Al final, creo que el tema de las movilizaciones por Educación tiene un núcleo relativamente sencillo (y que por lo mismo resulta bastante difícil de superar, y que resulta central para la sociedad chilena). La pregunta crucial para entender las movilizaciones es ¿por qué no pasaban estas cosas hace 15 años? (digamos durante los ’90 o principios de los ’00).
Es claro que no es porque se estuviera de acuerdo con el lucro y esas cosas, o que a los estudiantes les diera lo mismo el fortalecimiento de la educación pública, o que se quisiera educación gratuita (o arancel diferenciado). Ese discurso y demanda siempre ha existido entre los estudiantes (y me imagino en general en la sociedad). De hecho, los estudiantes de educación superior siempre se movilizan (tomas y paros son parte normal del estudiante universitario de universidad pública). Lo inusual entonces es, de hecho, la facilidad con que el resto de la población se ha sumado a estas demandas. Una manifestación de 100 mil personas, obviamente, no se construye con puros estudiantes. La diferencia esencial (y lo que gatilla la participación de otros actores) no se puede encontrar entonces en el tipo de demandas -que son permanentes.
Creo que la diferencia esencial se debe a un cambio estructural de la situación de educación superior. En los ’90 teníamos una apuesta que podía ser costosa pero que parecía muy razonable, en un contexto de ampliación que implicaba para muchas familias la incorporación a ese mundo. Era claramente una situación de ascenso social. ¿Cuál es la diferencia en la actualidad? Una educación algo más costosa, pero además donde la conciencia de los costos es mayor (por ejemplo, los alumnos que desertan, pero no por ello dejan de estar endeudados); pero quizás más crucial, un escenario donde aparece una duda relevante sobre el resultado de esa inversión (sobre los ingresos, sobre la inserción laboral?). En particular, la expansión ahora puede percibirse como amenaza de los logros de la inversión (si todos tienen educación superior, entonces ¿de que servirá?). Puede que los datos objetivos no sean tan negativos -y sigan mostrando un ‘retorno’ positivo- pero que subjetivamente aparece una duda relevante, sobre una apuesta con costos altos, creo que es una hipótesis más que plausible. En cualquier caso quedarse con la idea que el sistema funciona porque su cobertura es mayor, es quedarse en un diagnóstico que se podía defender hace 15 años, pero que claramente no suena razonable para la población ahora.
No estaría de más mencionar que una duda sobre la pérdida del valor de una apuesta educacional suena más razonable cuando pensamos que, en particular para los sectores medios-bajos y bajos, ya hay una experiencia de devaluación de inversión educacional anterior: La educación media completa. Alguna vez completar educación media (o humanidades) implicaba un ingreso mayor, mejores empleos, y alguna forma de ascenso social, pero en el momento en que se universalizó perdió esas características. ¿Y si pasara lo mismo ahora que se expande la educación superior? Tomando en cuenta el costo de la inversión, la repetición de ello sería claramente un desastre para esas familias.
Si es lo anterior lo que está detrás de la crisis educacional (una inversión que pierde sentido, por aumento de costos y una creciente duda por lo que se puede lograr con ella), entonces claramente es una situación bastante difícil de solucionar. En última instancia, el tema del costo podría solucionarse; pero ¿y los resultados? La ‘solución’ vía limitar el acceso claramente es inviable. Para garantizar que la educación superior permite obtener resultados incluso si se amplía su cobertura requeriría un real aumento de calidad, que tampoco es fácil de lograr. En todo caso, es un tema estructural.
Lo cual nos lleva al último punto, y el más crucial. Una de las características más claras de la sociedad chilena de las últimas décadas es la centralidad del proyecto educacional para organizar (y para dar sentido) las acciones y los proyectos de las familias. En particular, en los segmentos medios-bajos y bajos. Si este proyecto entra en crisis, entonces no es tan sólo un tema de educación; es que todo queda sin mucho sentido. La idea que a través de la educación se asciende en la sociedad es uno de los ejes, finalmente, en los que descansa el actual orden social en Chile.