Hace unos días atrás, leyendo el blog La Pala me encontré con un escrito sobre la utilidad de la sociología (el link en el título del post en todo caso). En el texto se dicen muchas cosas que a mí me parecen esencialmente correctas sobre lo que se hace en sociología. Como por ejemplo: ‘Dicho de otro modo, a muchos sociólogos les interesa más el fundar programas de acción política reformista (v.g., Alain Touraine, Norbert Lechner, Tomás Moulian, entre otros) que programas de investigación’. Y además plantear que eso está de lo más bien, pero para cosas normativas hay tantas cosas mejores que la sociología.
Pero hay algo en el texto que creo equivocado
Nosotros parecemos estar en una época de indiferencia, a juzgar por el peso reducido que tiene la sociología en la discusión pública. Más allá de que el libro de Tomás Moulian haya sido un best-seller, de que Villegas tenga tribuna en todos los medios masivos o de que los estudios de opinión se publiquen en todos lados, sigue pareciendo que la disciplina es poco influyente, que la investigación más académica se toma poco en cuenta y que, al fin y al cabo, nadie entiende muy bien en qué estamos, ni siquiera nosotros. Es decir que, a pesar de que Chile ha vivido una serie de transformaciones económicas, sociales, culturales y políticas, el lenguaje sociológico (tradición – modernidad; comunidad – sociedad; diferenciación funcional, etc.) no aparece demasiado en la discusión pública.
Ahora, ¿por qué la utilidad de la sociología se mide en torno a cómo influenciamos la discusión pública? Es cierto que ese sería el lugar que, probablemente, más nos gustaría ocupar; de hecho el que ocupamos por un tiempo; y que el tema que los economistas lo ocupen ahora sea motivo de tirria para más de uno. Pero creo que efectivamente la sociología ha tenido influencias fuera del ámbito de la discusión pública (creo que hay más de un programa de políticas públicas que fue diseñado por sociólogos en los últimos años, y conozco algunas intervenciones en diversos mercados que también tienen esa proveniencia).
En más que una forma, el tratar de abandonar el ‘discurso ideológico’ y cambiarlo por una labor profesionalizante (digamos, no es sólo Tironi que cambio los libros por las consultorías), tuvo ese efecto: Una sociología cuya utilidad opera a escondidas de la sociedad, en vez de hacerlo en la plaza pública. Es posiblemente una mala forma de ser ‘útil’, y en particular puede ser una muy mala para la sociología. De hecho, creo tiene más capacidades para dar mapas a la plaza pública que para elaborar políticas públicas en realidad. Pero sigue siendo una forma de ser ‘útil’.
Aunque posiblemente me siento más cerca del sentimiento de Jean Botteró, especialista en el Medio Oriente antiguo, que alguna vez publicó un artículo, a propósito de su disciplina, ‘en defensa de una ciencia inútil’, basado precisamente en su inutilidad. Por otro lado, siempre me he sentido a gusto con el puro deseo de conocer más sobre el mundo social a decir verdad.
Precisamente una de las ventajas que creo tiene la ciencia, y específicamete la sociología, es la capacidad de validar, dar facticidad, a discursos probables acerca del mundo y por supuesto del lugar que ocupa uno en él.
Ante esto, la proliferación del discurso o de los concepto de la sociología pueden permitir situar al individuo en una relación conciente o simplemente más clara, con su medio. Con su entorno.Con algunas de las estructuras sociales que lo determinan o condicionan.
Bourdieu propuso la lectura de Campo. Considero que ésa es una buena manera de mirar y autorreflexionar acerca del terreno que se pisa. Como humano. Como especie. En un rol. Etc…
No se trata, creo yo, de la tirria con que reaccionen los que quieren a lo medios descolgándose de la sociología. Sino más bien, de una pregunta necesaria, que debería rondar en la sociedad más que en los campos disciplinarios; ¿para qué carajo nos sirve entender el mundo, o creer que lo hacemos, mediante las ciencias sociales o la sociología?
Al fin; ¿sirve para algo más que para acumular conocimiento leíble y releíble por los que manejan el código?
Si algo bueo tienen los sociólogos reformistas es que insisten en preguntarse por algo que quizás les incomoda; la injusticia, el poder, el dolor, qué sé yo…
Esto permite apuntar de alguna manera a “la buena sociedad”, concepto manido, y a veces confuso, pero que propone un horizonte, y un escape a la abulia autorreferente de las ciencias en general.
Gracias por visitar la página!