Si existen actores, entonces no hay alternativa a reconocer que las acciones que realizan tienen sentido para ellos. ¿A qué nos referimos con lo anterior? A una afirmación muy sencilla: Que todo actor requiere un mapa del mundo, tener distinciones y reglas que relacionen esas distinciones, para poder moverse . Para poder hacer cualquier cosa, un actor ha de definir que hay cosas del tipo A y cosas del tipo B (digamos peras y manzanas), y que esas diferentes cosas se relacionan de manera diferente con otros temas (digamos, las peras son más dulces o me gustan menos que las manzanas). Sin ese mapa del mundo, un actor no puede desarrollar acciones. Por lo tanto, toda acción tiene sentido para el propio actor –el que viene dado por esas distinciones y por esas relaciones. Otra forma de referirse a la regla es que los actores siempre son capaces de describir la acción que están realizando.
En otras palabras, cuando nos encontramos ante una acción, comunicación o práctica social debemos partir de la hipótesis que ella tenía sentido para los actores. Puede que los propios actores encuentren que esas acciones resultan inadecuadas, o que hubieran preferido realizar otras acciones en el pasado. Pero lo que no podemos hacer es plantear es que la acción per se no tenía sentido.
Lo anterior es relevante porque marca una de las distinciones entre una aproximación de ciencias sociales y otras aproximaciones. Si queremos entender y describir a los actores tenemos que partir de la idea que sus acciones tienen sentido. Pero no siempre lo que nos interesa es entender y describir, en particular muchas veces nos interesa evaluar las acciones. Una tentación muy fuerte en esos momentos es que la labor de crítica elimine la labor de descripción: Cómo esa acción nos parece deplorable, entonces no nos interesa la lógica del actor. De hecho, podemos llegar a concluir que entender la lógica del actor es parte de un proyecto para justificar lo injustificable. Es importante no perder de vista la importancia de la lógica del actor, y que esto no obsta para desarrollar la aproximación evaluativa .
Para usar un ejemplo relativamente ligero, pensemos en el tema del consumismo. Muchos de quienes se aproximan al tema del consumo lo hacen desde una perspectiva crítica: pensando en los males que el consumismo trae en la sociedad, y en particular cómo los grupos más vulnerables caen en esa trampa: Los pobres terminan realizando mayores consumos de los que pueden sostener y por lo tanto, terminan en una vida llena de deudas. Lo que nos interesa destacar es que a menos que podamos entender el sentido del consumo para los actores, no podremos entender las dinámicas que están detrás de ese resultado. No es simplemente que las personas tengan altos niveles de endeudamiento y de consumo sin que las personas no sepan lo que están haciendo, y los riesgos que toma. Endeudarse es una opción ingrata (la cultura económica popular siempre tiene el sueño de ‘no encalillarse’), pero las funciones y sentido del consumo lo vuelven una opción relevante: Un televisor requiere endeudarse, pero permite tiempo libre relativamente barato, y construir un hogar más agradable (que protege de los peligros que están fuera del hogar). Una lavadora automática tiene un fuerte significado de abandono de pobreza, que el lavado a mano simboliza (Catalán 2005). Podemos plantear, aplicando a Chile los resultados del estudio de Miller en Inglaterra, que el consumo cotidiano de la compra de aprovisionamiento (el supermercado), es una forma en que se ejerce y manifiesta el ‘amor de familia’ (Miller 1998). Más en general, a través del consumo los sectores de menores ingresos pueden manifestarse a sí mismos que han salido de la pobreza, y por lo tanto no ven como consumismo las compras que las clases medias sin perciben como consumismo en ellos. (Van Bavel y Sell-Trujillo 2003). Premunidos de esas herramientas podemos volver a preocuparnos del consumismo, pero requerimos entender que es lo que sucede en los actores.
Como toda afirmación, la anterior ha de entenderse en su amplitud correcta. Que las acciones de los actores tengan sentido interno no quiere decir que el sentido se reduzcan al sentido consciente de las acciones: Requerimos que pueda hacer distinciones, no que se de cuenta reflexivamente de todas sus distinciones y de todas las relaciones que tienen esas distinciones con otras. Tampoco quiere decir que ese sentido sea un sentido ‘racionalmente’ correcto: que los actores tengan toda la información disponible o que extraigan todas las consecuencias correctas de esa información. Usando la formulación alternativa que planteamos: El hecho que los actores sean capaces de describir la acción que realizan no implica que sean capaces de explicarla o de dar una descripción completa que dé cuenta de todos los aspectos relevante.
En otras palabras, plantear que las acciones tienen sentido, y que es relevante tomarlas en cuenta, no implica rechazar la idea que las descripciones de los actores son incorrectas o insuficiente, y que en general las descripciones del actor no tienen primacía sobre las del investigador (que debe superar la ‘teoría ingenua’ de los actores a la Bourdieu o Leví-Strauss). Para entender la relación entre el postulado y este tema de la primacía de las descripciones del actor o del analista, es necesario analizar en mayor detalle el tipo de conocimiento que los actores tienen de la vida social: ¿Qué elementos de la vida social son transparentes, conocidos, por los actores? ¿Qué elementos de la vida social son opacos para ellos?
Los aspectos significativos de la vida social son transparentes para los actores. Si distinguen entre vestimenta formal e informal, y establecen que la formal se ocupa en el trabajo –con la excepción (o no) de los viernes; entonces para poder usarla requieren conocerla y saberla aplicar. Participar de la práctica requiere saber aplicarla (las reflexiones de Wittgenstein y de Winch sobre que significa seguir una regla son relevantes al respecto). En última instancia, los actores pueden señalar cuando no se cumple. En relación a las prácticas y las acciones, los actores conocen lo que están haciendo, y en relación a ello, entonces la descripción del actor tiene primacía: el analista puede elaborar, dar más claridad (y traducir a otros contextos) esos significados.
Pero la vida social no está compuesta sólo por significados. El entramado de las interacciones sociales y de sus consecuencias está lleno de significaciones (Fuhse 2009), pero no se reducen al sentido. Un actor no necesariamente conoce todas las ramificaciones de las redes sociales de las prácticas en que participe, o de la transferencia de recursos a su interior, o de los efectos (específicos y agregados) que ellas tienen. De hecho, hay que recordar que tampoco conoce necesariamente los significados de las prácticas en que no participa: puede tener ideas, pero no tiene necesariamente el conocimiento requerido para ser parte de ella. En otras palabras, el entramado de relaciones sociales es opaco para él. Por lo tanto, en este ámbito, la descripción del actor no tiene primacía por sobre la del analista, y la ‘teoría nativa’ puede ser adecuada o inadecuada como descripción de ese aspecto de la vida social .
Por ejemplo, los sujetos conocen, los significados del trabajo, y pueden señalar en que cosiste comportarse como un ‘buen trabajador’ Ahora, cuales son las posibilidades reales de encontrar trabajo, la efectividad de las diversas estrategias, la situación del contexto al respecto es algo que puede o no puede conocerse; y los conceptos que elaboren al respecto no necesariamente tienen relación alguna con lo que sucede .
Esto implica una interacción entre estos niveles y de cómo se aplica el tema del sentido de la acción. Por ejemplo, Bearman (1997) nos muestra que las normas planteadas explícitamente por los miembros de una tribu aborigen australiana sobre matrimonios no dan cuenta de las dinámicas reales existentes a este respecto: Las normas son más bien teorías de los actores para explicar lo que sucede, y lo que realmente explica las dinámicas es el carácter gerontocrático de esta tribu. El sentido de la acción aparece en torno a la participación de las prácticas que tienen esos efectos: los miembros de esa tribu si saben cuándo hay matrimonio, y su saben cómo manifestar deferencia y otorgarle autoridad a las personas de edad, si saben realizar distinciones en torno a la edad de las personas. El sentido de esas acciones es lo que produce efectos que, en este caso, resultaban desconocidas para los actores.
Aunque no todo en la vida social es sentido de la acción, no podemos describir la vida social sin tomar en cuenta que existe sentido en ella, y que las interacciones son producidas por actores que necesariamente le otorgan sentido a sus acciones.