Horizontalidad y Verticalismo. O el Problema del Líder

Partamos con la cita que genera la reflexión:

“Así en mi estudio donde analicé la clase media chilena, encontré que en la cultura política de ese país tiende a existir un predominio de las relaciones horizontales sobre las verticales al interior de esta clase social y ello se refleja en sus organizaciones políticas” (Larissa Adler Lomnitz, Lo formal y lo Informal en las Sociedades Contemporáneas, pág 116)

“Los líderes resultan indispensables, y ello plantea para Chile una situación más difícil de resolver que en México, donde la horizontalidad es funcional, complementa y sostiene las jerarquías verticales. En Chile, en cambio, la jerarquía o liderazgo sería un elemento contradictorio con el ideal de horizontalidad y el crecimiento de los partidos”(Ibid, pág 117)

Si bien el libro está publicado el 2008, los artículos que recopilan son anteriores, y lo más relevante es que para Adler Lomnitz estas son características que no son recientes: se aplican a la cultura del Partido Radical. Las dificultades y problemas con el liderazgo, las preferencias por formas horizontales no serían, entonces, cosas ‘descubiertas’ por los estudiantes en años recientes, sino elementos más constantes en la cultura política chilena.

Pero entonces nos encontramos con un problema: ¿Tiene sentido hablar de la cultura chilena como horizontal? ¿No somos una sociedad altamente clasista? ¿Y nuestro autoritarismo? El caso es que Adler Lomnitz se refiere específicamente a relaciones horizontales al interior de cada clase, no entre clases. En Chile las relaciones intra-clase serían de redes horizontales pero entre-clase verticales, mientras que en México -el caso con el que contrapone usualmente la autora- todas las relaciones serían verticales. Luego, los grupos políticos, al generarse en medios homogéneos socialmente, tendrían una relación más horizontal (más basada en la amistad, en la confianza) con sus propios líderes.

Lo anterior no solamente nos permite entender mejor el sentido de la frase, sino además entonces entender porqué ese tema -la relación entre líder y sus asociados, y la dificultad para constituirse como líder- se ha vuelto particularmente relevante en la actualidad. Si es cierto que las relaciones son horizontales intra-clase y no entre-clases, entonces el hecho que buena parte de los chilenos se piense de la misma clase media facilita la expansión de esa lógica. Más aún en los espacios educacionales -Universidad, Liceos- donde ello ha ocurrido, Adler Lomnitz enfatiza que esas redes horizontales surgen a partir de redes formadas enesos años, pero quizás más importante que son espacios (y en particular en las instituciones específicas donde se originan estas lógicas) asociadas a la clase media como tal, y por lo tanto portadoras de esa lógica horizontal.

En otras palabras, lo que se vería ahora sería una forma en que una lógica permanente se hace más visible, porque se dan las condiciones para ello (Que no deja de ser una buena forma de pensar, en general, sobre cambios culturales: El cambio consiste en que algo que existía anteriormente se expresa de una forma distinta. Por cierto que al expresarse experimenta algunos otras modificaciones; pero el caso es que los cambios a nivel cultural no son apariciones súbitas de cosas que antes no existían para nada).

La Utilidad antes del Utilitarismo

Convencionalmente el nacimiento del utilitarismo se atribuye a Bentham. Pero argumentos de índole utilitaria son muy anteriores. Es posible encontrarlos en Hobbes, en Spinoza y en Hume (sin contar muchos otros autores menos conocidos en la actualidad). De hecho, el mismo Kant al describir las consideraciones materiales empíricas sobre la moral, para mejor criticarlas y expulsarlas de ser posibles postulados de la razón práctica, lo que hace es criticar argumentaciones de tipo utilitario.

Entonces, ¿cómo resulta posible que se plantee, y además esa sea la opinión recibida, que el utilitarismo sólo surge con Bentham? A continuación se intentará mostrar que, de hecho, la opinión común es efectivamente bastante razonable.

Veamos por ejemplo las definiciones de bien y mal que hace Spinoza (son las primeras definiciones de la 4a Parte de la Ética)

“Entiendo por bueno lo que sabemos con certeza nos es útil.
Por malo, en cambio, entiendo lo que sabemos con certeza que impide que poseamos algún bien”

Hume luego de realizar su revisión empírica -o al menos, eso es lo que intenta hacer- de los términos que son alabados (o sea, después de la primera sección -sobre la benevolencia- y la segunda -sobre la justicia-) plantea que claramente están asociados a lo útil. De hecho, su discusión sobre la justicia (sección III de la Enquiry) dice que:

THAT Justice is useful to society, and consequently that PART of its merit, at least, must arise from that consideration, it would be a superfluous undertaking to prove.

¿Por qué esas declaraciones iniciales, que asimilan la utilidad al bien, no constituyen todavía utilitarismo pleno?

Si observamos con atención nos daremos cuenta que en los dos autores que estamos revisando se obtienen conclusiones distintas de las que han caracterizado usualmente a las concepciones utilitaristas. En ambos casos se da una fuerte idea del carácter social de los seres humanos, y por ende de sus virtudes. Esto se enfrenta al carácter más bien asocial que ocurre muchas veces en el utilitarismo. Ahora, no de todo el utilitarismo, pero la versión más ‘social’ del utilitarismo -el bienestar de mayoría- tampoco lo evita: Porque este bienestar de la mayoría es una suma de los bienestares individuales. Pero en los otros autores es en las relaciones con los otros donde se juega este bienestar. La discusión de la benevolencia en Hume no es reducible a la suma de bienestares individuales separados, porque en la relación es donde se genera el bien. El caso de Spinoza es más complejo, pero finalmente se puede defender la misma idea. Es más complejo porque, por ejemplo, la conmiseración es una pasión, y por ende, en sentido estricto un mal. Pero para quienes no viven bajo la guía de la razón es mejor que tengan esa pasión a que no la tengan. Y para quienes viven bajo la guía de la razón es cierto que en las relaciones sociales donde se produce utilidad, y dado que concuerdan en naturaleza, nada más útil a los seres humanos que otros seres humanos (Corolario II de la Proposición 35 de la 4a Parte). La conducta ética entonces es en ambos esencialmente, y no sólo por casualidad, social.

En última instancia, lo anterior proviene de otra característica común: En ambos el argumento de utilidad es aplicado para evaluar disposiciones (afectos en el caso de Spinoza, y sentimientos o normas generales en el de Hume), no para evaluar acciones específicas (como es el caso de la tradición que nace con Bentham). Así, Hum nos mostrará como la generosidad o la benevolencia son sentimientos positivos por su utilidad; y a partir de esas definiciones utilitarias es que Spinoza obtiene una visión positiva de la alegría. Lo que ninguno hace es aplicar un cálculo para evaluar una acción específica. La pregunta no es si es moralmente correcto hacer X (resolver, por ejemplo, el problema del tranvía), sino sobre si el atributo X es bueno o malo de acuerdo a esa visión.

Es esto, tengo la impresión, lo que evita las consecuencias más problemáticas del utilitarismo: el rechazo a realizar un cálculo utilitario de la acción. El argumento utilitario justifica una disposición, pero es la disposición la que justifica acciones; la utilidad no opera directamente. Ahora, esto les emparente con tradiciones bastante antiguas del pensamiento: Por ejemplo, una ética de la virtud se preocupa de evaluar disposiciones (virtudes) más que de evaluar directamente acciones. Al mismo tiempo, esto nos muestra algo que emparenta al utilitarismo con su usual opuesto: la ética kantiana. En estas dos últimas tradiciones, la pregunta ética central es por las acciones, lo que manifiestamente no es el centro en los autores pre-kantianos examinados.

En resumen, este breve examen de la situación nos muestra que sucede lo que habíamos planteado al inicio que estos argumentos de sabor utilitario son distintos del utilitarismo que nace con Bentham (y ahora poniendo una opinión puramente personal: son además preferibles).

 

La neutralidad valorativa y la distinción hechos-valores

Las ciencias sociales tienen en suerte mantener una discusión perpetua sobre algunos tópicos básicos. Una tentación, en que la he caído también, es declarar que todas esas discusiones no implican más que un estancamiento en estas disciplinas. Pero si se observa con más atención, entonces es posible argüir que si bien la disputa no se resuelve, los argumentos sí se refinan y mejoran, y en ese sentido la discusión no se queda inmóvil.

Una de estas discusiones es la relativa a la neutralidad valórica y uno de los argumentos es la distinción hecho y valor. Hace unos días leyendo una entrada al respecto en el blog scatterplot (link aquí) me encontré con un artículo reciente de Philip Gorski “Beyond the Fact/Value Distinction: Ethical Naturalism and the Social Sciences” en Society (link aquí) sobre este tema, en el que se critica la distinción hecho y valor, en específico criticando el argumento weberiano, de tanta influencia en la Sociología.

De acuerdo al argumento del texto, la distinción hecho/valor no funciona: Por un lado los hechos están impregnado de valores -cómo buena parte de la discusión en epistemología ha tratado de mostrar en el último medio siglo: por otro lado, los valores están impregnados de hechos: que cada vez que se plantea una discusión sobre valores al mismo tiempo aducimos juicios de hecho para apuntalarlos.

Gorski desarrolla un argumento de índole aristótelica para defender el carácter natural de los valores (i.e que están asociados indisolublemente a asuntos de hecho). Si hay un telos inherente a cada ser, y en buen Aristótelico ese es un juicio sobre la naturaleza; entonces, se sigue que hay elementos que propenden a su plenitud y logro, y evaluar positivamente esos elementos es un juicio de valor basado en hechos. Cada actividad tiene como parte de su descripción su propia virtud (y no hay duda en que la ética aristótelica es una ética de la virtud).

Se puede rechazar dicha ética, pero el argumento puede dar cuenta de ello. Porque normalmente eso lo haremos criticando el juicio de hecho (¿hay un telos?), porque el juicio ético se deriva del juicio de hecho, y la forma de crítica muestra el argumento fundamental de la imposibilidad de separarlos.

El argumento es bastante fundado, y es un hecho que discutimos sobre temas de valores usando consideraciones sobre la naturaleza fáctica de lo que discutimos.

Sin embargo, aunque puede ser central para criticar con éxito la versión de Weber de la distinción, aduciendo que no es posible entonces una neutralidad valorativa, creo que no lo es en relación a la versión de Hume -quién es el origen de la distinción en última instancia.

Porque que pasemos de asuntos de hecho a asuntos de valor no debiera ser noticia para un autor que inicia su An Enquiry Concerning the Principles of Morals con una discusión empírica sobre los valores de las personas. Y la observación básica de Hume es de hecho una observación de tránsito: lo que sucede al pasar de una discusión de hecho a una de valor, y lo que planeta es que introducimos algo nuevo (un juicio de valor) al hacer esa transición. En otras palabras, en Hume la distinción no implica que no existan tránsitos y que no estén imbricadas ambas esferas, sólo implica que son dos esferas.

Por ejemplo, en el argumento aristótelico hay un juicio de valor además de los de hecho: Que hay que desarrollar las potencialidades, que lo que hace ello es bueno. Ese juicio de valor puede ser obvio, puede ser natural, puede ser -de hecho. el único razonable dado el marco en que se trabaja, pero sigue siendo un juicio de valor y no uno de hecho. Y eso es todo lo que el argumento de Hume requiere.

Lo mismo aplica otros ejemplos usados en el artículo como la valoración de lo racional y lo original. Se requiere un juicio de valor para que lo racional sea positivo -y uno que, dadas la amplias críticas a la racionalidad como tal, no es tan universal como se pudiera pensar. La valoración de lo original, por ejemplo en las artes tampoco es tan evidente (hay formas de menospreciar la originalidad como tal, y se pueden valorar en cambio otras cosas como la habilidad –craftmanship)

 

Detrás de lo anterior hay una segunda crítica, que creo es más incisiva, que está con mayor claridad en la entrada de blog que mencionáramos: La crítica al carácter decisional de la formulación weberiana: En Weber ls valores son algo aparte de toda discusión racional, y sólo cabe una elección fuera de toda razón sobre ellos. Pero que es posible una discusión racional de valores es algo que muiestra cualquier examen de filosofía al respecto: No son discusiones empíricas o científicas si se quiere, pero no son mera declaración; hay argumentaciones propiamente éticas. De hecho, si incluso se realizan en la sociedad discusiones con argumentos en el campo estético, uno en el que usualmente no observamos bajo pretensiones de universalidad,  entonces con mayor razón son posibles en el campo de los valores.

Lo anterior claramente es incompatible con el argumento Weberiano. Pero, al mismo tiempo, es plenamente compatible con una visión de corte humean -nada evita que se pueda desarrollar al interior de ese marco una visión de una discusión argumental sobre valores, sólo se exigiría que ella fuera distinta de los juicios de hecho. La reducción de la argumentación racional al campo de los juicios de hecho es, si se quiere, una trampa positivista, y no una que sea requerida por la distinción hecho / valor.

 

Con esta discusión podemos, entonces, justificar nuestra aserción inicial: Que si bien las discusiones son perennes, eso no evita que ellas avancen. El texto que sintetizamos constituye una crítica eficaz de Weber, y en ese sentido representa un avance. Pero no resuelve la discusión en general porque queda, incólume, la versión original de Hume.

Puede resultar extraño y algo paradojal un avance en que el neo-kantiano Weber debe ser abandonado en pos de una argumentación original pre-kantiana. Sin embargo, creo que es más interesante que una mera extrañeza: la filosofía clásica alemana, tan central para la Modernidad, se constituye con Kant como una forma de superar e integrar las dos tradiciones básicas de la filosofía occidental moderna: el empirismo y el racionalismo. Ese es un proyecto central en la tradición moderna, pero la síntesis kantiana no parece haber sido el camino más adecuado (al menos con dos siglos de hindsight). Explorar otra forma de sintetizar Hume y Spinoza, para usar algunos de los nombres claves de las tradiciones de base, no deja de ser un proyecto filosófico alternativo de la modernidad, y una que no fue explorada.

Quizás he ahí una forma de efectivamente superar las viejas antinomias de la tradición del pensamiento de las ciencias sociales.

 

 

Influencias de autores y las tradiciones de la Sociología. Habermas, Luhmann y Bourdieu.

En la actualidad es relativamente sencillo hacer algunos divertimentos con datos. Usando el Ngram Viewer de Google -que realiza un sencillo conteo de problemas en diversos corpus de libros, es posible tener algunas impresiones sobre la influencia de determinados autores: Es cosa de observar cuanto aparecen sus nombres en los libros del corpus. Como Google presenta los datos por idioma es además sencillo comparar esa influencia entre diversas tradiciones, y como la Sociología no es una ciencia universal es quizás interesante hacer comparaciones.

Luego, ¿que pasa con la influencia de autores relevantes como Habermas, Luhmann o Bourdieu? Partamos con el corpus en español:

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Bourdieu y Habermas tienen una trayectoria muy similar: Crecen a partir de 1985, alcanzan un peak entre 1990 y 1995 y luego empiezan a disminuir. A partir del 2000, en todo caso, hay recuperación pero claramente Bourdieu aparece como más central -y vuelve a alcanzar su peak previo. Luhmann prácticamente no existe hasta el siglo XXI en que empieza a subir, pero sigue siendo menor (lo cual nos indica nuevamente su anómala posición en Chile donde su posicionamiento como gran teórico es anterior).

Ahora revisemos la situación en Inglés:

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Habermas es claramente mucho más relevante que Bourdieu y que Luhmann. Habermas es relevante desde 1970, alcanza un peak en 1990, luego disminuye pero en el siglo XXI el porcentaje de libros en que es mencionado vuelve a aumentar de manera muy clara. Bourdieu a partir de 1975 claramente es un autor menos citado que Habermas y entra luego en una etapa de menor popularidad, la que se vuelve a recuperar en este siglo -pero claramente a mayor distancia de Habermas. En el caso de Luhman hay cierta influencia entre 1975-1980 (de hecho previo a la publicación del Sistemas Sociales en Alemán), la que prácticamente desaparece posteriormente, y luego a partir de 1995 empieza una lenta y pequeña recuperación (y si mal no me equivoco la traducción al inglés es de ese año). Pero claramente está lejos de los otros autores.

En español y en inglés, Luhmann es claramente menos relevante que Habermas o Bourdieu. En el caso inglés, Habermas -que ha sido servido por mejores traducciones (pero eso es en sí una señal de influencia)- es más popular. En español, ambos estaban en una situación similar, pero en los últimos años Bourdieu es más dominante.

Ahora revisemos la situación en alemán (dado que dos autores son alemanes). Y aparece lo siguiente -que claramente es un mundo distinto de los que hemos visto hasta ahora:

ngramgerman

 

Aquí Habermas fue muy influyente, pero sólo hasta cerca de 1990 (o sea, la publicación en 1980 de la Teoría de la Acción Comunicativa le sirvió para mantenerse 10 años) y luego prácticamente desaparece. Luhmann en cambio, que hasta 1995-2000 no era tan relevante, adquiere una fuerte tendencia de aumento. Bourdieu aquí aparece como un autor más bien secundario -aun cuando ha aumentado en años recientes y supera a Habermas.

En alemán entonces, Habermas -al revés que en español y en inglés- es un autor ‘antiguo’, Luhmann ha adquirido gran importancia -en español y en inglés tiene curva de aumento en las mismas fechas pero mucho menores. Y Bourdieu claramente no alcanza la posición que mantiene en español o en inglés.

No presentó el ejercicio en francés, pero el dato más relevante quizás es que -de forma totalmente contrapuesta al corpus en alemán- Luhmann de hecho no existe (i.e no aparece en el gráfico que produce ngram).

El ejercicio es claramente muy burdo -y los datos usados tienen varias falencias (y además hay preguntas sin contestas: en todos los gráficos entre 1990-2000 disminuyen las referencias, ¿es un problema de los datos? ¿fueron reemplazado por otros autores?). Hay algunos autores que, lamentablemente, no pueden incluirse -sin entrar a un análisis más serio: Por ejemplo, Archer (donde el apellido es una palabra común en el idioma inglés, lo que claramente afecta a los resultados).

Con todo, no deja de ser interesante. Y no deja de mostrar con claridad lo provinciano de las ciencias sociales. Un cambio de idioma (o cruzar un río en el caso francés-alemán) y el mundo de referencias es completamente diferente.

La producción de la unidad del individuo (II)

Siguiendo con la entrada anterior (La producción de la unidad del individuo I) entonces ahora corresponde intentar responder a la pregunta de por qué el individuo tendría prioridad.

En parte esta prioridad se debe a que la unidad como actor del individuo se puede postular como algo ‘dado’. El hecho que un contexto afecte al actor de forma tal que después actúa en consonancia, ese proceso a través del cual se asume su unidad (i.e es el mismo el que fue afectado y luego actúa, tiene continuidad), en los individuos se puede simplemente asumir -por la continuidad corporal de ellos.

Ahora bien, asumamos por ahora esa afirmación. Pero en ese caso podremos observar (y de hecho, el mismo Coleman lo hace) que los procesos sociales generan unidades colectivas con esa unidad: las llamamos organizaciones y nos relacionamos con ellas como si fueran actores. Por ejemplo, pueden ser demandados o demandar, y e cada caso el juez entenderá y actuará como su la organización, no individuo alguno, fuera el demandado o el demandante etc. Esta unidad claramente es producida, más aún, la acción de la organización en el momento X puede entenderse como resultado de los actores que pertenecen a ella en el momento X (que el individualista metodológico nunca olvidara de mencionar). Pero lo que resulta es un actor.

Si alguien quisiera discutir la conclusión anterior es posible aducir otra razón adicional. Este carácter producido del actor colectivo puede a su vez (y es el mismo Coleman quien hace la sugerencia y algunos resultados recientes en neurobiología lo avalan) aducirse para el individuo: Que la acción individual -de un actor que posee unidad- es producida por la forma en que se combinan diversos elementos internos (i.e que tu decisión es producida por un conjunto, por una ‘comisión’ interior).

Lo anterior se puede a su vez radicalizar, y con ello ya salimos fuera de Coleman, haciendo ver que la unidad del actor depende de la malla de interacciones en que se encuentra inserto. Y como cada ‘actor’ en realidad pertenece a diversas mallas bien se puede constituir en diversas ‘unidades’: teniendo características diferentes en cada red. En algún sentido, lo que es el actor depende de las interacciones en que se inserta. Ago además que puede aplicarse de manera indistinta a cualquier tipo de actor, como Harrison White ha destacado.

Si lo anterior es correcto entonces el individuo como actor no tiene ninguna prioridad ontológica si se quiere: El individuo es tan construido como los actores colectivos que se crean en la interacción.

Sin embargo, hay un sentido en el que el individuo físico, corporal, tiene características especiales. Puede que el realismo ‘vulgar’ que piensa a los individuos biológicos como unidades prioritarias y dada no sea sostenible teóricamente, pero dado que el realismo ‘vulgar’ es parte de a vida social entonces tiene consecuencias. Así piensan los actores y aí se relacionan -parte de lo que genera la unidad del actor individual es que otros actores lo reconocen como unidad y lo tratan como una unidad (recordemos un poco como Mead trabajaba el tema de la formación de la persona en la interacción). El individuo no estará dado, pero el proceso de construcción usa a los individuos como elemento sobre los cuales construir. Representa así la unidad más evidente y básica, la más fácil de operar.

Si se plantea que este pretendido carácter ‘evidente’ del individuo es sólo algo producto de la modernidad / del capitalismo / del racionalismo, bien se puede retrucar que hay una malla que opera en todas las sociedades que es individualizante: las relaciones de parentesco ‘individualizan’ cada sujeto  -dado que ocupa posiciones diferenciadas en esa malla. Al mismo tiempo, por más que se disuelva al individuo en sus mallas de interacción hay elementos (por ejemplo, su memoria) que el actor, el individuo en este caso, traslada a través de sus ubicaciones.

La unidad del individuo es construida. Esto tiene múltiples consecuencias (por ejemplo, en lo relativo a cómo el actor identifica sus propios intereses). No se lo puede tomar como una unidad dada, en eso es equivalente a cualquier otro actor. Pero, al mismo tiempo, representa un sustrato sobre el cual se pueden construir más fácilmente esa unidad del  actor. Por así decirlo, el individuo biológico es el lugar desde el cual más fácilmente se puede ‘entrar’ en ese proceso de construcción de unidades de acción. Es una relevancia especial que no alcanza a fundamentar las pretensiones del individualismo metodológico, pero no por ello deja de ser relevante.

La producción de la unidad del individuo (I)

Entre las disputas perennes del análisis social se encuentra la relativa al individualismo metodológico: Entre quienes postulan que sólo los individuos existen real y concretamente y que todo elemento colectivo tiene, a lo más, una realidad derivada; y quienes plantean que las entidades colectivas tienen tanta (o incluso más) realidad que los individuos.

La versión anterior está dicha en términos ontológicos, de realidad. Más popular finalmente, y diferente pero asociada, es la idea del individualismo metodológico: Que todas las explicaciones han de reducirse a una explicación a través de actores individuales. Aquí bien se puede reconocer que existen situaciones colectivas, pero en lo que concierne a los actores -que es donde debe radicar la explicación- ellos deben ser individuales (o reducibles a individuos).

En años recientes se ha expandido en ciertos círculos sociológicos un esquema particular de explicación que sigue estos lineamientos, que está basado en un esquema desarrollado por James Coleman en su Foundations of Social Theory (1990), y que fue pensado inicialmente en lo relativo a las relaciones micro-macro, terminología tan cara a la sociología norteamericana en esos años (de hecho, en el texto citado se usa para analizar la argumentación Weberiana sobre el origen del capitalismo).

Bote-Coleman

 

Analizando a Weber, Coleman nos dice que hay una situación sistémica (la doctrina protestante). El origen de ello no es parte del argumento, así que para esta explicación aparece como dada (aunque a su vez a ella misma se le puede aplicar el mismo esquema). Luego, a partir de ello se generan cambios en el individuo (es influenciado por su contexto): Adquiere ciertos valores. Teniendo esos valores entonces desarrolla ciertas conductas (ascéticas). Coleman plantea que el último paso del argumento sería mostrar como esas conductas generan un cambio a nivel sistémico: el capitalismo, pero que de hecho Weber no lo hace -y por ello es incompleta su explicación.

A partir del ejemplo podemos observar como, desde esta perspectiva, se observa la relación entre el actor individual y la sociedad. Lo colectivo genera un contexto que influencia al actor (pero la forma en que influencia depende de las características del actor en última instancia), este elabora y desarrolla su acción, y el conjunto de estas acciones de los agentes a su vez genera un resultado colectivo. En este argumento no se niega que existan realidades colectivas, pero se les quita de toda relevancia causal: El lazo que está prohibido en el esquema es el directo de contexto colectivo a inicial a resultado colectivo inicial. No hay lazo macro-macro, debe pasar por lo micro, usando la terminología de Coleman.

Usemos ese esquema como punto de partida. Una primera observación es que, de hecho, hay muchas explicaciones que usan el camino prohibido (por ejemplo, tales sociedades -con alta desigualdad o basadas en la dominación urbana. no son compatibles con democracia). Las formulaciones clásicas de esos argumentos eran puramente colectivas. Recientemente Acemoglu y Robinson publicaron The Economic Origins of Dictatorship and Democracy -calcando su nombre del clásico de Barrington Moore; para darle un basamento micro a esos argumentos, bajo la idea que ellos estaban incompletos porque a no pasar por el actor no explicaban desde ‘primeros principios’. ¿Pero le quita eso carácter de explicación a la primera, puramente colectiva?

Una explicación incompleta no por eso deja de ser una explicación. Al fin y al cabo, muchos individualistas son reduccionistas en general, y en buen reduccionismo habría que ir del individuo a sus neuronas y así sucesivamente. Pero eso no se hace,  o al menos no se declara como indispensable para la investigación (*). El reduccionista dice que ello es posible en principio, pero no exige que cada explicación realice esa operación. Pero si se acepta ello, ¿por qué no será posible detenerse en la explicación macrosocial y no pasar por los individuos? Allí también se podría asumir como ‘en principio esto pasa por conductas de individuos’ pero no estudiarlas, quizás porque se las observa como asuntos más bien triviales en ese caso (del mismo modo que el individualista no procederá a estudiar neuronas porque lo que sucede a ese nivel es trivial, algo asumido, para su nivel de investigación). ¿Por qué el individuo tendría prioridad?

Y dejamos el desarrollo de la respuesta para la siguiente entrada -al fin y al cabo, hay una extensión sensata para entradas de blog, y con lo que queda da para otra entrada.

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(*) No se realiza el camino completo de una sola vez en todos los casos. Cada paso de ese camino puede ser realizado (y algunos de hecho son realizados, por ejemplo reduciendo procesos biológicos a interacciones químicas entre moléculas y etc.). Más allá de si esta estrategia funciona o no efectivamente, lo que nos interesa simplemente es recordar que en modo reduccionista de todas formas nunca se exige que realice el movimiento completo a primeros principios; y lo que se considera primeros principios depende de lo que se intenta explicar en cada caso. Nada obliga en una estrategia reduccionista a usar el individuo como unidad estándar en todas las explicaciones

 

 

Voto Voluntario y Evolución de Resultados Electorales

1. Introducción

Una de las posibles consecuencias que se han discutido sobre el hecho de tener elección con voto voluntario es el sesgo socioeconómico: Que comunas con menor nivel socioeconómico tenían más abstención (por ejemplo, ver el siguiente artículo de Contreras y Morales). Lo que a su vez fue negado por otros o relativizado por otros, así Valenzuela). En todo esto me ha llamado poderosamente la atención que no exista mayor preocupación por los posibles sesgos estrictamente políticos del voto voluntario.

Aquí uno puede comparar con la atrición en encuestas (que es equivalente al hecho de abstenerse en una votación). De acuerdo con la más clásica de las distinciones hay tres procesos básicos de atrición: Uno es que sea completamente al azar (que es equivalente a proponer que la abstención es pareja para todos los segmentos). Otra es que esté asociada a otra dimensión pero no a lo que queremos medir. Digamos, quiero medir ingresos pero los hombres contestan menos que las mujeres. Ahora como el hecho del sesgo no está asociado a ingresos, entonces los hombres que contestan tienen los mismos ingresos que quienes no contestan. Esto es equivalente a suponer que el sesgo es sólo de nivel socioeconómico, pero dentro del mismo nivel socioeconómico quienes votan son iguales a quienes no votan. Es la hipótesis de quienes mantienen que si hubiera existido voto obligatorio (y luego mayores tasas de participación en comunas populares donde Bachelet ganó en primera vuelta por grandes mayorías) no hubiera existido segunda vuelta: Esos votos ‘perdidos’ se hubieran comportado igual que los que fueron a votar.

La hipótesis más compleja es el tercer tipo de atrición; Cuando el proceso que produce atrición está asociado a la variable que quiero medir: Me interesa conocer ingresos pero un grupo de ingresos tiene menor disposición a participar. Esto es equivalente al hecho que el sesgo electoral está asociado a posiciones políticas. Que es la hipótesis que intentaremos explorar aquí.

Explorar porque con datos agregados sacar conclusiones sobre personas tiene el riesgo de la falacia ecológica. Pero de todas formas sirve como primer ejercicio. Ahora, como ya existe la idea que hay un sesgo socioeconómico, entonces la idea es observar ambas dimensiones.

2. Los datos

Para ello se creó una base de datos con las 34 comunas del Gran Santiago. ¿Por qué? Porque el Gran Santiago está segregado socioeconómicamente, por lo cual una comuna de altos ingresos está compuesta en buena parte por personas de altos ingresos; y una comuna de bajos ingresos está compuesta a su vez por personas de bajos ingresos. En comunas mixtas -como lo es buena parte del resto del país (donde en la misma comuna conviven personas de altos y bajos ingresos)- las diferencias por ingresos entre comunas dividen menos entre personas de altos y bajos ingresos. Es una forma, pequeña, de limitar el riesgo de falacia ecológica.

Dado que nos interesa ver que sucede socioeconómicamente entonces necesitamos una variable para ello. Se eligió como variable el ingreso autónomo del hogar promedio por comuna tal como aparece en la CASEN 2011. Pensé en ocupar nivel de pobreza -como se hace en otros análisis- pero revisando los datos, y recordando las limitaciones de la CASEN para estimaciones en poblaciones pequeñas, los datos de ingreso daban resultados más ‘sensatos’ (por ejemplo, por nivel de pobreza Lo Barnechea no queda en las comunas de altos ingresos).

¿Y comportamiento electoral? Para medir el impacto político supongo que es adecuado observar como ha evolucionado la votación de la Concertación y la Nueva Mayoría y compararlo con la derecha. Para ello, y para comparar igual con igual, se extrajo del sitio del SERVEL los datos de las elecciones de 2a vuelta de 1999, 2005, 2009 y 2013. Y en cada elección se generó un dato para el candidato de la derecha y otro para el candidato de la Concertación.

Luego, se procedió a establecer las diferencias: La diferencia entre la votación 2013 y 2009 y, dado que 2009 no es quizás la mejor base de comparación, también la diferencia entre la votación 2013 y el promedio de la votación 2000-2009. Como esta operación se realizó para la Concertación-NM y para la Derecha es posible establecer el porcentaje de disminución de cada coalición por cada comuna.

¿Por qué no usar el dato de abstención? Primero porque entre medio está el cambio de padrón que para una comparación entre elecciones hace algo inviable -al menos para un ejercicio rápido- llegar y comparar niveles de abstención.

La base -modesta en todo caso- disponible aquí.

3. Los resultados

Lo primero es lo que ya es relativamente conocido: La disminución es mucho más fuerte en la derecha y esto aplica tanto en relación al 2009 como al promedio 2000-2009. Los promedios de todas las comunas en la siguiente tabla:

Coalición Comparación 2013 con 2009 Comparación 2013 con promedio 2000-2009
Concertación-NM 0,7% -10,8%
Derecha -37,9% -35,5%

Así que, en primera instancia, podemos decir que el voto voluntario afecta a una posición más que a otra.

Pero más relevante, y más interesante, es observar la relación con el nivel socioeconómico. Al fin y al cabo, si sabemos que las comunas de mayores ingresos tienen menor abstención y son al mismo tiempo las que votan más por la derecha, hay al parecer un fenómeno interesante que explorar.

Dado que esto es un ejercicio rápido, simplemente colocaremos los R2 (y el signo) de la relación entre el Ingreso CASEN 2011 y las variaciones de la votación a nivel comunal por coalición. Primero presentamos el dato para todas las comunas:

Coalición R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con 2009 Signo regresión R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con promedio 2000-2009 Signo regresión
Concertación-NM 7,7% Negativa 1,3% Negativa
Derecha 72,6% Positiva 56,1% Positiva

Como podemos observar en el caso de la Concertación-NM no hay mayor relación: El porcentaje de variación no cambia mayormente de acuerdo al nivel de ingreso de la comuna. El poco impacto que existe es negativo: a mayor ingreso disminuye la votación

En el caso de la Derecha la relación es bastante fuerte (56,1% R2 entre ingreso y variación 2000-2009 contra 2013). Y la relación es positiva: En las comunas de menores ingresos la caída de la votación es mucho mayor

Pero sucede que Vitacura tiene un ingreso tanto mayor que el resto que para una regresión lineal tiene sentido hacer las mismas comparaciones sin Vitacura (*)

Coalición R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con 2009 Signo regresión R2 Ingresos -> Diferencia 2013 con promedio 2000-2009 Signo regresión
Concertación-NM 2,5% Negativa 0,2% Positiva
Derecha 76,7% Positiva 57,0% Positiva

 

Y podemos observar que, incluso eliminando el caso outlier, las conclusiones son las mismas. De hecho, lo único que pasa es que con la Concertación-NM la relación es inexistente, mientras que en el caso de la Derecha se mantiene.

Quizás la situación de la derecha quede más clara en el siguiente gráfico (en que elegimos el análisis sin Vitacura y comparando diferencia votación 2013 con promedio 2000-2009)

variacion_votacion_derecha_ingresos

 

La disminución de la votación es claramente más fuerte en comunas de más bajos ingresos, y es en las comunas de altos ingresos se pudo observar una variación positiva (Las Condes y Lo Barnechea en las comunas que quedaron en el análisis) o de menor magnitud.

El análisis de regresión tiene diversas ventajas, pero también desventajas. Una de ellas es propugnar una relación lineal cuando no siempre quizás esa sea la mejor forma. Para simplificarnos la vida presentaremos una tabla que resumen las variaciones de las votaciones por niveles de ingreso de las comunas por grupos (por quintiles de comunas)

Quintil Comunas % cambio votación NM promedio 2000-2009 % cambio votación Derecha promedio 2000-2009
Quintil 5 VI, LC, PR, LB, ÑU, LR -13,4% -6,0%
Quintil 4 SA, LF, MA, PE, IN, HU, SM -5,4% -30,1%
Quintil 3 CE, CO, LC, SR, QU, QN, MC -12,7% -42,1%
Quintil 2 LG, LP, PC, EC, PA, PU, RE -10,3% -43,7%
Quintil 1 LP, LE, SB, EB, SJ, CR, RE -12,8% -51,1%

Como podemos observar, en las comunas de menores ingresos la caída de la derecha es de mayor magnitud (el efecto también se produce si se hace la comparación sólo con 2009 pero es de menor magnitud y divide más bien Quintil 1 / Quintil 2 / Quintil 3 a 5). Mientras que en la Concertación-NM es relativamente más parejo.

En otras palabras, no sólo parece existir un sesgo político en los cambios producidos por el voto voluntario, sino que ese sesgo parece tener alguna relación con el nivel socioeconómico: No fueron los pobres en general los que dejaron de votar, sino en particular los pobres de derecha.

En otras palabras, si esas personas hubieran ido a votar no es Bachelet quien hubiera recibido esos votos. Quién fue a votar parece ser distinto de quién no fue a votar.

4. Pequeña Discusión

El ejercicio es burdo y todo pero creo que ilustra que tiene sentido explorar otros sesgos más allá del socioeconómico. No deja de ser razonable que existan sesgos políticos como efecto del voto voluntario. Esto porque la derecha y la izquierda tienen relaciones distintas con la política.

La izquierda es, finalmente, pro-política, cree que es una actividad valiosa y que, en el mejor de los casos, puede llegar a ser noble. Es una posición que cree como solución de los problemas en la construcción colectiva pública, en otras palabras que cree que a través de la política es como se puede mejorar la vida.

La derecha, por el otro lado, es anti-política, sospecha de ella y de lo que en ella se puede hacer, y la buena sociedad es donde hay menos gobierno y actividad colectiva. En el mejor de los casos, la política puede no hacer todos los males que puede hacer, y la labor del político de derecha es la necesaria pero ingrata tarea de evitar esos problemas. Mientras menos política, mejor.

En esas condiciones no es raro que el votante de derecha vote menos cuando es voluntario hacerlo. Y menos extraño es que el votante popular de derecha -la persona que reúne las dos condiciones que hacen rehuir de la política, el menor nivel socioeconómico y su posición política- sea la persona que menos vota. Para un votante cuya visión de la política bien se puede ejemplificar con el refrán de ‘para qué votar si mañana igual tengo que ir a trabajar’  aprovechar la oportunidad de no votar es lo que tiene más sentido.

El análisis anterior es, por cierto, válido para estas elecciones. Una vez que los actores políticos internalicen estrategias adecuadas para relacionarse con el voto voluntario otras cosas sucederán. Pero al menos en estas elecciones el votante que no fue representado fue el voto popular de derecha -el de la UDI popular si se quiere buscar una imagen específica.

 

(*) Conste que en general no tiene mucho sentido eliminar para un análisis de al relación entre Nivel Socioeconómico y Votación las comunas de mayores ingresos: Porque si las eliminamos, eliminamos buena parte de las personas de mayores ingresos; y dada la concentración de ingresos es en esa parte de la distribución donde se producen las mayores diferencias. Sabido es que los deciles de menores ingresos tienen promedios similares, y es sólo en los de mayores ingresos -y en particular en el de más ingresos- donde se produce la diferencia. Eliminar las comunas de mayores ingresos es eliminar el segmento de la realidad donde se produce el efecto. Pero en este caso, al menos hacer un análisis sin Vitacura puede tener sentido.

Los límites de la naturalización de lo Social

El concepto de naturalización de la vida social es central en el pensamiento de Norbert Lechner -que es uno de los pocos teóricos que se han producidos en nuestro medio-, y han sido también centrales en los Informes de Desarrollo Humano en Chile, que, en cierta forma, pueden considerarse como la implementación de un programa de investigación lechneriano.

Bajo esta idea lo que se crítica es la concepción que el orden social es algo natural, y por ende fuera de la voluntad humana. No siempre es claro si la oposición entre naturaleza / voluntad es parte del instrumental conceptual lechneriano o de los discursos sociales criticados; pero su carácter determinante en estos análisis no puede discutirse.

Una característica interesante, y a primera vista completamente absurda, es que en la concepción ‘natural’, lo no natural es posible. La idea es que existe un orden social natural, pero que -a veces- los seres humanos intentan hacer otra cosa y producen, entonces, órdenes inferiores ‘anti-naturales’. Lechner, como ya dijimos, plantea la crítica a la idea de un orden social natural desde la idea que es un orden producido socialmente. Nosotros, más bien, nos centraremos en el insuficiente naturalismo de esta concepción.

Porque ella se basa en que es posible -pero errado- salir de la naturaleza. Ahora, si es cierto que lo social es parte de la naturaleza, entonces todo lo social es también parte de ella, y luego también es completamente natural. Por ende, cualquier orden que intenten crear los seres humanos es ‘natural’, o al menos ese intento es natural porque las acciones que componen ese intento también son parte de la naturaleza de la vida social.

En otras palabras, no tiene sentido oponer orden natural / orden construido. Construir a través de la voluntad consciente y política -el ideal de Lechner- es un proceso perfectamente natural para los seres humanos. Lo que el pensamiento lechneriano comparte con el pensamiento que critica es la oposición naturaleza / voluntad, como si los seres humanos (y lo que desean) fueran un orden aparte y distinto de la naturaleza.

Si reconocemos que esa oposición como tal no tiene sentido, que los seres humanos, todo lo que ellos producen, es tan parte de la naturaleza como cualquier otra cosa (estrellas, montañas, colonias de hormigas); entonces podemos reconocer una serie de características de la vida social que saltan a la vista.

(1) Que los seres humanos naturalmente producen órdenes sociales. De hecho, no hay forma en que es posible evitar que lo hagan. En ese sentido, está más allá de la voluntad humana.

(2) Que los seres humanos produce continuamente órdenes sociales, y que entonces de esa forma des-estructuran los órdenes que han creado. En oras palabras, no pueden mantener perfectamente estable el orden que han producido, y eso también es más allá de la voluntad humana.

Pero conste, a su vez, que lo que hemos dicho es sobre el proceso de producción de orden, no sobre los órdenes producidos. Pero nos equivocamos, en realidad ni siquiera son afirmaciones versan sobre los procesos como tal sino sobre sus resultados. En otras palabras, los procesos como tal y los órdenes en cuestión bien pueden ser analizados como productos de la voluntad.

Para ser más precisos, y más coherentes si se quiere: El proceso de construcción (y de de-construcción y de re-construcción) de órdenes a través de la voluntad human es un proceso natural e inexorable en las comunidades humanas.

La posibilidad del Conocimiento en la Filosofía Europea de la Modernidad Temprana

Es quizás una de las señales que, en el campo del pensamiento todavía seguimos bajo la égida del pensamiento moderno (y con ello nos referimos en particular a su período temprano, antes del siglo XIX) es que todavía es común encontrarse con la idea que las preguntas fundamentales son de índole epistemológica: que antes que cualquier otra cosa, tenemos que preguntarnos sobre cómo es posible conocer. Esa es una forma de preguntar que se inicia en la modernidad. Obviamente la pregunta por el conocimiento es previa, no fue la modernidad la que inventó el escepticismo, por ejemplo; pero no había adquirido hasta los siglos XVII-XVIII la centralidad que todavía tiene. Pensemos, de hecho, en las ocasiones que transformamos una pregunta de orden del contenido en una de orden epistemológico (‘debieran gobernar los mejores’ ‘¿cómo sabemos quienes son los mejores’; o esa identificación de los mejores con los que ‘conocen’ que se llama tecnocracia).

La apoteosis de ese modo de pensamiento es, que duda cabe, como lo muestra su continua influencia y centralidad, el proyecto crítico de Kant. Es allí donde la pregunta sobre la posibilidad del conocimiento adquiere mayor claridad. Más aún, su respuesta se ha mantenido central, y desde ella examinaremos el problema.

Planteada la pregunta del conocimiento como una pregunta de un sujeto que conoce a un objeto aparece, de inmediato, la pregunta sobre la posible adecuación de ese conocer: ¿Cómo puede suceder que conozcamos esa externidad que es el objeto? Es una pregunta que no ha perdido, como tal, fuerza y reverbera en, por ejemplo, en las preguntas de cómo es posible la utilidad de las matemáticas en la descripción de la naturaleza.

La respuesta kantiana fue, siendo muy burdos, ‘internalizar’ el objeto: Este es construido por las categorías del sujeto. Kant se cuidó en plantear que hay ‘algo’ (el noúmeno) que queda fuera de ello, y que en cierta medida presenta la variedad que, cuando es observada tras el tamiz de las categorías del sujeto, es transformado en objeto para nosotros. Luego nuestro conocimiento de mundo de los fenómenos está garantizado como correcto. La respuesta de Kant sigue estando en la base de múltiples otras ideas. Los múltiples constructivismos no dejan de ser, finalmente, ampliaciones de esa ideas. El falsacionismo popperiano, que plantea que las categorías no constituyen el mundo -lo que se manifiesta en el hecho que hay experiencias fueras de ellas- nos sigue insistiendo que es el sujeto el que pone la teoría (es el sujeto el que conjetura). Luego, no puede existir garantía de corrección, en eso Popper es tan escéptico como Hume, pero es a través de las categorías e ideas del sujeto que se puede explorar el mundo. Lo que conocemos es puesto por el sujeto (el objeto tiene un rol negativo -falsar- no positivo en el desarrollo del conocimiento). La ‘solución’ hegeliana consiste, finalmente, en radicalizar la interiorización del objeto: Si eliminamos el númeno, entonces sólo queda el mundo de la experiencia -y en ella por lo tanto la posibilidad de conocimiento se vuelve a garantizar. El objeto es algo que pone el sujeto (una de las formas en que se desarrolla la conciencia).

Frente a toda esta tradición estimo que resulta más adecuado disolver la diferencia sujeto-objeto. O en otras palabras, recordar la respuesta de Spinoza frente a este problema.

¿Por qué podemos conocer el mundo? Porque somos parte del mundo.

Esto no es sólo una afirmación general y del ‘pensamiento’. La teoría de Spinoza del conocimiento usa recurrentemente la afirmación que, finalmente, somos un cuerpo, y estamos hablando de un cuerpo que conoce.

En la medida en que compartimos cualidades con el mundo, entonces la posibilidad del conocimiento está dada. Esta visión tiene además la bonita consecuencia que no sólo nos dice que existen aspectos del mundo sobre el cual tenemos buen conocimiento sino también nos dice que es necesario que ese conocimiento este incompleto (i.e siempre estaremos equivocados en algo). Al fin y al cabo, las ideas erróneas se siguen unas de otras con la misma necesidad que las verdaderas(*)

Intentar disolver la diferencia sujeto-objeto, tan cara a la modernidad ‘realmente existente’, es un proyecto de interés: Reconocer al sujeto como parte del mundo es una exploración que nos permite solucionar muchos de los problemas y aporías recurrentes en nuestras formas de pensar. Spinoza nos muestra, al basarse firmamente en disolver lo anterior, una posibilidad de una modernidad alternativa.

 

* NOTA: Esta característica, por cierto, no es exclusiva de Spinoza: Es algo que, de hecho, comparte con la argumentación hegeliana.

Adam Smith y la Teoría del Valor Trabajo

Aunque es de hecho algo reconocido, no deja de ser fácil olvidar que la teoría del valor trabajo no fue inventada por Marx, sino algo que recogió de la tradición de la economía clásica inglesa. Al mismo tiempo cuando se observan los textos originales al respecto, y en particular La Riqueza de las Naciones de Smith no deja de ser interesante la función original de la idea -que, obviamente, no es la misma que cumple en el planteamiento de Marx.

Uno de los objetivos centrales de Smith en el libro mencionado es atacar la idea que la riqueza tiene que ver con el dinero. Desde la primera frase del libro:

The Annual labour of every nation is the fund which originally supplies it with all the necessaries and conveniences of life which it annualy consumes, and which consist lalways eitherin the inmediate produce of that labour, or in what is purchased with that produce from other nations (Primer párrafo de la Introducción).

Hasta toda la discusión con el mercantilismo que llena todo el libro IV (Of systems of political economy), donde es un refrán constante: ‘It would be too ridiculous to go about seriously to prove that wealth does not consist in money‘ (Libro IV, Capítulo I, p 550) o cuando critica la teoría del balanza comercial, al criticar la idea que la ganancia del comercio sea el balance de dinero que queda tras el intercambio; ‘By advantage or gain, I understand, not the increase of the quantity of gold and silver, both that of the exchangeable value of the annual produce of the land and labour of the country’ (Libro IV, Capítulo III, Parte II, p 615). No sería difícil conseguir más citas al respecto.

¿A que se debe recordar lo anterior? Simplemente que es en torno a ese tema, y para dejar en claro que la riqueza consiste en lo que se produce es que se introduce el tema del valor trabajo. El capítulo en cuestión es el V del Primer Libro y ya el título es suficientemente claro: ‘Of the real and nominal price of commodities, or of their price in labour and their price in money’.

Aquí es interesante comparar con nuestra concepción contemporánea de valor real y nominal. En nuestro caso es sólo un tema de tomar en cuenta la inflación y por lo tanto que al comprar una cantidad de dinero valga lo mismo. La preocupación por el cambio del valor del dinero a lo largo del tiempo (o entre países) también está en Smith. Lo relevante es la forma de solucionarlo. Porque Smith no usa la forma nuestra, que consiste en transformar todos esos valores a un valor monetario común. Sino que insistirá, tras mostrar las variaciones, que ‘Labour, therefore, it appears evidently, is the only universal as well as the only accurate measure of value’ (Libro I, Cap V, p 52). Y la razón es que nuestra solución no le sirve a Smith porque estaría todavía muy cerca de la idea que la riqueza es dinero.

Al fin y al cabo, el problema es que la idea que la riqueza no está en el dinero sino en el annual produce (en lo que el dinero puede comprar, que así también lo expresa en varias ocasiones), entonces ¿como podemos medir esa riqueza? El dinero, que tiene como uno de sus roles poner a todos los bienes en equivalencia, se presenta como la forma inmediata. Pero eso es lo nominal -y eso es central en el mensaje de Smith. Luego, aunque sea muy difícil de medir, lo básico es que ‘the real price of every thing, what every thing really costs to the man who wants to acquire, is the toil and trouble of acquiring it’ (Libro I, Capítulo 5, p 43). Y así nos dirá que cuando todo requiere menos trabajo para poder comprarlo todo es más barato -más allá de cómo se expresa en términos de precio en dinero.

En otras palabras, en Smith la teoría del valor trabajo es una teoría de la medición y comparación del valor, elegida en parte porque evita caer -de particular relevancia en el momento en que Smith escribe el texto- en la ilusión monetaria. Y de hecho, pensado de esa forma no deja de ser usada en la actualidad. En textos de análisis histórico no es raro encontrarse con traducciones del valor de una moneda en términos de trabajo (tantos denarios o dracmas eran lo que podía ganar un trabajador calificado en un día, y un talento equivale a lo que tantos días de trabajo de ese trabajador podía comprar etc.) Y precisamente se hace porque cumple con la función que Smith le asignaba: la de hacer comparaciones: Transformar sestercios en dólares o pesos siempre se desactualiza (¿de dólares de que año está hablando el autor?) pero el estándar de trabajo permite una comparación -o al menos, dar un sentido de lo que significaban esas cifras.

Al mismo tiempo esto permite diferenciar claramente uno de los cambios que se desarrollan en el pensamiento de Marx: No es parte de Smith la idea que sólo el trabajo humano es el que crea y produce valor. Que la naturaleza produce valor es algo que Smith menciona en diversas ocasiones. Comparando campesinos y granjeros con artesanos urbanos en relación a los ejércitos -no estando limitado por las diferencias disciplinarias modernas Smith pasa por temas muy diversos en el texto- nos plantea al pasar que ‘Without the intervention of his [del campesino] labour, nature does herself the greater part of the work which remains to be done’ (Libro V, Capítulo I, Parte I, p 884) .

Enfatizar la función de medición de la concepción del valor trabajo no es sólo un tema de historia intelectual, creo que es útil para entender ciertas situaciones contemporáneas. ¿La credibilidad, muchas veces de sentido común, de la ideas mercantilistas en la actualidad, pensemos en el tema del balance de comercio, no tendrá que ver con que la forma con que medimos la economía, el PIB, es finalmente una forma de medir usando el estándar del dinero? ¿Y con ello cae en la trampa de pensar que la riqueza es dinero que era precisamente la idea central contra la cual dirigía Smith su obra?