La cacofonía en la Plaza Pública. Una observación sobre la Plaza de Armas de Santiago

Una de las cosas que ha aprendido, con alguna sorpresa, es que la Plaza de Armas puede ser un buen lugar para leer -uno se puede sentar por horas, si es un buen día soleado es agradable, y uno puede combinar concentración (nadie te molesta) con distracción (observar los alrededores). Al menos para mí no deja de ser una alternativa digna.

Realizando dicha actividad hoy pude darme cuenta de algo que es obvio pero que no había pensado bajo ese marco anteriormente: la yuxtaposición inconexa de las actividades que suceden en la Plaza es uno de sus mejores puntos.

Hoy hacia un costado, el del Orfeón, se realizaba un encuentro de cueca, y poder ver todo un lado de la Plaza llena de personas bailando cueca un sábado de noviembre no deja de llamar la atención. Al mismo tiempo se podía escuchar, si uno quería, las predicaciones de los evangélicos. Y ello en toda su variedad, desde aquellos que se centran en la amenaza del infierno y de la gloria de Dios y la necesidad de someterse a él a quienes están más interesados en la resurrección. No comparto para nada las creencias de los evangélicos, y hay varias que me parecen algo aborrecibles, pero no puedo dejar de admirar la convicción en el hecho de pararse en un lugar público a intentar convencer a alguien sabiendo que la mayoría ni siquiera se detiene a escuchar, bajo la vaga esperanza que alguien efectivamente sea salvado. Y todo esto sin contar todas las personas que realizan otras actividades en la Plaza (quienes descansan, quienes usan la pileta como piscina, la señora que vende té y café, los que pintan, los ajedrecistas en una de sus esquinas y así sucesivamente).

El resultado es cacofónico -y hoy esto fue literal en la combinación de música y predicación. Pero esa cacofonía, esa diversidad no reunida bajo unidad, ocupando espacios muy cercanos sin estorbarse entre sí, no deja de ser una expresión de la vida urbana contemporánea. Y el hecho que ello suceda en la plaza de armas de Santiago indica que, a pesar de todas las críticas que solemos hacerle a dicha ciudad, ya es finalmente una ciudad con vida urbana.

¿Importa la legitimidad? A propósito de la política en Chile el 2016

Los resultados de las últimas elecciones han sido interpretados en torno a la pregunta sobre la legitimidad, y los peligros de una deslegitimación de las instituciones. Un poco antes, durante el Congreso de Sociología, estuve escuchando una mesa en el que se discutían problemas de legitimidad de la política. En esa ocasión, y todavía me ronda, hice la pregunta que intitula esta entrada; y que ahora aprovecharemos de intentar responder.

La legitimidad aparece, al menos en Sociología, como parte de la pregunta de cómo se mantiene un orden social. Y aparece también tras el argumento que un orden social no puede sostenerse sobre la coerción. Ella a lo más ha de ser ultima ratio pero no puede ser el fundamento de la operación cotidiana de la sociedad. Si cada persona sólo hiciese lo que requiere el mantenimiento del orden por amenaza de cadalso, es claro que no se sostendrá. Es un descubrimiento que es, de hecho, previo al nacimiento formal de nuestra disciplina, y como Nisbet declaraba hace bastante tiempo atrás tiene una raigambre conservadora. Y cualquier lector de las Reflexiones de Burke podrá observar que ahí ya está la crítica a la idea basta con las amenazas para sostener un orden y que quienes pensaban así ya verían en el desarrollo de su revolución como ello era inviable.

Ahora bien, que se requiere algo más que la coerción para sostener un orden es claro, y la crítica a ello ha sido contundente a lo largo del tiempo. Pero de ello no se sigue que la legitimidad del orden, y en particular la legitimidad del orden para toda la población, sea la única respuesta. El mismo Weber, a quien debemos algunas de las formulaciones de mayor influencia sobre el tema, no olvidaba que existían otras fuentes de orden; y la Ética Protestante termina con una intuición que también es común a Marx: Que el capitalismo tiene otras fuentes para lograr que las personas hagan lo que el orden les demanda sin necesidad de que se crea en la legitimidad del sistema (y sin necesidad de la coerción de la amenaza física).

Ese tipo de consideraciones no necesariamente aplican al orden político, y podría defenderse que ahí necesariamente sería necesaria la legitimidad. Al fin y al cabo, las regularidades no ocurren porque sí, y siendo una actividad común la de justificar el orden político, entonces cabe colegir que es una actividad necesaria: Que si ella no resulta exitosa, entonces ningún orden político puede subsistir.

Exploremos, entonces, algunas hipótesis sobre que sucede en torno a la legitimidad del sistema político en Chile

  1. No hay ilegitimidad de la democracia como tal. La idea general del régimen democrático está asentada, y varias de las críticas que se hacen a sus formas actuales se hacen en torno al régimen concreto se hacen desde la petición de más (o de una real) democracia.
  2. Con relación a la forma concreta que adquiere la democracia representativa en Chile, su legitimidad se encuentra en tela de juicio.
  3. La legitimidad procedimental todavía parece seguir existiendo. Esto en el sentido que no se discute (mayormente) el resultado de una contienda electoral -esto incluso si no se le da mucho valor a dicha contienda como tal. En cierto sentido, incluso tras el descalabro del registro electoral, no se dio mayor discusión del resultado.

La legitimidad procedimental es la legitimidad operativa. En cierto sentido, es ella la que se requiere para la continuación del sistema: Para que los alcaldes asuman, para que se cumplan sus decisiones etc. Por otra parte, la legitimidad en el sistema fortalece la continuación: Como todo intento de superar la crisis del régimen concreto debe hacerse de acuerdo a principios democráticos, ello encauza los momentos de crítica.

Entonces ahí tendríamos una respuesta: La crisis de legitimidad del régimen se encuentra protegida por las legitimidades que todavía existen en otros elementos. Y ello entonces nos permitiría explicarnos porque el régimen puede subsistir incluso cuando ha perdido legitimidad.

Es posible refutar la lógica anterior. Se puede plantear que las legitimidades que he mencionado no son de la población en general sino sólo de las élites políticas. Que en la población si existirían dudas sobre la legitimidad procedimental, a pesar que entre las élites estas no existan (i.e y se hayan aceptado derrotas y victorias sin mayor dilación). Esto me recuerda una afirmación que me enseñó mi profesor de teoría sociológica Raúl Atria, allá a principios de los ’90, en torno a que en Weber los tipos de legitimidad se ordenaban por las creencias del cuadro administrativo, no de la población. No discutiré ahora si ello es una adecuada interpretación de Weber, pero sí diré que me parece una valiosa observación sobre la realidad.

Si la élite política asume la legitimidad procedimental, que recordemos es la cotidiana y más operativa, entonces hay legitimidad procedimental: Sucederán todas las cosas que una elección se supone resuelve (i.e asumen todos los cargos en propiedad quienes son declarados ganadores).  Si no hay creencia en la legitimidad procedimental entre la población (asumamos por ahora dicha hipótesis) ello no tiene efectos a menos que se resuelvan los temas de acción colectiva, de coordinación: Un conjunto de descreídos individuales tiene demasiados incentivos de diversa índole para realizar las acciones que requiere el orden (volviendo a la intuición inicial de Weber y Marx) para que éste pueda continuar.

Entonces, por un lado, las legitimidades en otras dimensiones pueden solventar la crisis en la legitimidad del régimen concreto; y la legitimidad en el cuadro administrativo puede solventar la crisis de legitimidad en la población. Lo cual nos dice que si bien la legitimidad importa, no todas las legitimidades tienen igual relevancia.

Una última observación. Y entonces, ¿por qué la preocupación por la legitimidad en la población si un orden se puede sostener existiendo problemas en ese orden? En última instancia, hay un problema de solidez. Un orden puede sostenerse cuando existen problemas de legitimidad: Hay otras fuerzas que mantienen orden, hay otros lugares donde todavía puede subsistir la legitimidad. Pero es una sustentación vulnerable. Y si bien la vulnerabilidad no es derrumbe, no es tampoco algo que a los interesados en el sostenimiento del orden debieran pasar por alto.

De triunfos y derrotas. Notas sobre la elección municipal del 2016

Las elecciones no se ganan o pierden sólo en las urnas sino además en la interpretación. En particular, cuando una elección no sólo se piensa por sí misma sino por la siguiente. Una elección municipal un año antes de una presidencial no sólo es una forma de elegir alcaldes sino también una forma en que las opciones políticas se miden a sí mismas para pensar la siguiente elección. Luego, observemos algunas de las cosas que se dicen en torno a la última elección bajo esa doble mirada (municipal y anticipo).

(1) La derecha ganó alcaldías importantes pero no constituye un triunfo aplastante ni tampoco una votación que le asegure el 2017

La votación de alcaldes da un punto y medio sobre la Nueva Mayoría (38,5% contra 37,1%). En concejales la votación es inferior -y siendo la votación de concejal más puramente política no deja de ser buen apronte para otras elecciones. La Derecha ganó municipios emblemáticos, pero varios de ellos son tradicionalmente de derecha (Providencia o Santiago) y en otros casos hay división de votación (Maipú). Hay que recordar que la elección de alcaldes es de una sola vuelta, y la presidencial es de dos; y por lo tanto un 40% de la votación es perfecta para ganar muchas alcaldías pero sigue sin ser una gran votación como apronte.

Más en general, el porcentaje de la derecha no es particularmente alto. Es sólo un punto más alto que el 2012 (en las que, se supone, sufrió una gran pérdida), y ha sido menor que el 2000 y el 2008 donde tuvo algo más del 40%. Tampoco la derecha mantuvo su votación absoluta, sólo que su pérdida no es muy amplia (250 mil votos menos entre 2012 y 2016)

En resumen, la elección del 2012 para la derecha no es una elección muy inusual; y en términos de posicionamiento para la presidencial no parece tampoco ser tan promisorio.

Pero para ganar una elección bien se puede decir que basta con sacar más votos que el contrario, lo cual nos lleva al siguiente punto.

(2) Pero la Nueva Mayoría perdió claramente la elección de alcaldes, con todo no está mal para el 2017

Si bien la Nueva Mayoría obtuvo más votos de concejales que Chile Vamos (47% contra 40%), obtuvo menos votos de alcaldes. Y quizás más crucial perdió muchos votos. El 2012 sacó un 44% de la votación contra un 37% esta ocasión. O sea siete puntos porcentuales menos. Y la disminución de votación absoluta en alcaldes es bastante clara: alrededor de 620 mil votos menos. En la elección de concejales también disminuye en 500 mil votos.

En este sentido, si bien vis-a-vis la derecha no está tan mal (no fue tan aplastante su derrota), en términos de evolución si se puede plantear que el resultado fue una derrota aplastante.

Ahora bien, ¿y en términos del 2017? Si pensamos que sacó más votos en concejales y que la diferencia con la derecha en alcaldes no es tan alta, la situación no es muy desastrosa. Más aún, si recordamos que las presidenciales son en dos vueltas y un candidato de la NM podría obtener votos de las listas de izquierda (algunos todavía quedarán disponibles para el tema del mal menor). En otras palabras, no están particularmente mal.

Lo anterior nos lleva, entonces, a las consideraciones de más largo alcance:

(3) Si las elecciones fueran puramente de opciones políticas, la NM sigue teniendo buenas posibilidades para el 2017; pero como también son asunto de los candidatos…

Dado lo anterior es claro que pensando en términos puramente políticos las posibilidades de la NM son más que aceptables: Para repetir, la diferencia en alcaldes es baja, tiene mayor votación de concejales y tiene más donde crecer: la votación conjunta de la izquierda fuera NM es relevante y podría estar disponible para una segunda vuelta.

Lo cual es cierto pero olvida que las elecciones unipersonales importa el candidato. En otras palabras, mientras que Piñera (para usar el nombre más probable de la derecha) es probable que sostenga toda la votación de su sector y además crezca en votación, no es tan claro que ello suceda hacia el otro lado. Los candidatos respectivos son en general más débiles, no es claro siquiera que aseguren el piso de su coalición; y menos es claro que puedan ganar hacia la izquierda. O para decirlo de otro modo, que puedan ganar hacia la izquierda sin perder hacia la derecha.

(4) Si bien las elecciones son un rechazo al gobierno, no se sigue que sean un rechazo a reformas.

Y vamos entonces a uno de los temas cruciales: ¿qué significan las elecciones en relación al tema de si el país quiere reformas o no?

Veamos:

(a) Es claro que la elección es una derrota del gobierno. La pérdida en términos porcentuales y absolutos es innegable.

(b) Por otro lado, esa votación no la ganaron quienes se oponen en general a la idea de reformas importantes. La derecha no obtuvo ni en términos porcentuales ni absolutos los votos perdidos.

(c) La izquierda, que recordemos en principio quiere más cambios que lo que ofrece la NM, obtuvo un 6% en alcaldes y un 9,9% en concejales. En votos de concejales se mantiene prácticamente igual desde el 2012 (455 mil el 2012 y  451 en esta ocasión). Comparo con concejales porque, al revés que las dos coaliciones grandes, no presentan candidatos en todas partes, pero al menos son más amplios en alcaldes. O sea, todos estos movimientos si bien no pierden votación -al revés que la derecha y la NM- tampoco la ganan.

(d) Luego, en líneas generales lo que pasó es que simplemente una parte importante del votante de la NM decidió no votar. A primera vista, esto no implica entonces que ese votante haya pasado a preferir que no se realicen reformas (no pasó a votar por la derecha) ni tampoco lo convence un discurso de cambiar el modelo (no pasó a votar por la izquierda). Se podría adelantar la idea que es sencillamente un grupo de personas que sí desea reformas pero crítica más bien cómo se han hecho -y luego, no puede votar por la NM (lo ha hecho mal) pero tampoco está disponible a cambiarse de tienda política.

(e) En conclusión, sigue siendo perfectamente plausible que existiría una mayoría por reformas. Entre NM e izquierda se alcanza la mayoría de los votos (en concejales ello es claro, es un 56%, y si bien no toda la votación NM aprueba las reformas, al menos podemos decir que no están por que se mantengan las cosas como están). Si además recordamos que los votantes perdidos tampoco es por mantener el status quo, se puede seguir en dicha interpretación. Lo que sí es claro es que todo ello no apuntala al gobierno; pero distinguir apoyo del gobierno de apoyo a cambios es la mitad del asunto.

(5) En realidad el tema es la abstención.

Ahora bien, alguien pudiera decir que toda la preocupación de quien ganó o perdió es menor frente al hecho que sigue disminuyendo la votación, elección tras elección. Y que ello dificultad cualquier lectura política (ya sea en términos de partidos o de posturas sobre la sociedad) porque lo que es más claro es que la mayor parte del país por diversos motivos no vota.

Las interpretaciones de la abstención son siempre disimiles. Pero no es difícil sostener que una parte importante de ello es hastío y rechazo (i.e algo similar al ‘que se vayan todos’). La política como tal no sirve, ni los políticos sirven. Y no sirven para hacer todo lo que hay que hacer, no creo que sea sostenible pensar que muchos de ellos son personas satisfechas con el rumbo de la política y la sociedad (por más que puedan estarlo de sus propias vidas).

Aquí podemos hacer notar lo siguiente. Uno podría decir que el efecto de los escándalos de corrupción es más bien menor. La UDI, supuestamente más golpeada, sigue siendo el partido más votado; varios candidatos con problemas importantes al respecto alcanzaron votaciones importantes etc. Pero eso olvida lo más importante: Que para la ciudadanía la corrupción no es algo que diferencia entre políticos, sino algo que caracteriza al grupo en su conjunto. Y frente a ello entonces a quien le importa la corrupción no es que castigue a un partido en vez de a otro, lo que hace es restarse de la votación. O sea, los 800 mil votos menos entre el 2012 y el 2016 se pueden achacar en parte importante a ello.

Por cierto, tampoco es claro que la tendencia al aumento de la abstención tenga tope

De la crítica y la independencia intelectual

Unos días atrás me tocó defender la tesis de doctorado y entre las preguntas de la Comisión estaba el tema de la ubicación de la sociología como una ciencia crítica y el problema, entonces, de una investigación crítica desde la Universidad. Y escuchaba la pregunta y me decía que ¿tiene sentido plantearse la idea de hacer crítica desde la institucionalidad universitaria?

La idea tiene algo de sentido. La Universidad entregaría un lugar seguro, separado de otras influencias, donde sería posible dedicarse a una investigación que le dijera cosas al poder y se planteara hablar desde los subalternos. Desde donde fuera posible, como dice Salazar, cumplir con las demandas cognitivas de la sociedad para entregar información pertinente para fundamentar sus decisiones históricas y para participar colaborativamente de la ejecución de la voluntad histórica de la sociedad (son sus palabras en su balance de la historiografía chilena, en Balance Historiográfico Chileno, Luis G. de Mussy (ed), 2007). Otros podrían usar formulaciones distintas y criticar la dada por Salazar, pero creo que sirve como ejemplo del tipo de idea y de sentido que está detrás de quienes se piensan a sí mismos desde un lugar crítico.

Y sin embargo, creo que dicha idea es equivocada. Entrar en caminos institucionales implica ligarse a lógicas institucionales. Y la lógica de la Universidad es la lógica de la academia, y ella es una lógica interna -donde lo que importa es publicar para la propia comunidad. Pero más aún es entrar en las coacciones de dicha institución (que ahora se manifiestan en términos de concursos, en publicaciones ISI pero que en otros lugares se han manifestado de otra forma).

Mantener la independencia intelectual requiere mantener la independencia social; y dado que esta última es imposible de forma plena, la independencia intelectual también nunca es total sino parcial. Pero es posible, dentro de lo parcial, tener más o menos independencia.

El contexto no es el mismo, ni la solución posiblemente sea la misma, pero recuerdo aquí una anécdota de la vida de Spinoza. En 1673 el Elector Palatino le ofrecía a Spinoza una cátedra de filosofía en la Universidad de Heidelberg. Se le ofrecía una vida placentera y digna de un filósofo, libertad intelectual (en tanto no condujera a molestar a la religión establecida). Por cierto, siendo el poder en aquellos tiempos algo más honesto que ahora, la carta del cortesano a través del cual se hacía la oferta concluía que todo ello ocurriría a menos que los eventos se desarrollaran contrarios a las expectativas y la esperanza. Spinoza respondió agradeciendo pero rechazando la oferta. Por más que se ofreciera libertad intelectual ella tenía límites y no estaba dispuestos a asumirlos, y prefería dedicarse a la investigación en su situación privada y recluida. Y así continuo trabajando con lentes y haciendo filosofía (El intercambio se puede leer en la Correspondencia de Spinoza, las cartas LIII y LIV disponibles en este link)

Los lugares y soluciones institucionales para investigar, y para investigar sin límite que es lo que requiere la crítica (aunque no es sólo el intelectual crítico quien lo necesito), cambian. Y si la Universidad ya deja de ser el lugar para realizar la vida del estudioso, habrá que recordar que estudiosos e investigadores ha habido en muchos contextos y circunstancias, y no siempre la Universidad ha sido el lugar desde ella puede realizarse.

En alabanza de los viejos arqueólogos imperialistas y colonialistas

Desde hace un buen tiempo las buenas conciencias críticas han descubierto que los arqueólogos que trabajaron durante el siglo XIX y principios del XX (y el argumento se puede expandir a tiempos más tempranos) eran parte de la operación imperial y colonial, al robar el pasado y el patrimonio a los pueblos que estudiaban. Y así se llevaban a sus museos lo que descubrían, y además interpretaban todo de acuerdo a sus ojos colonialistas que le quitaban valor a los grupos estudiados.

Y, claro está, dicho argumento es un sin sentido. Sucede que no sabríamos nada del pasado que esos estudios mostraron sin el trabajo de dichos arqueólogos imperialistas y colonialistas. Fueron ellos, no otros, los que descifraron escrituras perdidas que nos permitió recuperar toda una historia que nadie había conocido por milenios, y literaturas y visiones de mundo que ni siquiera se sabía que se habían perdido. Sin esos esfuerzos no hay conocimiento de Hammurabi, no hay conocimiento de Sumer, ni de los Hititas ni nada.

Y lo de sin los esfuerzos de esos arqueólogos nada se sabría no es ni retórica ni exageración. Porque era parte de la cultura colonizadora  del Occidente imperial (y si bien ello no es exclusivo de dicha cultura, tampoco es universal) el interés por conocer todos los pasados. Así enviaba una carta el alcalde de Kuyinyok a los colonialistas arqueólogos que excavaron Nínive:

¡Mi ilustre amigo y alegría de mi corazón!

Lo que me pide es tan difícil como inútil. Aun habiendo pasado toda mi vida en este trabajo, nunca he contado ni investigado el número de sus habitantes. Lo que uno carga en su mula o guarde en el fondo de su barca no es asunto mío. Pero, sobre todo, en lo que respecta a la historia de esta ciudad, sólo Dios sabe cuánto polvo y cuánta confusión han tragado los infieles antes del advenimiento de la espada del Islam. Sería pues, vano, que nosotros indagáramos sobre ello (usado como epígrafe en El Antiguo Oriente de Mario Liverani)

Si se permite el juicio externo, hay muchas cosas que admirar en la carta (desde el espléndido saludo inicial a la reticencia a extraer información de las personas, lo que en estos tiempos no está de más encomiar), pero claramente muestra que la mera idea de intentar comprender el pasado y participar de la investigación arqueológica es completamente extraña.

Como todo el mundo, como suelen las buenas conciencias recordar, es hijo de su época, por cierto que lo hicieron a la manera imperialista: O sea, usando las perspectivas y herramientas que tenían disponibles (y las que crearon a partir de ello) y llevándose todo el material. Aunque no estará de más recordar que las buenas conciencias críticas suelen decir que todas las perspectivas son equivalentes e iguales, así que tampoco queda claro a partir de qué critican a dichos estudiosos.

Por cierto las evaluaciones son, ¿es necesario recordarlo?, contextuales. Y la conducta elogiada de arqueólogos durante el período de marras no necesariamente sería merecedora de elogios ahora; pero el caso es que criticar operaciones que han permitido ampliar el conocimiento del mundo no me parece empresa muy digna.

A propósito del Congreso de Sociología en Talca

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Habiendo finalizado la semana pasada algunos comentarios. Esta vez (al revés que en el caso del Congreso de la Serena) hará más bien algunas consideraciones sobre la organización más que en torno al contenido (la mayoría de las cosas dichas para la Serena siguen siendo válidas).

Partamos por lo bueno en términos organizativos del Congreso. Bastante bien los invitados internacionales de las charlas magistrales. La idea de los recorridos también creo que era interesante, y parte del esfuerzo de los organizadores del Congreso por conectar a éste con la ciudad.  En lo que respecta a los temas que no salieron tan bien: Creo que no fue buena idea hacer los paneles al mismo tiempo que los grupos de trabajo. Dos motivos. Al estar buena parte de los investigadores en discusiones de los GT entonces hay menos público para los paneles. El segundo es que permite ocupar el tiempo entre que finalizan las sesiones de los GT y el inicio de las charlas. El tema de los espacios vacíos también afecta otras iniciativas. Así el martes 11 aparte del recorrido a mediodía y la charla inaugural en la tarde no había otras actividades, lo que afectó creo cuantas personas participaron.

Lo otro dice relación con la organización de los grupos de trabajo. No sé si se debió dar más espacio para los mesas (ocupar el viernes en la tarde o incluso el propio martes) pero en diversas ocasiones me pasó que demasiadas personas exponían en un mismo bloque (en una ocasión en principio estaban contemplados seis, como nunca van todos no se llegó a la crisis total, pero es un ejemplo). Si tomamos en cuenta que un bloque básicamente son alrededor de 80 minutos, con 3 expositores (cada uno tomando 20 minutos) y 20 minutos de discusión se cierra. De hecho, creo que 4 expositores es el máximo posible.

Ahora, por cierto de todas formas ello requiere más disciplina por parte de los expositores. Buena parte de ellos parecía que pensó la exposición como si tuviera toda el tiempo. No fue raro que los moderadores indicaran que faltaban 5 minutos de exposición y la persona recién había salido de la introducción. Me imagino que como en muchos casos la ponencia resume un largo trabajo está la tentación de decir todo y de mostrar todo el trabajo -pero es una tentación que no funciona. Hay que pensar en lo que puede ser de interés para la audiencia -las ideas y tesis principales, y los principales datos y argumentos que la respaldan. Y eso. Si hay temas que no quedan claros, la audiencia preguntará, pero me tocó largas presentaciones de marcos teóricos y de autores en casos en que bastaba con poner la pregunta central y pasar a los resultados. Hay un ejercicio que he visto en ocasiones sobre decir tu tesis de doctorado en 2 o 3 minutos -si ello es posible, es posible decir tu investigación en 10 o 15 minutos.

Lo cual lleva a las decisiones de los organizadores de los GT. Para que las cosas funcionen se requiere que efectivamente ellos impongan los tiempos. Me ocurrió en un caso en que un GT iba con un bloque entero de atraso. Si recordamos que no pocas personas exponen en varios GT eso no puede suceder. Si me hubiera tocado exponer en otro GT luego del que tenía atraso, me hubiera resultado imposible. En particular, es importante esto porque los atrasos se acumulan (15 o 20 minutos de atraso no suena tanto, pero cuando se va acumulando a lo largo de varios bloques…)

En lo que concierne a las discusiones, me tocaron dos formas de enfrentarse a ello: Armar la discusión por mesa, o sea presentan los expositores de ese bloque y se concentran las discusiones al final y en conjunto. La segunda fue organizar por ponente, haciendo las preguntas inmediatamente después de la exposición. Es cierto que la segunda forma es mejor para el ponente, que recibe preguntas ‘frescas’, pero los grupos que la eligieron estuvieron entre los que más se atrasaron. Y dado que organizar por mesa también puede generar buenas discusiones la ventaja no es tan alta en comparación con la desventaja.

Y con ello finalizamos los comentarios organizativos. Y si bien uno ya sabe que estas disquisiciones no tienen muchos efectos, de todas formas hay que cumplir con los deberes disciplinares.

La música como ciencia de la coordinación

Como actividad destinada en la práctica y en su concepto a pensar la coordinación no hay nada que supere a la música. Aprovechando el cambio de sentido de las palabras, un ars y no solamente una arte. Y, por ello, debiera ser -además de todas las otras razones- de particular interés para un sociólogo.

La música se enfrenta al tema de la coordinación al menos en dos modos. Uno es el referente a la combinación de sonidos: ¿Cómo lograr que diversos sonidos suenen en conjunto? Tradicionalmente la idea era que el conjunto constituyera unidad, pero uno podría decir que ese supuesto se ha discutido en la práctica musical desde hace ya un buen tiempo. El segundo es en el referente a la constitución de la unidad en forma temporal: ¿Cómo lograr que sonidos desperdigados a lo largo del tiempo se sientan como un conjunto? Al fin y al cabo, la música es una actividad intrínsecamente temporal. En ambos casos la relación entre lo diverso y el conjunto es algo que debe tratarse. Y las diversas formas y modos de hacer música se pueden entender como distintas respuestas prácticas y teóricas a esas preguntas.

Pensemos en la vieja polifonía. La forma en que trata el primer asunto es conocida: El problema es como reunir de forma armónica diversas líneas que son independientes entre sí. Lo de independencia debe entenderse de forma correcta: Se refiere a que el valor de la nota de cada línea en cada momento depende de ella misma, sigue su propia melodía sin tener en consideración a las otras. Y es en el intento de lograr armonía de esas líneas independientes que está el juego del compositor. Ahora bien, se puede caracterizar como dependientes en otra forma: Suelen ser imitaciones. Aunque, de hecho, no siempre fue así, algunas de los primeros intentos medievales de polifonía mezclan dos líneas que melódicamente son independientes (sigo aquí la magnifica History of Western Music de Taruskin), pero el desarrollo posterior llevó más bien a una solución contrapuntal, y a las glorias de la polifonía renacentista.

Pensado en términos de coordinación lo que tenemos, entonces, es una exploración de las diversas formas (y recordemos cuan diversas: una línea puede tocar el motivo con notas más largas o cortas, invertir el motivo, tocarlo al revés etc.) en que puede expresarse una idea o pensamiento. Si cada quien expresa a su modo una cultura común (un motivo) la polifonía es la forma en que ello se muestra.

Por otro lado, la polifonía no se enfrenta mayormente -en parte a la forma en que resuelve el primer tema- al segundo. La unidad temática vuelve algo trivial que los sonidos se sientan como un conjunto. Al mismo tiempo, esa unidad no tiene realidad propia -como en algunos de los cánones de Bach en la Ofrenda Musical– pueden continuar al infinito. El discurso no cierra internamente.

Otra modalidad de enfrentarse con el tema de la coordinación es el clasicismo, y en particular nos centraremos en su modalidad más paradigmática: El discurso del cuarteto de cuerdas. Allí se expresa en simple los principios de coordinación del sistema. Aquí las líneas no son independientes, en el sentido que lo eran en la polifonía -el valor en un momento de una de ellas depende del valor de las otras: El acompañamiento sigue los valores que convienen de acuerdo a la voz principal. Pero, al mismo tiempo, ganan en individualidad, cada voz dice cosas distintas, tiene distintos motivos. El como reunir esos distintos motivos, traspasarlo entre instrumentos, en cambiarlos desde acompañamiento a voz principal, ponerlos a conversar entre ellos, es el problema que el compositor despliega en su obra.

El problema de coordinación que aquí se nos muestra en la combinación de sonidos es uno radicalmente diferente al de la polifonía: Es uno de interacción. De cómo combinar distintos motivos, de como hacerlos circular. El modelo de la conversación para el cuarteto de cuerdas, que era parte de su autocomprensión en el siglo XVIII, no es una metáfora sino -de hecho- la materia misma del asunto. Si la unidad de la polifonía era una unidad pre-dada (el motivo se muestra sólo y claro al inicio y luego se expresan sus diversas formas de mostrarse), la unidad del clasicismo es una unidad en construcción: Las partes deben escucharse entre sí (es por ello que no son independientes armónicamente) y su escucha tiene resultados (y por ello los motivos circulan entre ellos).

Al mismo tiempo en el clasicismo la unidad temporal se transforma en un eje crucial. La forma sonata (exposición-desarrollo-recapitulación) es una forma que cuenta una historia que se cierra en sí misma, y allí conforma claramente una unidad.

Ahora bien, conformar una unidad temporal clara de esta forma -con una historia que cierra sobre sí misma- no es la única forma de relacionarse con el problema de la unidad temporal. También se puede observar en cosas que son muy disociadas. Y en este sentido, la pregunta por cómo se combina la disociado y lo diferente resulta una de las preguntas permanentes de la música.

Para salirnos del marco de la música ‘docta’. La Bohemian Rhapsody es claramente una canción en secciones muy distintas, compuesta por materiales heterogéneos que se mantienen como tal, y sin embargo ¿no constituye claramente una unidad? Lo mismo se puede decir, para volver al campo de lo ‘docto’ en el milagro que es la Flauta Mágica: la combinación de estilos, cada uno claramente distinguido (pensemos en el final, en la diferencia que es la música de las escenas de Papageno en relación con Tamino/Pamina), y sin embargo donde la unidad del conjunto también se puede aprehender. En un caso más contemporáneo y pensando en el caso del cuarteto: Los cuartetos de Elliott Carter son expresamente una meditación en cómo cuatro voces pueden combinarse permaneciendo distintas en su individualidad. Para dar un último ejemplo: El último movimiento de la 9a Sinfonía es extremadamente diverso, pero que a través de todo ello se está cantando a la alegría es algo que nadie puede dejar de escuchar.

Por cierto hemos dejado muchas cosas fuera (¿y la forma de temas y variaciones no es una reflexión de siglos sobre el tema de la unidad y la diversidad?), pero con lo que llevamos hasta ahora será suficiente. Los seres humanos no hemos generado nada más profundo ni nada más preciso para pensar y practicar la coordinación y sobre cómo es posible ese pequeño milagro que es la vida en común que la música.

Al final, sólo nos resta la bondad. A propósito de La Peste de Camus

La primera vez que leí La Peste, supongo que fue por mis años de educación media, mis héroes eran Rieux y Tarrou, y así fue por bastante tiempo. Y en ambos por la misma razón: por esa serena lucidez en oponerse a la peste, en saber qué es lo que hay que hacer aunada a la conciencia clara que la victoria no sólo no está garantizada, sino que es -finalmente- imposible. Pero que, como Tarrou lo dice -y es una de las más hermosas frases en un libro que es casi imposible por su belleza:

Por eso me he decidido a rechazar todo lo que, de cerca o de lejos, por buenas o malas razones, haga morir o justifique que se haga morir

La moralidad del libro está íntegra en esa elección. No por nada Rieux, quien nos narra la historia, es médico, y la idea de la medicina (de la lucha contra la peste, contra la muerte, en favor de las víctimas) es crucial en el texto. Y no por nada el siguiente texto que está al final del libro

Pero sabía que, sin embargo, esta crónica no puede ser el relato de la victoria definitiva. No puede ser más que el testimonio de lo que fue necesario hacer y que sin duda deberían seguir haciendo contra el terror y su arma infatigable, a pesar de sus desgarramientos personales, todos los hombres que, no pudiendo ser santos, se niegan a admitir las plagas y se esfuerzan, no obstante, en ser médicos

Son rasgos encomiables, y alcanzar a tener dicha lucidez y dicha voluntad no dejan de ser algo a buscar. Y sin embargo, al releer pocos días atrás la novela encontré que el verdadero héroe de la historia es otro -uno que, en mis primeras lecturas, había pasado más bien por alto (y que, vergüenza de mi gusto, había tratado más bien como parte del elemento cómico de la historia, para aligerar el tono más bien trágico de la narración): Grand, el funcionario municipal. Y había pasado por alto que, de hecho, Rieux -el narrador- es quien lo declara el héroe de la historia.

Grand aparece al inicio en la historia simplemente como un funcionario pobre, que ‘parecía siempre rebuscar las palabras aunque hablase el lenguaje más simple’. Posteriormente, y esto se repetirá en varias ocasiones, como alguien obsesionado en la novela que escribe interminablemente, y su obsesión sobre las palabras exactas para la descripción de la cabalgata en el Bois de Boulogne, su obsesión por lograr que los editores cuando lean su novela ‘se saquen el sombrero’ (chapeau bas en el original francés), su incapacidad para pedir un ascenso en la municipalidad por no encontrar las palabras adecuadas. Todo ello lo deja como un personaje ligeramente ridículo. Un personaje que además tiene una historia personal muy menor. La historia de su enamoramiento de Jeanne, de su posterior separación cuando ella lo abandona, y que Grand comprende y disculpa tan completamente (gente que ‘trabaja tanto que se olvida de quererse’) lo deja además como un personaje algo triste y mediocre. Cuando Rieux quiere pensar, al inicio, que la peste no llegará a su ciudad, piensa en este ‘funcionario modesto que cultiva las manías honorables’.

Y sin embargo…

Si es cierto que los hombres se empeñan en proponerse ejemplos y modelos que llaman héroes y si es absolutamente necesario que haya un héroe en esta historia, el cronista propone justamente a este héroe insignificante y borroso que no tenía más que un poco de bondad en el corazón y un ideal aparentemente ridículo. Esto dará a la verdad lo que le pertenece, a la suma de dos y dos el total de cuatro, y al heroísmo al lugar secundario que debe ocupar inmediatamente después y nunca antes de la generosa exigencia de la felicidad. Esto dará también a esta crónica su verdadero carácter, que debe ser el de un relato hecho con buenos sentimientos, es decir, con sentimientos que no son ni ostensiblemente malos, ni exaltan a la manera torpe de un espectáculo

Durante la peste, Grand lo que hace es simplemente llevar estadísticas, y se disculpa por su edad de hacer otras cosas. Pero no es la labor en concreto lo que lleva a Rieux a su conclusión. Es la actitud: Frente a la peste Grand no opone más que su permanente e inquebrantable buena voluntad, y de una forma en que no llama la atención a sí, que simplemente lo hace por obvia (‘hay peste, hay que defenderse, está claro’). Y es la bondad lo que caracteriza a Grand, y lo que Rieux también hace hincapié al presentarnos al personaje: En su disposición a declarar, sin mayor problema o vergüenza, que quiere a su familia, en toda sus referencias a Jeanne, en su disposición (y contento) en escribirle una carta simplemente ‘para que pueda ser feliz sin remordimientos’, y así.

En Vida y Destino, una de las grandes novelas del siglo XX, en medio de las diversas situaciones que les pasan a los personajes en medio de la batalla de Stalingrado, hay una serie de capítulos en un campo de concentración alemán. El punto de vista de esos capítulos es de Mostovskói, comunista acérrimo; y la contraposición entre él e Ikkónikov, una especie de santón (que no deja de ser un personaje común en novelas rusas) uno de los ejes de esos capítulos. En una de las frases más célebres de la novela, y una que la define este último declara que ‘Yo no creo en el bien, creo en la bondad’ (1a parte, 4)

Más adelante, Ikkónikov le entrega un manuscrito con sus reflexiones sobre el bien y la bondad:

Así, además de ese bien grande y amenazador, existe también la bondad cotidiana de los hombres (…)

Es la bondad particular de un individuo hacia otro, es una bondad sin testigos, sin ideología. Podríamos denominarla bondad sin sentido, La bondad de los hombres al margen del bien religioso y social. (2a parte, 16)

La reacción de Mostovskói es negativa. La idea que se puede combatir el mal (i.e el nazismo) con esa bondad le aparece como ‘¡menuda basura!’ y no estará de más reconocer que ello es cierto. Y, por cierto, el reconocimiento que esa bondad es impotente es algo que aparece en el manuscrito de Ikkónikov, que si se la transforma en fuerza ‘languidece, se desvanece, se pierde, desaparece’. La bondad no puede transformarse en el bien, la voluntad de ser bueno con el otro en tanto se organiza (se transforma en una búsqueda reflexiva por el bien) se transforma en algo que termina justificando la muerte y el asesinato (para recuperar la reflexión inicial de Tarrou).

En ambos casos, y no deja de ser relevante que ambas novelas tienen como trasfondo la 2a Guerra Mundial, cuando el problema del mal se volvió de nuevo crucial, y cuando decirlo así ‘el problema del mal’ por una vez no era grandilocuente sino exacto, en todo caso la toma de partido es común: Al final, es la bondad, la pura y simple bondad, lo único que puede rescatarse.

Y en ambos casos, también, es una toma de partido por la bondad común, por la bondad del común. Por la bondad de las viejecitas (que a Mostovskói, el representante del bien, le merece tanto desprecio). O cómo lo dice Rieux al finalizar, para explicar su decisión de escribir esa crónica: ‘y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio’.

La bondad no es algo que exija virtudes especiales, y es por ello que la búsqueda de la santidad por parte de Tarrou no deja de ser incorrecta. Porque la bondad no deja de ser algo profundamente cotidiano. En algún sentido, esa mediocridad de la bondad, esa trivialidad de la bondad, no deja de ser una esperanza.

Y quizás aspirar a ser un ‘funcionario modesto que cultiva las manías honorables’, o sea ser Grand, sea una de las más altas aspiraciones posibles.

La fragilidad de la construcción instrumental de lo colectivo. Chile 2016

En las diversas demandas que han aparecido en Chile en los últimos años se repite la de lo público. En general, se podría decir que se repite una cierta búsqueda de la colectivo. Ahora bien, la idea de esta entrada es que la forma en que se ha articulado esa idea es particularmente frágil.

Dicho en pocas palabras: Se quiere lo colectivo como forma de asegurar un bien individual. No es tanto que se quiera una mejor vida para todos, como que empiezo a observar que todos mis esfuerzos para lograr mis sueños no siempre funcionan, que es mucho lo que cuestan, y luego entonces requiero un apoyo para ello. Al pasar: Que la demanda de apoyo colectivo provenga de una experiencia de esfuerzo, y que se pida apoyo al esfuerzo, vuelve todas esas frases fáciles sobre ‘lo quieren todo gratis’, ‘manga de flojos’ suene incluso más insultante que lo habitual. Eso se le dice a una población que siente que todo le ha costado y que nada le ha sido fácil.

Pues bien, cuando lo colectivo aparece de esa forma entonces es frágil. Como todo medio sólo se lo busca mientras se mantenga un cálculo de efectividad y de eficiencia. Y en particular esta salida es extremadamente frágil: Lograr las cosas por mi cuenta puede ser difícil y, luego, entonces se requiere ‘cambiar el mundo’. Pero, por otro lado, ¿no es cambiar el mundo algo mucho más difícil que cambiar la propia vida?

Las anécdotas nunca prueban cosa alguna, pero siempre resultan útiles como ilustraciones. Y para mostrar que esta fragilidad no es nueva ni inusual, quizás no esté de más usar un ejemplo antiguo. Al inaugurar su gobierno Tiberio, se encontró con un movimiento social: las legiones de y Panonia aprovecharon el cambio de gobierno para levantar su lista de demandas (disminución de años de servicio, aumento de salarios etc.). La vida del legionario era dura y una acción colectiva parecía una solución razonable -además que claramente las legiones reunidas tenían un gran poder. Tiberio envió a Druso, su hijo, a negociar. En medio de esto, algunos centuriones leales al orden empezaron a usar el siguiente tipo de argumento -o al menos Tácito nos dice ello:

‘Reform by collective agitation is slow in coming: individuals can earn goodwill and win its rewards straightaway’ (Tácito, Anales, I:28)

Frente a las dificultades, no hay necesariamente salida y única, y el camino individual y colectivo pueden cambiar rápidamente de posición. Con lo cual volvemos al inicio: Que cuando lo colectivo es visto instrumentalmente, su atractivo resulta bastante frágil.

Consideraciones sobre el sistema de pensiones, y la relación de la población con él en Chile

A veces tiene sentido hacer comentarios sobre temas de actualidad, y como el tema de hoy son las pensiones, y como (a) se dicen diversas inexactitudes y (b) hay algunas cosas interesantes desde el punto de vista de los estudios de opinión, he aquí algunos comentarios.

Sobre la quiebra del sistema de reparto.

Un argumento común de quienes defienden las AFP es que los sistemas de reparto están quebrados (o, si son más exactos, que quebrarán a futuro): El envejecimiento de la población que se traduce en una disminución de la relación contribuyentes / pensionados inexorablemente produce lo anterior.

Ahora bien, el caso es que cuando un sistema de reparto entra en un desequilibrio actuarial (i.e tendremos que pagar más de lo que recibimos, lo cual usualmente se puede prever) tiene formas de reaccionar: Aumentar tasas de cotización, aumentar la edad de jubilación, cambiar las formulas de beneficios. Y, dado que la quiebra es actuarial no necesariamente es real (puede traducirse en un mayor costo al fisco no en que no se paguen las pensiones).

Estas medidas (con la excepción de la última, que es específica a los de reparto) ¿no son las mismas cosas que proponen quienes defienden el sistema de AFP? La amenaza que produce el cambio demográfico tiene dinámicas distintas, pero todos los sistemas de pensiones tienen que adaptarse. En uno de reparto la amenaza es la quiebra actuarial producto del aumento de porcentaje de pensionados. En uno de capitalización la amenaza es la disminución automática de pensiones produce del aumento de la esperanza de sobrevida (no la de vida al nacer, sino de cuantos años espera vivir alguien que ya ha llegado a la edad de jubilación). Y las herramientas son básicamente las mismas.

Lo cual, por cierto, tiene una consecuencia hacia los críticos: Si bien es cierto que los sistemas de reparto no están quebrados automáticamente, ello es cierto porque usan las mismas herramientas que los críticos no desean aceptar para el sistema de AFP. Hay diversas razones para preferir uno u otro, pero no hay diferencia en torno a que, finalmente, para mejorar prestaciones hacen uso del mismo tipo de recursos.

Sobre la evaluación del sistema de reparto (sistema antiguo) en Chile.

El sistema de reparto antiguo era fuertemente criticado en el Chile pre-dictadura. Era un sistema altamente desprestigiado por múltiples motivos: La diversidad de sistemas (de cajas) con regímenes muy distintos de pagos de pensiones, situación de quiebras y de no pago de pensiones, falta de reajuste de ellas etc.

Una consecuencia inesperada (y doy por seguro que era no deseada) de la reforma de 1981 fue que todos quienes se mantenían en el sistema antiguo pasaron a ser pagados por el Estado vía INP, ahora IPS. Y ese cambio se traduce en un sistema que es caro para el Estado (en parte porque deja de recibir contribuciones para financiarlo) pero que desde el punto de vista del beneficiado es muy ventajoso: No hay amenaza de falta de pago, el Estado pagará sí o sí las pensiones; no hay problema de falta de reajuste etc. Más aún, un tema del viejo sistema -y que de hecho es algo que es común en todos los sistemas de reparto- es quienes contribuyen pero no reciben beneficios (o reciben muy menores) porque no cumplen con las reglas del sistema (no acumulan años de cotización por ejemplo). Ahora bien, esas personas probablemente no siguieron en el viejo sistema, y entonces los que se quedaron fueron quienes podían optar a pensiones completas bajo el viejo sistema.

¿En qué concluye todo lo anterior? En que la imagen del sistema antiguo post-1981 es claramente superior a lo que podría haber sido la mantención del viejo sistema ahora. En la forma de comparación más sencilla, la que usa cualquier pensionado -comparar pensiones de dos compañeros de trabajo uno IPS y otro AFP- entonces el viejo sistema de reparto queda mucho mejor. Y así inesperadamente la reforma produjo una buena imagen del viejo sistema.

La crítica a la AFP usa y se basa, en parte no menor, en el uso de la lógica del sistema.

La lógica del sistema de capitalización individual implica que uno es propietario de un ahorro previsional: Que es mi dinero con el cual se paga mi pensión. Resulta interesante que ese argumento se usa muchas veces para fundamentar la crítica al sistema.

La idea que las AFP obtienen beneficios con mi dinero, que de hecho me roban (porque ellas obtienen beneficios que yo no veo); que se pide una mayor propiedad de ese ahorro (porque a mi me rendiría más el ahorro que la pensión que obtengo de ello) son cosas que uno puede observar en la crítica actual y que aparecían en estudios en los que he participado. La crítica es, entonces, individualizante y en nombre del derecho de propiedad.

En cierto sentido, el sistema de AFP hace uso de una promesa de propiedad que no cumple: No puedo decidir sobre ese ahorro, no puedo disponer de él (no decido sobre sus usos, no puedo venderlo etc.). Si se quiere, las personas parecen tomarse muy en serio la idea de capitalización, que es un capital, y el sistema no da para ello. Pensemos en que si se elije renta vitalicia no es posible pasar el capital a los herederos; si se elije renta programada en principio ello es posible pero en realidad esa modalidad implica ‘comerse’ el capital (y sólo produce herencia en el caso que alguien se muera antes). De esta forma no genera los efectos que se supone produce un capital (no produce renta heredable, no puedo ‘invertirla’).

Lo cual no deja de ser curioso porque los argumentos más fuertes a favor de la AFP son en términos de instrumento de inversión (la tasa de rentabilidad que producen) más que en términos de pensiones. Y pensarlo como instrumento de inversión es pensarlo desde una perspectiva de capital que el sistema finalmente no entrega.

Otro de los fundamentos, al menos oficiales, es la idea de elegir. Y nuevamente la crítica se hace desde una idea de elección más intensa: Que estoy obligado a cotizar en AFP (y que no tengo otra forma disponible), que estoy obligado a financiar (mediante la comisión) a grupos y empresas que probablemente no quiera financiar. Mi impresión es que el atractivo existente, más allá de si es alto o bajo, de la AFP estatal no es el tema de aumentar la pensión sino el de tener una alternativa a lo que se percibe como una obligación de financiar a los grandes grupos económicos.

En resumen, que una ‘ganancia’ ideológica del sistema -las ideas individualizantes de propiedad y de libertad- son parte de lo que impele la crítica a él. La vida social es, para repetir lo que no deja de ser verdad por ser lugar común, impredecible.