De nuevo Haydn

En principio debiera escribir sobre cosas interesantes y sociológicas, pero en fin, trabajo y esas cosas; así que por ahora, haremos algo que sí vale la pena.

Un link al Cuarteto Jerusalem tocando el último movimiento (Fuga a dos sujetos) del Op 20 No 4 de Haydn.

Uno pudiera hablar y decir leseras, pero lo mejor es dejar a la música hablar.

3 niveles en la falla (o éxito) de implementación

Una de las consecuencias de estar en un nuevo trabajo es que uno empieza a pensar en cosas que, quizás, jamás había pensado con anterioridad. Así que preocupado ahora de implementación de políticas sociales se me ocurre que una distinción que podría tener alguna utilidad es la siguiente:

Hay 3 niveles en que una política puede fallar en su implementación (más allá de otras posibles fallas)

  • La primera es que no se pueda aplicar eficientemente: Digamos, cuando las personas no pueden acceder porque no hay donde, llegados al lugar nadie entiende como aplicarla, todo se demora o no se produce etc.
  • La segunda es que no haya con quienes aplicarla: O sea, el diseño de la política tiene limitaciones tales que o no hay nadie a quién se pueda aplicar (es de hecho, uno de los problemas de la primera versión del fondo solidario del seguro de cesantía) o a nadie le interesa (pasa en determinados subsidios)
  • La tercera es que no tenga efectos: El sistema realiza sus acciones, hay a quienes aplicárselos, pero no pasa nada -digamos, una política que intenta superar la pobreza que no hace que nadie deje de ser pobre.

Ahora, la utilidad de la distinción es que, de hecho, usualmente hay algo de conciencia con respecto al tercer nivel. Pero no siempre hay claridad en torno a los otros niveles. Y bien puede que una política no tenga efectos -falle en ese tercer nivel- porque en realidad tuvo fallas en los otros dos niveles, que es donde debiera mejorarse el asunto.

(En algún momento volveremos a nuestra programación más habitual)

En defensa de los Focus Groups

Para ser una metodología en amplio uso, en general los Focus no tienen muy buena prensa. Habiendo superado el problema general de la legitimidad de las técnicas cualitativas, habiendo posicionado la idea que el hecho que no sean representativas de una población no es un problema, se enfrentan ahora a una cantidad de críticas hechas desde una perspectiva diferente.

Se plantea que los Focus no entregan información en profundidad sobre la opinión de las personas, lo que ‘realmente’ piensan. Y por ello son más bien inútiles o superficiales.

Ahora, el caso es que esa crítica se basa -creo- en un malentendido: Los focus no son para investigar opiniones individuales. No entregan información sobre ‘lo que piensa la gente en el interior de sus corazones’ porque nunca fueron diseñados para ello en primer lugar.

Los focus, y en general toda técnica de entrevista grupal, nos entregan información sobre el discurso colectivo no el individual (como muchas cosas, una vez dicho se muestra eminentemente obvio). Lo que nos hablan en un focus es el sentido común: O sea, lo que ‘todos suponen que es lo que todos piensan’, es sobre lo que se puede decir, lo que se puede plantear públicamente. En última instancia, puede que nadie tenga las opiniones que son parte del ‘sentido común’, pero lo que lo establece como sentido común es el hecho que hay que reaccionar a ellas y hay que referirse a ellas.

Si eso corresponde o no a lo que uno piensa interiormente es un asunto completamente diferente. De hecho, en un grupo -y esa es la idea de hacer discutir a un grupo- uno puede responder a una opinión no planteada (y no mantenida personalmente) pero que ‘esta en el aire’, que ‘así dicen que es el tema’. Y las reacciones de las personas, el discurso que plantean, está basado entonces en ese sentido común supuesto.

Lo que nos revelan los focus más que las opiniones es la estructura del discurso (nuevamente, una vez que uno dice esto queda manifiestamente obvio que así es): El conjunto de distinciones, oposiciones, asociaciones, conexiones que las personas realizan entre frases y conceptos. El sentido común que se muestra en un focus no es más que el conjunto ‘preferido’ (no en el sentido que sea el adoptado por las personas, sino el que se supone que está instalado).

Algunas de las dificultades de los focus (y de la poca profundidad de sus resultados) son efecto de este malentendido. Como uno supone que está recuperando opiniones entonces la conducción y el análisis se orientan en torno a ese supuesto. Y por lo tanto, lo que efectivamente pueden dar los focus -el sentido común y la estructura del discurso- se deja de lado, y muchas veces ni siquiera aparece.

Ahora, bien se podría preguntar ¿y por qué es interesante el sentido común si no corresponde a las opiniones mayoritarias? (Asumo que descubrir la estructura del discurso -que organiza los mensajes y por lo tanto es lo que permite entender mensajes sean cuales sean- tiene interés, al menos para quienes quieren comunicar mensajes). El sentido común es relevante porque tiene efectos aún cuando no corresponda a las opiniones individuales. Puede que buena parte de la población (quizás la mayoría) no sea muy democrática en el fondo, pero dado que la ‘democracia es buena’ es parte del sentido común, entonces una crítica a la democracia como tal será vista de manera negativa (y probablemente rechazada) aun cuando muchos estén de acuerdo individualmente. Pero se supone que hay que ser democrático, y eso es lo que lo convierte en sentido común y lo que le da su potencia en la práctica.

Al fin y al cabo, la idea que lo que importa en los focus son las opiniones (que es lo que está detrás de muchas de sus críticas) es parte de una visión más amplia. Que paradojalmente es muy compartida en ciencias sociales: Que lo que importa es, finalmente, el nivel individual; y lo social se entiende de manera individual. Pocas disciplinas tan poco orientadas a lo que es supuestamente su tema de estudio (cómo funciona lo social) que las ciencias sociales.
NOTA FINAL: Por supuesto que los focus tienen problemas incluso desde la perspectiva en que efectivamente son útiles. Suelen ser extra-dirigidos, con pautas muy estructuradas -que al final se diferencian de las encuestas en que son sólo preguntas abiertas-. Pero al menos, y por mucho que me cueste, hay que reconocerles lo que efectivamente pueden hacer.

Sobre la ultima CEP y las percepciones sobre la crisis económica

Por supuesto de los resultados de la última encuesta CEP, todo el mundo se dedicó a lo inmediato -los resultados electorales- y nadie se fijó en un par de datos que son bastante interesantes en torno a la percepción de la economía.

Básicamente, la encuesta preguntó -tanto en torno a la situación económica como al desempleo- sobre el actor responsable. Ahora, en ambos casos el principal actor es la crisis económica internacional. En la situación económica, supera por poco al gobierno (45% sobre 41%), pero en relación a desempleo su dominio es más amplio: 48% opina que la responsabilidad del desempleo es la crisis económica internacional, 34% los empresarios y 14% el gobierno. En otras palabras, casi la mitad de la población opina que la situación económica no se debe a un actor, sino más bien al sistema económico.

Lo que me lleva al punto que quería hacer: sobre cómo la ideología del sistema neoliberal se ha implantado en Chile. No tanto por el hecho de ubicarse como una forma deseable de sociedad (que represente lo justo y lo bueno), algo más porque se ubica como la forma más efectiva de hacer las cosas, aunque de hecho creo que es más por su crítica a todas las otras formas. Pero lo que sí parece haberse instalado -aun cuando quizás no sea parte de la ideología per se- es la idea de la economía como un sistema autónomo, que se manda solo. Digamos, que una parte importante de los chilenos resulta ser luhmannianos vulgares por decirlo de algún modo.

Ahora, si la economía se manda sola, y las crisis y los booms no se deben a actor alguno; entonces esto implica que la evaluación de los gobiernos se aísla de la percepción sobre la economía. Lo que se le pide al gobierno no es tanto que solucione la crisis -que se produce en otra parte-, sino más bien que apoya o minimice problemas. En otras palabras, parte del hecho que Bachelet tenga aprobación por las nubes en una situación económica negativa se debe a que la población no responsabiliza al gobierno y no le pide que solucione la situación -a lo más que algo apoye.

Y así es como lo poco de implantación subjetiva del neoliberalismo sirve para que el gobierno de la Concertación sea más popular.

A propósito de la CEP y las Telefónicas

Por supuesto que todo el mundo va a comentar los aspectos políticos de la encuesta CEP, pero nosotros nos dedicaremos a los asuntos de encuesta (BTW, la presentación disponibles en el link). En particular, sobre un tema que unos días antes de la presentación discutí con otras personas: el efecto sobre las encuestas telefónicas.

Porque las encuestas telefónicas no sólo daban que Enríquez-Ominami había crecido, sino que varias (casi todas las últimas) daban que estaba muy cerca de Frei. Ahora, claramente la CEP indica que no es así -la distancia es considerable.

Lo más obvio es plantear que las encuestas telefónicas no sirven de mucho, y eliminar así uno de los métodos de recolección. Y uno podría recordar la columna de Engel sobre las muestras telefónicas. Si la extracción de muestras no representa al universo, estamos mal.

Sin embargo, creo que más que un problema metodológico en las muestras hay un problema de elección de universo.

La CEP tuvo la ¿amabilidad? ¿ganas de pavonearse? de mostrar y comparar los resultados de quienes tienen teléfono y de quienes no. Entre quienes tienen teléfonos sucede que Frei y Enríquez-Ominami se acercan: Obtienen respectivamente 24 y 16% contra 30% y 14% para inscritos y pregunta en cuestionario de la CEP. En otras palabras, las encuestas telefónicas entrevistaron a un grupo en que efectivamente las diferencias eran menores. Si a eso le sumamos también el efecto de muestras más urbanas (y muchas veces en grandes ciudades) en relación al universo -el voto Frei es particularmente alto en zonas rurales- podemos ver que la diferencia bien se puede haber marcado en el universo respectivo.

En otras palabras, en lo que respecta a representar su universo -hogares con teléfono, usualmente urbanos- las telefónicas no estuvieron tan mal (o al menos, estuvieron menos mal que en relación al universo total). El problema es el universo. Ahora en muchos casos, efectivamente el universo que interesa es el que puede alcanzarse con telefónicas; en otros -como las políticas- nos interesan otros universos.

(BTW, si alguien cree que estoy diciendo eso porque así uno defiende su pega: Por un asunto de precios, a uno le convendría que se eliminaran las telefónicas y se cambiara todo a cara-a-cara. Así que vilipendiar a la telefónica es donde queda el propio intéres)

Todo lo que nos dijeron sobre la modernidad estaba equivocado (I) Del proyecto moderno

La idea de proyecto moderno en sociología(*) está asociada a la idea que la modernidad tiene que ver con la libertad (Wagner, si mal no me equivoco, las relaciona intímamente), o con la racionalidad (para que acordarse de Weber). Y así en general pensamos que se refiere el proyecto moderno.

Pero, no estará de más recordar que -por ejemplo- el lema más moderno de todos era sobre ‘libertad, igualdad y fraternidad’.

Que por un lado no dice nada sobre la racionalidad. Lo que tiene sentido si pensamos que la razón era un medio más que un fin (un medio para lograr la adultez, para abandonar la infancia, una cosa sumamente importante si se quiere, y la única forma para lograr ese fin), y que el ilustrado siglo XVIII es un siglo altamente sentimental. La idea de la modernidad como fría razón no era parte del proyecto, sino de como los rechazadores del proyecto -la versión conservadora del romanticismo- veía a la modernidad.

Que por otro lado nos recuerda que la imagen de la buena sociedad de los ilustrados no era algo solamente relacionado con la libertad -por más que la libertad fuera esencial. La igualdad era algo central también, al fin y al cabo libertad sin igualdad no resulta posible. Y esto ni siquiera en los sentidos ‘socialistas’ de que nada sirve la libertad si no se tiene que comer, sino en el sentido básico que con desigualdades en los derechos no resulta posible la libertad (si ciertas personas tienen privilegios exclusivos…).

Pero en última instancia, lo de la igualdad es conocido. Y bien podríamos hablar de la modernidad como dialéctica entre libertad e igualdad. Pero además el lema -y el otro sobre la búsqueda de la felicidad- nos envían a otra cosa.

¿Por qué olvidamos la fraternidad? Que era parte del proyecto al fin y al cabo. Veamos primero el olvido intelectualmente y, finalmente, veamos el olvido socialmente (como algo que le paso a la sociedad no sólo a los que hablan sobre ella).

Intelectualmente olvidar la fraternidad implica olvidar que la modernidad tiene una visión específica sobre cómo son las buenas relaciones primarias. No es casual que, entre todas las opciones de relaciones familiares importantes, sea la fraternidad la elegida: La relación de hermanos es en principio no jerárquica y está alejada del mundo de las órdenes. Lo que nos plantea es que pueden existir relaciones cercanas, ‘cálidas’, permanentes y toda la imaginería que tenemos sobre las relaciones primarias que son coherentes con los otros ideales de la modernidad. En otras palabras, que las relaciones primarias básicas no son solo algo de las comunidades tradicionales.<

Ahora, resulta obligatorio olvidar eso si uno se basa en una distinción entre comunidad y sociedad. En que toda lo primario de las relaciones se ubica en la comunidad, y la sociedad (lo moderno) tiene sólo relaciones secundarias -impersonales, racionalizadas, endebles etc. La búsqueda de la comunidad tradicional -y con ella la autoridad que hay en ella- es una forma no tan sólo de rechazar la modernidad, sino olvidar que la modernidad tenía su propio modelo de relaciones primarias.

Lo que nos envía al segundo tema: El olvido social. Porque no es solamente un problema intelectual el olvido de la fraternidad, también es algo que influencia en general a la sociedad.

En principio, las razones para olvidar la fraternidad parecen obvias. ¿Son las sociedades modernas más libres? No parece difícil pensar en ellas de esa forma. ¿Han aumentado la igualdad? Con todas las desigualdades existentes, al menos los privilegios legales han disminuido. Pero, ¿la fraternidad? ¿No es una característica, acaso, de las sociedades modernas el que todas las relaciones se resquebrajan? Puede que la modernidad haya tenido en su proyecto una visión de como funcionan las relaciones primarias, pero el desarrollo real de la modernidad ha implicado que ningún desarrollo de la fraternidad ha existido.

Y sin embargo… Por una parte, aunque en las ‘sociedades tradicionales’ se estuviera pleno de relaciones primarias, difícil sería plantear que ellas eran particularmente fraternas. Por otro lado, buena parte del debilitamiento de relaciones primarias (por ejemplo, padres-hijos) se ha dado en relaciones que precisamente no estaban basadas en el signo de la fraternidad. Y podemos pensar que la fraternidad como ideal se ha extendido a esferas donde bien se puede plantear que no tiene demasiado sentido (la ya mencionada relación padres-hijos). Bien pudiera ser la menos desarrollada de los ideales iniciales, pero bien podría estudiarse cuanto efectivamente se ha modificado.

En cualquier caso, la reducción del proyecto moderno a la racionalidad, no deja de ser una forma de distorsionarlo. Hemos usado, finalmente, el relato sobre la modernidad de sus adversarios. No estaría de más pensar que quizás no sea la forma más adecuada de pensarla.

(*) La segunda parte de este díptico sobre la modernidad se dedica a criticar la idea del proyecto moderno. Pero eso es para la segunda parte

De la sobrestimación de la comunicación

Hace algunos días, leí una columna de Arturo Arriagada, Tironi el Mentalista, en el Mostrador. La columna defiende la importancia de Tironi para diversas campañas -en particular el plebiscito y Lagos- y de hecho mantiene la importancia de tener un analista que interprete a la sociedad para los políticos. Porque de otra forma, como le pasaría a la derecha que le falta un Tironi, no se ganan elecciones.

Ahora, el problema de todo ello es que sobrestima los efectos comunicacionales (de encontrar los slogans y formas de presentarse adecuadas) en vez de los propiamente políticos. En el caso del plebiscito del ’88 la importancia de Tironi es innegable, porque el problema era -de hecho- comunicacional: No era tanto convencer a la gente de estar en contra de Pinochet como convencerla de que se podía derrotarlo mediante el voto el 5 de octubre. El problema era convencerla que votar No no tendría como resultado el caos y todo eso.

Pero, veamos el caso de Lagos. Arriagada mantiene lo siguiente:

Fuera de las tormentosas aguas de La Moneda, Tironi reapareció nuevamente en tiempos de campaña. Fue en 1999 para salvar a Ricardo Lagos de su propio funeral en la segunda vuelta de su campaña presidencial. Mientras los lavinistas creyeron haber encontrado en el “cambio” el mejor slogan para ganar una elección, Tironi hizo lo suyo para empapar a la Concertación y al país del espíritu de la campaña del No. Si Lagos se veía a sí mismo como un dios del Olimpo que aterrizaba en La Moneda, Tironi le arremangó la camisa, lo hizo sonreír ante las cámaras y le propuso que hablara de un “Chile mucho mejor”. Como en una pelea de niños por quedarse con el mismo juguete, Tironi lograba una vez más dejar llorando a la derecha.

Pero, en realidad, Lagos no gano por nada de esas cosas. Lo que paso, al final, fue que el votante de la izquierda extraparlamentaria voto por Lagos en la segunda vuelta. Y eso habría pasado con o sin Tironi.

Básicamente, el análisis olvida lo que es propiamente político: Que, al final, durante todos estos años el mejor predictor sigue siendo la opinión de Pinochet -ya pasados 20 años. Que, buena parte de los votos está más o menos decidido anteriormente y todo eso.

Por supuesto esto no implica que estos tipos de temas no sean relevantes. En elecciones competitivas todo lo que puede ser útil debiera ser intentado -al final de cuentas cuando no son muchos los votos que producen diferencias.

El tema es que tenemos una tendencia a creer en la importancia crucial de los aspectos comunicacionales (y en general de interpretación) no porque sean más importantes en la realidad, sino simplemente porque podemos actuar más sobre ellos. Si lo crucial es un aspecto político ya decidido, no hay mucho que hacer. Pero si las decisiones electorales dependen de los slogans, de la comunicación; si lo central es ‘entender la tendencia del país’ -que además cambian de año en año, entonces podemos hacer algo. Lo que está bien porque a los actores les corresponde hacer cosas, pero no deja de ser una ilusión.

13 cosas que no tienen sentido (New Scientist)

Un artículo en el New Scientist sobre 13 cosas reales que no tienen explicación. Hay temas y disciplinas muy diversas, y no deja de ser un artículo interesante.

El link aquí

Lo que no deja de ser interesante es cuanto de estas cosas inexplicables lo han sido por ya más de una década.

Ahora, por supuesto, como no tenemos ninguna teoría o concepto medianamente decente en ciencias sociales, tampoco podemos tener cosas que no tengan sentido. Cuando todo se explica de la misma general manera, no hay espacio ni para lo realmente esperado ni para lo inesperado.

Un Informe sobre Pomaire, o sobre aspiraciones

Ayer me encontré con la empresa que encontré un viejo informe que había hecho sobre Pomaire (sobre sus aspiraciones y deseos). Y aunque en realidad no es tan bueno, es uno de los informes que he realizado que más me ha gustado. No deja de ser interesante que tras dedicarme a hacer muchos informes cuantitativos , una de las cosas que quede más conforme sea uno cualitativo.

¿Por qué? Varios motivos y coloquemos solo algunos de los menores. Porque creo que la relación entre las dos variantes de discurso (conforme/resignada y crítica) salieron bien: En el sentido que se resalta su común estructura pero distinta valoración -que comparten todos los criterios de juicio finalmente. Que además la diferencia entre discurso y persona queda clara (y que, por lo tanto, cada persona puede -dependiendo desde donde se ubique- pasar de uno a otro discurso). Las especificaciones sobre que es la vida buena, y la aparición del tema del respeto también me gustaron como texto. También tiene sus problemas, como todas las cosas, pero en las que no nos explayaremos, por cierto.

Pero, en realidad, la razón por la que me interesa el texto es sencillamente que es el origen de varias de las cosas que pienso sobre Chile: Sobre el proyecto educacional, sobre que la independencia económica no implica deseo de emprendimiento (sino que puede ser bastante ‘tradicional’ económica) etc.

Ah, bueno, y el link simplemente haciendo click aquí.