Entre las innumerables características de las ciencias sociales que en realidad no es mucho sentido que tienen esta nuestra inveterada costumbre de aplicar a una discusión teórica elementos epistemológicas: Esta teoría no sirve (o al revés, es de lo más mejor) porque no está de acuerdo (o cumple) con tales características básicas de la epistemología contemporánea. La teoría de sistemas en su versión luhmanniana es una de ellas (pero no es la única): es la gran alternativa para las ciencias sociales actuales porque está de acuerdo con lo más avanzado de la epistemología.
Ahora, en realidad uno debiera usar una perspectiva distinta: Las teorías no son más o menos buenas dependiendo de sus características epistemológicas. La epistemología puede ser un campo interesante de estudio, pero no sirve para guiar el desarrollo de una ciencia (y si uno quiere, tiene abundante fundamento epistemológico para defender la idea que no se debiera tomar en cuenta lo que dice la epistemología a la hora de investigar, Rorty y Feyerabend dixit). Lo que sí puede guiar el desarrollo teórico es lo que ‘sirve’, en otras palabras aquello que tiene éxitos como perspectiva.
Al fin y al cabo, en medio de visiones sobre la ciencia que exigían explicarlo todo de acuerdo a conceptos mecanicistas, apareció la teoría de gravedad newtoniana. Una teoría que desde una perspectiva mecanicista es un escándalo (tiene acción a distancia, algo que simplemente no debiera ocurrir si uno cree que todo se explica mediante mecanismos). De hecho, fue uno de los problemas en la adopción de la teoría: ¿cuál es la causa de la gravedad? Pero, en última instancia, el hecho que la teoría ‘funcionaba’, y tenía muchos éxitos a su haber, contó más que cualquier debilidad epistemológica.
Teorías que pueden ser horribles epistemológicamente, tener millones de problemas, y no ser suficientemente coherentes y completos de todas formas pueden ser buenas teorías: En tanto expliquen alguna cosa.