Anotaciones a Economía y Sociedad IV: La ausencia de la noción de Sociedad

Ahora cometeremos una gran injusticia y nos saltaremos la mayor parte de la construcción detallada y sistemáticamente que hace Weber de conceptos sociológicos a partir de la acción (relación, asociación, unión, instituto, etc.) para centrarnos en el último parágrafo, en el cual aparece una de las definiciones más conocidas del autor, la de Estado. Ahora bien, si uno observa Estado es sólo uno de los conceptos definidos en ese parágrafo, y no tiene un lugar especial. El Estado es una versión de la asociación política; e Iglesia una versión de asociación hierócrática (la asociación de dominación se define en el § 16). De hecho, el orden en el parágrafo es asociación política, Estado, asociación hierocrática e Iglesia. Transcribamos las definiciones:

Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando y en la medida en que su existencia y la validez de sus ordenaciones, dentro de un territorio geográfico determinado, estén garantizadas de un modo continuo por la amenaza y aplicación de la fuera física por parte de su cuadro administrativo.
Por Estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio de la coacción física legítima para el mantenimiento del orden vigente […]
Por asociación hierocrática debe entenderse una asociación de dominación, cuando y en la medida en que aplica para la garantía de su orden la coacción psíquica, concediendo y rehusando bienes de salvación (coacción hierocrática). Debe entenderse por Iglesia un instituto hierocrático de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantiene la pretensión al monopolio de la coacción hierocrática legítima (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 17)

Podemos observar que los conceptos están asociados entre sí. Dentro de las asociaciones de dominación, hay algunas que se centran en la aplicación de coacción física (asociación política) y otras a coacción psiquica (asociación hierocrática). Las definiciones son más precisas que lo que aparece en el contraste anterior (hay dimensión territorial en la política; hay dimensión específica de bienes -de salvación- en la hierocrática); pero claramente están asociadas. Las definiciones de Estado y de Iglesia son, en todo caso, casi perfectamente paralelas: Ambos son institutos de actividad continuada que mantienen monopolios a coacciones legítimas, diferenciando sobre que mantienen de manera exitosa ese monopolio. En Weber, por cierto, la palabra instituto es bien precisa (en el § 15 se lo define en términos de una asociación cuyas ordenaciones son otorgadas y rigen respecto a toda acción que  tenga lugar bajo su ámbito, Weber la diferencia de la unión -que se caracteriza porque sus ordenaciones son válidas sólo para quienes son miembros por libre elección), lo cual quiere decir que ambas asociaciones pretenden que sus órdenes sean válidas más allá de quienes son parte de sus cuadros o miembros directos.

Lo cual nos muestra que, contra otras tradiciones sociológicas, en Weber el Estado no es una síntesis de la sociedad (por ejemplo, entre nosotros, à la Lechner). Ni siquiera es una agencia orientada a resolver los problemas sistémicos de integración. Es simplemente una asociación que tiene el monopolio de un bien para producir un tipo de coacción. El punto de hacer una definición paralela de Iglesia es, precisamente, para devaluar las pretensiones de lo que es el Estado (lo que el Estado es a la política, es lo que la Iglesia a los asuntos religiosos; y bien pudiéramos quizás buscar otras asociaciones para otros tipos de coacciones).

Tan clave como lo anterior es el hecho que no hay ningún concepto superior (de mayor alcance) que los que transcribimos anteriormente. No hay en ninguna parte de los Conceptos Sociológicos Fundamentales una definición de sociedad. Esa ausencia, en un autor que está escribiendo un texto de alta precisión conceptual, no es casual.

Usualmente operamos como si la sociología tuviera como concepto central el de sociedad (pensemos en el caso de Luhmann). Más aún, que necesitamos ese concepto para poder realizar cualquier análisis de mayor rango (ya sea temporal o espacial). Pero Weber que realiza una sociología conceptualmente individualista y cuyos estudios son todos al macronivel (la emergencia del capitalismo moderno, la economía agraria en la Antigüedad, la ética económica de las religiones, la evolución del derecho etc.) puede realizar todos esos estudios sin usar para nada el concepto. Y más allá de ello, recordemos la frase algo burlona en una de las notas finales de la Ética Protestante sobre aquellos que creen en la unidad de la sociedad (unidad de la psique social, pero si la vida social es vida con sentido podemos hacer la traslación)

Hubiera sido fácil pasar de aquí a una “construcción” formal que dedujese lógicamente del racionalismo protestante todo lo “característico” de la civilización moderna. Pero esto lo dejamos para ese tipo de diletantes que creen en la “unicidad” de la “psique social” y su posibilidad de reducirla a una fórmula (Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Cap V, nota 114)

Si en la actualidad hay varios sociólogos que analizan la vida social pensando en que el viejo concepto de sociedad se encuentra en crisis (pensemos por ejemplo, en Touraine que así intitula un libro reciente); habrá que decir que la falta de necesidad de la idea de sociedad ya estaba disponible a principios del siglo XX.

Anotaciones a Economía y Sociedad III. Los tipos de acción y el sentido (y su falta)

La acción social, como toda acción, puede ser: 1. racional de acuerdo a fines: determinada por expectativas de comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizadas esas expectativas como “condiciones” y “medios” para fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2. racional con arreglo a valores: determinada por la creencia consciente en el valor -ético, estético, religioso o de cualquiera otra forma como se lo interprete- propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. 3. afectiva, especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4. tradicional: determinada por una costumbre arraigada.  (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 2)

Ya en la definición de los tipos de acción se nota una de los rasgos principales de las categorías: Su asimetría. Claramente hay acciones que merecen más atención que otras; lo cual es claro además en las notas sucesivas que hace Weber posteriormente, como en otras categorías.

La categoría de acción racional de acuerdo a fines es la central en la tipología. Esto aparece repetido en varias ocasiones, es la acción que aparece con el mayor grado de comprensibilidad. Hay diversas acciones de las cuales no se puede negar que tengan sentido pero al no ser este fácilmente comprensible por otros (la experiencia mística es el caso que pone Weber) son difíciles de integrar en la explicación sociológica. La comprensión universal por otros es algo que la acción racional con arreglo a fines, en última instancia, cumple mejor. En ese sentido, la acción por excelencia es la acción racional de acuerdo a fines.

Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de esa manera posee -para la inteligencia de los medios empleados- el grado máximo de evidencia. (…)
El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en la acción, como “desviaciones” de un desarrollo de la misma “construido” como puramente racional con arreglo a fines (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 1, n 3)

Su lugar central se nota además en otros textos de Weber en los cuales ella aparece como una versión más ‘desarrollada’ que otras acciones. En particular, ello con relación a la acción racional de acuerdo a valores, que es la otra forma de racionalidad puesta en la tipología. La diferencia entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad mapea sobre la diferencia de los dos tipos de acción racional en Economía y Sociedad y (a) es claro que versión es más adecuada para la política de acuerdo a Weber y (b) en cuál aparecen más dimensiones bajo el sentido del actor. Lo mismo se puede comentar de la diferencia entre racionalidad material y formal en el Capítulo II de la 1a Parte, sobre las categorías sociológicas de la vida económica -donde la prioridad de la racionalidad formal (la que es equivalente a la acción racional de acuerdo a fines) también es clara. De hecho, esto se nota en otras partes. Así, por ejemplo en lo relativo a la legitimidad. Los tres tipos posibles de dominación legítima se pueden mapear a los tipos de acción, quedando sólo la racionalidad de acuerdo a valores sin su tipo de dominación. Pero en el § 7 Weber desarrolla una legitimidad asociada a la racionalidad de acuerdo a valores (y pone como ejemplo en el n° 3 al derecho natural). Ello, de todos modos, no se desarrolla mayormente en el esquema de los tipos de dominación. La acción racional de acuerdo a fines sigue existiendo como la forma de la acción paradigmática.

Una cosa es que una categoría sea más central, ello es común en varios esquemas; pero otra que las restantes no sólo sean relegadas a la periferia del interés sino que incluso sean expulsadas del campo. Una de las afirmaciones de Weber que no deja de ser extraña es su exclusión, al menos parcial pero no por ello menos decidora, de las acciones afectiva y, específicamente, la tradicional del campo de la acción con sentido. A continuación citamos la referencia sobre la acción tradicional, pero a decir verdad sobre la acción afectiva (en el siguiente número del § 2) dice algo muy similar.

La acción estrictamente tradicional -en igual forma que la imitación puramente reactiva- está por completo en la frontera, y más allá, muchas veces, de lo que puede llamarse en pleno una acción con sentido. Pues a menudo no es más que una oscura reacción a estímulos habituales, que se desliza en la dirección de una actitud arraigada. (Economía y Sociedad, Parte 1, Capítulo I, § 2, n 1)

La reducción de la acción tradicional a un mero automatismo, cómo si seguir una regla habitual fuera algo que no requiriera habilidades, no es algo específico a Weber, pero claramente está detrás de esas afirmaciones. Sin embargo, el comportamiento habitual -por ejemplo, el que me permite en este momento escribir en el teclado requiere de todos los hábitos asociados al teclado- no es un automatismo, sino que requiere una gran cantidad de habilidades, que no por no estar al frente de la intencionalidad no dejan de tener sentido (o para decirlo de otra forma, que permiten que se haga algo con sentido). El concepto de habitus en Bourdieu, o la más reciente discusión de la actividad manual por parte de Sennett muestran todo el sentido que requiere una acción habitual. Más aún, es una simplificación de lo que implica la tradición el pensar que los principios y máximas que las conforman pueden aplicarse sin más: Al igual que el lenguaje tienen aplicabilidad muy amplia.

En parte, la reducción de la habitualidad fuera del campo del sentido dice relación con la función que tiene la noción de sentido en general en la discusión de Weber. En el § 1, I, 9, Weber hace referencia a la posibilidad de entender con sentido el comportamiento de los animales. Después de declarar que, en principio, bien puede existir sentido en dicho comportamiento (el perro comprende las instrucciones de su amo), procede a declarar los problemas de dicha posibilidad (debido a nuestra falta de acceso a los posibles sentidos subjetivos). Ahora bien, claramente en esa discusión, la posibilidad siquiera del sentido no está asociada a asunto racional alguno y esto mostraría, entonces, que no es necesaria la razón para comprender. Por eso mismo, es interesante el énfasis que Weber hace ahí en el hábito como fuente de comportamiento animal para darle más realce a la exclusión de ello del campo de la sociología. Dado que el comportamiento habitual no parece ser exclusivamente humano se lo tiene a expulsar del campo de la sociología -aun cuando sea entendible.

Lo cual nos lleva a algo que ya habíamos discutido con anterioridad. Weber no deja de ser neo-kantiano, y luego hereda algo que ya es parte de esa tradición (y que el historicismo alemán no hizo más que enfatizar): la diferencia entre lo humano y la naturaleza, el mundo del sentido y el mundo fuera del sentido. Y la razón es lo que aparece más claramente ajeno a la pura causalidad externa de la naturaleza. Para decirlo de otra forma, tratar a la razón naturalmente es no dar cuenta del carácter de la razón (algo similar, en un pensamiento muy lejano y más reciente, le pasa a Badiou en relación al materialismo y la noción de verdad). Pero al centrarse en ello, el precio que paga Weber termina de ser demasiado alto: expulsar de la categoría de sentido a una buena parte de la conducta humana, y más aún, de expulsar del sentido a acciones que claramente resultan comprensibles (para los mismos actores y para observadores).

Alcanzar una comprensión no reduccionista ni de autómatas de la acción habitual y tradicional es un empeño que no resulta fácil, pero es necesario.

 

Anotaciones a Economía y Sociedad II. La acción social

Por “acción” debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos enlacen a ello un sentido subjetivo. La acción “social”, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1)

En la anotación anterior abordamos la primera parte de la § 1 al inicio de Economía y Sociedad. Ahora abordaremos la segunda parte de ese número. Y lo primero es despejar algunas posibles críticas inmediatas.

Weber deja en claro que hay diversos aspectos que quedan fuera de la definición de acción social que siguen siendo relevantes para la sociología. La definición pone el lugar que es el centro de atención de la disciplina, y lo que se intenta comprender y explicar; pero no agota las dimensiones que son causalmente relevantes para comprenderla ‘Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las ciencias de la acción como ocasión, resultado, estímulo u obstáculo de la acción humana’ (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 4). Más allá de que los objetos pueden ser asociados a un sentido, el hecho es que los elementos aparte del sentido tienen influencia de todas formas, ‘son datos con los cuales hay que contar’ (§ 1, I, 4). Más en general, el hecho que la sociología no tome en consideración determinada dimensión, esto no quita que ella tenga relevancia para otros propósitos.

La definición de Weber, en este sentido, se contrapone a la durkheimiana no sólo en su contenido, sino además metodológicamente. Si Dukheim buscaba delimitar una arena que causalmente es autónoma, Weber sólo quiere identificar un punto de vista para analizar lo social.

El segundo elemento que vale la pena despejar como posible crítica es lo relativo a la situación de las agencias colectivas. Lo que no hace Weber es declararlas meros errores de concepto, sino que pensarlas en términos de su operación en la vida social

Para la interpretación comprensiva de la sociología, por el contrario, esas formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido. A pesar de esto, la sociología no puede ignorar, aun para sus propios fines, aquellas estructuras conceptuales de naturaleza colectiva que son instrumentos de otras maneras para enfrentarse con la realidad (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 9)

La idea del Estado, entendido aparte de las acciones de los individuos, es algo que existe en la medida que orienta efectivamente las acciones de las personas (más adelante en el mismo número citado). En ese sentido, es algo que está en la vida social (no es un error de observación pensar su existencia). Si bien Weber no reconoce la existencia de nada que no se puede resolver a nivel individual, lo que hace es determinar cómo el aspecto colectivo de ese tipo de agentes puede reconocerse en una perspectiva tan radicalmente individualista.

Incluso Weber intenta pensar lo que en perspectivas colectivistas es lo funcional desde una perspectiva individual. Así, declara por una parte que resultan útiles como orientaciones provisionales y para destacar qué acción puede ser relevante de encontrar su interpretación. Pero quedarse con una mera orientación funcional cuando tenemos acceso a una evidencia interna a la acción (su sentido) resulta insuficiente, de menor rendimiento (§ 1, I, 9)

Despejados esos temas se puede pasar a un par de comentarios propiamente dichos.

El primero es que los conceptos weberianos, al revés que la teoría del actor racional o aproximaciones de agentes, representan una aproximación de la acción, no una de actor. Weber no se preocupa mayormente de determinar las características del actor que realiza la acción -quedan tácitamente asumidas como que tiene la capacidad de hacer las cosas que se requieren en las diferentes definiciones. Lo que importa es establecer un tipo de acción, y a partir de ello ir estableciendo las diversas categorías.

Esta aproximación dice conexión con lo que Weber está haciendo en el capítulo de las categorías fundamentales: No es una teoría, sino un definición de categorías. Para ello, entonces, resulta claramente adecuado no tener una teoría del actor, que limitaría el alcance de las definiciones. Ahora bien, esta aproximación tiene consecuencias posteriores que es necesario no olvidar. Pensemos en la dominación burocrática. Uno de los temas que se le ha criticado posteriormente a Weber es qué no discutió las reacciones de los actores al interior de las burocracias (y luego, que realicen acciones que están fuera de cumplir los mandatos burocráticos). Esa consideración sobre reacciones es muy natural en una teoría del actor, pero ya vimos que no es eso lo que está haciendo Weber. Más aún, la crítica -al operar desde una concepción del actor y no de la acción- olvida qué es lo que hace Weber. Éste ha distinguido tres tipos de dominación legítima, y luego establece las características de las acciones que son parte de ese actuar legítimo. Si las reacciones de los actores no son legítimas, entonces quedan fuera de ese tipo ideal de dominación legítima. No son parte del fenómeno que se está investigando. De llegar a ser legítimas, entonces estaríamos hablando de un tipo de dominación legítima distinta. Y no habría que olvidar, a la vez, que Weber jamás pensó que los tipos ideales existen tal cual en la realidad -son idealizaciones para observar, donde se lleva al límite y se ven puramente ciertos elementos. En todo caso, más allá de lo anterior, y volviendo al punto inicial. resulta necesario no olvidar que en Weber estamos ante un conjunto de definiciones sobre acciones, no ante una teoría del actor.

La acción social se define por que un actor determinado se orienta por otros, pero no requiere de la participación de otros (para ello hay que esperar al § 3 en que se habla de relación social). Esto tiene la ventaja de la flexibilidad (en particular si recordamos que esta referencia a otro puede ser general) porque incluye bajo el campo de estudio una amplia gama de situaciones (en particular, cuando A se orienta por B sin que B lo sepa).

La acción social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperada como futuras (venganza por previos ataques, réplica a ataques presentes, medidas de defensa frente a ataques futuros). Los “otros” pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos (el “dinero”, por ejemplo, significa un bien -de cambio- que el agente admite en el tráfico porque su acción está orientada por la expectativa de que otros muchos, ahora indeterminados y desconocidos, estarán dispuestos a aceptarlo también) (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, II, 1)

Ahora bien, de todas formas el núcleo de los problemas y temas de la sociología dice relación con cuando la orientación es recíproca (ya sea en términos diádicos -A se orienta por B, y B se orienta por A- o más genéricos -A y B se orientan por un conjunto al cual pertenecen). De hecho, es lo que el mismo Weber reconoce, porque todo el edificio construido en los Conceptos Fundamentales es una sucesiva construcción sobre relaciones.

Sin embargo, quedan elementos truncos en esa elaboración. Pensemos en toda la atención que Weber le dedica a clasificar y ordenar los tipos de acción, pero no tenemos nada parecido a tipos de relación. ¿Qué? ¿No son todos los números posteriores una definición de tipos de relación? Sí, pero representan una serie sucesiva de delimitaciones internas, sin buscar una tipología general que cubra todo el campo (es sólo en relación con la dimensión de validez que Weber hace ello), como sí se hace con relación a los tipos de acción.

Esto implica, a su vez, que Weber no trata mayormente los problemas conceptuales que emergen cuando las relaciones sociales son el centro de nuestro interés. No hay una discusión sobre la coordinación (pensemos en lo que en otros autores se transformó en la doble contingencia o comunicación o emergencia de cooperación). Weber pone la posibilidad de ello, de generar órdenes, pero no aparecen las herramientas conceptuales para trabajar estos temas. Nuevamente, no es que esté en falta una teoría al respecto -dado que elaborar una teoría está fuera del objetivo del texto-; es que para desarrollar una teoría necesitaría otras herramientas conceptuales que las que están en el texto.

Este rasgo no se debe en sí mismo a la definición de acción social que hace Weber, con esa misma definición se podrían desarrollar esas herramientas. Es más bien debido al hecho de la orientación que lo llevó a generar esa definición. Al ser plenamente individual, el mundo que está más allá de lo que sucede cuando hay un sólo actor, cuando efectivamente hay más de un actor, es visto siempre desde la perspectiva de una acción monádica; y luego las complejidades que emergen cuando son múltiples los actores se vislumbran atenuada y parcialmente. La sociología, hay que decirlo, siempre ha tenido dificultades con la pluralidad de actores.

Anotaciones a Economía y Sociedad I. La Definición de Sociología

Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender, interpretando la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1)

Weber no opone, como solemos hacerlo nosotros, entre una sociología comprensiva que entiende y una sociología explicativa que busca causas. Ahora bien, la radicalización entre nosotros se debe, en parte, al hecho que no decimos que se explica por causas cuando entendemos una acción por su intencionalidad. Al mismo tiempo, la idea de comprender en Weber -ello es incluso más claro en sus estudios empíricos- se centra en una comprensión empática de los motivos del actor, lo cual podría compararse con nociones más contemporáneas de la idea de comprensión; y la idea de explicación acá está pensada de una forma bien precisa que no siempre corresponde a lo que se establece como explicación en sociología. Todos estos temas están en relación y se sustentan entre sí, que es lo que procederemos a mostrar a continuación.

1. La sociología como ciencia comprensiva y explicativa.

Si los motivos e intenciones producen una acción se podría entonces decir que ellos son causa de la acción. Luego, tal como lo expone Weber, una ciencia social comprensiva es parte del esfuerzo de comprender casualmente el mundo. Sin embargo, tal compatibilidad se enfrenta a contra-argumentos.

Pensemos en el argumento de Habermas que comprender una afirmación es distinto y no puede comprenderse solamente a partir del modelo monológico de la acción instrumental. Quien frente a toda comunicación se ubica como quien busca un medio para su objetivo no ha entrado siquiera a comprender que es lo que sucede en ella. Conversar implica más mundos, mayor complejidad ontológica, que la acción instrumental; y por ello está ultima no resulta suficiente.

El argumento de Habermas, por cierto, no es equivalente al punto que discutimos (la acción instrumental también es parte de la comprensión), pero nos ilustra un tipo de argumentación que plantea que entender la intencionalidad como causa implica perder de vista lo que es una acción intencional. Para todo dualismo hay un hiato entre el mundo natural de las causas y el mundo intencional: Las causas son reglas universales, por ejemplo, mientras que las intenciones no lo son; que el mundo significativo es el que pone el mundo que después puedo explicar causalmente etc. La idea de contraponer comprensión a explicación era parte, finalmente, del proyecto que fundaba la idea de las ciencias del espíritu, lo que vuelve aún más interesante la definición de Weber.

No vamos a entrar aquí, donde queremos anotar a Weber desde la sociología, en la discusión filosófica. Sólo haremos notar que la forma en que entiende Weber la idea de comprensión y la idea de explicación facilitan el hecho que las pueda unir en una sola ciencia.

2. ¿Qué es comprender y qué es explicar?

Para mostrar lo que significa comprender Weber nos dice que:

La evidencia de la comprensión puede ser carácter racional (y entonces, bien lógica, bien matemática) o de carácter endopático: afectiva, receptivo-artística. En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo,  que de su “conexión de sentido” se comprende intelectualmente de un modo diáfano y exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción cuando se revive plenamente la “conexión de sentimientos” que se vivió en ella (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 3).

Ya sea racional o sea endopática, comprender implica ‘ponerse en el lugar de otro’ y poder responder la pregunta de por qué realizó la acción. De este modo, para Weber comprender tiene que ver con comprender sus motivos (así muy claramente en los párrafos iniciales de Sobre algunas categorías fundamentales de la Sociología Comprensiva de 1913). Los motivos son ‘la conexión de sentido que para el actor o el observador aparece como el fundamento con sentido de una conducta’ (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 7). Como se puede observar motivo y sentido se vinculan entre sí. Comprender es comprender lo que impele a realizar una acción.

Aquí cabe mencionar que las ciencias sociales, en el intertanto, han transformado su concepción de la comprensión. Lo que en Weber es algo mental (sus reacciones a las críticas a la Ética Protestante hacen hincapié en ello), se transforma en algo categorial, siguiendo el modelo del lenguaje. El paradigma aquí no es comprender una acción sino comprender una frase (por cierto, estamos simplificando, los ejemplos típicos de Weber para mostrar comprensiones racionales de sentido son proposiciones matemáticas sencillas, pero su argumentación se centra en acciones). Las argumentaciones sobre las categorías de los actores y como ellas constituyen el mundo social son de ese tenor; y lo que se busca entonces es comprender lo que significan las categorías de los actores.

Esa transformación por una parte radicaliza la diferencia entre actor y observador. Si recordamos la última cita de Weber que usamos, para él la conexión de sentido podía realizarla tanto el actor como el observador; pero para la sociología posterior ambas comprensiones son radicalmente diferentes.

La otra consecuencia de ese cambio es que la diferencia entre comprensión y explicación se agudiza. Si para Weber comprender dice relación con los motivos y razones para realizar una acción, entonces es claro por qué puede usar la idea de comprensión dentro de explicaciones. De hecho, Weber mismo nos dice que una de las formas de comprensión es la explicativa. Puede entenderse por comprensión no sólo la inmediata (la comprensión actual) sino también la comprensión explicativa. Y entonces:

“Explicar” significa, de esta manera, para la ciencia que se ocupa de la acción, algo así como: captación de la conexión de sentido en que se incluya una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de su sentido “subjetivamente mentado” (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 5)

La explicación, entonces, está intímamente asociada a la compresión. Pero si están asociadas no son lo mismo. O para decirlo de otra forma. la explicación por motivos no es lo mismo que la explicación por causas. La explicación por causas es una externa (donde sabemos que a X le sigue Y, ver § 1, I, 7, que es a decir verdad la versión humeana de las cosas). Ello es algo que el mundo de la acción humana comparte con otros mundos, por mor del hecho que existen regularidades. Pero en el mundo de la acción se le suma el hecho de la comprensión (que, recordemos, es una comprensión para explicar la acción), de modo tal que:

Una interpretación correcta de una acción concreta significa: que el desarrollo externo y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo tiempo comprendidos con sentido en su conexión (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 7)

Lo que en otras literaturas se contrapone y se pone como alternativas, aquí aparecen como complementos y elementos a sumar.

Una última nota: Si uno revisa la definición inicial puede observar que ella se aplica igualmente a la historia. La diferencia (o unidad) entre la sociología, y en general en las ciencias sociales, y la historia era un asunto discutido en la Alemania de principios del siglo XX. Weber diferencia ambas disciplinas, y el énfasis puesto en los tipos ideales puede verse como su forma de comprender la relación entre ambas disciplinas. Pero ello sería materia de otra anotación.

 

La racionalidad más allá de la maximización. Los conceptos económicos de Weber

Aunque el texto se llama Economía y Sociedad, y todo el segundo y largo capítulo es ‘Las Categorías Sociológicas Fundamentales de la Vida Económica’, en general la interpretación de Weber no le ha dado una importancia central a su pensamiento sobre la economía. La sociología weberiana ha sido pensada como una sociología de la dominación o como una sociología normativa, o finalmente como sociología de la racionalización. Pero ahí puede decirse que está la conexión con la economía: ¿La noción de racionalidad con arreglo a fines no es equivalente a la usada en economía? En esa fácil equiparación hay una serie de saltos en los que conviene pararse para poder efectivamente comprender qué es lo que nos dice Weber sobre la racionalidad y la economía.

Entre las nociones estándar de racionalidad en economía y la discusión weberiana, que recordemos conocía y se basa en parte importante en las disquisiciones conceptuales del marginalismo, existen diferencias notorias. Weber no centra su descripción de la actividad económica racional en un rasgo que resulta central para la economía: la idea de maximizar u optimizar (de hecho, ni siquiera la noción más débil de satisfacer). Lo que enfatiza Weber es algo similar pero que no es idéntico: lo que enfatiza es el cálculo. Veamos su descripción de lo que considera son las actividades económicas racionales:

Las normas típicas de la economía racional son:

  1. distribución con arreglo a plan, entre el presente y el futuro (ahorro), de aquellas utilidades con las cuales, cualesquiera sean sus fundamentos, creen poder contar los sujetos económicos:
  2. distribución con arreglo a plan, entre las varias posibilidades de empleo, de las utilidades disponibles, siguiendo el rango de la estimada importancia de aquellas; según su utilidad marginal (…)
  3. obtención con arreglo a plan -elaboración y acarreo de aquellas utilidades cuyos medios de producción se encuentren todos dentro del poder de disposición del sujeto económico
  4. adquisición con arreglo a plan de los poderes de disposición o de codisposición sobre aquellas utilidades (Economía y Sociedad, Primera Parte, Capítulo II,§ 4)

Es la idea de arreglo a plan lo que resulta crucial. Pero en ninguna parte se hace mención al tema de maximizar u optimizar. Ahora bien, se podría decir que lo de maximizar está implícito. Weber define la acción económicamente orientada por el ‘deseo de obtener ciertas utilidades’ (Economía y Sociedad, Primera Parte, Capítulo II,§ 1); y en esa búsqueda de utilidades bien se podría decir ya está el tema de maximizar. Pero el mismo Weber nos recuerda que esa búsqueda de utilidades puede tener sentido más bien tradicional y no racional, por lo qué no se debe deducir de la idea de buscar utilidades noción alguna de maximizar.

Resulta necesario recordar aquí la vieja admonición: La noción de racionalidad en Weber es compleja, y nunca se olvida nuestro autor de recordarnos que racionalidad se dice de múltiples formas. En este contexto ello no sólo se refiere a la racionalidad con arreglo a valores (y su cercano, la racionalidad material, ver la definición en el § 9 del capítulo citado). Sino incluso cuando estamos hablando de racionalidad con arreglo a fines, no toda ella es racionalidad  económica. Weber se cuida de diferenciar a esta última de la racionalidad técnica (en estricto rigor está diferenciando el punto de vista técnico del económico, pero aplica a sus versiones racionales). El ejemplo que usa Weber es si una máquina debiera construirse con hierro o platino

En cuanto de aquí [preocupado del menor gasto de energías] se pasara a considerar la diferencia de escasez del hierro y del platino en relación con la demanda total -como hoy día todo “técnico”, ya en el laboratorio químico, está acostumbrado a realizar- no  tendríamos una conducta “exclusivamente técnica” (en el sentido literal adoptado) sino también económica. Desde el punto de vista de la “gestión económica” los problemas “técnicos” significan esto: que deben tenerse en cuenta los costos (Economía y Sociedad, Primera Parte, Capítulo II,§ 1, n 5)

Nuevamente, a partir de la diferencia entre la racionalidad técnica y la económica se podría buscar la idea de maximizar u optimizar: Que es a través de ese tomar en cuenta el costo que se introduce dicha noción. Y sin embargo, también de nuevo, se puede retrucar que Weber sigue sin mencionar el tema de la optimizar u maximizar. Lo que nos dice es que la actividad económica toma en cuenta los costos, no que está buscando maximizar la utilidad. La actividad económica tradicional está orientada por la utilidad, pero no por ello es racional.

Uno se puede acercar a una conducta maximizadora en Weber a través de la discusión que hace del dinero. En primer lugar, nuestro autor hace notar que:

Considerado desde un punto de vista meramente técnico, el dinero es el medio de cálculo económico “más perfecto”, es decir, el medio formal más racional de orientación de la acción económica.
El cálculo en dinero -no el  uso efectivo mismo- es por eso el medio específico de la economía de producción racional con arreglo a fines (Economía y Sociedad, Primera Parte, Capítulo II, § 10)

Y esto porque el dinero simplifica el cálculo: Mientras que el cálculo ‘natural’ (o sea sin dinero, § 12) es complejo, cuando éste se realiza a través del medio dinero la búsqueda de la utilidad marginal (Weber mismo usa el término) se facilita. Lo que permite que el dinero realice esa simplificación es el hecho que éste (como todos los medios de pagos cartales, a los que pertenece): ‘ se pueden dividir en trozos; es decir, que llevan un determinado valor nominal o un múltiplo o fracción del miso, de tal suerte que con ellos es posible un cálculo puramente mecánico’ (Capítulo II, § 6).

La posibilidad de maximizar en realidad aparece cuando contamos con un medio que nos permite reducir todos los valores a una sola medida. Lo que en la teoría económica estándar se asume que es operación disponible para todos los actores (i.e que todos los actores pueden calcular como lo hace el propio teórico economista); Weber nos dice que socialmente sólo aparece cuando se desarrolla un medio específico. Se puede pensar en maximizar en abstracto sin dinero (suponiendo funciones de utilidades), en la vida real ello se puede realizar sólo si hay dinero de por medio.

Lo que nos dice Weber finalmente es que la posibilidad real de la racionalidad económica de la teoría estándar depende de situaciones sociales concretos: Aquellos en los cuales se tiene disponible el cálculo monetario. Incluso ampliando a Weber e insistir que lo que dice del cálculo natural, que siempre tiene su dimensión tradicional (en el mismo § 10 antes citado) se puede ampliar a todo cálculo: El no todo es contractual en el contrato de Durkheim uno podría obtener un equivalente weberiano, de no todo es calculable en el cálculo. Más allá de ello, lo que nos queda es la otra conclusión: Lo que puede haber de racionalidad económica maximizadora en la realidad depende de la aparición de dispositivos sociales; y que la racionalidad no se reduce a sólo maximizar u optimizar.

NOTA. Cito de acuerdo a la recientemente publicada 3a edición en español (revisada por Francisco Gil Villegas) del Fondo de Cultura Económica del 2014.

NOTA II. Como no hay forma mejor de estudiar un texto que trabajarlo, imitaremos a los buenos estudiosos medievales y nos dedicaremos este febrero a una serie de anotaciones a Economía y Sociedad.

ADDENDUM. Calculabilidad y optimización.

Quizás no esté de más recordar que hay pasajes en Economía y Sociedad donde se hace mención de una equiparación entre calculabilidad y optimizar: calculabilidad óptima para el cálculo de capital (§ 11), plantear como explicación en parentésis de caculabilidad lo óptimo (§ 25, I). Ninguna de esas frases, y otras similares, elimina la diferencia que hemos puesto. En la primera la equiparidad entre cálculo y optimizar se hace en el contexto de cálculo de capital, pero es precisamente la tesis de esta nota que es el dinero lo que permite esa equiparidad (no es algo universal). Y en la otra referencia la pregunta inicial es sobre maximizar, lo que hace que en ese contexto se puede hacer equiparable: calcular para obtener el óptimo.

Sin embargo, en general no se puede hacer equiparable la idea de cálculo con la de optimizar o maximizar. Es precisamente la complejidad del cálculo natural lo que nos habla de situaciones en que se calcula sin tener criterio único para maximizar.

Variaciones del Infierno. Dante, Levi y Auschwitz

En uno de los capítulos centrales de Si esto es un hombre de Primo Levi, el autor nos cuenta de una conversación con otra persona en el campo, Jean. Entre medio que comparten tareas, Levi le empieza a enseñar italiano. Y lo hace a través del Infierno de Dante, en particular el canto de Ulises.  En uno de esas traducciones, Levi recuerda un pasaje y transcribo su texto -porque Levi escribe mejor que yo y porque mejor es dejar a quienes viven las experiencias el contarlas:

‘Considerad’, seguí, ‘vuestra ascendencia:
para vida animal no habéis nacido
sino para adquirir virtud y ciencia’

Como si yo lo sintiese también por vez primera: como un toque de clarín, como la voz de Dios. Por un momento he olvidado quién soy y dónde estoy (Si esto es un Hombre, El Canto de Ulises, p 124)

No deja de llamar la atención que en su narración del infierno real Levi nos recuerde el infierno más famoso de la literatura. Es importante también que recuerde el infierno imaginado para salir del infierno real: Al realizar una actividad tan normal como enseñar a otro un idioma, al realizar una actividad como recordar un poema, y trabajar con el lenguaje; es cómo Levi puede recordar -entre medio del infierno- aquello que no es infierno. Y por ello le da las gracias a Jean.

Contraponer ambas situaciones, la real y la imaginada, nos servirá a nosotros (para quienes, por azar del destino, ambas nos son desconocidas) para comprender mejor lo que ocurrió en los campos.

Lo primero es sobre la ubicación de lo indecible, de lo inefable. Para Dante lo que es realmente inexpresable e incomprensible, y así lo declara varias veces  y mucho del texto está orientado a mostrarnos ello, es el paraíso (y en particular en el Canto 1 y el 33, el inicial y el final, del Paraíso). Y ello es más fuerte a medida que se avanza en él y el peregrino se acerca a la divinidad. El infierno, en cambio, es plenamente expresable -para contar los pecados y sus penas Dante no declara o muestra mayor dificultad. El infierno es humano. Pero en el infierno real sucede lo contrario: Es la degradación del campo lo que no se puede decir o expresar. La primera imagen de quienes están en el campo (de aquello en que se van a convertir) es la imagen de lo que se puede comprender o entender. El mostrar una situación que para quienes están lejanas a ella resulta difícil de imaginar siquiera es lo que el libro de Levi intenta, y el estremecedor poema inicial nos pone ante la pregunta de si aquellos que están en la vida normal pueden comprender a quien ha sufrido lo que ellos sufrieron, si puede ubicarlos como seres humanos siquiera. Y esto sin entrar siquiera en el tema de los hundidos (que ya fue tema de una entrada anterior a propósito del texto de Agamben) que representa el límite de ello. El problema de la dificultad de expresar la vivencia se muestra sin llegar a ese límite. Pero es el infierno, no el paraíso; la experiencia del mal, no la contemplación del divino bien; lo que resulta un límite para el decir y la comprensión.

Lo anterior se entiende de mejor forma si comparamos los males del Infierno. En Dante es sabido que las penalidades se acomodan a los pecados: A quienes cayeron en la lujuria y se dejaron mover por ella se les condena a una eternidad de ser movidos por vientos; a quienes cayeron en la glotonería a habitar en la podredumbre (que es el resultado final de lo que se ingiere). En la medida que avanzamos en el Infierno, y los pecados son mayores, las penas a su vez se vuelven más graves (y encontraremos personas que viven bajo una lluvia eterna de fuego, quienes son perpetuamente y renovadamente descuartizados y así). Pero en toda esa variación de penalidades nada se acerca al infierno real, nada se acerca a perder el ser persona, y a considerarse a sí como abandonado de la humanidad. Como nos dice Levi, cuando nos cuenta la reacción de ellos ante el ahorcamiento de uno que resistió:

Al pie de la horca, los SS nos veían pasar con miradas indiferentes: su obra estaba realizada y bien realizada. Los rusos pueden venir ya: ya no quedan hombres fuertes entre nosotros, el último pende ahora sobre nuestras cabezas,y para los demás, pocos cabestros han bastado. Pueden venir los rusos: no nos encontraran más que a los domados, a nosotros los acabados, dignos ahora de la muerte inerme que nos espera.

Destruir al hombre es difícil, casi tanto como crearlo: no ha sido fácil, no ha sido breve, pero lo habéis conseguido, alemanes. Henos aquí dóciles bajo vuestras miradas: de nuestra parte nada tenéis que temer: ni actos de rebeldía, ni palabras de desafío, ni siquiera una mirada que juzgue (Si esto es un hombre, El último, p 162-163)

Lo que produce el infierno es la extinción de lo humano, de ser persona. Lo más cercano en Dante a ello es la pérdida de identidad constante que experimentan los ladrones en el Canto 25 del Infierno (que característicamente no es para Dante el peor de los castigos, estando en el octavo círculo, no en el noveno y último, dedicado a los traidores). Pero ellos no dejan de ser personas que sufren. El sufrimiento particular de dejar de ser persona, ese Infierno, era imposible de ser siquiera pensado.

Y quizás un último punto, que nos sirve para volver al inicio: El infierno imaginado es un infierno hablado. Incluso en el momento más patético del Infierno, Ugolino royendo la nuca de Ruggieri (Infierno, Canto 33), al recordar al traidor que lo hizo morir abandonado con sus hijos, se habla y se narra. En el habla todavía está la persona. Pero el infierno real está más allá del habla, y en él nadie desea hablar, y nadie desea escuchar a los que se hunden en él. Y menos el hablar por hablar que es tan característico de lo humano, y tan característico del Infierno de Dante. Y es esa recuperación del habla, del lenguaje, lo que en parte recupera Levi al intentar enseñar italiano traduciendo el Canto de Ulises. El habla que permite salir del infierno.

Los hombres, así, fuimos capaces de crear realmente un mayor infierno que cualquiera que nos podíamos imaginar. El puro bien es realmente inaccesible, pero el mal sin mezcla sí ha existido.

La inanidad de la teoría. Una nota sobre Nozick

En las discusiones ideológicas una pretensión común en el debate es que se pueden derivar de primeros principios las posturas sobre los temas concretos que tenemos que resolver. Para ilustrar y  criticar esta idea, en esta entrada nos centraremos en la obra de Nozick, que en Anarquía, Estado y Utopía, del ya lejano 1974, ha desarrollado algunos de los argumentos mejor diseñados en defensa de una postura ideológica (un liberalismo puro en su caso) de las últimas décadas.

Lo primero a observar es que, como es habitual, Nozick no defiende tanto el liberalismo como que obtiene las consecuencias de éste si se lo desarrolla de forma pura. El punto de partida es que las personas tienen derechos, y que a menos que ellas consientan en determinados intercambios no hay razón en torno a la justicia para obligarlos, ello sería quitarles sus derechos. Bajo las premisas de Nozick lo que es difícil de hacer, y en ello centra buena parte del texto, es siquiera poder pensar en justificar la existencia misma del Estado -que por definición es una agencia coercitiva. Ello es claro, y así lo explícita Nozick en las primeras páginas del texto.

Todo ello opera en el rango de la teoría pura: Se toman unas premisas y se sacan sus consecuencias. Hasta aquí la realidad no ha aparecido mayormente, lo cual en principio no es tan problemático para una teoría pura de la justicia (que siempre puede decir que se haga la justicia aun cuando el mundo se destruya). Tiene deficiencias en tanto teoría pura (ya vimos, el punto de partida es de lo que se discutía), pero en principio la ausencia de la realidad no es problema.

Uno de los momentos en los que aparece la realidad es en su discusión de los principios de justicia retributiva. Ellos son los siguientes:

Si el mundo fuera completamente justo, las siguientes definiciones inductivas cubrirían exhaustivamente la materia de justicia sobre pertenencias.

1) Una persona que adquiere una pertenencia, de conformidad con el principio de justicia en la adquisición, tiene derecho a esa pertenencia.

2) Una persona que adquiere una pertenencia de conformidad con el principio de justicia en la transferencia, de algún otro con derecho a la pertenencia, tiene derecho a la pertenencia.

3) Nadie tiene derecho a una pertenencia excepto por aplicaciones (repetidas) de 1 y 2. (Nozick, Parte II, Cap VII, Secc 1, p 154)

Ahora bien, Nozick entonces empieza a discutir el hecho que no todas las distribuciones son justas (dado que no todas en la realidad siguen esos principios). Hay violencia, esclavitud, fraude etc. ¿Qué se hace en ese caso? Bueno, existe tal cosa como la justicia rectificativa. Nozick declara que no hay teoría general al respecto y que no la desarrollará (dos veces en párrafos seguidos). Dicho eso, pasa a preocuparse de temas de teoría pura (en una sociedad completamente justa que pasa con la justicia de las distribuciones efectivas, criticar a Rawls etc.)

No deja de ser interesante que pase por alto esta irrupción de un hecho real. Porque a partir de ese hecho real bien podría terminar proponiendo políticas concretas muy lejanas del estado mínimo que defiende Nozick. Partamos del hecho que hay injusticia en el mundo (i.e a distribución real no se basa en los principios antedichos), algo que el mismo Nozick declara. Ergo, hay un amplio campo de actividad para la justicia rectificativa.

Más aún, recordemos que, Nozick dixit, no hay teoría general al respecto. No nos queda otra que aplicar el criterio, la razón práctica; no meramente principios puros. Como resolver problemas de reparaciones debido a injusticias pasadas no es algo que sea simple deducción de primeros principios. Lo mismo con el problema de hasta donde llega el efecto de dichas injusticias (¿afecta a subsiguientes intercambios?).

Luego, no hay elementos que prohíban en el esquema de Nozick una fuerte acción correctiva contra injusticias (injusticias entendidas en su esquema, o sea cuando no se cumplen con sus principios). Si pensamos que Nozick escribió su texto en 1974, y que sólo en 1965 todo el entramado de las leyes Jim Crow fueron abolidas, uno pudiera pensar que los efectos injustos de la esclavitud en Estados Unidos no se habían eliminado al abolir la esclavitud sino que todavía eran recientes (y luego, podrían justificar à la Nozick una acción correctiva).

Más aún, supongamos que uno muestra que hay una tendencia en cualquier conjunto de interacciones a producir, incluso si se ha instituido un mundo justo de acuerdo a los principios de Nozick, interacciones que no cumplen con dichos principios -y que luego es necesario de manera perpetua y consistente principios de justicia correctiva. Y pensemos que se podría mostrar que, de acuerdo a cómo se realizan esas interacciones, esas injusticias usualmente se descubrieran ex-post, de forma tal que su corrección no fuera posible mediante acciones jurídicas individuales.

A partir de esas consideraciones sería posible justificar a partir de los propios principios de Nozick, un programa que justificara buena parte de las acciones del Estado de Bienestar. El punto aquí no es la corrección de dichas consideraciones, sino que todas ellas son de índole empírica -dicen relación con procesos y situaciones de la realidad de la vida social. Muestran, entonces, lo que queríamos decir al inicio: Que las argumentaciones de teoría pura no resultan suficientes para fundamentar acción concreta alguna. Es sólo la conjunción de ese tipo de argumentaciones y de principios con ciertas situaciones y procesos empíricos lo que permite evaluar cosa alguna.

Por cierto, si bien hemos usado a Nozick en esta entrada, se podría hacer con cualquiera. Aunque sería más complejo, es posible defender un programa pro-capitalista para la situación actual basado en Marx (es cosa de recordar el carácter progresivo del capitalismo sobre formaciones previas en Marx y darle plazos más largos a los procesos sociales que el marxismo analiza). Es un tema general lo que estamos defendiendo.

La pretensión de sólo a partir de consideraciones de primeros principios determinar lo que es justo hic et nunc es una pretensión tradicional en el pensamiento moderno (ya alguna vez criticamos la misma idea en la Crítica de la Razón Práctica de Kant, link aquí). Pero resulta insuficiente, y al final siempre es requerida esa acción que requiere criterio y juicio de reunir diversos tipos de consideraciones (de principios, empíricas etc.) que se ha llamado desde antiguo, al menos desde Aristóteles, razón práctica y que se define, precisamente, por no ser posible reducirla a una simple deducción de lo general a lo particular.

El pensamiento post-colonial y las trampas del dualismo

La tesis que defenderemos en esta entrada es simple: En parte, el pensamiento post-colonial queda atrapado en las mismas dualidades que critica, y en ello no da cuenta ni de la tradición occidental criticada ni de las otras tradiciones cuya subyugación e invisibilización critica.

Uno de los temas de esta vertiente es que aquello que se considera ciencia ‘normal’ se presenta a sí como algo universal; pero en realidad esconde las limitaciones y los intereses del grupo concreto que las desarrolló: los estados occidentales. No es tan sólo que el conocimiento generado por dichas ciencias mire lo que el Occidente desea mirar, sino que establece la mirada occidental como la norma universal; con lo cual no hace finalmente más que defender el colonialismo. Entonces, al mismo tiempo que pone lo occidental como norma universal, degrada todo lo no-occidental a versiones sub-humanas o nohumanas. El pensamiento científico occidental es una forma de crear y generar la dominación:

El pensamiento moderno occidental avanza operando sobre líneas abismales que dividen lo humano de lo subhumano de tal modo que los principios humanos no quedan comprometidos por prácticas inhumanas. Las colonias proveyeron un modelo de exclusión radical que prevalece hoy en día en el pensamiento y la práctica occidentales modernos como lo hicieron durante el ciclo colonial (Boaventura de Souza Santos, Más allá del pensamiento abismal en Epistemologías del Sur, 2014, página 28).

Frente a esa exclusión, entonces lo que cabe es desarrollar las voces de los excluidos. Frente al falso universalismo del pensamiento moderno occidental, recuperar los pensamientos locales y particulares del colonizado. Esa sería la forma de hacer hablar a quienes han sido acallados.

La crítica resulta atendible, pero ¿sustenta una posición anti-ilustrada y anti-objetivista? (que es la conclusión que no pocas veces se obtiene). Por un lado, es posible mencionar que el punto de vista desde el cual se hace la crítica corresponde a valores defendidos por la Ilustración, por lo que es también una crítica interna, parte del desarrollo del proyecto. Es intrínseco al proyecto ilustrado desarrollar una actividad donde éste se crítica a sí. Pensemos en, por ejemplo, La Dialéctica de la Ilustración donde ella se crítica, pero se lo hace desde la propia promesa de la Ilustración, no se crítica a la Ilustración desde fuera (el mismo punto está en la Crítica de la Razón Instrumental de Horkheimer). El que varias de las críticas hechas a la Ilustración desde esta postura han sido parte de al menos un ala del movimiento desde sus inicios es algo que Jonathan Israel ha defendido en varias obras hablando de la Ilustración radical. Por cierto que no hay que esperar a la Ilustración para que aparezcan voces defendiendo a los dominados, o hablando contra una lógica de poder o para defender los valores de la tolerancia (entre nosotros, Dusel ha enfatizado ello como base de la ética en el antiguo Egipto); el caso es que efectivamente la tradición ilustrada los ha defendido, y esa defensa ha incluido un proceso de auto-crítica interna. La posición post-colonial, y el sueño de una situación donde se supere la opresión, no deja de ser una expansión del pensamiento ilustrado, algo que -por ejemplo- los últimos textos de Foucault sobre la Ilustración no dejan de plantear.

Esto es reconocido en varias ocasiones por la tradición que comentamos pero luego se procede a declarar el carácter marginal de la crítica frente a una hegemonía que aplica un proyecto colonizador y excluyente Es lo que hace Boaventura de Souza Santos con Pascal y Nicolás de Cusa en ¿Un Occidente no Occidentalista?  o Dussel con Bartolomé de las Casas en (Meditaciones anticartesianas en el mismo texto de Epistemologías del Sur antes citado. Pero ¿es cierto que estas críticas son tan marginales? ¿son tan parte de una anti-modernidad? Y por cierto, no habrá que olvidar los usos auto-congratulatorios de ello: el tradicionalismo hispánico no se cansaba de usar para enaltecer al imperio que en Salamanca se discutiera sobre la moralidad de la conquista. La tradición marxista podrá ser marginal prácticamente pero es plenamente moderna y conceptualmente central a la modernidad. Pero incluso si se aceptara que son marginales, el caso es que esa disputa es parte integrante de la tradición criticada, no algo externo a ella. En última instancia, es bastante moderno y occidental la idea de un cambio radical que supera toda la tradición anterior, algo que el pensamiento postcolonial no deja de ser también parte.

El hecho que aduce esta crítica que el desarrollo del pensamiento occidental haya implicado hasta ahora consistentemente una degradación del otro, de forma de crear un universalismo (derechos humanos) para, al mismo tiempo, justificar su negación es algo cuya crítica es parte del mismo desarrollo, y que ya ha sido aducido anteriormente en esa tradición. En cierto sentido, no pocas de las críticas que realiza el pensamiento post-colonial lo anteceden. Ello no obsta para que represente un aporte, en la medida que puede desarrollar de mejor forma esas críticas, pero no alcanza para la profunda transformación teórica que muchas veces se plantea. Esas son contradicciones internas, y efectivamente constituyen una dialéctica de la ilustración -no un simple rechazo o apoyo.

En algún sentido, los críticos mantienen varios de los dualismos del pensamiento moderno tan criticados (Carlos Pérez en su Desde Hegel, p 73-79,  intentando superar el pensamiento moderno, hace el mismo comentario, que estas son críticas que operan al interior de los dualismos modernos, sólo que cambiando el signo de las antinomias. Por ejemplo, Grosfogel (en La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales, p 380-381, siguiendo usando el texto de Epistemologías del Sur) plantea una serie de jerarquías que serían constitutivas del pensamiento occidental, y criticadas por el pensamiento del Sur, pero muchas no es más que una versión específica de etnocentrismo (i.e que Occidente privilegia su religión o su cultura), que es algo bastante más amplio que el Occidente, o son jerarquías que tampoco son exclusivas de él (las mujeres no tuvieron que esperar al despliegue de la razón occidental para sufrir la dominación patriarcal). Se critica al dualismo replicando esquemas duales -y los mismos esquemas duales que serían constitutivos del Occidente para simplemente invertirlos.

Al replicar estos dualismos, se termina produciendo algo que es bastante más problemático: Se simplifican y se reducen las tradiciones en juego, tanto la occidental e ilustrada como otras tradiciones fuera de la modernidad, cuya riqueza queda muchas veces reducida a la negación de la modernidad. Si se plantea que la modernidad es el despliegue de una razón única y de la certidumbre, ¿que hacer con declaraciones como las de Kundera que la historia de la novela moderna es la historia de un pensamiento de la ambigüedad, de la incertidumbre y alejado de la verdad única?  Y si el pensamiento moderno era uno evolucionista basado en la idea de progreso, como lo plantea por ejemplo, Quijano, ¿qué hacemos con todas las críticas a esas ideas internas a ese pensamiento? Nadie tan moderno como Popper y ahí tenemos toda la crítica que uno quiera a la idea de una historia que tiene una dirección}. En general, toda tradición de alguna importancia es compleja y está compuesta por un entramado de discusiones (así con Occidente, o el Islam, o China o cualquiera tradición de su interés): es a través del debate que arma cada tradición que ella se forma.

Observemos algunas de las dificultades que genera este reduccionismo.

Las disputas sobre el colonialismo son una de las discusiones internas a la tradición ilustrada. Alguien tan ilustrado en su perspectiva como Gibbon planteaba al finalizar su relato de las Cruzadas, una de las primeras empresas colonialistas del Occidente, que ‘A more unjust and absurd constitution cannot be devised than that which condemns the natives of a country to perpetual servitude under the arbitrary dominion of strangers and slaves’ (está en el capítulo 59 del Decline and Fall). Ello es plenamente dieciochesco. No estará de más recordar aquí que la reacción del siglo XVIII a las civilizaciones no-europeas es mucho más compleja (pasando desde la fuerte auto-afirmación de la superioridad de Europa a la búsqueda fuera de Europa de mejores sociedades) que la situación del siglo XIX (donde se genera una afirmación de superioridad más sencilla). La modernidad europea temprana, siguiendo algo que es común a varias otras tradiciones, no dejó de tomar lo que de otras tradiciones le fuera útil e interesante (es cosa de recordar la reacción de Leibniz al I Ching o en general al pensamiento chino, más allá de lo que se pueda criticar de su lectura, la idea que es de provecho buscar doquiera que parezca relevante es algo que buena parte de las tradiciones vivas han usado repetidas veces).

También cabe insistir que lo no-occidental no es un otro homogéneo, no es un simple otro de la modernidad que opera en contradistinción perfecta de ella. Esta visión que todo lo no-occidental constituye la misma unidad a veces nos ciega en relación con los procesos pre-invasión europea en América. Así, Dussel14, en el texto antes citado, defiende a De las Casas en su justificación de los sacrificios humanos de Mesoamérica mencionando su argumento que tienen el derecho de ofrecerlos si siguen sus convicciones. Pero ¿quién es el sujeto de ese ‘sus convicciones’? Los pueblos sometidos por los aztecas, que entregaban tributo en esos sacrificios, ¿estaban tan convencidos de esa lógica? El hecho que varios grupos aprovecharan la irrupción de Cortés para aliarse con él contra los aztecas debiera recordarnos que desde el punto de vista de esos pueblos ellos no eran idénticos a los aztecas; y que el imperialismo y la subyugación de otros pueblos no fue algo que apareciera en el Nuevo Mundo a partir de la llegada de los españoles. Tan imperialistas eran los Incas, que el Inca Garcilaso ordena buena parte de sus Comentarios Reales mostrando los buenos imperialistas que eran, y lo perverso que era la resistencia a este imperialismo; y enfatizando entonces la diferencia de los Incas con los pueblos que conquistaban. Pensando en una situación más cercana: Los mapuche resistieron igualmente a los Incas y a los españoles, y en ambos casos representaban un otro distinto de su propia tradición.

Más en general, en la comparación de la tradición occidental con otras tradiciones encontraremos puntos de diferencia y de igualdad que son distintos con cada tradición: Hay elementos bajo los cuales la tradición islámica y la occidental son muy similares y ambas se separan de otras tradiciones del Viejo Mundo (la idea de un Dios creador transcendente); otras en que la tradición china y la occidental tienen similaridades (al menos con parte de esa tradición occidental: las instituciones sociales son en el confucionismo al igual que en la Antigua Grecia, creaciones humanas).

Por más fuerza que tenga la crítica que realiza el pensamiento post-colonial, al quedar atrapado en los dualismos que denuncia (lo cual no es, a decir verdad, extraño en un pensamiento que es básicamente polémico, en contra-de-algo) no genera una real alternativa, que es lo buscado. Basar el pensamiento en autores centrales de la tradición crítica occidental (que no serán todo el Occiente pero son parte clara del Occidente), como Marx o Foucault, no es suficiente para plantear que se tiene una alternativa a dicho pensamiento -aún cuando si se elimina esa pretensión la argumentación puede ser perfectamente aceptable. En algún sentido, se requiere superar la crítica simple al universalismo, dado que termina reproduciendo la diferencia periferia / centro. En este proceso, la crítica desde la periferia que rechaza a lo universal la condena, al mismo tiempo y de nuevo, a la periferia. Si se niega a uno mismo la posición universal, no por ello ella deja de existir, no olvidemos que la universalización es una estrategia universal de legitimación (como dice Bourdieu en Raisons Pratiques, p 235) -y entonces, lo ocupan quienes siempre lo han ocupado. La crítica crítica, para usar la vieja expresión de Marx, no resulta suficiente.

Dentro de esta perspectiva, en todo caso, es posible encontrar variantes que intentar ir más allá del rechazo simple al universalismo. El planteamiento de Dusel en su Ética de la Liberación, con su insistencia en una crítica universal y objetiva desde la posición de la periferia -desde las víctimas que todo régimen genera, pueden resultar al final más incisiva. Es crucial no olvidar la presencia de las víctimas. El esfuerzo por recuperar la voz y perspectiva de los oprimidos es más amplio que la crítica a la racionalidad moderna; en otras tradiciones, silenciadas por esa racionalidad, también había víctimas, silenciamiento y opresión. No se denuncia simplemente al universalismo postulándolo como falso, sino que se busca una base universal desde precisamente la periferia; y eso le permite, con todas las críticas, perfectamente usar el pensamiento del centro, no negando que de él se hayan generado aportes de interés o relevantes, pero simplemente poniéndolo como un pensamiento, uno de muchos, a partir de los cuales se puede a su vez pensar: Se puede recuperar la ética aristotélica de la práctica (en el parágrafo 115 de la Ética antes citada al mismo tiempo que se denuncia y no se olvida su defensa de la esclavitud, como se hace en su texto de Meditaciones Anti-cartesianas. Leer lo anterior como la idea que el universalismo, falso en el centro, sería verdadero desde la periferia resulta además de reducitivista como lectura, insuficiente como realidad; pero representa una posible salida al simple rechazo. De hecho, no deja de ser curioso que en ciencias sociales quienes desde la periferia han logrado influir en el centro (por ejemplo para usar casos sólo argentinos: O’Donnell, Laclau, el mismo Dussel) mantienen una lógica más compleja en torno a la relación particular / universal: Han creado desde su contexto, pero no sólo para su contexto. Si ello resulta cierto, entonces el puro post-colonialismo resulta algo fatuo. En última instancia, sufre de falta de autoconciencia plantear que se es no-moderno entre quienes pretenden, en el más moderno de todos los movimientos posibles, superar totalmente con una crítica radical a la tradición anterior.

Las oportunidades que abre, y las dificultades que tiene, el camino del pensamiento postcolonial pueden sintetizarse así: Es un hecho que la tradición occidental moderna es una tradición como cualquier otra. Y de este modo, como cualquier tradición, ilumina ciertos aspectos, y esos aspectos no son su verdad particular, sino una verdad para todos; pero, al mismo tiempo, esconde y no permite pensar otras verdades. En lo que ilumina y en lo que esconde una tradición no es tanto un conjunto de afirmaciones como un conjunto de disputas y discusiones; y en esas disputas algo se muestra del ser. En ello todas las tradiciones lo hacen: A cualquiera leer y pensar a Mencio le mostrará algo de su ser, lo mismo ocurrirá si lo hace con Kant.

Pero es un hecho también que la tradición occidental se ubica en una posición distinta precisamente al haberse convertido en central con relación a todas las otras y haberlas convertido en periféricas. Y con ello, entonces, todos no olvidaremos que en Kant hay algo de interés, pero será fácil olvidar que para todos hay de interés en Mencio. Más aún, al ser su dominio un dato ya existente, sucede que ella ya es parte del interior de todas las tradiciones; y no meramente algo externo a ellas, es ya el otro dentro del ser-en-sí de cada tradición para usar términos hegelianos. Es así, entonces, que tratar a la tradición moderna como una tradición entre otras, que es lo que permite recuperar lo que en ella hay de verdad, requiere también un quiebre con lo que esa tradición ha sido. El doble juego que ello implica es manifiesto algo difícil de mantener, pero a la vez representa la principal esperanza que nos puede traer esta posición.

Passeron y el razonamiento histórico en Ciencias Sociales

El Razonamiento Sociológico de Jean-Claude Passeron  es también otra defensa de la necesidad de pensar el análisis social como un análisis histórico. Escrito en parte como una polémica con el Popper de la Miseria del Historicismo,  plantea como una de sus tesis fundamentales la inexistencia de una ciencia nomotética, y que es necesario quebrar la poderosa influencia de esas ideas, y de intentar pensar a là Popper las ciencias sociales (que era el propósito explícito de la edición original en francés de 1991, como hace notar en la edición de 2006).

No deja de ser curioso, a este respecto, y representa bastante bien la común falta de escucha de muchas disquisiciones metodológicas, que muchas de las críticas que realiza Passeron son cosas que el mismo Popper dice. Cuando Passeron dice que la sociología -entendida como ciencia histórica- no puede acumular o que siempre existirán diversos paradigmas, es exactamente lo que dice Popper sobre la historia: Siempre se puede analizar usando un punto de vista, pero ellos son necesariamente múltiples. Popper, recordemos, no niega la explicación histórica en La Miseria del Historicismo, lo que hace es negar la existencia de una lógica de movimientos necesarios de la historia, niega la filosofía de la historia -una negación que Passeron no critica. La diferencia entre ambos dice relación no con la explicación histórica y sus características sino con la posibilidad de enunciados universales,

En Passeron la imposibilidad de afirmaciones nomotéticas no se reduce a la imposibilidad de afirmaciones válidas de este tipo,  sino además en términos del lenguaje usado para describir: ‘No existe y no puede existir un lenguaje protocolar unificado de la descripción del mundo histórico’  (p 482). Para poder ser interpretado, para poder adquirir relevancia empírica, los enunciados formalizados deben necesariamente ser traducidos a un lenguaje natural (que es, por lo tanto, un lenguaje anclado en una historia particular). El puro lenguaje estadístico no puede ser usado para producir una explicación del mundo social. Y esto porque ‘el razonamiento sociológico siempre tiene por función interrogarse sobre las condiciones sociales de constitución de las poblaciones aparentemente más naturales’ (p 218). Puede usar la estadística, pero para ello requiere pensarla reflexivamente. Y ello implica una construcción histórica.

En última instancia, el razonamiento sociológico en Passeron es producto del juego en dos ámbitos, y en cada uno de ellos el razonamiento de la ciencia social opera por debilitamiento: En el polo del razonamiento experimental, con el razonamiento estadístico como su forma más fuerte, la sociología opera debilitando la demostración y pasando más bien a jugar en la comparación. En el polo del relato histórico, la sociología no opera con la historia ‘historicista’, sino que intenta -pero con ello debilita la lógica del relato- realizar una síntesis (o sea, acercarse a la comparación). Lo que intenta hacer la sociología es ‘enunciar generalidades específicas y condicionales’  (p 170), y por lo tanto no estar ni en el relato en toda su concretitud narrativa ni en la abstracción de la pura teoría.

Es un argumento interesante pero, creo, no termina de ser convincente, porque la oposición no resulta. El polo de la historia ‘historicista’ es representada por el nombre de Tucídides y La Guerra del Peloponeso. Pero ningún lector de Tucídides, como ningún lector de otros autores en el modo que Tucídides inaugura, puede olvidar que ese texto está lleno de explicaciones, y explicaciones que no se ofrecen como ‘generalidades específicas y condicionales’, sino muchas veces como universales. Cuando Tucídides, por ejemplo, analiza las relaciones entre las polis asume la existencia de reglas generales (acerca de cómo se comportan quienes tienen poder o de los efectos de vivir en polis democráticas u oligárquicas), y de hecho asume que esas creencias las tienen los actores. Polibio, al contar narrativamente la historia de como Roma adquiere el dominio del mundo mediterráneo, asume también reglas generales (al explicarnos porqué la legión es superior a la falange, o porque, en el famoso Libro VI, porque la estructura de la República Romana explica, en parte, su dominio), usa el mismo tipo de razonamiento. Lo mismo puede decirse de Tácito. El procedimiento fue imitado durante mucho tiempo. Hume en su Historia de Inglaterra o Gibbon en su Decadencia y Caída en el siglo XVIII hacen la misma operación de narrar usando explicaciones generales como parte de la estructura narrativa}.

En otras palabras, los máximos representantes de la historia ‘historicista’ nunca se limitaron al relato, sino que aplicaron un razonamiento nomotético. Las ‘leyes’ que ellos plantean puede que en la actualidad no las suscribamos, pero son parte esencial de la estructura de sus obras. Es precisamente porque creen en la existencia de reglas estables es que pueden creer que puede ser útil la lectura de sus obras para el practicante de la política. Dado que su interés inmediato estaba en la narración de los hechos, esas leyes son expuestas y mencionadas al pasar, y no estructuran sus obras, pero claramente son requeridas por sus argumentos. Y, no olvidemos, eso es precisamente la forma en que el mismo Popper planteaba la historia usa leyes universales

En Passeron el razonamiento universal y el relato particular deben ser transformados, debilitados, para producir el espacio de las comparaciones que constituye la sociología; pero en realidad ellos se integran plenamente en quienes se dedicaron más claramente a la pura narración.

Los trabajadores por cuenta propia más allá de la vulnerabilidad y el emprendimiento

Las Ciencias Sociales tienden a analizar a los trabajadores por cuenta propia desde un esquema dual de observación: En un polo ellos pueden ser trabajadores vulnerables, que por obligación están en una situación inferior. En otro polo ellos pueden ser emprendedores, que por elección están en una situación con grandes oportunidades. La literatura opta entre clasificarlos en uno de los polos, o plantear que se dividen en dos, uno en cada polo: Los cuenta propistas con más recursos, usualmente los profesionales, hacia el polo positivo, y el resto hacia el polo negativo.

El propósito de esta entrada (que resume las conclusiones de la parte de mi investigación doctoral dedicada a estos trabajadores) es mostrar que ese esquema dual de observación es inconveniente. O mejor dicho, dar dos razones de por qué resulta insuficiente, y una de por qué tiene sentido y funciona.

La dualidad es interna no externa

Un primer elemento es que la diferencia entre ‘precarios’ y ’emprendedores’ no divide tanto entre diversos lugares como que es también una tensión que viven todos los trabajadores. La complejidad es interna al sujeto, no sólo entre sujetos. En otras palabras, hay elementos de precariedad y negativos en todos los trabajadores por cuenta propia, y existen elementos positivos en todos ellos.

Los resultados de la situación laboral de los trabajadores por cuenta propia son relativamente claros: A todos los niveles de educación, se presenta como una apuesta riesgosa de escapar de limitaciones del empleo asalariado. En todos los niveles ocurre que se puede aspirar a una mejor condición, pero con una probabilidad no menor de fracasar en ello. Pero siempre es una posibilidad. Los resultados de las trayectorias nos indican que es posible consolidarse como cuenta propia, que siendo algo que no se puede dar por evidente sí es posible. Y que esa posibilidad de consolidación (y quedar en mejor situación al final del ciclo laboral que los asalariados) está presente a varios niveles. El hecho que el trabajador por cuenta propia más paradigmático sean oficios de calificación media, en un mercado laboral donde existe una presencia importante de oficios de baja calificación, no deja de ser relevante como alternativa. Esta situación de ser una alternativa atractiva, pero con riesgos, es algo que ocurre a través de los diversas situaciones laborales, y no es tanto algo que divide segmentos como algo que ocurre en todos ellos. La excepción a ello son las mujeres que esporádicamente se insertan en el mercado laboral, que corresponde a un tipo específico de trayectoria (el G3 en el cuerpo de la tesis9: Es en ellas donde esta dinámica doble no aparece, sino que aparecen condenadas a la precariedad}.

Subjetivamente ocurre algo similar. Los elementos positivos (la autonomía) y negativos (incertidumbre) son dichos por los diversos segmentos. También los cuenta propia profesional viven la incertidumbre; los cuenta propia no profesional también pueden disfrutar de la autonomía. Aunque puede variar el peso que se le da a cada elemento -ya sea enfatizando más bien el aspecto negativo como el positivo-, lo común es que se reconozcan ambos. Hay un sólo elemento subjetivo que claramente se orienta desde la observación dual: la constitución como trabajador por cuenta propia, y por ello lo observamos separadamente al finalizar la sección.

En última instancia la incertidumbre laboral es inherente a ser cuenta propia. Por otro lado, la autonomía es algo positivo que también es inherente a dicha condición, y que todos observan. En realidad, ambos elementos son el mismo: Ser autónomo, no depender de un otro, implica, recíprocamente, una ausencia un de otro que solucione los problemas que es también incertidumbre laboral; son dos caras de lo que es en sí mismo ser trabajador por cuenta propia.

En otras palabras, lo que la observación dual remite a segmentos diferentes, puede observarse como unido en el mismo sujeto. Nuevamente, no es que no existan elementos que se pueden describir desde la observación dual: Existen espacios donde, se puede decir, lo negativo es dominante, espacios donde lo positivo es lo crucial; pero la observación dual pasa por alto la condición común que ambos elementos sean experimentados y vividos.

Los polos no se constituyen como lo establece la observación dual

El segundo elemento es que la forma en que la observación dual constituye cada polo tampoco resulta completamente adecuado: Ni precariedad alcanza a dar cuenta del polo negativo; ni la figura del emprendedor da cuenta del polo más consolidado.

Ni precarios
Primeros observemos con relación a la precariedad: Ni en lo que se refiere a los ingresos, ni en sus trayectorias, ni en términos de sus sentidos de trabajo, los cuenta propia parecen particularmente precarios, en particular en relación con trabajo asalariado. No es que no existan segmentos que se observan a sí mismos, y pueden ser observados desde fuera, como precarios; pero hay demasiados elementos que quedan fuera de la observación si se los observa desde allí.

Pensemos que, de hecho, hay trabajadores asalariados precarios y que ‘the most precarious category of employment is the wage-earner without a formal written contract’ (Kirsten Sehnbruch, The Chilean Labor Market, Palgrave 2006, p 86). Más aún, vis-a-vis el trabajo asalariado hay diversos elementos que pueden implicar cierta seguridad: Puede plantearse como solución posible a los problemas de baja empleabilidad en la parte final del ciclo laboral, donde ser cuenta propia de hecho es más común; o puede funcionar contra-cíclicamente, produciendo seguridad en períodos de crisis. Ser cuenta propia soluciona, al menos subjetivamente, los problemas de inseguridad del trabajo asalariado, en parte porque permite al independiente verse en control de su situación, y también aparece como sueño para superar las deficiencias del sistema de pensiones. Si bien el trabajo por cuenta propia puede verse como resultado de una coacción –al ser trabajadores que no pueden acceder a buenos empleos asalariados-, puede ubicarse como produciendo unas seguridades que no permite el asalariado más precario. Como lo menciona Kathya Araujo, hablando en general de los trabajadores (y no sólo de los cuenta propia):

La estabilidad -y la seguridad concomitante- es una expectativa ideal, pero que en términos concretos, aportados por la experiencia social, aparece paradojalmente asociada a la vulnerabilidad. Esta asociación termina por fragilizarla como ideal. El sujeto no puede orientarse a partir de ella porque dada la desprotección y precariedad a la que está expuesto, no puede sino resultar una amenaza (Araujo, La desmesura y sus sujetos: el trabajo en el caso de Chile. En Transformaciones del Trabajo, Subjetividad e Identidades. RIL: 284)

Lo anterior nos hace ver que la relación entre inseguridad y trabajo por cuenta propia es más compleja que lo que permite declararlo como ‘precario’, ya sea in toto o para un segmento.

…ni emprendedores
En segundo lugar, hablar de emprendimiento no permite dar cuenta lo que de hecho ellos enfatizan como las ventajas y posibilidades de su trabajo. No debe confundirse, como muchas veces se hace, el deseo por ser cuenta propia con un deseo empresarial de crecimiento. No se busca tanto emprender (y acumular y crecer), como más bien no tener superiores que emitan órdenes y controlen la actividad. Es interesante en este sentido que la equiparación entre trabajo por cuenta propia y emprendimiento no sólo es común entre quienes observan favorablemente dichas lógicas sino también entre quienes se presentan como críticos a lo que observan como un ordenamiento neo-liberal y en el cual las actividades de los cuenta propia estarían inscritas.

Lo central del polo positivo de la cuenta propia es una vivencia subjetiva de libertad, es así como se vive el tomar las propias decisiones (valoración que es un resultado común en otros estudios en América Latina). Esto no implica que no se perciban presiones, muchas de ellas fuertes. Para entender el tema del control en el trabajo es relevante tomar en cuenta las reflexiones de De la Garza y sus colaboradores; porque las actividades de otros actores -clientes, autoridades- pueden percibirse con elementos de control sobre la actividad: ‘Es decir, en este caso particular se estaría hablando de un tipo de control negociado, basado en la interacción social’ (Gayosso Ramírez, ‘Trabajo, identidad y acción colectiva en los comerciantes artesanos del Centro Histórico de Coyoacán’. En Trabajo no clásico, organización y acción colectiva Tomo II: Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, p 169), describiendo artesanos en una localidad de México en relación con sus clientes. Pero a pesar de ello, esto es vivido como espacio autónomo, en contraposición con lo que sucede con el trabajo asalariado. ¿Qué es lo que permite ello? Una diferencia es que el trabajador asalariado que experimenta una presión por parte del cliente ha de resolverlo de acuerdo a las instrucciones y supervisión de un jefe; mientras que el trabajador por cuenta propia lo resuelve de forma independiente. El criterio de libertad que usan estos trabajadores no es el del sujeto que no experimenta presiones externas, sino el de aquél que decide como reaccionar ante ello (siendo mediador y no intermediario para usar los términos de Latour). Es por todo ello que tampoco cabe observar, ni siquiera en el polo más positivo, como emprendedores a estos trabajadores.

Sino algo distinto
La observación dual, en suma, no nos permite observar que el polo negativo no es mera precariedad, ni el polo positivo se deja abordar desde el emprendimiento. Simplificando a su vez, no es que los cuenta propia sean emprendedores o precarios, o algunos sean emprendedores y otros precarios, sino que no son ninguna de ambas cosas. Maticemos: No es que no existan segmentos que sigan esas lógicas, es que observando sólo ello, perdemos de vista que para muchos de estos trabajadores no aplican. Es insuficiente porque observar la autonomía desde el emprendimiento es una forma equivocada de observar la autonomía; y porque la experiencia de quienes pertenecen al polo no-profesional, el que se piensa como precario, tampoco es sólo precariedad.

Lo anterior puede tener consecuencias prácticas: Si pensamos que el problema central de los cuenta propia es la precariedad tendremos a enfatizar lo referido a prestaciones de seguridad social –recordando que la ausencia de estas prestaciones se encuentra entre los reclamos más comunes. Pero ¿es ello suficiente? ¿Soluciona sus problemas de incertidumbre estas acciones? Ello es más atingente si en el caso chileno estos sistemas no son percibidos como muy seguros por parte de la población. La forma en que se ha pensado la política social no necesariamente es la más adecuada para solucionar la inseguridad. Más aún, si los pensamos desde el emprendimiento, asumiendo cierta disposición al riesgo, de ello derivamos políticas públicas que no necesariamente dan cuenta de su disposición real.

Obligación y elección. El fundamento de la observación dual

En general, la observación dual se ha mostrado insuficiente para dar cuenta de la situación de los cuenta propia -a pesar que siempre tiene un elemento real que permite que ella tenga un sentido. Sin embargo, hay un momento en el cual ella tiene plena vigencia y ordena lo que aparece en los datos. En esta sección resumiremos esos resultados y los pondremos en relación con el resto de ellos.

Es al hablar de sus trayectorias que los cuenta propia replican y hacen suya la idea básica de la observación dual: Hay quienes se perciben como siendo cuenta propia por opción, y luego tienen una visión positiva; hay quienes se perciben como cuenta propia por obligación, y luego perciben negativamente su situación. No sólo se replica el hecho mismo de diferenciar opción / obligación, que es el fundamento de la observación dual: Se replica la relación de la dualidad elección/obligación con los resultados: Quienes eligen están en mejor situación de quienes se perciben obligados.

Centremos la mirada en esta última relación, porque no hay nada evidente en el hecho de que quienes elijan algo tengan mejores resultados. No hay nada extraño en que fuera común encontrar la sorpresa que la situación era mejor de lo que se esperaba, o que era peor de lo que ella se pensaba. De hecho, existen indicaciones que la sorpresa es parte de la experiencia de transición: Toda la complejidad del trabajo por cuenta propia no era esperada, incluso por quienes lo eligieron. A pesar de ello, la relación entre optar / ser obligado y el resultado es bastante fuerte. Detrás de ello, en cierto sentido, hay cierta ilusión de transparencia: Los sujetos conocen lo suficientemente bien su sociedad, de forma que quienes tienen mayores capacidades objetivas ya sabían del buen resultado posible con anterioridad, y viceversa. Dado que la vida social no es transparente, ¿a qué se debe esta situación? En el caso del analista ello es meramente un error, pero en el caso del trabajador ello es algo más interesante.

Los trabajadores, recordemos, ordenan su trayectoria en torno a este eje; sin dejar de reconocen la experiencia de sorpresas, que refutaría una relación tan clara. Luego, estamos ante algo más complejo que un mero olvido o falta de reconocimiento. Ahora bien, la experiencia en sí del trabajo por cuenta propia se ordena en torno a la idea de autonomía. El aspecto positivo de ser cuenta propia es la posibilidad de decidir sobre sí. Dado ello entonces la relación entre evaluación y formas de constitución queda más clara: Observarse desde la decisión de ser cuenta propia es plantearse como agente autónomo desde el inicio, y luego la trayectoria queda marcada por la positividad. Observarse desde la obligación implica que no se ha sido agente al constituirse en un estado que, presuntamente, está marcado por su agencia, y ello tiñe de falsedad, acusa de engaño, a todo el proceso. Es por ello que lo que es mero error en el analista (confundir la dinámica de elección con la evaluación) representa una experiencia muy básica para el propio trabajador.

Al mismo tiempo, nos muestra de nuevo, el lugar central de la autonomía, de decidir sobre la propia vida, que aparece como criterio central para constituir la posición de cuenta propia.