Supongo que no debiera asombrarme, pero al final siempre termina sucediendo. Pero la capacidad que tienen las personas -la prensa y los analistas- para leer en las encuestas lo que no hay en ellas siempre tiene alta magnitud.
En la revista El Sábado pasada se presentan algunos resultados de la encuesta Bi-centenario, para mostrar el nuevo mapa de la movilidad social. El caso es que lo que se presentan son resultados de percepción de mejoría: 5 formas de preguntar lo mismo: ¿vive mejor que sus padres? Los chilenos, de forma prodigiosamente no sorpresiva, responden que, claro, obvio que sí.
¿Porque no es sorpresivo que digan que sí? Porque sólo en una concepción en que todo es percepción, puede parecer que es una opinión que un chileno diga que vive mejor que sus padres (que tiene una mejor casa, que tiene mayores ingresos). O sea, el Chile de hace 50 años, de hace 30 años, era incomparablemente, palpablemente más paupérrimo que el Chile actual. O sea, un pobre que no se da cuenta que su casa es mejor que lo que tenían sus padres tiene problemas mas serios que ser pobre.
Lo anterior es importante porque nos hace ver que la encuesta no dice las consecuencias que la crónica dice que tiene: No indica que los Chilenos no tengan malestar sobre la sociedad actual. La razón es evidente, decir que el país actual es mejor que el país de hace 50 años no implica decir que el país actual es un buen país. Decir que mi vida es mucho mejor que la vida de mis padres no implica decir que mi vida actual es bastante buena, y estoy satisfecho con ella, y me parece -finalmente- bien. Sólo indica que creo que mi vida es bastante mejor que la de mis padres. Al fin y al cabo, si mis padres tenían una vida realmente horrible, yo puedo tener una vida mejor que ellos sin tener una vida satisfactoria.
Aquí el lector puede criticar diciendo que la distinción entre percepción de mejoría y evaluación de satisfacción resulta muy abstracta, y que sería extra o que las personas lo hicieran. Pero creer eso es creer que las personas no pasan más allá de una simple distinción bueno y malo, y que cualquier otra distinción resulta muy complicada para ello. Ahora, cualquier lector de estudios cualitativos se dará cuenta que las personas rutinariamente hacen distinciones tanto o más complejas que la que estamos haciendo aquí. Diferenciar entre el juicio de si hay o no avances y el juicio de si estamos o no estamos bien no resulta tan complejo al fin y al cabo. Si nuestros analistas y periodistas no la hacen, bueno, eso sólo nos muestra el bajo nivel de la discusión pública en Chile, no que las personas no realicen una distinción que, finalmente, resulta bastante trivial(*).
De hecho, la incapacidad de hacer distinciones, de reducir todo a un esquema binario que lo agrupa todo (los chilenos encuentran buena / mala la situación del país; son liberales / conservadores etc.) parece ser un mal endémico de nuestras elites pensantes. No poder reconocer, ver, situaciones que son algo más complejas parece ser su marca de fábrica.
Y antes que se nos olvide, ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad. Lo anterior es lo suficientemente importante como para que sea útil repetirlo: ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad.
Lo anterior es fácil de ver si pensamos en que consiste la movilidad: La movilidad consiste en el cambio entre posiciones sociales. Ahora, si A y B son posiciones distintas, y comparando 2 períodos las posiciones se hayan cubiertas por las mismas personas, no hay movilidad; aún cuando las personas que ocupen tanto A como B hayan visto mejorada su posición. Por decirlo en los términos más brutos posibles, movilidad es pasar de obrero a dueño, de junior a gerente, no que los obreros o junior de ahora vivan mejor que los obreros o junior de hace 20 años. Por lo que, entonces, podemos decir lo que dijimos al inicio: ninguno de los datos presentados tiene que ver con movilidad.
Pero claro está, darse cuenta de lo anterior implicaría darse cuenta de algunas complejidades. Y darse cuenta de complejidades, como ya vimos, no es algo que caracterice nuestra discusión pública.
(*) Una distinción para la que se pueden encontrar ciertas evidencias en la encuesta. Al fin y al cabo, nos dicen al mismo tiempo que sus vidas son mejores que la de sus padres y que los avances han costado bastante -son lentos y todo. No parece ser tan difícil distinguir entre percepción de avance y percepción de dificultad en él.