Una de los primeros temas de una teoría social, independiente de cuál es su elección de pregunta, es ¿cuál es la unidad básica de la vida social? Aunque no se plantee de manera explícita, siempre se elige alguna unidad de análisis a partir de la cual se construye la teoría.
En la teoría social existen múltiples alternativas al respecto. Una unidad muy tradicional es la de acción social, esto a su vez se relaciona con la idea que las personas son el elemento básico de la vida social (Weber, 1964 [1920]; Parsons, 1949; Schutz & Luckmann, 1977 [1973]) . Otra unidad es una interacción, la relación entre ego y alter (Parsons, 1951; Coleman, 1990), dentro de esta lógica también podemos incluir la comunicación como unidad básica (Luhmann, 1995 [1984]). Otros teóricos prefieren partir de una unidad social ya constituida, ya sea esta una práctica o una comunidad concreta (Bourdieu, 1990; Giddens, 1984; White, 2008)
Cómo se puede observar de la anterior revisión la elección de unidad básica y las soluciones teóricas no tienen una relación necesaria. La teoría de James Coleman (1990) basa su teoría es una perspectiva de acción racional comprometido con el individualismo metodológico, pero la unidad básica que intenta explicar son interacciones: intercambios, negociaciones etc. De hecho, la discusión inicial de derechos está pensada para entender intercambios y traspasos de derechos entre actores. Se usa un modelo de explicación individual, pero la unidad básica a explicar es una interacción.
La segunda observación es que, a pesar de todas las diferencias, en realidad la interacción es la propuesta más común de unidad básica de la vida social. En el resto de la sección defenderemos que las otras alternativas propuestas –acción o una estructura social ya constituida- resultan insuficientes.
Luhmann (1995 [1984]) ha desarrollado algunos de los argumentos más claros para criticar la idea que la acción pueda ser la unidad básica de la vida social. Del mismo modo, se ha criticado la idea que la persona o el individuo tenga una primacía como unidad analítica (Burt, 1992, págs. 181-194)y que representan una modalidad de elemento más básico de la vida social (White, 2008).
Pero quizás sea más efectivo hacer notar que los objetivos teóricos de hacer esa elección se pueden lograr del mismo modo usando la interacción como unidad básica. Si defendemos la acción como unidad básica porque el actor es previo a la sociedad, o defendemos alguna versión de individualismo metodológico, el ejemplo de Coleman es suficiente para mostrar que todas esas decisiones son compatibles con usar interacción como elemento básico. Por otro lado, la interacción no tiene los problemas que usar la acción como unidad básica tiene.
En relación a la elección de una estructura social ya dada, parte importante del impulso de estas ideas es evitar los problemas que trae pensar en un actor constituido no socialmente, y que todos los seres humanos siempre aparecen en comunidades ya existentes. Bajo esta perspectiva, una preocupación por una unidad básica aparece como similar a la tradición del contrato social en su intento de explicar un presunto y mítico nacimiento de lo social a partir de una situación pre-social Se argumenta que la situación pre-social no ha existido nunca y es en principio impensable. Más aún, se defiende la idea que hay diferentes niveles en la vida social y que esos niveles no son reducibles unos a otros –por lo tanto la interacción no puede tener prioridad como explicación, las explicaciones no son solo de abajo hacia arriba, y bien pueden explicarse por procesos recursivos en su propio nivel. Además, lo que parece realmente interesante de explicar son los patrones de esas estructuras: ‘Hence, the task of sociology can be seen as that of analyzing the logic and consequences of social rule systems’(Klüver, 2000, pág. 1)
En este punto, uno puede recordar nuevamente que elegir la interacción resulta compatible con esas preocupaciones teóricas y conceptuales. Parsons explica la solución de la doble contingencia a través de un elemento social previo –el compartir valores-, y por lo tanto, independiente de lo que se opine de su solución, nos muestra que elegir interacción como unidad elemental no implica una visión individual o reduccionista de lo social. El caso de Luhmann también nos muestra que elegir una interacción (la comunicación) como elemento básico no obsta para dedicarse a hablar de sistemas sociales, y que elegir interacción no es elegir necesariamente lo que sucede en ‘grupos pequeños’[1]. En otras palabras, uno puede elegir la interacción como elemento básico y todavía mantenerse dentro de explicaciones de orden sistémico o de niveles superiores.
En resumen, podemos ver que todos los objetivos analíticos que están detrás de las restantes elecciones pueden ser logrados al interior de la elección de la interacción como elemento básico de la vida social. En este sentido, la interacción representa la más flexible de las posiciones, y la que menos presuposiciones compromete. Si bien lo anterior puede verse como una ventaja, también permite observaciones críticas: Puede que la interacción resulte compatible con todas las perspectivas teóricas sencillamente porque no aporta demasiado, y no resuelve ninguna de las preguntas y dilemas básicos (que es lo que haremos en el siguiente post)
[1] En la terminología de Luhmann(1995 [1984]), de hecho interacción es usada como sinónimo de interacciones en grupos pequeños, pero aquí preferimos usar interacción de manera más general y como atribuible a cualquier nivel de actor y a cualquier modalidad de interacción. Luhmann usa comunicación para referirse a la forma más general, y por lo tanto resulta útil distinguir interacción para referirse a una modalidad concreta. Pero esa solución a su vez eso implica limitar las interacciones a mediaciones de sentido –un tema en el cual todavía no queremos entrar. En este sentido, sería útil contar con una palabra distinta que interacción que se refiriera a la modalidad más general y abstracta