Leyendo dos textos sobre lugares y épocas muy distintas me aparece un tema similar: la formación de un pensamiento sobre la política que enfatiza su unidad, y la defensa, y que ve la diversidad como peligro, como una forma de división. El cuerpo político bien ordenado no tiene luchas ni conflictos importantes. Ellos se mantienen dentro de ciertos límites, esa es la forma de construir estabilidad.
La cita más ‘cercana’ es en un texto sobre la representación política en la época portaliana aquí en Chile y rosista en Buenos Aires, en el segundo cuarto del siglo XIX.
La necesidad de poner por encima de lo social un concepto de sociedad unanimista es análoga en Chile y en Buenos Aires; puesto que para ambos casos la divergencia era entendida como una falta de gobernabilidad inaguantable (La producción del sufragio, p 140, Roberto Pizarro Larrea en El orden y el Bajo Pueblo, VV.AA, Santiago: LOM; 2015)
La cita más ‘lejana’ trata sobre la antigua Roma. En particular en lo que el texto llama el momento graquiano, cuando se produce un cambio en la representación de lo que es la res publica. Uno que dice relación precisamente con el cambo de una concepción plural a una unitaria. Una concepción en que la res publica se forma en el espacio en disputa, si se quiere en los temas que hay que resolver, y que se funda en una concepción de la sociedad que se construye sobre la idea de un pacto, de una asociación entre quienes no estaban conectados previamente: la alianza como el hecho político fundamental que constituye el cuerpo político, y no la unidad dada antes de esa acción política (como habría sido con los griegos, que es la comparación que hace el texto que citamos). Esa concepción es reemplazada por una de unidad, y entonces con lo que ella implica en el tratamiento del conflicto político:
Or la croyance que l’on détient un pouvoir légitime et moralement impeccable ne peut qu’être fondée sur le consensus des gens de bien et sur leur unité: unité devant l’ennemi quel qu’il soit. Toute pratique alternative devient criminelle et entraîne une répression […] L’un des symptômes de la radicalisation de l’élite est bien ainsi l’importation, à l’intérieur de la cité, du langage et des méthodes de la guerre extérieure (Cap 2, p. 74)
Selon la conception ancienne de la res publica, placée sous le signe de la pluralité, le conflit politique n’entraînait pas nécessairement de disqualification du parti adverse. Les optimates au contraire plaçaient leurs adversaires politiques hors de la res publica et s’engageaient progressivement dans une lutte à mort avec l’ennemi, réduisant le champ politique à un espace consensuel (Cap 2, p. 129, Claudia Moatti, Res Publica, Paris: Fayard, 2018)
Las implicancias de esta concepción son claras: Los conflictos previos de la res publica romana son, en la tradición, resueltos con la negociación y la discusión (incluyendo las ocasiones en que los plebeyos deciden fundar una ciudad distinta); los conflictos externos se resuelven con la incorporación de nuevas poblaciones a la res publica. Ello ya no ocurre bajo esta nueva concepción, en que la violencia en los conflictos internos a la ciudad y a los conflictos ‘externos’ con sus asociados aumenta sobremanera.
Los dos casos están separados por dos milenios, y por estructuras sociales, económicas y culturales bien distintas; pero en ambos tenemos la misma reacción de la élite frente a conflictos que amenazan su poder: Insistir en la unidad, tratar toda divergencia como un peligro vital. La insistencia en la unidad no es más, entonces, que una forma de salvaguardar el poder de una élite. No deja de ser una conclusión que se aplica a múltiples otros contextos históricos.
Esa es, yo creo, la interpretación caracterísitca “a lo Salazar” que predomina en nuestro actual establishment. Cualquier preferencia por la normalidad, paz, tradición, progreso ordenado y cosas por el estilo, cosas que se han considerado generalmente deseables, no son otra cosa que expresiones de una “elite” (concepto salazaresco por excelencia) que defiende sus privilegios, un atentado contra la “diversidad”.
Claro que cuando la gente con ideas a lo Salazar tiene las riendas del poder, ese discurso se les da vuelta y se convierten en fieros defensores del orden público y la seguridad del estado. Entonces ya o les gusta nada la diversidad, la llaman “sedición”. Eso porque usan las palabras no como la expresión de sus ideas, sino como herramientas para alcanzar el poder
Pero ese es, precisamente, el interés de la cita romana. Puesto que tradición, paz etc. son cosas que los romanos siempre defendieron. Pero en su tradición la forma de lograr en la república temprana que la tradición se fortaleciera, la paz se lograra etc. era con una concepción de la res pública que no negaba el conflicto y la diversidad. La res publica era el lugar donde ello era trabajado (en otras palabras, cuando los plebeyos amenazaban con crear una nueva ciudad lo que hacías era mandar un enviado, cuando -en medio de la disputa de las órdenes, Tito Livio tiene varios ejemplos- en medio de una guerra se procedía a evitar el llamado a filas se buscaban artilugios legales y negociaciones. Se ampliaba la ciudadanía y se incluían nuevas tribus.
Lo que no se hacía era lo que la élite senatorial (por si acaso el concepto es viejísimo, no es invento de Salazar) empezó a hacer cuando se convenció que la res publica requiere unidad: Que lo que hay que hacer en estos casos es ser intransigente, asesinar a los adversarios (fue la élite senatorial la que inició la violencia política en Roma contra los Gracos), aplastar a los socios y aliados (que llevo a importantes guerras en el I AC). Precisamente es ahí cuando inventan la idea de sedición contra la res publica (idea que sería usada posteriormente durante el Principado en contra de ellos, pero así es la historia).
Tal vez idealizas u poco la historia en base a los discursos. En los hechos, la sedición como delito, existía desde que Romadejó de ser una serie de aldeas con reyes agrarios más o menos decorativos. Tarquinio usó el puñal a diestra y siniestra y dudo que el asesinato haya sido privilegio o invento del Senado, era una herramienta política de uso común por todos, más común que las elecciones, que a veces funcionaba y a veces fallaba como le pasó a Bruto, pero en general era muy eficiente. Tal vez lo que pasa es que los romanos eran muy buenos para los discursos, verseros y crearon la imagen de una época de Roma ideal, el mito republicano y todo eso, que son relatos muy edificantes pero no necesariamente exactos.
Eso de crear idealizaciones históricas, inventar movimientos sociales y cosas por el estilo es una constante de todos los tiempos, como el asesinato en Roma, creo que es una especie de herramienta
El problema con ello es que si es mera idealización entonces hay algo que no es fácil de explicar. Todos nuestros autores son, al fin y al cabo, parte de la élite senatorial, en todos ellos la reverencia hacia el Senado es algo positivo. Luego, que mejor para ellos para justificar el asesinato de los Gracos que mostrar que eso seguía la tradición: Que lo que hacían los buenos romanos siempre fue tratar al sedicioso como enemigo y pasarlo por las armas. A Cicerón -que defendió ello y lo realizó de hecho (su accionar con respecto a la conspiración de Catilina)- nada mejor. Al fin y al cabo, el asesinato de los populares fue algo que la élite senatorial realizó sin problemas durante los dos últimos siglos de la República. Por otro lado, si fuera por idealizar bien podrían haber idealizado el relato de una república temprana *sin* conflictos y así acusar a todos los líderes contra el Senado de hacer algo que ‘desde tiempos inmemoriales’ no se hacia.
Pero es precisamente lo que no hacen. Ni inventan una idealización de una violencia política interna (que quien lo hace es el salvador de la patria) ni inventan una idealización de un cuerpo político donde el conflicto es ausente. Son, de hecho, las idealizaciones de la historia que suelen hacerse en círculos conservadores (la adulación al personaje fuerte que impone por la violencia el orden, la idealización de un pasado que no era conflictivo que sólo se modifica por la aparición de revoltosos). Incluso si fuera pura idealización, ya el hecho que su idealización fuera la de un cuerpo político altamente conflictual donde no hay recurso a la violencia sería en sí bastante indicativa. Y para una historia cultural (y la entrada es de historia cultural al fin y al cabo, es sobre concepciones de la relación entre unidad y diversidad) eso ya sería suficiente.
En general, todos los autores romanos coinciden en que el asesinato de los Gracos abrió una era distinta, todos tienen la impresión que hubo ahí un cambio en las reglas y expectativas del juego. El hecho que percibieran un hiato ahí implica que probablemente se dió un cambio en ese momento. Solo si asesinar tribunos fuera visto como algo grave y novedoso es que se explica la continua referencia a ese hecho como un hecho crucial.
La entrada no aventuró explicaciones, sólo me limitaba a hacer el alcance. Sin embargo, es posible una explicación relativamente sencilla: Durante varios siglos Roma es un pueblo relativamente pequeño (10 años para conquistar Veii que queda en las cercanías, y para qué contar lo que demora la conquista de la región del Lacio). Y dado eso, entonces una preferencia por no llevar los conflictos a mayores es bastante comprensible, en particular para una comunidad que se la pasaba en conflicto con sus vecinos. La historia de las polis griega muestra a lo que lleva la práctica contraria (la de llevar el conflicto en pequeñas comunidades al máximo, es cosa de leer a Tucídides) y ninguna de ellas creó lo que hizo Roma, una comunidad política relativamente estable y expansiva, capaz de incluir a nuevas poblaciones.
En esas circunstancias, el hecho que el conflicto político en Roma alcance una mayor fuerza y virulencia cuando los límites puestos en una pequeña comunidad se vean sobrepasados no es extraño. Lo cual va de la mano con el cambio de una concepción de qué constituye un cuerpo político.