Una de las reacciones comunes si uno se dedica a leer a Hegel es la de irritación. Entre las críticas famosas está la de Schopenhauer (en los Fundamentos de la Moral: ‘pseudo-filosofía que paraliza la mente, asfixia todo pensamiento real’) y la de Popper (refiriéndose a Fichte y Hegel en La Sociedad Abierta: ‘such clowns are taken seriously’). La idea que las frases de Hegel no dicen nada, son un completo sinsentido, que se nos aparece como profundo simplemente porque es poco claro, es una difícil de resistir cuando se leen sus textos. Por poner un ejemplo, veamos como introduce la idea del ser para sí, en cuanto tal, que es la primera forma del ser para sí. Estamos en el Libro I, Primera Sección, Capítulo Tercero, A, 1 de la Ciencia de la Lógica:
Lo que es para sí lo es por asumir el ser otro y la referencia y comunidad con otro. Lo otro no está dentro de él más que como asumido, como momento suyo. El ser para sí no se sobrepasa de tal modo que fuera él mismo una limitación, un otro, sino que consiste más bien en haber sobrepasado la limitación, su ser otro, y en ser, en cuanto esta negación, el infinito retorno a sí (páginas 86-87 edición académica, citado de la 1a edición de la Ciencia de la Lógica, traducción de Félix Duque)
Ahora bien, ¿eso es todo? ¿No hay más que charlatanería y mezclar palabras sin sentido? ¿Sólo una ofuscación del intelecto a través de textos deliberadamente difíciles? Creo que no, que detrás de un estilo absurdo y enemigo de la claridad hay algo que tiene cierto valor; y a ello dedicaremos lo que queda de la entrada.
El caso es que el proyecto en que se embarca Hegel es genuinamente difícil, y que la postura que quiere defender es efectivamente difícil. El oscuro Hegel puede no haber gustado jamás de la claridad, pero incluso si sus instintos de escritor fueran los de alguien tan límpido como Hume creo que sus textos hubieran sido complejos de todas formas.
El objetivo de Hegel es no dar nada por dado y buscar la razón de todo. En particular, la lógica que quiere desarrollar no es una lógica de las inferencias (lo usual tanto en lógica clásica como en proposicional), sino una lógica de las categorías básicas del pensamiento. Y ahora, ¿cómo dar cuenta de esas categorías a través de un pensamiento que no le queda más que usarlas? Al hablar, hablo de algo; pero lo que quiero es precisamente poner los fundamentos y características de la categoría de algo: ¿que significo, que digo de algo cuando lo pienso como algo? Hablar de ‘algo’ en las frases anteriores no es simplemente intentar usar un concepto genérico: Hegel discute y ubica en su esquema la categoría de algo; ella se discute en el número tres del A del capítulo segundo de la sección primera del libro primero. A partir de ella -o sea, poniendo algo como algo- se discute el límite y la determinación; y para hablar de ella se requiere (o al menos así lo piensa Hegel) ya haber pasado por el ser, por el estar etc. Intentar dar cuenta de todas las categorías que emergen cuando se intenta pensar tiene esa dificultad y requiere construir múltiples distinciones.
El esfuerzo se puede caracterizar como fútil: ¿Qué es esto de querer pensar las categorías básicas del pensamiento? Se dirá que sólo lleva a un regreso infinito -ya lo sabían los escépticos en la antigüedad-. Más locura se nos puede decir si estas se piensan no sólo como categorías básicas del pensamiento, sino además del ser. Y todo ellos podrían ser respuestas razonables, lo que no quita para nada el hecho que el esfuerzo es en sí mismo complejo. Un pensamiento que no quiere dar nada por sentado no puede ser un pensamiento fácil. Y aunque el límite puede ser poco razonable, por otro lado ¿no es una manifestación común del pensamiento, algo que en general encontramos necesario de hacer, el dar cuenta de algo? ¿Y ese dar cuenta no es, finalmente, voluntad de no aceptar algo como simplemente dado?
El otro punto se refiere a la postura. La operación común en Hegel es poner una forma de pensamiento, criticarla y en ello pasar a otra -que la supera (la cual a su vez le pasará lo mismo y así). La idea de ‘asumir’ resulta constante. Ahora bien, en esa superación no se pierde lo anterior -la categoría anterior no deja de existir, de representar una forma de ser. Es como si cada uno de los pasos del razonamiento en vez de quedar simplemente puesto como un paso hacia una conclusión, y es esta última lo único que importa, queda reconocido como un elemento existente y ‘real’, y por lo tanto no puede ser olvidado.
Y así tenemos, por ejemplo, la determinación: Lo que límite algo desde la referencia de ese mismo algo. Pero, entonces, al mismo tiempo tenemos la disposición: porque lo que límite algo al mismo tiempo pone lo que es diferente a ese algo, y ese límite entonces puede ser referido hacia otro (ser-para-otro dice Hegel). Y entonces de la determinación pasamos a la disposición. Pero cuando queremos ver ambas formas de referirnos a ese límite, desde-dentro y desde-fuera (usando términos no hegelianos) es cuando pasamos a la cualidad, la naturaleza determinada de otro, que incluye los momentos anteriores. Ahora bien, se podría decir que en un ‘correcto pensamiento’ corresponde realizar ambas operaciones, y lo que Hegel pone como ‘momentos previos’ son simples errores; pero ¿no sucede en la realidad que se realiza sólo una de ellas? ¿Y ese límite no produce efectos reales? Y por último en torno a la pertinencia de todas estas distinciones, ¿no es efectivo que hacer uno o lo otro, pensar el límite desde un lado o el otro de la distinción, son operaciones distintas que suelen llevar a conclusiones diversas? El procedimiento hegeliano puede ser fatigoso -pero así lo son todos los procedimientos técnicos. Lo que se demora la filosofía analítica para mostrar las cosas más triviales también tiene el mismo carácter, pero parece necesario para que el razonamiento funcione.
Para colocar un ejemplo de la realidad empírica de la importancia de rescatar y reconocer cada uno de los momentos y no darlos simplemente como ‘errores del pensamiento’. Sabemos que es una impresión falsa que el sol da vueltas en torno a la tierra, por lo que ‘sol naciente’ o ‘poniente’ son erradas. Pero por otro lado, por más que eso uno lo sepa, no dejo de ver que el amanecer. La ‘ilusión’ del amanecer es parte de la realidad, y una postura que no explicara al mismo tiempo porque no podemos dejar de ver esa ilusión, y como ella es parte del hecho real (la tierra da vuelta alrededor del sol), no ha terminado de explicar las cosas. Lo mismo ocurre con Hegel: Los pasos primeros, limitados y equivocados, cuando todavía no se han asumido las categorías, son parte de la realidad.
La forma de expresarse de Hegel y la postura en la cual los pasos del pensamiento son pasos de la realidad (que no es tan sólo que al pensar sobre el ser paso por tal y tal forma de pensar, sino que esos son movimientos del ser) pueden ser, nuevamente, equivocadas o inaceptables. Pero eso no quita que la postura básica tenga sentido, no sea pura ‘charlatanería’: No dar solamente como error el error, y dejarlo ahí, sino buscar por qué y desde qué punto de vista tiene sentido (dado que para alguien lo ha tenido) es parte de la operación de comprender mejor el mundo. La postura puede ser exagerada (es posible defender que hay puras afirmaciones sin-sentido que son puro error), pero en muchos casos entender las razones del error (o las razones de visiones limitados) resulta efectivamente instructivo y parte de una visión más correcta.
Por cierto que lo anterior no quita que existan afirmaciones indefendibles (los pasajes de Popper citando a Hegel en torno al sonido y el calor no ameritan defensa) y tampoco se puede defender la oscuridad del estilo. Pero sigue existiendo a lo largo de las enojosas páginas de la Ciencia de la Lógica un esfuerzo del pensamiento por llegar al límite de lo pensable que no dejan de tener elementos valiosos. E intentar llegar al límite es, finalmente, de lo que trata la filosofía.