tema de identificar una nueva sociedad de consumidores, de identificar los cambios recientes como un cambio de tipo de sociedad de productores a consumidores, donde las tesis más interesantes de Bauman ocurren. Pero siguen sin convencer mucho, al menos a mí.

Una idea, que de hecho ya repite en otros textos, es que lo que nos transforma en sociedad de consumidores es que el deber social central es el de consumir. Y por ello, entonces somos una sociedad diferente. Suena bien, pero ¿por qué el deber central ya no es el de producir cuando la participación en el mundo monetario, tan central para el consumo, sigue estando mediado por la participación en el mundo del trabajo?

La otra idea, el ‘secreto mejor guardado de la sociedad de consumo’, es la idea que en la sociedad de consumo las personas se transforman en bienes de consumo. Para ser participantes de verdad en la sociedad, tenemos que transformarnos nosotros en bienes de consumo (y por tanto en seres que se pueden comprar, usar, desechar). La distinción entre personas que eligen y bienes elegidos nos dice Bauman se borra (página 25). La idea es poderosa, aunque uno podría discutir si es tan secreta.
Pero creo que la idea nos muestra que, finalmente, la sociedad de consumidores no es tan distinta de la anterior. Al fin y al cabo, en la sociedad de productores ya teníamos -en tanto fuerza de trabajo- que transformarnos en mercancías. Puede que la transformación sea más completa aún, en vez de requerir una cierta cantidad de tiempo (dejando el resto ‘libre’), en la sociedad actual se pediría esa transformación en mercancía, en bien de consumo, siempre.

Bauman hace notar que, en el paradigma ya tradicional del sentido común sobre el futuro que es Silicon Valley, se habla de lastre cero: El trabajador perfecto es aquel cuya vida fuera del trabajo no le pone ninguna demanda adicional (o sea, no tiene familia, no tiene otros intereses) y puede siempre tomar una tarea extra, ser re-asignado etc. Pero este cambio, ¿no tiene que ver con el mundo de la producción finalmente?

En otras palabras, son las modificaciones del mundo de la producción, que progresivamente se vuelven más exigentes, las que producen los cambios en el consumo del cual habla Bauman. Al fin y al cabo, desde el consumo, las personas con lastre tienen grandes ventajas: Las relaciones permanentes son mejores productoras de compras, y el hito central del mundo del consumo es Navidad, donde los regalos son tipícamente familiares. La vida de relaciones líquidas no es demandada por el consumo, sino por la producción (*).

Pero alguién puede decir, pero al final es por el consumo: porque la demanda de producción flexible viene dada por los cambios en el consumo, de la velocidad de los cambios de la demanda y de la continua exigencia de comprar. Pero esa exigencia uno bien pudiera decir proviene de otra parte.

Wallerstein cuando define el sistema-mundial contemporáneo hace ver que una de sus premisas es el crecimiento. La exigencia básica de toda empresa, de todo proceso de producción, es la de crecer. Y esa exigencia se podía satisfacer en la modernidad clásica de los ’50 sin la idea de cambiar perpetuamente de bienes -con la exigencia de desechar lo antiguo que Bauman enfatiza es característica de la nueva sociedad-: Digamos, cuando todavía quedan familias sin automóviles se puede crecer vendiendo a más familias, y cambiando los bienes en lógica de reemplazo. Pero cuando todos tienen automóviles, sólo se puede crecer si se instaura la idea que hay que cambiar regularmente de automóvil: que lo antiguo tiene que desecharse por el sólo hecho de ser viejo. Pero esa dinámica sólo se explica por esa demanda inicial, permanente del sistema, no algo que haya aparecido en las últimas décadas, de crecimiento en la producción.

En otras palabras, las dinámicas de consumo que describe Bauman no son tanto una nueva sociedad, sino la forma específica con la que se cumplen ciertas demandas tradicionales en una sociedad (que ya sea que queramos llamar moderna o capitalista) tiene al menos 200 años, si no ya casi 500. Pero claro, para decir eso, habría que quitar algo de ultra nuevo a lo que vivimos en la actualidad, habría que darse cuenta que la ‘nueva’ sociedad de consumidores es heredera directa, y no una contradicción de, la ‘vieja’ sociedad de productores.

Pero a los sociólogos nos encanta decir que el cambio que se vive ahora es el mayor cambio que se ha experimentado en ocasión alguna; que esta transformación es profundamente revolucionaria y diferente. De algún modo, la sociología no pasa de ser, en muchas ocasiones, más que el ropaje que toma el sentido común cuando el sentido común quiere ser grandilocuente.

Con lo que volvemos al punto de partida: Cada día entiendo menos. ¿De eso se trataba a final de cuentas la sociología?

(*) Algo que muestra perfectamente que Bauman se mueve en el sentido común es su idea que en la sociedad moderna la familia se rompe y todo se reemplaza por amor líquido. Bauman está siempre pensando en las relaciones de pareja. Pero centrar la vida de familia en las relaciones de pareja, en vez de por ejemplo las relaciones padres, madres – hijos, que no han perdido permanencia, es una muestra del sentido común de las sociedades en las que escribe Bauman.

De cómo No leer encuestas (Encuesta Bi-centenario III)

Supongo que no debiera asombrarme, pero al final siempre termina sucediendo. Pero la capacidad que tienen las personas -la prensa y los analistas- para leer en las encuestas lo que no hay en ellas siempre tiene alta magnitud.

En la revista El Sábado pasada se presentan algunos resultados de la encuesta Bi-centenario, para mostrar el nuevo mapa de la movilidad social. El caso es que lo que se presentan son resultados de percepción de mejoría: 5 formas de preguntar lo mismo: ¿vive mejor que sus padres? Los chilenos, de forma prodigiosamente no sorpresiva, responden que, claro, obvio que sí.

¿Porque no es sorpresivo que digan que sí? Porque sólo en una concepción en que todo es percepción, puede parecer que es una opinión que un chileno diga que vive mejor que sus padres (que tiene una mejor casa, que tiene mayores ingresos). O sea, el Chile de hace 50 años, de hace 30 años, era incomparablemente, palpablemente más paupérrimo que el Chile actual. O sea, un pobre que no se da cuenta que su casa es mejor que lo que tenían sus padres tiene problemas mas serios que ser pobre.

Lo anterior es importante porque nos hace ver que la encuesta no dice las consecuencias que la crónica dice que tiene: No indica que los Chilenos no tengan malestar sobre la sociedad actual. La razón es evidente, decir que el país actual es mejor que el país de hace 50 años no implica decir que el país actual es un buen país. Decir que mi vida es mucho mejor que la vida de mis padres no implica decir que mi vida actual es bastante buena, y estoy satisfecho con ella, y me parece -finalmente- bien. Sólo indica que creo que mi vida es bastante mejor que la de mis padres. Al fin y al cabo, si mis padres tenían una vida realmente horrible, yo puedo tener una vida mejor que ellos sin tener una vida satisfactoria.

Aquí el lector puede criticar diciendo que la distinción entre percepción de mejoría y evaluación de satisfacción resulta muy abstracta, y que sería extra o que las personas lo hicieran. Pero creer eso es creer que las personas no pasan más allá de una simple distinción bueno y malo, y que cualquier otra distinción resulta muy complicada para ello. Ahora, cualquier lector de estudios cualitativos se dará cuenta que las personas rutinariamente hacen distinciones tanto o más complejas que la que estamos haciendo aquí. Diferenciar entre el juicio de si hay o no avances y el juicio de si estamos o no estamos bien no resulta tan complejo al fin y al cabo. Si nuestros analistas y periodistas no la hacen, bueno, eso sólo nos muestra el bajo nivel de la discusión pública en Chile, no que las personas no realicen una distinción que, finalmente, resulta bastante trivial(*).

De hecho, la incapacidad de hacer distinciones, de reducir todo a un esquema binario que lo agrupa todo (los chilenos encuentran buena / mala la situación del país; son liberales / conservadores etc.) parece ser un mal endémico de nuestras elites pensantes. No poder reconocer, ver, situaciones que son algo más complejas parece ser su marca de fábrica.

Y antes que se nos olvide, ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad. Lo anterior es lo suficientemente importante como para que sea útil repetirlo: ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad.

Lo anterior es fácil de ver si pensamos en que consiste la movilidad: La movilidad consiste en el cambio entre posiciones sociales. Ahora, si A y B son posiciones distintas, y comparando 2 períodos las posiciones se hayan cubiertas por las mismas personas, no hay movilidad; aún cuando las personas que ocupen tanto A como B hayan visto mejorada su posición. Por decirlo en los términos más brutos posibles, movilidad es pasar de obrero a dueño, de junior a gerente, no que los obreros o junior de ahora vivan mejor que los obreros o junior de hace 20 años. Por lo que, entonces, podemos decir lo que dijimos al inicio: ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad.

Pero claro está, darse cuenta de lo anterior implicaría darse cuenta de algunas complejidades. Y darse cuenta de complejidades, como ya vimos, no es algo que caracterice nuestra discusión pública.

(*) Una distinción para la que se pueden encontrar ciertas evidencias en la encuesta. Al fin y al cabo, nos dicen al mismo tiempo que sus vidas son mejores que la de sus padres y que los avances han costado bastante -son lentos y todo. No parece ser tan difícil distinguir entre percepción de avance y percepción de dificultad en él.

Los cuartetos de Shostakovich

El otro día, escuchando el inicio del Cuarteto No. 15 (en Mi bemol menor) de Shostakovich, que es increíblemente triste, doloroso y melancólico (y al mismo tiempo, con una serenidad de otro mundo), pensé en cómo es posible que siendo que encuentro las sinfonías de Shostakovich muy poco interesante, encuentro que los cuartetos de cuerda son casi insuperables (*).

De los últimos cuartetos de cuerda, como en general las últimas obras de Shostakovich, siempre se dice que son una meditación sobre la muerte. Dado que eso es siempre lo que se dice de ellos no es mucho lo que voy a decir sobre el particular, sino hablar de la variedad de medios que usa Shostakovich en esa reflexión: Desde el inicio -el movimiento se llama Elegía, y el nombre es altamente preciso- pasando por uno de los mejores usos de dodecafonía -en el pasaje en que cada nota es tratada independientemente, pasando por un crescendo-, con un movimiento ‘ligero’ (el cuarto) que es cualquier otra cosa que ligero, hasta el epílogo final -que recupera las sensaciones del inicio. De algún modo, a pesar que todos los movimientos están marcados Adagio, que todos tienen el mismo tema subyacente, Shostakovich se las arregla para hacer que todos los movimientos sean claramente distintos.

Buscando en Youtube no encontré ningun video sobre el cuarteto en cuestión, pero encontré el siguiente que es bastante interesante: El cuarteto Fitzwilliam, uno de los primeros que tocaron los últimos cuartetos en ‘Occidente’, dan sus impresiones -y tocan parte- del cuarteto No. 14

(*) Una de las cosas interesantes de los medios móviles para escuchar música es la incongruencia que posibilitan. Porque escuchar el inicio del cuarteto mientras se viaja en micro es, en realidad, bastante incongruente.

Hubris

Días atrás estaba viendo un cuestionario, en el que se usaban preguntas similares a algunas que el PNUD ha usado en otros estudios y cuyas variantes aparecen en diversos estudios. Básicamente, se preguntaba si la persona creía que lo que sucede en su vida depende de sus propias acciones o de circunstancias externas. Y el supuesto es que la respuesta ‘correcta’ (la que muestra la actitud moderna que ayuda a un buen desarrollo de la sociedad*) es la que dice que lo que sucede en la vida de uno depende centralmente de uno.

Es un supuesto que no es solamente parte de las ciencias sociales, sino también corresponde a la modernidad en general: somos dueños de nuestro destino. En eso consiste la autonomía.

Ahora, he de reconocer que -al revés que la suposición dicha anteriormente, y como se puede colegir del título del post- creo que esa suposición es equivocada. Precisamente porque somos actores en un mundo de actores es que no podemos ser dueños de nuestro destino. Y, si efectivamente la modernidad está ligada a la autonomía (digamos, Wagner algo razón de tiene), entonces nos hemos convertido además progresivamente en actores en un mundo de actores.

Nuestro destino está formado también por situaciones y circunstancias que son producto de las acciones, independientes y autónomas, de otras personas. Y que precisamente porque son independientes y autónomos, van más allá de nuestro control. Para poder controlar nuestras circunstancias, para que lo único relevante en lo que nos sucede fueran nuestras acciones, entonces habría que negarles control y autonomía a los otros. Reconocerse autonómo dentro de un mundo lleno de otros seres autonómos es, al mismo tiempo, reconocer las limitaciones de la propia acción (**).

El sueño de la autonomía total es el sueño de negarles la autonomía a los otros. Es por ello que la pretensión que la vida depende centralmente de las propias acciones es hubris: No tanto porque representa un orgullo desmedido, sino más bien por lo que implica con respecto a los otros, una negación de su valer.

* Una de las mentiras más grandes de la investigación social es cuando uno le plantea a los pobres entrevistados que no hay respuestas correctas o incorrectas, y que todas son igualmente válidas. Por supuesto que no lo son. Los pobres entrevistados, en realidad, están siendo sometidos a una prueba, a un test que deben superar de lo posible, respondiendo de acuerdo a los valores, actitudes y comportamientos que se suponen son los adecuados para una buena sociedad (¿O alguien hace, por ejemplo, un estudio sobre tolerancia sin pensar en que determinadas respuestas son correctas y otras muestran una nauseabunda moral represiva?) En todo caso, una de las buenas cosas sobre la investigación, es que la gente -por mucho que se le mienta- se da cuenta de lo anterior, y responde a la encuesta como lo que finalmente es, una prueba con respuestas correctas.
** Debe haber pocas disciplinas que menos les guste la palabra limitación que la sociología. Siempre nos suena a engaño, porque -claro- sabemos que hay más de una forma en que la sociedad se puede organizar con respecto a cualquier tema. Por lo que, más que limitaciones, tenemos presentes las oportunidades. Pero, una cosa es que se puede hacer más de una cosa, y otra que se pueda hacer cualquier cosa.

Plus ça change

‘La segunda tendencia que revela la encuesta es que mientras los medios electrónicos no generan discriminación entre los públicos (es decir, son consumidos por personas de distinto sexo, edad, ocupación, nivel de ingresos, escolaridad etc.), algunos factores discriminantes comienzan a operar en el nivel de consumo intermedio y se acentúan notoriamente en el consumo de alta cultura’ (Catalán y Sunkel, Algunas tendencias en el consumo de bienes culturales en América Latina, Documento de Trabajo FLACSO, Serie Educación y Cultura No, 27, 1992, página 4)

‘En la base de esta cultura emergente se ubican los circuitos masivos de socialización y transmisión provistos por la escuela, la radio y la televisión… Por encima de este entramado, por así decir, se despliegan luego múltiples otras redes más especializadas de circulación y consumo de bienes culturales que, como hemos visto, se hallan organizados estamentalmente según niveles de ingreso, ocupación y educación de las personas y preferencias según genero y edad; sus herencias de capital cultural transmitido por vía familiar en el hogar’ (J. J. Brunner, Chile: Ecología Social Social del Cambio Cultural, páginas 25-39 en Consumo Cultural en Chile, Editado Catalán y Torche, INE, 2005, página 38)

Aparte que la cita de Brunner es mucho más larga -buena parte de ella fue eliminada- lo mismo dicen ambas: Que el mundo de la televisión y la radio es universal (Brunner enfatiza además que no es homogéneo, que no consumen lo mismo, pero también eso era cierto en el estudio anterior), mientras que los otros son muy segmentados, por educación e ingreso. Aparte que Brunner enfatiza el tema escolar, ninguna diferencia. Y el enfásis de Brunner está mal puesto creo finalmente, porque por mucho aumento de escolaridad no tenemos cambios de gran magnitud en los consumos letrados (o, sea, seguimos sin leer y seguimos sin entender)

Unos 15-20 años (Catalán y Sunkel hablan de una encuesta del ’87 y Brunner de una encuesta del ‘2004) de grandes cambios, es cosa de pensar en el equipamiento típico de un hogar de mediados de la década de los ’80 y uno de la actualidad, entremedio apareció y se volvieron común los celulares e Internet, pero las estructuras básicas siguen siendo las mismas.

Nunca habría que menospreciar la capacidad de las estructuras y distinciones básicas para reproducirse en cualquier situación.

Reconsiderando Francia

Los que me conocen de un tiempo, conocen de mi aversión explícita a lo francés: a sus pensadores, a los estilos de pensamiento, a las artes, a la cultura, en fin a todo. Creo -demos gracias a mi suerte no haberlo puesto por escrito- haber dicho algunas frases muy terminantes, absolutas y dichas con todo el tono indudable que acompaña lo anterior, sobre lo terrible de la cultura francesa.

Una de las cosas positivas de las frases terminantes, absolutas, y dichas con total aplomo, es que permiten y facilitan el cambiar de opinión. Y he aquí, entonces, que procedemos a ese cambio.

Hace poco, procediendo a releer algunos de mis libros favoritos, dime cuenta que -de hecho- los dos que estaba releyendo habían sido escritos en francés: Las Memorias de Adriano de Yourcenar y La Peste de Camus. Y no estaría de más recordar que a estas alturas de la vida, mi sociólogo favorito es Bourdieu.

Sería posible el intento de rescatar mi viejo menosprecio indicando que Yourcenar es belga, Camus nació en Argelia, y que Bourdieu no representa el tipico pensador francés. Pero, serían, claro está, respuestas débiles.

Mejor simplemente reconocer el error. Porque además me permite comentar un rasgo común tanto a Las Memorias como a La Peste, y que puede quizás considerarse francés: la combinación de una gran lucidez con un rechazo deliberado a caer en la desesperación. Y en ello he de reconocer que me agrada la postura. En otras palabras, que siendo nuestro destino semejante al de Sísifo, no es ese motivo suficiente para quedar aprisionado en la angustia, que se puede tomar la decisión, que vale la pena tomar la decisión, de seguir y continuar.

Hay muchos párrafos de La Peste reflejan esa actitud. Pero me acuerdo del momento en que Tarrou le comunica a Rieux la decisión de formar equipos de voluntarios de sanidad. Una decisión que ninguno acierta a defender con toda claridad, con ideas irrefutables, pero en ambos el sentimiento de que eso es lo que hay que hacer, lo que corresponde hacer, es más poderoso.

Después que Tarrou le dice a Rieux que cree que hay que formar esos equipos y que se ofrece a ello, este le pregunta si lo ha reflexionado bien. Entre medio de la conversación tiene lugar este intercambio:

– ¿Después de todo?- dijo suavemente Tarrou.
– Después de todo… -repitió el doctor y titubeó nuevamente mirando a
Tarrou con atención-, ésta es una cosa que un hombre como usted puede
comprender. ¿No es cierto, puesto que el orden del mundo está regido por la
muerte, que acaso es mejor para Dios que no crea uno en Él y que luche con todas
sus fuerzas contra la muerte, sin levantar los ojos al cielo donde Él está
callado?
– Sí -asintió Tarrou-, puedo comprenderlo. Pero las victorias de usted
serán siempre provisionales, eso es todo
Rieux pareció ponerse sombrío
– Siempre, ya lo sé. Pero eso no es una razón para dejar de luchar
– No, no es una razón. Pero me imagino, entonces, lo que debe ser esta
peste para usted.
– Sí -dijo Rieux-, una interminable derrota.

Luego de ello, proceden a formar los equipos.

La Creación

Por alguna extraña razón, en realidad no tan extraña, de toda La Creación, buena parte de los comentarios se centran en los primeros minutos -La Representación del Caos. El oratorio dura más de una hora, el tema central es la celebración -que es celebración- de la creación del mundo, pero es lo que sucede antes de la creación lo que parece más relevante.

Al final, todo esto se debe a la mala conciencia que tenemos con el clasicismo. La nuestra es una era cuya estética es, final y fundamentalmente, romántica. Y luego, ¿que vamos a hacer con una obra que al mismo tiempo es claramente de gran calidad y claramente clásica? Concentrarnos en la parte que más se puede acercar al romanticismo al fin y al cabo (*).

De hecho, lo vamos a hacer de forma tal que lo que pasa en la Representación se pierde, y se centraran en la audacia, en la modernidad, en que mira hacia el futuro, en la disonancia del tema: Donde se da el drama de las confusiones cromáticas y acordes inresueltos (para copiar frases de una reseña en el New York Times sobre una representación de la obra). Digamos, es bueno porque podría ser parte de una obra del siguiente período.

Ahora, lo que uno encuentra el tema es de hecho una representación de algo sin forma, sin demasiada dirección, que no ha sido creado y ordenado, pero no es una masa de sonidos discordantes, como uno pudiera pensar de escuchar y leer esos comentarios. Sigue siendo una pieza magnífica de música, pero no lo es porque es ‘avanzada’ y algo que va más allá de la estética clasicista.

Y en toda esa discusión, a veces se olvida el momento más poderoso de la obra. Que viene inmediatamente después: el momento en que Haydn representa no el caos, sino la creación, la primera creación de la luz. Y para escuchar el más esplendoroso y glorioso uso de un acorde en Do mayor -el más básico de todos los acordes, por eso mismo bastante apropiado para representar el nacimiento de la luz, usemos -como siempre- el bueno de Youtube:

No es la mejor de las versiones, pero bueno nada es perfecto. Bueno, casi nada: el das Licht es la imagen de la perfección y la plenitud.

(*) Lo que se puede hacer notar por ejemplo leyendo las notas de cualquier CD que tenga una obra en tono menor de Mozart. Pareciera que esas obras son especialmente buenas y poderosas porque son distintas, más románticas, de mayor profundidad, más cercanas a las terribles realidades de la experiencia humana y cualquier cliché romántico que uno quiera usar. Parte del argumento básico: lo que tiene de bueno es cuando se acerca al romanticismo. Y por ello, uno de los mayores elogios de una obra mozartiana, bajo ese argumento, es decir que anuncia a Beethoven o a Schubert, o incluso -y esto ya es lo máximo- a Wagner. Por cierto, citicar el argumento que Mozart es bueno porque auncie a otros, no es criticar a esos otros anunciados. Su calidad es independiente, y no depende del futuro que anuncien o del pasado que heredan.
Eso es lo bueno de Haydn. De los autores clásicos, el único que es prácticamente imposible de ser cooptado por una estética romántica. Y pocas veces más claro en la Creación, que es una celebración de la magnificencia del mundo, y de la posición de los seres humanos en ella (las Estaciones también es, a grandes rasgos, lo mismo, una celebración del hombre en el mundo natural). Otra cosa es que nunca estemos a la altura de esa celebración, y hayamos convertido el mundo en algo difícil de celebrar. Pero eso nada le quita a la creación, como la Creación se encarga tan luminosamente de mostrar.

Discutiendo sobre encuestas, CERC, Adimark, cuotas, formas de preguntar y otras cosas sin demasiada importancia

Lo siguiente fue posteado en Chilesoc a propósito de una discusión sobre encuestas que apareció un poco en prensa (los mismos de siempre criticando a CERC por usar cuotas; CERC criticando a Adimark por las preguntas que usan). Y como no estaría de más dejar este pobre blog como repositorio de todas las cosas, de mayor o menor importancia, que se me ocurre escribir públicamente, procedo a copiarlo. He aquí el texto (publicado en Chilesoc el 30 de Octubre)

Hmmm, tengo la impresión que estas polémicas las vengo escuchando tal cual desde hace mucho tiempo. Es un asunto más ritual que otra cosa a estas alturas creo. En fin.

De las cuotas:

Si, es cierto que las cuotas no permiten medir con formula la precisión. También es cierto que es irrelevante en realidad. Las encuestas políticas tienen la ventaja de poder efectivamente compararse con la realidad (elecciones) , y las muestras por cuotas -si bien no son el colmo de la exactitud- tampoco han dicho cosas directamente idiotas o incorrectas. Si esto es así, entonces el tema metodológico real no es que las encuestas por cuotas sean malas sino explicar sociológicamente porqué encuestas que no siguen metodología al azar logran, de todas formas, regularmente buenos resultados. Eso nos dice algo sobre como funciona la sociedad, que debiera ser lo esencial que determina buenas metodologías.

En cualquier caso, lo que dirime una diferencia de metodologías cuyos resultados se pueden contrastar es precisamente ese contraste, no lo que determinen ciertas formulas que a su vez tienen ciertos supuestos sobre como funciona la sociedad. Si esas formulas dicen que las cuotas no sirven pero en la realidad sirven -y en mi humilde opinión, al menos se puede decir que inútiles no son-, entonces el problema esta en las formulas.

De las preguntas:
Que a Gallup se le ocurriera una forma de preguntar hace 50 años que otros hayan usados no dice nada. En sí, el hecho de presentar 3 alternativas no es distorsionador. Es otra forma, diferente, de preguntar. Y obviamente debe producir resultados distintos. Al fin y al cabo, en la ‘realidad’ (en las opiniones que efectivamente mantienen las personas sobre la presidencia) 2 o 3 alternativas es igualmente distorsionador: las opiniones reales son mucho más variadas. Si queremos reducir esa complejidad a un conjunto limitado de alternativas, bueno, es nuestra prerrogativa y depende de lo que nos interese saber. Pero, en cualquier caso, no hay forma ‘única y correcta’ de hacer preguntas.

Y la idea que el label de independientes no existe porque no aparece en las papeletas de elección no funciona demasiado. Las opciones electorales y la opinión de las personas no son idénticas en su estructura ni en sus divisiones. Para algunos casos nos intereserá preguntar por opciones electorales (digamos, si estamos hablando de una elección) y en otros no nos intereserá (porque no estamos hablando de elecciones).

BTW, el tema que la Alianza tiene el 50% porque saca eso en elecciones y no se puede creer en un 14% no corresponde. El universo del que se saca ese 50% -los que emiten votos válidos- no es el universo del cual se saca un 14% -que es el universo de la encuesta, que básicamente es todo el mundo mayor de cierta edad. El segundo es más amplio e incluye a los que no se han inscrito, a los inscritos que no votan, a los que votan y dan votos inválidos. No me sorprendería que el mismo numero absoluto que es el 50% del universo electoral no estuviera tan lejano a un 14% del universo total de personas adultas.

Juan Jiménez A.

A propósito de la innovación

He de reconocer que entre las innumerables cosas que nunca me han terminado de convencer está todo lo relacionado con lo innovación. ¿Por qué? Independiente de otras cosas, porque su uso en Chile me parece que no es más que la última versión de un deporte favorito de nuestra élite: mostrar cómo el pueblo no está a la altura de ‘los desafíos de la actualidad’, y que -al fin y al cabo- la culpa de todo (de que no seamos buenos ciudadanos modernos, desarrollados, ilustrados etc.) está en ellos.

Y así declaramos que tenemos un problema con que la población no es lo suficientemente innovadora, así como años atrás no era lo suficientemente emprendedora y antes quién sabe que cosa no era.

Ahora, el problema es que -por el contrario- creo que buena parte de nuestros problemas se debe a la élite, en parte a la actitud que su aproximación al tema de innovación muestra: Porque el principal problema para innovar, si se quiere, es precisamente esa visión negativa, menospreciadora, que la élite tiene sobre el resto de la población. La élite depende, al menos en su auto-conciencia, de pensarse mejor -de pensarse moderna, desarrollada, ilustrada, a la altura de la actualidad, globalizada, whatever- que el resto de la población. Y como es claramente mejor, entonces claramente se justifica la mirada y las acciones autoritarias, diariamente humillantes que realiza, porque ¿qué otra cosa se merece una población media bárbara al fin y al cabo?

Como una muestra de que el problema para la innovación (o para lo que sea en realidad), uno puede pensar en una reciente entrevista publicada en La Tercera de alguien cuyo nombre prefiero no recordar. Un ex-miembro de la Comite de Innovación crítica las acciones porque, claramente, no están los expertos, y porque -y he aquí lo crucial- no se hace lo que hay que hacer: enviar 20 o 30 personas al extranjero para que se conviertan en expertos en innovación.

Repitamoslo: La solución para la falta de innovación de la sociedad chilena es enviar 20 o 30 personas para convertirse en expertos. ¿Necesito decir porqué eso es el absurdo total? ¿Qué pensar que un problema social porque hay algunos expertos en la élite es no comprender nada de nada? ¿Qué es una muestra que nuestro problema central es la increíble limitación de las élites para pensar fuera de ellas?

Conste que la estrategia de enviar gente fuera para que estudie sistemas extranjeros en sí no es mala. Los japoneses la usaron extensivamente en la era Meiji y mal no les fue. Pero nosotros la hemos intentado muchas veces -no sería la primera vez que se envian personas a convertirse en expertos al extranjero- y no nos funciona (*).

(*) La excepción serían los Chicago Boys. Pero en ese caso los muchachos se dedicaron efectivamente al cambio estructural. Que creo es también lo que se necesitaría para el caso de innovación. Del mismo modo que, con todo el rechazo cultural al mundo del mercado, cuando estructuralmente las acciones requeridas fueron de mercado, bien terminamos en ese mundo; algo me dice que eso debiera pasar en el mundo de la innovación. Pero por algo entre las naciones más innovadoras se encuentran las nórdicas, y entre las innumerables cosas que nos diferencian no estará de más recordar que son sociedades más igualitarias que la nuestra. No es tán solo un asunto de diferencias en el índice de Gini, es una diferencia en la equiparidad de trato -a quienes se trata como iguales- que creo crucial.