Pobreza y Educación

Leyendo a propósito de un tema absolutamente sin relación con el título de este tema (leyendo sobre cómo realizar Event-History Analysis) me encontré en un texto introductorio con lo siguiente:

For example, it is well known that people with higher educational attainment have a lower probability to become poor (e.g., receive social assistance); but at the same time, educational attainment obviously has no significant effect on the probability to get out of poverty (see, e.g., Leisering and Leibfried 1998; Leisering and Walker 1998; Zwick 1998). This means that the causal variable educational attainment influences the poverty process in a specific way: it decreases the likelihood of inflows into poverty and it has no impact on the likelihood of outflows from poverty. (Hans-Peter Blossfeld, Katrin Golsch, Götz Rohwer, Event History Analysis with Stata, Lawrence Erlbaum, New York, 2007, página 6)

Todavía no tengo muy claro que hacer con esto. Pero me pareció interesante

El problema de la élite en las movilizaciones actuales

Una característica de las reacciones de la élite a la situación actual (como se observa en la prensa masiva, donde  escriben columnas) es su recurrente refrán de comparar con la situación del ’73 o en general con una situación de quiebre del orden social: lo que se requiere es cuidar al país al decir de Gallagher por ejemplo (aunque Gallagher hace la comparación con los recientes disturbios en el Reino Unido).

El caso es que lo anterior no tiene sentido. Pero nos habla bastante bien de los problemas y limitaciones de la elite.

¿Por qué no tiene sentido? Daré un ejemplo de otro ámbito de cosas. Hace un tiempo me comentaron los resultados de un estudio de clima laboral realizado en una empresa (la que posteriormente se enfrentó a una huelga). Bueno, el tema era que los ejecutivos se decían si existía un ánimo de alta conflictividad e insatisfacción que pudiera producir una huelga. El caso es que conversando sobre los datos, lo que aparecía claramente eran dos cosas: No había un ánimo tan conflictivo, pero igual existiría una huelga. Y esto porque para los trabajadores la huelga era algo completamente normal, así que no requería un ánimo de alto resquemor e insatisfacción para realizarla. Lo que se requería eran demandas no cumplidas.

Y eso, en parte, es lo que sucede en general: La idea de movilizarse simplemente se normalizó. Y ya no se piensa ‘¿protestas y marchas? Oh, caos’. Los aspectos de violencia pueden asociarse al caos, pero si algo es claro en las movilizaciones es una cierta voluntad de los manifestantes de separarse de la violencia.

Esto también está detrás de por qué una sociedad donde las encuestas muestran niveles de satisfacción importantes con la vida tiene estas manifestaciones (otras razones las dimos en la entrada anterior): Simplemente que ya no se asocian las cosas, y no se requiere estar altamente insatisfecho con la vida  para protestar. Lo que se requiere es, sencillamente, tener una demanda importante no cumplida y una conciencia (y una confianza) en las propias capacidades para generar un cambio.

De hecho, lo preocupante es precisamente esa sobre-reacción de la élite. Porque nos muestra que estamos ante una élite que no sabe comportarse frente a situaciones de movilizaciones, no sabe relacionarse con una ciudadanía empoderada que le dicen. Si se genera una situación de ingobernabilidad -para usar esa palabra- será sólo porque la élite no sabe cómo comportarse frente a estas situaciones (por ejemplo, la acción del gobierno el 4 de agosto).

Aunque, por otra parte, también es entendible. El argumento central de la élite, para evitar la situación de crisis general que se estaría incubando a su parecer, es entonces fortalecer la idea (y la práctica) de la democracia representativa. Que se requiere fortalecer esas instituciones y esos actores porque de otra forma el caos. En una situación en que esas instituciones y esos actores están en crisis, y con deslegitimación total, cuando nadie cree que los representantes hagan lo que se supone hacen; defender la importancia de la representación como tal, es una de las únicas cosas que se pueden hacer.

Una nota sobre la base de apoyo de las protestas estudiantiles

En algún post anterior sobre las movilizaciones dije que lo importante de ellas no era que los estudiantes se movilizaran (en última instancia, los estudiantes de universidades públicas siempre lo hacen), sino el hecho de su convocación exitosa de otros actores -en lo fundamental, de adultos que o son familiares directos de estudiantes o lo son de futuros estudiantes.

Lo cual me lleva entonces a lo siguiente: ¿qué grupos son los que están protestando? En particular, en relación a las movilizaciones de estudiantes de educación superior. Es relativamente claro (creo) que esas protestas son fundamentalmente de grupos medios. La expansión de la educación superior ha sido bastante amplia, pero también es claro que los principales beneficiados en general han sido grupos medios. No los que ya tenían relativo acceso (digamos parte del C2 para usar la segmentación del marketing), pero si en grupos medios-bajos (C3). Es allí donde la dinámica de tensiones que produce el pago y el endeudamiento es más crítica. Ellos son los grupos, también, uno puede plantear que son los que usaron las herramientas como el crédito con aval del Estado, que es la forma más cara de crédito para educación superior.

En otras palabras, las clases medias emergentes que les decían. Los grupos donde se vive la primera generación en educación superior, que han experimentado en general un aumento en su estándar de vida, y que están claramente involucrados en el proyecto educacional como un proyecto familiar.

Ahora, si lo anterior es correcto, entonces esos grupos son los mismos que hicieron ganar a Piñera. El estudio de Aninat y Elaqua mostraba que la clase media aspiracional había sido clave en el triunfo de Piñera. ¿Y que los caracterizaba? En el resumen del texto:

 Los datos muestran que las comunas de clase media aspiracional se caracterizan por tener (1) alta cobertura de educación superior, (2) alta matrícula particular subvencionada y (3) alta participación laboral femenina

O sea, el tema educacional en ellos era central. Por lo tanto, la base de apoyo de las protestas estudiantiles había sido una importante base de apoyo de la elección de Piñera.

(*) Esto también explica una de las cosas que entre medio sorprendió a algunos: La coexistencia de altos niveles de satisfacción (como lo mostraba la encuesta CEP) con este ambiente de movilización. Estos grupos, uno puede plantear, tienen bases para satisfacción: una historia de ascenso y mejoramiento de su estándar de vida, relaciones familiares en general buenas etc. Lo cual no quita que, al mismo tiempo, tengan preocupación por este tema. Por decirlo de alguna forma, la situación en educación representa una amenaza a la historia que les permite estar satisfechos.

En torno a la discusión sobre el lucro

A propósito de las movilizaciones sociales que vivimos actualmente (y que para un sociólogo siempre debieran ser causa de interés), me imagino que cada quién ha desarrollado algunas ideas. En este y en las siguientes dos entradas, vamos a escribir algunas de las que me han rondado por la cabeza (*)

¿Por qué se reclama contra el lucro en educación, y sabemos que es una demanda masiva, y no se reclama contra el lucro en, digamos, por la alimentación? Porque buena parte de los discursos explícitos se podrían aplicar al caso de la alimentación sin mayores problemas. Una pista está dada en torno a la relación con Salud. Uno escucha críticas contra el lucro de las Isapres, pero bastante menos con las clínicas privadas. ¿Cuál es la diferencia?

Una hipótesis, que creo relativamente sensata y que creo da cuenta de esas diferencias, es la siguiente. Que cuando se percibe que el lucrador entrega un servicio a cambio del lucro, no produce muchos problemas. El señor Carozzi lucra, pero a cambio tengo tallarines -que, mal que bien, cumplen con lo que se supone hacen los tallarines. En el caso de Salud, ¿quién me entrega el servicio? Es el doctor y la clínica donde trabaja los que me operan, hacen que no me muera y esas cosas. Podré reclamar que son caros, pero no que están haciendo algo. En el caso de la Isapre, sólo se ve el lucro que obtienen.

Por lo tanto, la diferencia crucial sería entre quienes lucran ofreciendo algo, y quienes lucran a costa tuya. No es tan sólo que lucren, sino que lo hacen produciendome un perjuicio, en ultima instancia, estafando. La Polar me cobra mucho más de lo que es razonable (y cambia el contrato sin decirme nada); las AFP sacan ganancias cuando yo pierdo dinero en mis ahorros previsionales; y en educación no sólo cobran caro sino que además no entregan el producto que uno andaba buscando (una educación de suficiente calidad que permita obtener buenos empleos).

Una defensa del establishment en relación a la demanda del lucro ha sido la que es una crítica al lucro en general, y que eso no tiene sentido porque todos ‘lucramos’. Eso siempre sonó a falso porque no respondía a los significados y alusiones en el habla común del lucro; y además porque, de hecho, no se critican todas las actividades con lucro. Pero al hacer ese juego, entonces desaparece lo que es crucial: la percepción de lucros que se hacen a costa de las personas.

(*) Y para que no se me olviden. Las siguientes son a) sobre la base de apoyo de las movilizaciones (y su relación con la votación de Piñera en la elección) y b) sobre la reacción de la elite y lo que dice sobre su paupérrima condición.

La falacia de la inconmensurabilidad

Entre las ideas que la discusión epistemológica de los ’70 (*) legó a las ciencias sociales posteriores, o que al menos uno escucha en repetidas ocasiones, es la idea que los diversos paradigmas (no siempre se usa esa palabra en el debate, pero para los propósitos de esta entrada, esa será la que usaremos) son inconmensurables entre sí. O al menos, dado que no hay forma de dirimir una discusión entre diferentes paradigmas usando algún criterio general, abstracto y válido para todas ellas, entonces no hay forma de dirimir una discusión. Cada paradigma es aislado entre sí. Esto se transforma usualmente en una visión sociologizante: cada comunidad epistémica tiene sus propios parámetros, y no hay una conocimiento o reglas extra-comunitarias que puedan comparar paradigmas.

El problema es que todo ello podrá ser muy buena epistemología, pero no es muy buena sociología. Y si vas a basar tus ideas epistemológicas en teorías que se basan en comunidades; entonces, resulta necesario tener una buena teoría de las comunidades.

Y el caso es que las comunidades pueden no ser tan cerradas, y pueden tener límites algo difusos. Y en esas condiciones el ‘cierre epistémico’ no puede funcionar, porque las comunidades no necesariamente operan de manera cerrada. De hecho, la asociación que se hace entre paradigmas y lenguaje nos permite observar otro problema: Para traducir entre un lenguaje y otro (entre una teoría y otra) nunca ha sido necesario contar con un lenguaje universal (un conjunto de reglas universales que permita comparar entre teorías). Por lo tanto, el refutar la existencia de un lenguaje universal (i.e una metodología general para evaluar diversas teorías) no implica refutar que se pueda traducir. Traducir se hace, y al fin y al cabo, resulta necesario. Y por muy traditore que sean los traduttore, efectivamente funcionan.

Si la idea de inconmensurabilidad fue una cierta forma de giro sociológico en la epistemología, entonces también se habría requerido una buena sociología.

(*) No deja de ser necesario mencionar que los autores que uno muchas veces escucha sobre epistemología son finalmente autores que representan el estado de la discusión en los ’70: Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Rorty etc. Al parecer, las ciencias sociales se desconectaron del tema hace 30-40 años o efectivamente no pasó mucho después de esos años. Algo me dice que es más bien lo primero.

Santiago Centro entre las 18:00 y las 21:00. Un ejercicio de observación

Aprovechando que tenía una capacitación en Seminario que terminaba a las 18:00, decidí que lo menos que podía hacer como sociólogo era observar lo que pasaba durante la marcha. Una cosa es que uno no sea muy insigne observador y otra cosa no cumplir los deberes hacia la disciplina (y además aprovechar de cumplir algo los deberes como ciudadano).

En el pequeño trayecto desde Seminario a la Plaza Italia, ya estaba lleno de carabineros (muchos a caballo) y ya estaban reuniéndose personas. Y todo relativamente pacífico hasta que la policía decidió que era contra la ley que mucha gente estuviera reunida. Producto de lo anterior, y ayudado por un cuantioso despliegue de lacrimógenas, el trayecto siguió por la Alameda hasta Estado, y de ahí diversas vueltas por el centro. Hasta que alrededor de las 21:00 horas me encontraba en la Plaza de Armas con fogatas en las cuatro esquinas -el centro es bien inflamable en realidad, con todas las bolsas de basuras que quedan en la noche- y decidí volver a mi casa (y encontrarme con fogatas en las esquinas de Tarapacá). Una vez realizada esta breve narración pasemos a las observaciones.

1) Que, a menos que los carabineros estuvieran activamente reprimiendo, prácticamente no se realizaban interacciones entre manifestantes y carabineros. Era sólo cuando carabineros decidía que tal o cual grupo era lo suficientemente numeroso para ser reprimido que había interacción. Esto es válido para las horas iniciales, más cerca de las 21:00 la dinámica ya era diferente.

2) La diversidad en edad de los manifestantes. Porque además de estudiantes había mucha gente de 40 o más años. Digamos, para simplificar mucho, una manifestación de apoderados y de estudiantes (me encontré con varios grupos de madres / hijos). O usando otra forma, una manifestación con personas con experiencia de manifestaciones en dictadura además de los estudiantes.

Es interesante además notar que quienes eran visiblemente adultos tenían una ventaja en la manifestación. Como eran indistinguibles de transeúntes, podían -en momentos de represión- pasar ‘piola’ y caminar al lado de carabineros sin mayores problemas (De hecho, en general, para evitar represión el no correr o huir de carabineros resultaba relativamente eficiente).

3) Hay una cierta voluntad de normalidad entre la gente que observa la manifestación. Por ejemplo, en San Antonio con la Alameda me encontré con varios kioskos abiertos momentos antes que se volviera imposible (por lacrimógenas, ataques de lanza aguas u otros). Y de hecho, volviendo una hora después, ya estaban abiertos. O negocios en la Plaza Italia abiertos hasta las 18:15. En general, mientras las grandes tiendas cerraron con anticipación, las tiendas pequeñas se mantuvieron abiertas todo el tiempo que pudieron. Algo parecido puede decirse de las personas (no manifestantes), que hasta que la represión caia sobre ellas, intentaban seguir su rutina diaria.

4) A propósito de las fogatas y los daños. Habiendo visto varias fogatas en el momento de creación (cerca de la Plaza de Armas) me llamó la atención la ‘naturalidad’ de la acción. La persona iba calmadamente, tomaba algún elemento que se pudiera quemar y lo arrojaba en la fogata, sine ira et estudio. Si uno tiene la imagen que los daños los producen vándalos que están fuera de sí, pues bien, no es esa la situación.

4) Un tema táctico si se quiere (y que es más o menos obvio). Dado que los carabineros atacaban cualquier concentración, entonces su acción tiende a dispersar a los manifestantes y por lo tanto a ampliar el radio de acción de la manifestación. Dejado a sus anchas, los manifestantes hubieran marchado por la Alameda. Impedidos de ello, entonces sus movimientos son recurrentes nuevos intentos de volver a la Alameda y de agruparse en otras calles y lugares. En otras palabras, la represión no evita que la gente se manifieste y ‘desordene’, lo que evita es su concentración -y por lo tanto su visibilidad pública.

Dicho todo eso, podemos preguntarnos ¿cuál es el sentido de la represión? Obviamente no es el de proteger la seguridad del centro de Santiago. Las disrupciones fueron causadas por la acción policial al fin y al cabo. Como mencioné anteriormente, kioskos y negocios pueden estar abiertos cuando la manifestación se lleva a cabo; es sólo cuando caen las lacrimogenas y el carro lanza aguas es cuando se produce disrupción. Al fin y al cabo, con represión de todas formas los negocios se cierran, las personas salen antes de sus trabajos; y de hecho terminamos con situaciones de daños mayores.

Dado que todo eso es sabido, entonces claramente el objetivo no es la seguridad. Pero el resultado de la acción policial es que no se pueda notar (y no se pueda crear) la masa protestante. Me imagino entonces que ese es el objetivo

Un par de equivocaciones teóricas: Progreso, determinismo y contingencia.

Leyendo un comentario acerca de la importancia de la guerra y el conflicto en el libro de Joas and Knöbl, Social Theory: Twenty Lectures, surgieron en mi pobre cabecita algunas ideas.

La primera es que definitivamente si vamos a usar la palabra progreso es necesario quitarle toda resabio de carácter moral. Los autores para mostrar que no se puede analizar la historia como progreso, mencionan la importancia (constante y no disminuida) de los conflictos bélicos. Claramente no habría progreso si la guerra todavía fuera importante.

Pero si hay un aspecto de la vida social donde hay progreso es en los asuntos bélicos. Digamos que una legión romana no tendría ninguna oportunidad contra una brigada napoleónica, y lo mismo ocurre si enfrentamos a esa brigada con una fuera contemporánea. Si alguien dice, ‘pero un ejército moderno puede ser derrotado por una guerrilla, que es tecnológicamente inferior’, eso es correcto; pero la comparación debe ser igual con igual: Ejércitos formales contra ejércitos formales, guerrillas contra guerrillas. Al interior de cada comparación probablemente encontraremos progreso. Si progreso simplemente se refiere a un avance lineal en una trayectoria dada, entonces si, podemos encontrarlo.

Con lo cual pasamos al segundo de los puntos que quería discutir. Otra de las conclusiones que extraen de la importancia de los conflictos armados es sobre la importancia de la contingencia. Siendo relevantes las guerras, y no siendo predecible el lado victorioso, entonces claramente la contingencia y no la necesidad es relevante.

Lo cual puede ser correcto pero a condición de entenderlo en un nivel específico. Porque si bien puede ser muy contingente lo relativo al resultado de los conflictos, al nivel de mecanismos encontramos mayor determinismo. Una carga de caballería contra una posición defensiva preparada era difícil a principios del siglo XIX y prácticamente suicida a principios del siglo XX. Contar con mejores comunicaciones que permitan reacciones más rápidas es usualmente una ventaja. Y así con muchas otras cosas (aunque claramente los mecanismos en operación son más específicos que la simple descripción dada anteriormente). Pero nos sirve para ilustrar un punto de importancia general: En nuestro apuro por desechar el determinismo de las grandes narrativas, no nos hemos percatado de su importancia en otros niveles de análisis.

Sobre las movilizaciones de Educación

Al final, creo que el tema de las movilizaciones por Educación tiene un núcleo relativamente sencillo (y que por lo mismo resulta bastante difícil de superar, y que resulta central para la sociedad chilena). La pregunta crucial para entender las movilizaciones es ¿por qué no pasaban estas cosas hace 15 años? (digamos durante los ’90 o principios de los ’00).

Es claro que no es porque se estuviera de acuerdo con el lucro y esas cosas, o que a los estudiantes les diera lo mismo el fortalecimiento de la educación pública, o que se quisiera educación gratuita (o arancel diferenciado). Ese discurso y demanda siempre ha existido entre los estudiantes (y me imagino en general en la sociedad). De hecho, los estudiantes de educación superior siempre se movilizan (tomas y paros son parte normal del estudiante universitario de universidad pública). Lo inusual entonces es, de hecho, la facilidad con que el resto de la población se ha sumado a estas demandas. Una manifestación de 100 mil personas, obviamente, no se construye con puros estudiantes. La diferencia esencial (y lo que gatilla la participación de otros actores) no se puede encontrar entonces en el tipo de demandas -que son permanentes.

Creo que la diferencia esencial se debe a un cambio estructural de la situación de educación superior. En los ’90 teníamos una apuesta que podía ser costosa pero que parecía muy razonable, en un contexto de ampliación que implicaba para muchas familias la incorporación a ese mundo. Era claramente una situación de  ascenso social. ¿Cuál es la diferencia en la actualidad? Una educación algo más costosa, pero además donde la conciencia de los costos es mayor (por ejemplo, los alumnos que desertan, pero no por ello dejan de estar endeudados); pero quizás más crucial, un escenario donde aparece una duda relevante sobre el resultado de esa inversión (sobre los ingresos, sobre la inserción laboral?). En particular, la expansión ahora puede percibirse como amenaza de los logros de la inversión (si todos tienen educación superior, entonces ¿de que servirá?). Puede que los datos objetivos no sean tan negativos -y sigan mostrando un ‘retorno’ positivo- pero que subjetivamente aparece una duda relevante, sobre una apuesta con costos altos, creo que es una hipótesis más que plausible. En cualquier caso quedarse con la idea que el sistema funciona porque su cobertura es mayor, es quedarse en un diagnóstico que se podía defender hace 15 años, pero que claramente no suena razonable para la población ahora.

No estaría de más mencionar que una duda sobre la pérdida del valor de una apuesta educacional suena más razonable cuando pensamos que, en particular para los sectores medios-bajos y bajos, ya hay una experiencia de devaluación de inversión educacional anterior: La educación media completa. Alguna vez completar educación media (o humanidades) implicaba un ingreso mayor, mejores empleos, y alguna forma de ascenso social, pero en el momento en que se universalizó perdió esas características. ¿Y si pasara lo mismo ahora que se expande la educación superior? Tomando en cuenta el costo de la inversión, la repetición de ello sería claramente un desastre para esas familias.

Si es lo anterior lo que está detrás de la crisis educacional (una inversión que pierde sentido, por aumento de costos y una creciente duda por lo que se puede lograr con ella), entonces claramente es una situación bastante difícil de solucionar. En última instancia, el tema del costo podría solucionarse; pero ¿y los resultados? La ‘solución’ vía limitar el acceso claramente es inviable. Para garantizar que la educación superior  permite obtener resultados incluso si se amplía su cobertura requeriría un real aumento de calidad, que tampoco es fácil de lograr. En todo caso, es un tema estructural.

Lo cual nos lleva al último punto, y el más crucial. Una de las características más claras de la sociedad chilena de las últimas décadas es la centralidad del proyecto educacional para organizar (y para dar sentido) las acciones y los proyectos de las familias. En particular, en los segmentos medios-bajos y bajos. Si este proyecto entra en crisis, entonces no es tan sólo un tema de educación; es que todo queda sin mucho sentido.   La idea que a través de la educación se asciende en la sociedad es uno de los ejes, finalmente, en los que descansa el actual orden social en Chile.

Continuando con Beethoven

Y sí, su magnificencia sigue siendo aplastante. Un tema que he mencionado varias veces (y es el tipo de cosas que no importa cuantas veces se diga, y bien sabiendo que toda cosa que se diga de ellos siempre quedará corta de la cosa real, siempre es necesario volver a repetirlo) es la grandeza de los últimos cuartetos de cuerda. Pero creo que no he ensalzado lo suficiente es el cuarteto op. 127 en Mi bemol major.

Escuchemos varios cuartetos tocando el finale del movimiento (está es la única música en la cual me gusta jugar el irrelevante juego de comparar versiones)

El Italiano

El Busch (la grabación es antigua, así que el sonido no es de lo mejor; pero la interpretación sigue siendo magnífica)

El Takács

A veces creo que es gente como Beethoven lo unico que hace justificable la existencia de nuestra pobre especie.

Una nota sobre el consecuencialismo

A veces, me imagino que también le pasa a otros, descubro un blog y me dedico a leerlo por completo. Y por lo tanto, me surgen algunas ideas a propósito de posts muy antiguos. Esta vez, en Crooked Timber a propósito del consecuencialismo (la idea que el valor moral de una acción depende de sus consecuencias), se hace notar en un post sobre Consequentialism, compassion and confidence respondiendo a la crítica en que el consecuencialismo siempre termina sacrificando la vida de otros en función de un bien futuro

As regards willingness to sacrifice individual lives for valuable goals, I think this is an unfair criticism of consequentialists. Look at any of the standard anti-consequentialist philosophical examples – trolley car, organ bank, survival lottery, violinist and so on. It’s always the hard-nosed consequentialist who is supposed to want to save as many lives as possible, and the noble anti-consequentialist who proposes to sacrifice individual lives for “valuable goals” such as clean hands, natural rights and bodily integrity.

El autor después procede a preguntarse que esto tiene relación con el tema de la seguridad en las predicciones, y que un consecuencialista que no tenga mucha confianza en sus propias predicciones bien podría terminar usando una aproximación más bien de reglas.

Pero el punto que me interesaba destacar es mucho más sencillo: Que el consecuencialismo es una mala teoría de acuerdo a sus propios criterios. Si el valor de una idea depende de sus consecuencias, entonces bien podemos decir que entre las ideas han tenido funestas consecuencias (contadas en millones de muertos) se encuentra el consecuencialismo. Por razones estrictamente consecuencialistas, habría que abandonar esa teoría