Si hubiera que copiarle algo a los físicos es su práctica de siempre partir con la situación más básica y elemental para comprender un fenómeno, y de ahí luego aumentar la complejidad. En el caso de las ciencias sociales la situación de dos individuos interactuando es nuestra situación más simple. No deja, entonces, de tener pleno sentido que algunas de las teorías más sistemáticas -léase Parsons y Luhmann- usan esa situación como punto de inicio, y ambas se enfrentan a lo que denominan doble contingencia. Por otro lado, no deja de resultar una pérdida el hecho que ambos rápidamente encuentren una solución a ello y pasen a partir de esa situación de forma casi inmediata a hablar de sistemas en general, sin proceder a una construcción sistemática de las mecánicas de esas interacciones básicas. Lo cual implica entonces que tiene algo de sentido analizar las situaciones básicas.
El inicio es la interacción.
Partamos entonces por dos individuos interactuando. Ahora bien, ¿que necesita esa interacción para que sea estudiada por las ciencias sociales? La interacción como tal es una categoría que claramente supera a estas ciencias. Hay claramente interacción en física. En las ciencias biológicas, incluso, podemos observar tipos de interacción que corresponden a preocupaciones constantes de las ciencias sociales, como conflicto y cooperación (que puede analizarse a nivel de relaciones celulares si se quiere). Al menos habrá que recordar aquí que en algún nivel los interactantes que nos ocupan suelen ser seres biológicos. Pero usualmente queremos analizar un conjunto más específico de interacciones.
Proponemos que las interacciones que son estudiadas por las ciencias sociales son aquellas que son mediadas simbólicamente. Lo cual nos viene a decir algo que ha sido hecho notar por diversos autores: que los sistemas sociales que analizamos son también sistemas culturales (por dar un ejemplo cualquiera, así Harrison White finaliza su Identity and Control, 2008: 376). Al mismo tiempo hay que recordar que la transmisión cultural no es algo exclusivo a los seres humanos, y que la vida social es más extensiva que la cultura, y en particular que no puede existir cultura sin sociedad (Schaeffer 2009: 209). En otras palabras, las ciencias ‘sociales’ estudian las relaciones sociales en las cuales está intrínsecamente ligada la cultura (i.e no todas las formas de relaciones sociales). O al menos, que tiene sentido distinguir un estudio de ese tipo específico de relaciones sociales, dentro del estudio del conjunto de ellas.
Ahora bien, el lector atento se habrá dado cuenta que, de hecho, no dijimos relaciones mediadas culturalmente, sino mediadas simbólicamente. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia que queremos usar es que con mediación simbólica nos referimos a la aplicación de la transmisión cultural a sí misma. Un sistema de comunicación no-simbólico es uno que aplica códigos y diferencias (por ejemplo, uno que distinga ‘no hay predador a la vista’ de ‘predador a la vista’). Pero uno simbólico es uno que se aplica a sí mismo (que puede comunicar sobre él mismo, que puede decir ‘y ahora usaremos este código para diferenciar cuando hay predadores y no hay predadores’). En general, los lenguajes humanos son recursivos (aunque existen discusiones sobre si la recursión es la característica básica que diferencia el lenguaje como tal, y sobre si todos sus elementos son recursivos, Hauser, Chomsky y Fitch, 2002; Pinker y Jackendoff 2005; Fitch, Hauser y Chomsky 2005).
La importancia de insistir en esa característica específica de las interacciones básicas a analizar son sus consecuencias. Si estamos ante comunicaciones que pueden aplicarse a sí mismas (se puede comunicar sobre comunicar) y no ponemos más limitaciones, entonces el conjunto de todas las comunicaciones posibles es infinito. Pero incluso, se puede plantear algo más, que no sólo es infinito sino indefinido.
Existen muchos conjuntos que son infinitos y definidos. Los números naturales son un caso (y uno de los más sencillos; si parto de 1 puedo crear todos los otros números naturales aplicando reiteradamente la regla n+1, que es la razón por la cual la inducción matemática funciona). Los números reales lo son también (no hay una regla tan sencilla para generarlos, pero en principio todos ellos son ubicables e identificables en una línea -la recta numérica). La idea que en el caso simbólico el conjunto es indefinido proviene, en cierta forma, en el hecho que las formas en que puede aplicarse a sí mismo son, a su vez, ilimitadas (mientras que en los otros casos mencionados se produce un conjunto usando una regla en particular). No hay forma previa de poder mapear todas las distinciones posibles. Lo cual implica que no hay forma que un actor pueda conocer todas esas distinciones (porque el conjunto no está definido).
Volviendo a la situación básica.
La discusión anterior nos permite, entonces, dejar más en claro cuál es la situación básica que queremos analizar: Dos animales con capacidad simbólica que interactuan. Es importante constatar que estamos hablando de interacción y no de coordinación -que es de donde emerge el problema de la doble contingencia tanto en Luhmann y en Parsons. Esto es algo más general, sin embargo el tema de la doble contingencia sigue aplicando: Alter no puede saber cual de todas las posibles distinciones hará uso Ego; y Ego no puede saber como actuará Alter a su distinción.
Aunque no es coordinación, los lineamientos de la vieja argumentación luhmanniana en Sistemas Sociales de cómo se resuelve la doble contingencia siguen aplicando: Que en situaciones de doble contingencia, ella es autocatalítica, que en ellas todo es informativo y productor de orden (Luhmann 1995: 116).
Ego realiza una distinción, y eso es algo que no puede evitar hacer -porque no puede dejar de operar si se quiere. Esa distinción ya le dice cosas a Alter: Que de todas las distinciones Ego usa en particular esa, y que entonces conoce esa distinción. Eso puede agregarlo a su conocimiento de Ego. Más aún, estamos ante animales cuyos comportamientos implican -a lo menos- que tienen ‘preferencias’ (i.e hay cosas que los atraen y cosas que los repelen), y que esas preferencias alguna relación tienen que ver con su supervivencia. Luego, en principio Alter puede leer la acción/distinción de Ego como una que indica preferencias de Ego, y entonces Alter conoce también algo de las preferencias de Ego.
A su vez, Alter puede seguir o negar esa distinción de Ego. Esto en el sentido muy básico de usar esa distinción (y la valencia de esa distinción). Ahora bien, esas respuestas representan información para Ego (por las mismas razones que ya pusimos para Alter en el párrafo anterior, dado que en estas situaciones las perspectivas son recíprocas, Ego/Alter para Ego es Alter/Ego para Alter)
Más aún el propio proceso de realizar distinciones (Ego) / observar distinciones (Alter) genera a su vez información. Dado que una misma situación puede ser distinguida de diferentes formas, y dado que las distinciones pueden aplicarse a distintas instancias, entonces el uso de distinciones ya mencionado siempre deja abierta nuevas posibilidades y aplicaciones (Meyer 2013 pp 110-116 para una aplicación de la idea de la apertura fundamental de todo dicho para la argumentación y la retórica). En particular, dado que estamos ante animales que tienen motivos, cada uno de los participantes observa al otro para señales de sus motivaciones y las indicaciones como tal son señal de ello (si indicó esto es por algo, si infiero ese algo a su vez puede crear indicaciones a partir de ello).
Todo lo anterior es una forma larga de mostrar que a partir de esa situación básica de encuentro, de doble contingencia, se genera una interacción. Por decirlo de alguna forma, dejamos a nuestros individuos conversando. Cierto que esa conversación puede ‘fracasar’ o romperse en cualquier momento, pero es claro a su vez que en esa situación no parece ser complejo generarla.
En este sentido, hemos desarrollado, si se quiere, una de las ideas básicas de Luhmann ya mencionadas: que la doble contingencia se resuelve sola. Ahora bien, entonces ¿a qué la necesidad de explayarse en ello? En mostrar que tiene interés observar en cierto detalle estas mecánicas -en la breve descripción dada ya hay muchos elementos que podríamos empezar a complejizar en una argumentación teórica- en vez de simplemente saltarse a la descripción general del sistema (o sea centrarse, como Luhmann lo hace, en que se generó una unidad social autopoietica y de ahí hablar en general de sistemas sociales).
Volviendo al punto de partida: la idea no es tan sólo imitar la idea de partir del punto más simple y básico, es realizar efectivamente el camino de construcción sistemática a partir de esas bases.
Referencias Bibliográficas.
Fitch, Tecumseh, Hauser, Marc y Chomsky, Noam (2005) The evolution of the language faculty. Cognition 97: 179-210
Hauser, Marc, Chomsky, Noam y Fitch, Tecumseh (2002) The Faculty of Language: What is it, Who has it and How it did evolve? Science 298: 1569-1579
Luhmann, Niklas (1995) Social Systems (ed. original 1984) Stanford University Press.
Meyer, Michel (2013) Principia Rhetorica (ed. original 2008). Amorrortou
Pinker, Steven y Jackendoff, Ray (2005) The faculty of language: what’s special about it. Cognition 95: 201-236
Schaeffer, Jean-Marie (2009) El fin de la excepción humana (ed. original 2007) Fondo de Cultura Económica
White, Harrison C. (2008) Identity and Control. 2a edición. Princeton University Press.