Dada la situación actual de la sociedad chilena, preguntarse por el carácter de la política es algo que no estará de más.
En términos muy generales, la política es el proceso de auto-construcción de la sociedad: Donde ella decide su propia forma (Castoriadis, 2006). Las formas que adquieren los entramadas sociales no están decididos de antemano, sino que se construyen en las dinámicas de esas mismas relaciones.
Por cierto que este proceso, como todas las cosas, tiene límites. Sin embargo, insistir en el proceso de auto-construcción implica insistir en que la forma se reacciona sobre esos límites es también ella una resultante de las dinámicas de los entramados. Y cuando esas dinámicas son producto de una decisión colectiva estamos entonces en el campo de las decisiones políticas.
En este sentido, la política, al decir de Hannah Arendt, es la parte de nuestra vida activa donde necesariamente nos involucramos con los otros en tanto seres humanos, a través del habla, la persuasión y de la discusión (Arendt, 2005: 37-41). En otras actividades nuestra relación con los seres humanos no necesariamente los involucra en tanto seres humanos (podemos observarlos como obstáculos, como oportunidades quizás, como medios para nuestros objetivos) pero sólo en cuanto estamos en el medio de la persuasión los tratamos como seres equivalentes a nosotros mismos: En el viejo uso kantiano, los tratamos como fines y no como medios. Esto implica entonces participar con los otros a través de un diálogo que no sea reducido a mera estratagema, a mera intento de actuar sobre el otro, sino uno en el que experimentamos efectivamente la virtud de ser hospitalario, de estar abierto, al argumento ajeno (Giannini, 2004: 285).
Sólo de esta forma es posible constituir un espacio público que dé cuenta de todas nuestras potencialidades. La política, muchas veces sólo vista como lugar para el engaño y la futilidad, también puede ser un lugar para el despliegue de nuestras cualidades. Si bien esto corresponde al ideal de la acción política, y no a su despliegue real; lo cierto es que éste es el ideal específico de ese tipo de acción (así como otras acciones también tienes sus ideales específicos, y también en ellas la acción real queda corta del ideal). En otras palabras, si bien la política real la mayoría de las veces hace burla de esos ideales, si alguna vez nos acercamos a ellos lo que estaríamos haciendo sería una acción propiamente política.
La importancia de lo anterior se puede ver mejor cuando observamos cuál es la relación con uno de los temas cruciales de la discusión sobre la vida colectiva. Las personas que viven en sociedades complejas, donde existe un Estado tienen que enfrentar el problema de cómo tratar con el poder colectivo que ahí se ha generado, y en general con el poder de dominación que se crea con la aparición de sociedades donde hay mando y obediencia (Clastres, 2010). Qué hacer con ese poder colectivo, con el Leviatán que nosotros mismos creamos es una de las preguntas perennes de la vida política: ¿Cómo volver imposible o minimizar el riesgo de la tiranía? Para usar otro lenguaje: ¿Cómo evitar que el poder degenere en mera fuerza, en la conversión a los seres humanos en cosas (Weil, 2006), en meros instrumentos?
Un intento de solución, que es el de la tradición liberal, es el de poner límites a ese poder, de recabar espacios donde él no se ejerce. La libertad de los modernos al decir de Benjamin Constant. La teoría constitucional de la división de los poderes, toda la lógica de derechos garantizados sigue esa misma línea: Para evitar la tiranía lo que hay que hacer es poner límites a los poderes del decisor colectivo.
Pero esa solución se enfrenta a un límite básico: Que esa decisión es en sí una decisión colectiva, y siempre el cuerpo político puede revocarla, por muchas garantías que existan contra ello: No hay garantía de que se mantengan las garantías. Por su naturaleza no hay límites a las decisiones del colectivo, porque todos los límites son auto-impuestos y no se mantienen más que cuando desea mantenerlos. Por cierto, además esa solución no afecta al hecho que se pueden generar coerción fuera de las decisiones colectivas.
En realidad, contra el peligro que el poder sea sólo una fuerza la única solución es el control y vigilancia constante sobre el poder colectivo. En otras palabras, sólo a través de la acción política constante. Sólo a través que sea la sociedad como tal y no sólo sus representantes o el sistema político instituido quienes participan de esa discusión colectiva es que se puede construir una polis que sustente un espíritu público que defienda la libertad (Arendt, 1988). No es por cierto una solución que garantiza su éxito (Castoriadis, 2006), porque no hay nada que lo garantice: La potencialidad siempre está ahí desde que existe un decisor colectivo. Pero es la única que, al menos, mantiene la conciencia de esa falta radical de toda garantía.
Involucrarse en lo público, y desarrollar un espíritu público, son en sí mismas capacidades humanas relevantes. Es fácil pensar que una preocupación por el bien común no existe, que detrás de toda declaración sobre él solo hay hipocresía, y es fácil plantear y corroborar para la visión mezquina de que sólo existen intereses. Pero es precisamente a través de la participación en el espacio público, en las actividades de expresar, discutir y decidir sobre las decisiones de la comunidad que puede emerger y fortalecerse el espíritu público y salir sólo de la esfera de los intereses
“Comprendió esto: que las asociaciones hacen al hombre más fuerte y ponen de relieve las mejores dotes de cada persona, y dan una satisfacción que raramente se consigue permaneciendo por cuenta propia: ver cuánta gente honesta y esforzada y capaz hay, por la que vale la pena querer cosas buenas (mientras que viviendo por cuenta propia sucede más bien lo contrario: se ve la otra cara de la gente, aquella por la que es necesario tener siempre la mano en la espada)” (Italo Calvino, El Barón Rampante)
Referencias Bibliográficas.
Arendt, Hannah (1988) Sobre la Revolución. Madrid: Alianza. Publicación original 1963
Arendt, Hannah (2005) La Condición Humana. Barcelona: Paidós. Publicación original 1958
Castoriadis, Cornelius (2006) Lo que hace a Grecia 1: De Homero a Heráclito. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica
Clastres, Pierre (2010) La Sociedad contra el Estado. Santiago: Hueders. Publicación original 1974
Giannini, Humberto (2004) La Reflexión Cotidiana. Santiago: Universitaria. 6a edición, corregida y aumentada
Weil, Simone (2006) The Iliad, or the Poem of Force. Peter Lang International Academic Publishers. Publicación original 1939