Los Intereses de la Ciencia Social.¿A quién sirven?

Preparando unas clases de metodología estaba leyendo “Rescatar, descubrir, recrear” de Alfredo Ghiso(*), que es sobre investigación social comunitaria y me encontré con el siguiente texto:

La construcción conceptual y discursiva de la academia históricamente y a pesar de sus propios llamados de atención ha separado el conocimiento científico de la vida –“vida cotidiana”– y ha diluido y encubierto su naturaleza cultural, social, política e histórica; fabulando con la posibilidad de un conocimiento impersonal, neutro, aséptico y ajeno a la “praxis del vivir” (p 354)

Se opone el conocimiento comprometido que no diferencia entre sujeto y objeto, o que mejor dicho no olvida el carácter de sujeto de quienes son investigados, de un conocimiento aséptico y neutral que no hace ese requerimiento. Es una oposición que uno puede encontrar muchas veces entre quienes defienden este tipo de investigación.

Sin embargo, dicha oposición realiza una confusión sobre la posición contraria a la comunitaria. Porque claramente el mainstream de las ciencias sociales, más allá de sus propias declaraciones, no corresponde ni quiere corresponder a una ciencia aséptica que sólo se preocupa de temas que son relevantes sólo y desde su propia dinámica interna. Nada más lejano a la práctica de la ciencia social que ello.

Buena parte de estas disciplinas realizan investigaciones no esotéricas sino que destinadas a resolver llamados problemas sociales. Y la relación con los problemas suele ser tan directa que existen tantas ramas de la sociología como objetos problemáticos reconoce la sociedad: Sociología de la salud, de la educación, de la pobreza etc., siendo en cada caso la temática una forma, ya sea directa o sólo con un barniz, de seguir como es nombrado desde la sociedad. La relación de la teoría económica, la menos ‘participativa’ de las ciencias sociales, con la búsqueda de soluciones a problemas sociales acuciantes ha sido observada más de una vez. La ciencia social normal no sólo no es aséptica sino que, si se le pregunta un poco, tampoco en realidad pretende serlo. La oposición entre ciencia comprometida y ciencia aséptica valorativamente ni siquiera funciona en el plano de la representación.

Pero de todas formas, parecen ser modos distintos de hacer ciencia. La diferencia, en realidad, ocurre en torno a desde que lugar emerge el compromiso. En el caso de la investigación participativa el compromiso está y emerge desde el propio grupo investigado, que se asume como sujeto conocedor. En el caso de la investigación tradicional el compromiso emerge desde la agencia a la cual se entrega -directa o indirectamente- los resultados, que no es el grupo investigado; por lo que necesariamente en este caso se genera una distinción entre sujeto y objeto. La investigación académica, en realidad, no investiga para la academia sino que es el órgano de investigación de organizaciones -el Estado, empresas, asociaciones- que requieren, para operar, ‘saber’ cosas de la sociedad, y que no generan ese conocimiento sólo a través de su operación. Los problemas sociales que la academia dice querer resolver son los problemas que las organizaciones están interesadas (o que los científicos creen que pueden convencer a las organizaciones para que se interesen en ellos); y la investigación se estructura, entonces, de acuerdo a las líneas de esas organizaciones. Y así hay sociología de la educación porque hay Ministerio de Educación.

La oposición real no es entre compromiso y neutralidad, sino entre investigación con los investigados e investigación con organizaciones. Y lo cierto es que los científicos sociales en general trabajan para organizaciones y que buena parte de la academia trabaja sobre preocupaciones que emergen de organizaciones. Mayor problema representa al final, mucho más que cualquier investigación de prurito académico, esta investigación compretida con los problemas sociales definidos por las organizaciones.

 

(*) p347-377 en Metodologías de la Investigación Social, Manuel Canales(ed), Santiago: LOM

Spinoza y la aproximación de la Ciencia

A primera vista nada más lejano a la idea y práctica de una ciencia empírica que la visión de los racionalistas, entre los cuales cabe consignar a Spinoza. Es precisamente a la idea que sólo a través del pensamiento se puede llegar a la verdad que las ciencias se enfrentaron cuando éstas se desplegaron. Más aún, el programa racionalista resultó imposible: los llamados a la experiencia, “a lo que todos saben que sucede”, ocurren por ejemplo en Spinoza, mostrando que no es sólo el pensamiento desde donde se razona. Pero la experiencia que se usa muy lejana está de la empiria y el experimento de las ciencias, es una experiencia previa a la búsqueda de control, rigor y pureza de la experiencia científica (que de hecho pide para la experiencia esa claridad que los racionalistas pensaban estaba solo en el pensamiento).

Ahora bien, este racionalismo no es tan absurdo como se pudiera pensar. Pensemos en todos las filosofías y aproximaciones que, desde Kant, nos dicen que la experiencia se entiende desde principios del entendimiento, que es producido por éste. El racionalismo dogmático, usemos los términos de Kant, está equivocado cuando afirma porque no está hablando de la cosa en sí, de lo que está más allá de la experiencia. Pero en relación al mundo de la experiencia, si sucede que las categorías del pensamiento hacen posible la experiencia; y luego el procedimiento de partir del pensamiento tiene sentido. Tiene al menos una función heurística, reguladora, que es la que le asigna -cuando sale de su posición denostador- Kant a la Dialéctica de la Razón Pura. Aun cuando Kant como tal ya no resulta sostenible, porque la equiparación entre razón pura y mecánica clásica ya no es suficiente para nosotros, lo anteriormente dicho sigue siendo válido para todas las aproximaciones constructivistas, que tienen entre nosotros gran influencia.

Lo anterior podría servir, empero, para mostrar que el racionalismo no es absurdo, pero no su relevancia para la ciencia. Esto porque las ciencias empíricas seguirán planteando, en su autocomprensión, que la piedra de toque de toda afirmación es y sigue siendo su corrección empírica -y parte de las explicaciones constructivistas en epistemología tratan de traducir este aserto a sus propios términos-; y que, luego, el mero pensamiento no es suficiente. Aceptando lo anterior y con ello negando la aproximación racionalista como forma de conocimiento de la realidad empírica; todavía hay un aspecto en que se puede observar una convergencia entre la ciencia y el racionalismo. Este es en cuanto nos referimos a las presuposiciones básicas de la ciencia como idea y práctica. Y esas presuposiciones son defendibles desde el racionalismo y, en particular, desde Spinoza.

La presuposición más básica de las ciencias es que el mundo empírico es, en principio, inteligible y comprensible por seres humanos. Si hay problemas que en la actualidad no conocemos su respuesta, suponemos que podrían ser resueltos. De toda pregunta sin respuesta cabe investigar. Incluso cuando nos encontramos ante los límites de lo anterior (indecibilidad, incompletitud etc.) bien podemos dar cuenta, al menos, de esos límites (i.e los límites son efectivamente investigados no supuestos). Al mismo tiempo, la inteligibilidad del mundo está dada en ese mismo mundo: no se requieren elementos extra-naturales para explicar la naturaleza.

La inteligibilidad cerrada del mundo (i.e es comprensible para nosotros y sin recurso a algo fuera del mundo) es un supuesto operativo de la investigación científica. Otra forma de acercarse al tema, aunque algo más específica a la física, es la vieja pregunta por el sorprendente éxito de la matemática para describir el mundo: ¿Por qué la lógica y la matemática -formas del pensamiento- resultan tan útiles para comprender el mundo?

Una respuesta es que eso nos parece así porque donde ello no ocurre la ciencia no aplica: Los fenómenos que explica la ciencia son sólo aquellos donde esa aproximación funciona. Lo cual es una observación razonable pero no da cuenta del supuesto operativo que nos plantea que lo que hoy está fuera de explicación podría estar bajo explicación, y que nuestras deficiencias presentes no implican nada sobre lo que otros pueden explicar. Además sabemos que así ha acaecido. Que esto puede tener límites para su exploración requiere operar para saber donde ocurren bajo el supuesto que analizamos.

Otra respuesta es la kantiana o constructivista que el pensamiento construye la realidad empírica y, por lo tanto, por ello es que se explica esta situación. Pero esto olvida que la realidad no es igual a las teorías y que una perspectiva no cubre la realidad, y luego esa construcción nunca es completa. Más aún, cada vez que se reemplaza una teoría por otra, lo hemos reemplazado por otro instrumental lógico o matemático (i.e esos problemas de cobertura son resueltos sin romper la presuposición). La teoría no cubre la realidad, por lo que no la construye como tal, pero siempre parece existir un instrumental que la vuelve inteligible.

La tercera respuesta es la de Spinoza. “El orden y la conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas” (proposición 7, 2a parte, Ética). Y ello esta finalmente asociado al monismo spinoziano -que “la sustancia pensante y la sustancia extensa es una y la misma sustancia, que es comprendida ora bajo este ora bajo aquel atributo” (Escolio de la misma proposición). En otras palabras, el pensamiento puede comprender el mundo, no porque éste constituye aquel, sino porque el pensamiento es parte del mundo y también refleja sus leyes.

Al mismo tiempo, dado que “todo lo que es, es en Dios y sin Dios nada puede ser concebido” (Proposición 15, 1a parte), y recordamos que para Spinoza Dios es la naturaleza, o más propiamente es naturaleza naturante, los principios y leyes de la naturaleza, lo único que puede ser considerado causa libre (Escolio Proposición 29, 1a parte), entonces siguiendo una aproximación spinozista es posible fundamentar una explicación puramente natural del mundo.

En última instancia, en Spinoza encontramos una filosofía de la ley natural, que puede dar cuenta del proyecto de una explicación natural de un mundo que se asume inteligible. Más aún, la concepción de la ley natural en Spinoza -eterna e ilimitada- bien corresponde a la autocomprensión de las ciencias. Por ello, entonces -más allá de la impresión inicial- Spinoza bien puede estar a la base de una epistemología de la ciencia.

 

Spinoza y el naturalismo

En el prólogo de la tercera parte de la Ética Spinoza declara con claridad su aproximación:

“La mayor parte de los que han escrito sobre los afectos y la norma de vida de los hombres, no parecen tratar sobre cosas naturales, que siguen las leyes comunes de la naturaleza, sino sobre cosas que están fuera de la naturaleza. Mas aún, parecen concebir al hombre en la naturaleza como un imperio en un imperio, puesto que creen que el hombre más que seguir el orden de la naturaleza, lo perturba, y que tiene un poder absoluto sobre sus acciones y sólo por el mismo y no por otra cosa es determinado”

Y más adelante en el mismo prólogo:

“Porque la naturaleza es siempre la misma, y una y la misma en todas partes es su virtud y potencia de actuar; es decir, que las leyes y reglas de la naturaleza, según las cuales se hacen todas las cosas y se cambian de unas formas en otras, son en todo tiempo y lugar las mismas, y por tanto, una y la misma debe ser también la razón de entender la naturaleza de las cosas, cualesquiera que sean, a saber, por medio de las leyes y reglas universales de la naturaleza”

Las perspectiva spinozista es casi completamente a la sociología, al menos, y en general a las ciencias sociales, En el caso de las perspectivas hermeneúticas, basadas en buena parte en la distinción sujeto y objeto, entre el yo y el mundo, en otras palabras en un dualismo, eso es relativamente obvio. El mundo social no es el mundo natural y toda tentativa de tratarlo como mundo natural, como objeto, es radicalmente equivocada. Tratar los motivos como causas es una equívoco en las categorías básicas. Pero también es ajeno, finalmente, incluso a las tradiciones positivistas. Porque en ella el tratar como naturaleza, como cosa al decir de Durkheim, es finalmente una concepción metodológica, mientras que en Spinoza es una concepción ontológica: no es que debamos tratar e investigar lo social de acuerdo a los mismos métodos que en las ciencias naturales; sino lo central es que se aplican las mismas leyes. No hay diferencia entre sociedad y naturaleza. Los seres humanos son una parte específica de la naturaleza, con sus propias características, pero  en tanto naturaleza sujeta a las mismas reglas.

A continuación defenderemos que el naturalismo ontológico de Spinoza es superior al naturalismo metodológico del positivismo y al dualismo derivado, finalmente, de la filosofía de la conciencia.

Disolver la excepción humana (el término es de Jean-Marie Schaeffer) representa una de las perspectivas básicas para entender el mundo. Una y otra vez al establecer barreras terminantes entre los seres humanos y otros seres (los seres humanos tienen lenguaje, o tienen cultura u otra característica) lo que hacemos es no permitirnos observar como, aunque sea en ciernes, esos fenómenos existen en otras especies. Y al establecer esa diferencia tajante se nos dificulta, luego, explicarnos su emergencia (Chapais ha mostrado como es posible entender la emergencia del específico tipo de sistema de parentesco en los seres humanos a partir de la comparación sistemática con otras especies primates de forma de poder entender su emergencia evolutiva, en vez de simplemente pensar que de pronto apareció). Ninguna de esas operaciones implica negar características distintivas, o que lo que está en ciernes en unos está en mayor desarrollo en otros, pero nos plantea que precisamente integrar a los seres humanos dentro del mundo natural nos permite de hecho entender mejor esas características. En vez de basar las ciencias sociales en diferencias y separaciones que finalmente son arbitrarias, resulta más adecuado integrar a los seres humanos y reconocer la relevancia para entender el mundo ‘social’ de sus conexiones con el mundo biológico o material (i.e desde el tipo de alimentos que requieren, las posibilidades y límites que les presentan sus cuerpos; e incluso la forma en que ellos son superados o trabajados por los seres humanos). Y para ello un naturalismo metodológico no es muy adecuado en sí mismo.

Además, y esto es crucial, el naturalismo ontológico permite recuperar la metodología del significado (contra la que el naturalismo metodológico tantas veces ha trabajado). El que los seres humanos sean parte del mundo no obsta para que sus estudios requieran métodos específicos. Muchas esferas del mundo así lo requieren y siguen siendo parte del mundo. Al mismo tiempo, el rechazar la distinción sujeto y objeto, una de las principales afirmaciones del enfoque del significado -que el estudio de lo social no es un sujeto que estudia un objeto externo  y separado- permite incorporar esa afirmación sin problemas. El estudio de lo social es vida social que se estudia a sí misma (la separación entre el que estudia y lo estudiado no funciona), pero esto mismo ocurre en todas las ciencias (donde tampoco ocurre separación entre el que estudia y lo estudiado). Desde esta perspectiva hay en el mundo, entre sus innumerables elementos, algunos que usan significados. Pero no por usar significados dejan de estar sujetos a ser parte del mundo y de sus reglas. Lo que nos dice el enfoque naturalista no es que esos ámbitos no tengan características específicas que ameriten su estudio mediante herramientas específica; sino nos plantea que no por ello dejan de estar bajo las reglas de la naturaleza. Entender que el significado (o la historia que también se podría haber seguido ese camino en este texto) es necesario para entender la vida social no nos obliga a pensar la vida social como fuera de la naturaleza.

Una explicación puramente naturalista de la vida social no es algo que esté disponible. Pero de hecho es un camino a hacer, tampoco es uno efectivamente intentado. Pero reconocer que uno es parte del mundo parece necesario.

La Historicidad de las Leyes

El ejercicio de hacer un comentario de un comentario no deja de ser algo extraño. Pero veamos. Hace un par de dìas Ignacio Nazif comentó en su blog (link aquí) una columna que Oscar Landerretche escribió en la Tercera sobre ‘Ensayo sobre el tiempo y la realidad’. Y henos aquí comentando ambos textos.

El de Landerretche aprovecha partir de una reflexión sobre Las Aventuras del Barón Münchausen, y con el sitio de una ciudad por los turcos -Landerretche supone que es el sitio de Viena de 1529, pero creo que la alegoría funciona mejor sobre el segundo sitio de Viena el de 1683 (simplemente el proyecto racionalista-ilustrado europeo no está muy presente en la primera fecha). Y aquí tendríamos frente al asalto de los bárbaros (con sus arcaicas leyes del absurdo) el no menos absurdo tecnócrata de Horacio Jakcson (que insiste en ser científico aun cuando las bases de su accionar quedan en juego), y la alternativa que representa el buen barón (la salida populista tal como el tecnócrata lo crítica). Y claro está, esa salida mágica e imaginativa es la que permitiría salvar el proyecto científico.

Antes de continuar. El análisis de Landerretche -y es por esto que la idea que la alegoría es sobre el segundo sitio no es mera pedantería- tiene una cosa peculiar. Para la conciencia ilustrada del siglo XVIII el Imperio Otomano en particular, y las civilizaciones del ‘oriente’ en general, no representan necesariamente el atraso ni la barbarie. No es casual que ls héroes del Cándido de Voltaire terminen en el territorio otomano y que sea allí donde descubran la buena vida racional y puedan cultivar su jardín. La misma función cumplían los persas para Montesquieu. Y alabar al Imperio Chino no dejaba de ser común. La reducción de lo no europeo a barbarie exótica es más bien producto del siglo XIX y del positivismo. Que el buen barón, vestido como ciudadano del siglo XVIII, estuviera en el palacio del Sultán, mientras que el tecnócrata Jackson, vestido con indumentaria de inicios del XIX, fuera puro enfrentamiento quizás no sea tan casual.

Lo cual nos lleva a otra cosa. Entre los innumerables mitos que nos hacemos de los ilustrados es pensar en el sentimental siglo XVIII como pura racionalidad (es cosa de leer sus novelas y leer sobre sus reacciones a la música para darse cuenta de lo efusivos que podían ser y que estimaban adecuado ser). Al fin y al cabo, los ilustrados eran personas deseosas de fraternidad y de búsqueda de la felicidad. Al ilustrado Hume le debemos la declaración que la razón no es más que la esclava de las pasiones; y las defensas más claras de los sentimientos morales. La disociación entre razón y sentimiento es producto de una era posterior.

 

La declaración sobre la película le sirven a Landerretche para saltar a otro tema. Y allí se dedica a comentar algo a Lee Smolin. Frente al problema de la falta de unificación en la física -el hecho que la teoría cuántica y la relatividad general no sean coherentes- en la física una de las alternativas más importantes para superar lo anterior ha sido la teoría de las cuerdas. Ella ha sido muy criticada porque, por ejemplo, al final termina muy lejana de la posibilidad de la prueba empírica. Frente a ello entonces Smolin plantea la relevancia de la dimensión temporal -que varios físicos muchas veces ha querido ‘olvidar’, y plantear que las escalas temporales de esas teorías son distintas, y más importante: que las leyes mismas pueden evolucionar y cambiar. Y más aún los seres humanos serían, al representar como el universo se explora a sí mismo, parte de esa construcción. Pero en última instancia, he aquí de nuevo repetido lo del Barón:

Hay que decir que siempre hay que tener mucho cuidado al comentar otras disciplinas -algo que Landerretche de hecho reconoce. Pero poco probable que los físicos acepten que las leyes cambien -cuando de acuerdo a su propia percepción las leyes invariantes les sirven para describir los primeros minutos del Universo y prever que podrá pasar miles de millones de años en el futuro (y cuando recibimos ahora información producida en un muy lejano pasado que se interpreta asumiendo que esas leyes son invariables). La hipótesis que las leyes no cambian les ha servido bien. En última instancia, es más elegante -y si hay científicos que se preocupan de la elegancia de sus teorías son los físicos.

Ahora el tema es, dado que Landerretche va a usar a Smolin como punto de partida para hablar de economía, es ¿a que viene usar lo que pasa en física? Al fin y al cabo, si las leyes son universales o no en física no cambia mucho las cosas en ciencias sociales: Si tenemos o no tenemos leyes depende de los datos y circunstancias que para nosotros son relevantes. Y no tener teorías unificadas, cosa que Landerretche también comenta sobre la economía; bueno, tampoco la tiene la química o la biología. La física le ha ido meridianamente bien buscando leyes universales, pero a otras ciencias les ha ido meridianamente bien haciendo otras cosas (la explicación darwiniana, Jay Gould dixit es histórica; los químicos son maestros de la caja de herramientas, creo que se lo leí a Elster). Supongo que es parte de la legitimación de la economía como ciencia la de pensarse como equivalente a la física.

 

Lo cual nos lleva al tercer punto: ¿Y si en economía las leyes son históricas? Primero, no deja de ser hasta chistoso que Landerretche se haga esa pregunta sólo luego de leer al bueno de Smolin cuando esa sospecha es vieja en ciencias sociales, dominante de hecho en algunas, y parte de la historia de su propia disciplina (la Methodenstreit trató de esas cosas al fin y al cabo). Pero bueno, y ahora pasemos al punto crucial: Plantear que las leyes cambian le sirve a Landerretche para defender el estatus de su propia disciplina, la que estaría relativamente bien desarrollada (tanto la micro como la macro). Los problemas de ellas los generan otros (los intentos políticos de extender esas aplicaciones) pero no me toquen las teorías. Si ellas alcanzan sus límites, bueno no es razón para abandonarlas; es que las teorías son limitadas históricamente.

Aquí Landerretche comete de hecho un error que no deja de ser interesante. Nos dice que la economía como la física opera sobre hechos estilizados, que operan en escalas distintas (que explican sus incoherencias). Falso de falsedad absoluta. La economía usos hechos estilizados; la física no. Un hecho estilizado no puede llegar, por ejemplo, al nivel de coherencia de empiria y teoría que se mide en decenas de decimales (como ocurre a veces en física). Los hechos físicos experimentales no son los hechos que se tocan en la calle, pero se producen por un proceso no de estilización (que es uno de dejarlo en términos generales) sino de “purificación” (que es el de llevarlo a su límite sin otras interferencias). Nuevamente, la idea de hacerse pasar por como funciona otra ciencia.

Porque el estatus de la teoría cuántica y la relatividad general (las teorías a unificar o no en física) no es la de microeconomía y macroeconomía (las teorías a unificar o no en economía). Hay un par que a lo sumo se podrá, si uno se levanta de buen ánimo, relativamente exitosas; hay otras que van un poco más allá de ello.

En última instancia, la idea que las paradojas que se observan en la economía implican un cambio de ley, no que la ley estuviera mal en un principio, no es más que una forma de defender lo que ya no se puede defender. Qué es la razón por la cual, de hecho, esas cosas no le gustan mucho a los físicos.

 

Y con ello Landerretche. Nazif realiza varias reflexiones sobre ellas. No comentaré las dos primeras porque estoy básicamente de acuerdo (i.e con lo que de la ciencia única, aquella que no reconocía limites o bordes entre el conocimiento; o con lo del sujeto cuando está conociendo está cambiando la realidad, porque el sujeto no está nunca fuera de la misma). Y me dedicaré a la tercera que es sobre la intervención -porque vuelve a la oposición de Jackson y el barón. Nazif recuerda que Popper criticaba las grandes intervenciones porque son inciertas en sus efectos, y que las teorías que dicen que pueden prever el futuro no funcionan. Y a este respecto entonces nos dice que la solución de Popper, la de la tecnología parcial, sufre de lo mismo: tampoco se conocen sus consecuencias. Frente a ello, y en particular en la situación actual, ¿no debiéramos hacer como el barón y subirnos al globo porque ya no nos queda más que intervenir (la ciudad se cae a pedazos)? El caso es que, finalmente, vivir es intervenir y el barón es superior al tecnócrata Jackson no por su arrojo ni por su ir más allá del racionalismo. Es simplemente porque al revés que el Honorable Jackson está abierto a las posibilidades y al hecho que no se sabe lo que depara el futuro -i.e no hay método que nos garantice el buen futuro. Porque, incluso pensando en Popper, el no vería el problema en el Barón sino en el Honorable Jackson, que no olvidemos se nos presenta en la película ajusticiando a quienes intentan salvar a la ciudad sin seguir el plan infalible.

El caso es que el futuro es desconocido porque ni siquiera sabemos cuál serán nuestras acciones en el futuro, y las conexiones de las consecuencias son siempre inesperadas. Y esto, que son casi leyes eternas, es la razón por la cual siempre aparecen hechos novedosos y circunstancias que hacen que la historia siempre cambie.

Spinoza y la Apología de la Vida en Común

No es difícil encontrar en Spinoza frases en las que crítica a los pensadores que miran en menos la experiencia de la vida en común:

“Y, a decir verdad, la realidad es que de la común sociedad de los hombres surgen mucho más ventajas que perjuicios. Ríanse, pues, cuanto quieran delas cosas humanas los satíricos, detéstenlas los teólogos, y alaben los melancólicos, cuanto puedan, la vida inculta y agreste, y desprecien a los hombres y admiren a los brutos. Experimentarán, sin embargo, que con la ayuda mutua los hombres pueden procurarse mucho más fácilmente las cosas que necesitan y que sólo uniendo sus fuerzas pueden evitar los peligros que por todas partes los acechan’ (Escolio a Proposición 35, Cuarta Parte, Ética).

Una crítica similar a quienes en su análisis se dedican a vituperar la naturaleza humana realmente existente ocurre al inicio del Tratado Político. Spinoza, entonces, aparece como un defensor de la potencialidad, de la virtud en ese sentido, de la vida en común. La proposición con la que finaliza la 4a parte de la Ética: ‘El hombre que se guía por la razón es más libre en el Estado, donde vive según el común decreto, que en la soledad, donde sólo se obedece a sí mismo’ (Prop 73) lo muestra incluso más claramente. Porque con ella la vida en común no es algo que sólo es positivo porque los seres humanos no pueden ser completamente racionales, una salvaguarda debido a nuestras debilidades, sino que lo es para lograr la plena libertad.

Al mismo tiempo, Spinoza nos plantea que sólo bajo la guía de la razón los hombres concuerdan entre sí, por lo que entre la mayoría de las personas asó no sucede: “En cuanto que los hombres están sujetos a las pasiones no puede decirse que concuerden en naturaleza” (Prop 32 de la 4a parte). Y no olvidemos las últimas palabras de la Ética: “Pero todo lo excelso es tan difícil como raro”. La vida en común, entonces, está al mismo tiempo llena de problemas y peligros de forma tal que el hombre libre en la medida que puede declina los beneficios de los ignorantes (Prop 70 de la 4a parte)

¿Cómo se combinan ambas cosas? Y recordemos que la solución no puede ser la de plantear un camino sólo para los ‘sabios’ porque eso es precisamente lo que Spinoza niega: no debe ser, precisamente, a través de la negación de la naturaleza humana que debemos encontrar una solución.

En esta entrada no entraremos a discutir lo que dice relación con la salida política a este problema -como debe concebirse y mejor realizarse el Estado-, sino lo abordaremos de forma más general (i.e cómo ha de pensarse la vida en común)

Podemos pensar la solución del siguiente modo: La virtud de la vida en común, aquello que la vuelve útil y buena para los seres humanos, es algo que conocemos -y actuamos- todos, pero lo conocemos -y actuamos- de forma confusa y defectuosa. Más aún, nuestras creencias espontáneas sobre este particular no hacen más que hacernos permanecer en la confusión. Y al ser confusas entonces no podemos desarrollarlas y vivir en ellas a plenitud. Pero es algo que ya tenemos y ya conocemos. Y si bien la tarea de eliminar la confusión es difícil, el avanzar en ella -y por lo tanto, generar una vida en común beneficiosa para los seres humanos en general, sí es posible. La teoría de Spinoza no está sólo pensada en términos de lo que algunos pueden lograr, sino también de lo que todos pueden acceder.

En estas discusiones hay un tema importante que nos muestra la distancia de nuestro sentido común con Spinoza. ¿Cómo puede suceder que seamos menos libres cuando hacemos lo que se nos viene en gana? Lo que a su vez está asociado a otro tema: ¿Cómo Spinoza deduce de definiciones utilitarias del bien (bien es lo que sabemos con certeza que nos es útil, como dice la 1a definición de la 4a parte), y de la idea que la virtud y poder son lo mismo (por virtud y potencia entiendo lo mismo, 8a definición de la 4a parte), la idea que la generosidad es una de las perfecciones y cosas buenas? Generosidad entendida como “el deseo por el que cada uno se esfuerza, en virtud del sólo dictamen de la razón, en ayudar a los demás hombres y unirlos a sí mismos por la amistad” (Escolio, Prop 59, 3a parte).

Esto es algo que, en todo caso, no sucede sólo en Spinoza. David Hume en sus Investigaciones sobre los Principios de la Moral también parte de definiciones del bien como utilidad y terminan también declarando que las principales virtudes son las de la convivencia. ¿Cómo entonces de la utilidad y de la fuerza emerge una ética de la conviabilidad? (¿digamos porque no termina siendo Bentham o Nietzche?)

En Spinoza ello se puede comprender si observamos que entiende por libertad y sujeción: “Pues el hombre que está sometido a los afectos no se pertenece a sí mismo, sino a la fortuna, de cuya potestad depende de tal suerte que muy a menudo, aun viendo lo que le es mejor, se ve forzado a elegir lo peor” (Prólogo, 4a parte). Si somos libres entonces actuamos en tanto es en nosotros que se genera la acción -no se requiere una causa externa-; pero cuando hacemos ‘lo que se nos viene en gana’ y ello es causado parcialmente por algo externo (que genera esas ganas) entonces no somos libres. Y la forma en que adquirimos potencia para actuar y dejamos de estar sometidos a las pasiones es a través de la razón.

Aquí no estará de más recordar que para Spinoza los afectos no son pasiones. Hay para Spinoza afectos inherentemente positivos que nos llevan a aumentar nuestra potencia de acción: El afecto de la alegría es bueno (Prop 41, 4a parte), la jovialidad es siempre buena (Prop 42, 4a parte). En la medida que los afectos aumentan la capacidad de acción son parte de una vida racional y virtuosa.

Es el hecho que ser libres es sujetar a las pasiones mediante la razón lo que nos lleva directamente a la conviabilidad. Quien es guiado por la razón reonoce los mismos intereses y bienes que los otros y así sucede que “el bien que apetece para sí todo aquel que persigue la virtud lo deseará también para todos los hombres, y tanto más cuanto más conocimiento tenga de Dios [Naturaleza]” (Prop 37, 4a parte). O como lo plantea en el escolio de la proposición anterior: “Que no de un accidente, sino de la misma naturaleza de la razón procede que el sumo bien del hombre sea común a todos”.

Luego, si queremos aumentar nuestro poder y perseverar en nuestro ser, requerimos liberarnos de las pasiones que nos dominan y no nos permiten vivir en concordancia con los otros. Porque la concordia y buscar el bien de los otros es a su vez nuestro bien.

Una ética de la convivencia, de la alegría y de la amistad. He ahí Spinoza.

El Imperialismo en Ciencias Sociales, o de la peculiar situación de la Ciencia Política

La economía impuso a las otras disciplinas de las ciencias sociales el imperialismo económico: la idea que el actor racional que es fundamento de sus teorías es la mejor explicación del comportamiento. La sociología, a su vez, había hecho lo mismo con su propia versión de imperialismo: la sociología como la ciencia base del estudio de lo social, desde la cual se podía entender todas las otras. Y de la antropología también podemos decir que ha experimentado también sus tentaciones de realizar un imperialismo cultural, la idea que todo es cultural y simbólico.

La ciencia política tiene la particularidad de no haber sucumbido a ninguna tentación parecida. Es explícitamente una disciplina dirigida a abordar un campo específico de la vida social: el poder al interior de las instituciones políticas, al interior del Estado. Tomando en cuenta que los imperialismos son, finalmente, facilismos y equivocaciones, esto bien puede leerse como una alabanza hacia la ciencia política, que en su humildad bien nos podría enseñar al resto.

Pero no es esa la intención de esa entrada. Es cierto que los imperialismos son, sin excepción, equivocaciones: Todo puede ser cultural, pero la cultura no lo es todo; las relaciones sociales pueden ser fundamentales para cualquier entrada en la vida social, pero no agotan todas las perspectivas; y la perspectiva de la acción racional puede aplicarse a cualquier ámbito, no hay necesidad de reducirlo a la vida económica, pero no todo es racional. Y sin embargo esos límites sólo podemos establecerlos con claridad cuando exploramos esos puntos de vista hasta su respectivo límite, cuando los usamos todo lo que pueden dar e incluso más allá. Pero para realizar ese esfuerzo, para poder indagar en cuanto pueden dar esos puntos de vista, requerido es finalmente el imperialismo: la idea de salirse del lugar más obvio de aplicar ese punto de vista y aplicarlo sin resquemores donde sea.

En última instancia los imperialismos son tentaciones del entusiasmo por una idea teórica o un concepto. Y el entusiasmo que suele conducir al error posee, en cambio, la inestimable virtud de permitirnos crar. Por todas sus faltas nada de valor es creado sin entusiasmo. Si bien resulta necesario después recortar lo recogido por él, bien se lo necesita para tener algo que recoger. La tentación imperialista es una equivocación fructífera.

En ese sentido, el hecho que la ciencia política se haya auto-limitado es una limitación del potencial de esa disciplina. O para decirlo de otra forma: El poder es uno de las dinámicas básicas de la vida social, y bien sabemos que cruza distintos y diversos ámbitos. Usar el poder como el elemento sobre el cual basar un imperialismo sería, claro está, una equivocación; pero alguien que estuviera convencido de su potencial e importancia y lo aplicara sin remilgos a toda la vida social bien podría entregarnos muchos aportes e ideas. Somos, si se quiere, más pobres en las ciencias sociales debido a la ausencia de ese imperialismo.

 

NOTA: Debido al carácter imperialista de la sociología es en esa categoría en que queda clasificada esta entrada. Debiera existir una categoría de ciencias sociales pero siendo sociólogo bien creo que no hay aspecto de la vida social sobre el cual no pueda realizarse una mirada sociológica -y los límites que se pone una disciplina científica a sí misma bien son parte de esa vida social.

Spinoza y la preocupación por la Política

Habiendo leído a Baruch Spinoza desde finales del año 2012 (habiendo dedicado varios meses a la lectura de la Ética y luego con otros de sus textos), supongo que no estará de más dedicarle una serie de entradas. Y aprovechar que ahora estoy leyendo el Tratado Político (edición de Atilano Domínguez en Alianza, en Scribd en este link y en el sitio de Alianza en este otro). Aunque eso implica que la primera entrada será más bien menor, pero bueno tampoco es de buenas a primeras entrar a comentar tan magna obra.

El caso es que Domínguez plantea un poco lo extraño de la preocupación por la política de Spinoza y dedica algunas páginas a ello. Ahora el caso es que en realidad no es tan extraño. Porque entre medio sucede la historia.

Las obras dedicadas a los temas políticos son tardías en Spinoza: El Tratado teológico-Político es de 1670 y el Tratado Político estaba inconcluso a su muerte en 1677. Y esos años no son cualquier años en la historia de las Provincias Unidas.  1672 fue el año del desastre: la invasión francesa, la alianza entre Francia e Inglaterra contra la república, es el año del asesinato de los hermanos de Witt a manos de una turba (producto del casi alzamiento popular para defender a las Provincias Unidas contra un gobierno que se estimaba no estaba defendiendo a la patria), el reemplazo del gobierno puramente republicano por el nuevo estatúder Guillermo de Orange (Jonathan Israel, The Dutch Republic, es una muy buena revisión de la historia de dicha república, link aquí) . No fueron pocos acontecimientos, y en particular la amenaza que la guerra de 1672 implicó para el Estado -atacado por sus más dos poderosos vecinos que tenían toda la intención de reducirlo a una condición de vasallo- y la violencia interna acaecida ese mismo año -en una república particularmente más estable que otros estados en el siglo XVII-, no fueron hitos menores. En otras palabras, que la existencia del estado donde Spinoza habitaba, y la existencia de un medio en el cual era posible dedicarse a filosofar (y en particular a desarrollar una filosofía tan escandalosa como lo era la de Spinoza para la época) no podía darse por descontada. Por cierto no era que Spinoza pudiera dedicarse a sus cosas sin problemas -su eterna cautela no era sin motivo- pero en el ambiente de la época no había otro lugar. En otras palabras, las crisis históricas, como siempre, muestran la importancia de la política.

Incluso el lector más desatento notará que la crisis que he mencionado es de 1672, mientras que el Tratado Teológico-Político es de 1670, y claramente los textos son pensados tiempo antes que su escritura final y publicación. Por lo cual no cabe achacar a esa causa ese efecto. Sin embargo, nuestro argumento depende más bien de la idea que la preocupación por la política nace de la percepción que los acontecimientos políticos afectan la vida de las personas, y en el caso de Spinoza el reconocer que lo que sucede en ella hacía o no posible el dedicarse a filosofar. Y el Tratado Teológico-Político es, precisamente, una defensa de la libertad para filosofar, para pensar; declarar que no solamente no produce peligro para la comunidad sino que además es bueno y positivo para la sociedad. Y ello producto que ese tema era parte de la discusión política de la época, con la Iglesia oficial (la calvinista para las Provincias Unidas) dedicada más bien a defender la idea que no se podía aceptar que cada quien pensara y escribiera lo que quisiera. La defensa de la tolerancia del Tratado es también, finalmente, una defensa de la posibilidad de poder seguir en el camino de vida que se ha elegido.

En última instancia, la preocupación por la política no es casual porque la política es, algo que es fácil olvidar en momentos de supuesta estabilidad, siempre personal.

Precariedad y Emprendimiento en Trabajadores por Cuenta Propia

Dado que subí en la sección escritos la ponencia presentada en el Congreso del ALAS, no estará de más hacer un post al respecto. El archivo en este link.

Y ponemos el resumen:

El trabajo por cuenta propia ha sido analizado desde dos miradas contrapuestas: Una que los  observa como trabajadores precarios obligados; y otra que los observa como emprendedores que eligen. Pero ellas son insuficientes, no sólo por la segmentación interna de estos trabajadores, donde en cada segmento estas visiones pueden ser más adecuada, sino porque no reconoce lo que es negativo y positivo de estos trabajos desde la perspectiva de los propios trabajadores. En el caso chileno, se observa que ellos mantienen, con énfasis distintos, un discurso común, en que lo negativo es incertidumbre -que no es equivalente a precariedad- y lo positivo la autonomía -que no es emprendimiento. Esto tiene consecuencias prácticas para el análisis de estos trabajadores.

Por cierto que la cosa tiene varias fallas, varias de las cuales fueron mencionadas cuando se lo presentó y algunas otras cosas que me quedaron más en claro revisando otras discusiones en el Congreso (i.e enfatizar más la heterogeneidad, jugar más con el tema de las trampas de la autonomía, revisar mejor el tema del control -la diferencia entre jefe y cliente por ejemplo). Pero bueno de eso se trata, y la idea es que así salga mejor la tesis de doctorado.

Haydn y sus cuartetos

He tenido bastante abandonado este pobre blog este último mes -pero entre trabajo, tesis, preparación de ponencia para el Congreso del ALAS y en general la vida (y el hecho que mi pobre notebook haya sido sustraído de mi propiedad, oh, que va a ser de tí notebook lejos de casa) no me han dejado escribir mucho.

No estará de más, empero, poner algunos vídeos de Haydn en Youtube. En última instancia, porque para poder recuperar la serenidad y solventar con entereza los vaivenes de la vida no hay como Haydn. O al menos eso me pasa a mí. Al menos uno debiera no ser ingrato en relación a la suerte de vivir en un mundo en que se puede disfrutar de su música.

Y así para recuperar la sana costumbre de escuchar al menos un cuarteto al día, algunos videos.

Desde los inicios. Op 2 No 1, último movimiento (Cuarteto Attaca)

Y pasando a los de la primera madurez, Op 20 No 5 (Cuarteto Jerusalem)

Y continuando con una floreciente madurez. Op 55 No 3 (Cuarteto Buchberger)

Y finalmente llegando a los últimos, Op 76 No 5 (Cuarteto Ysaye)

 

Y no estará de más poner, al menos, un movimiento de las Siete Últimas Palabras en su versión de cuarteto (Cuarteto Navarra)

El Comercio Global entre los siglos XVI al XVIII

La imagen común de la situación del comercio global en la modernidad temprana es relativamente sencilla: Los europeos deseaban productos del Oriente y no teniendo ningún producto propio que ofrecer que fuera atractivo en esas zonas, sólo les quedaba intercambiarlos por metales. Otra afirmación, que ha adquirido fuerza en los últimos decenios, nos plantea que la imagen de una Europa dominante, o más adelantada sobre sis competidores asiáticos en esos mismos siglos no es tal: Los europeos no desplazaron en el comercio a sus competidores en India, por ejemplo, y en muchos casos dependían de los comerciantes locales. Se introdujeron en esas redes de comercio pero bajo ningún punto de vista se podría decir que dominaron, o que tuvieran una tecnología comercial superior a su competencia asiática.

Ambas afirmaciones, si bien parten de observaciones empíricas correctas, extraen conclusiones que no lo son.

Como Braudel ya había mencionado en su Vida Material, Economía y Capitalismo en 1979, y ha sido refrendado posteriormente por autores como Pomeranz, la primera afirmación olvida un hecho esencial: la demanda china por metal. La economía del Imperio Chino en la época estaba entrando en una fase importante de comercialización, para lo cual  requería metales -plata en particular- que esa misma economía no producía. Lo que olvida, entonces, la primera imagen es que los metales eran también una mercancía, no sólo un medio de pago. Los europeos probablemente hubieran preferido, en particular dadas sus creencias mercantilistas, vender otros bienes, pero sí vendían un bien. En algún sentido, como el mismo Pomeranz lo ha destacado, la idea tradicional pone a las sociedades asiáticas como un sujeto pasivo en relación a este comercio, como sus necesidades y dinámicas propias no fueran relevantes.

En relación a la segunda afirmación, lo que ésta tiende a olvidar es la existencia de una profunda asimetría en el proceso: Es cierto que los europeos no dominaron, pero los europeos son el único actor que operaba a escala global. Para decirlo de otra forma. hay comerciantes holandeses en prácticamente todos los puertos, pero no hay comerciantes chinos o indios en, digamos, Amsterdam o Sevilla. No es casual que los conflictos europeos, y sólo los conflictos europeos, terminen siendo conflictos globales: Los conflictos de las Provincias Unidas con España (y con Portugal) no fueron luchados solamente en Europa, o incluso sólo sumando las colonias americanas. Y la Guerra de los Siete Años bien puede pensarse como la primera guerra global. Es el hecho de operar a una escala global, y generar las estructuras organizativas que lo permitían, lo que diferencia y si se quier constituye una de las ventajas de Europa. No hay equivalente entre los comerciantes asiáticos de la estructura de la VOC -la compañía holandesa de las indias orientales- ni de su práctica de usar el comercio intra-asiático como forma de financiar su operación europea.

En última instancia, no hay que olvidar que en esos años es cuando se generan los primeros flujos globales de comercio -la plata extraída de América que termina finalmente en China, es en esos años cuando por primera vez se puede hablar de un comercio global. En la dinámica de esos flujos no se puede decir que Europa fuera el único actor relevante, como ya lo vimos las dinámicas internas de China tenían mucho que decir. Pero es crucial entender que la conformación de esos flujos globales fue producida por actores europeos, y que las operaciones de ese flujo eran realizadas en buena parte por esos actores. La Europa del siglo XVII no era más rica o poderosa que China, en particular si comparamos -como debemos- todo el continente europeo con todo el Imperio Chino, y el movimiento hacia la modernidad debe explicarse a la luz de la economía global; lo cual no debe cegarnos tampoco al hecho que la máquina de ese movimiento estuviera en Europa.