Dado que se observaban grandes demandas de cambio, algunos pensaron que el asunto era bien fácil: Ofrezcamos cosas que se planteen como grandes reformas, y con ello damos cuenta de la crisis política en Chile. Al poco andar, se demostró que en realidad no era fácil: Que entre los que deseaban más cambios, los que querían otros, los que querían menos, los que pensaban que se estaban implementando mal, simplemente se disolvía la mayoría pro-cambio. Al parecer, el poder de la palabra, del mero nombre (como si cambio o reforma indicaran algo sin entrar en el contenido) podía ser suficiente para recomponer el cuerpo político.
Como ello no funcionó, en las últimas semanas hemos podido observar a otros que tienen otra receta de la facilidad: Como los chilenos, finalmente, demostraron ser más bien moderados, entonces lo que corresponde es volver a la moderación (con la cual tan bien nos fue, supongo, falta a veces agregar). Que en realidad es cosa de no entusiasmarse mucho en el columpio y tener los pies en la tierra (Gallagher, Peña y Velasco todos han dado una versión de lo anterior en las últimas semanas)
Lo que veremos a continuación, supongo, si es que ese diagnóstico y visión es el que se realiza, serán las dificultades que ella produce. No estará de más recordar que a punta de moderaciones, de consensos entre los mismos que se crearían consensos ahora, es que se generaron las bases que llevaron a la situación actual. La disminución de la votación o la desafección vienen de un buen tiempo, la crítica a la situación de la sociedad (aunque no necesariamente a la vida personal) también. Operar el 2015 como si estuvieran las condiciones de 1990 implica una ceguera de marca mayor.
De hecho, pensemos en los ’90. Alguien pudiera pensar que volver a ello sería la única forma de avanzar: ¿no se crearon allí acuerdos básicos que permitieron operar por décadas? (y que, mal que mal, permitieron varias transformaciones que ahora se nos olvidan, no fue en esos años que se aprobó, por fin, el divorcio o se desarrollo el AUGE, que limitado y todo, no fue un avance). Y claro, el tema es que las condiciones de los ’90 no están ahora. Cuando en los ’90 las dos coaliciones mainstream se ponían de acuerdo, se podía decir que el país se ponía de acuerdo, porque esas coaliciones efectivamente representaban a la mayoría de la población (que votaba por ellas) y a prácticamente todos los actores con poder. ¿Se puede decir lo mismo ahora? No representan, no cubren a todos los actores. Incluso para reproducir los resultados de los ’90 (acuerdos sustentables, tan queridos por algunos) claramente se requeriría hacer cosas muy distintas.
La búsqueda de hacer las cosas por el camino seguro bien puede terminar siendo el más inseguro de los caminos. No estará de más recordar la situación de la pobre rana con el agua caliente, que a punta de cambios moderados y seguros termina muerta y hervida.
NOTA. Y con esto concluimos, espero, las entradas sobre la situación de Chile y volveremos a otra cosa.