Es una lástima que los ministros (o ministras) no tengan la prestancia necesaria. A propósito del famoso episodio del jarro, me acordé de un texto de Borges, en que él cita a un pastor inglés que, habiendole sido arrojado en una discusión un vaso de vino, respondió: ‘Eso señor fue una disgresión, espero el argumento’.
El motivo de la cita anterior, aparte del deseo de citar a Borges, es que -creo- ilustra algunos de los temas de los movimientos sociales en Chile. Porque, finalmente, el tema es la falta de argumentación -no la falta de argumento- de ellos. Repito que no es falta de argumento, porque para las posiciones que defienden -como para cualquier posición- siempre es posible encontrarle argumento. Sino que los movimientos no operan desarrollando y mostrando argumentos.
Su presencia pública -lo que dicen y, más bien, lo que presentan los medios- se centra en otros modos. Lo que tienen es demanda -lo que queremos que suceda- y testimonio -lo que a mí me ha pasado. En este caso, las demandas por educación pública, por fin del lucro, por no aprobación de la LGE, y testimonios también hay muchos -que nuestra educación es mala, en el caso particular de la alumna Música, testimonio sobre el maltrato policial etc. En otras palabras, los testimonios -la experiencia que a nosotros nos pasa- reemplaza al argumento -que es una razón pública y general. Y el testimonio sólo es argumento para quién ya está convencido. De hecho, es un vocabulario pensado sobre el hecho del convencimiento previo -porque, ¿para qué necesita argumentar quién cree que ya tiene la ‘voluntad social’ detrás de sí?
Y como el testimonio no funciona como argumento, sino más bien como postulación de la importancia y urgencia de la demanda, lo que se obtiene entonces es un vocabulario de amenaza: Si no se nos hace caso, entonces pasará tal cosa, haremos esta otra. En otras palabras, el uso de la fuerza. Lo que resulta penoso cuando quienes lo hacen no son quienes efectivamente tienen la fuerza (y no son siempre quienes efectivamente la usan)
La debilidad de no usar argumento no se debe a que en las discusiones públicas efectivamente se opere ‘argumentativamente’, o que las personas se convenzan por esas discusiones. No es ese el punto. Sino que la discusión pública se presente, se aparece frente a sí misma, como si fuera algo que funciona mediante el argumento no mediante la fuerza. Sólo operar con un lenguaje de violencia es una posición que se debilita a sí misma.
Pedirle argumentación a mocosos que no tienen más que heredar la cultura oral -no textual- pre-moderna del hogar medio chileno (con suerte con sólo dos o tres generaciones precedentes medianamente alfabetas) es demasiado optimismo. Mientras tanto, hay que aguantar y padecer a las maríamúsicas que pululan x doquier.
un abrazo,
Luis.