Una de las preguntas de la última prueba del curso de consumo implicaba comparar dos estudios que, a primera vista, tenían resultados que se contradecían. Joel Stillerman (*) estimaba que los hogares de clase trabajadora por él estudiados tenían una relación muy de cuidado con el crédito -limitando su uso todo lo posible. Un estudio de van Bavel y Sell-Trujillo (**), por el contrario, argumentaba que para los sectores bajos resultaba perfectamente sensato, razonable endeudarse -y de esta forma demostrar, de manera concreta, con bienes, que ya no es pobre. La pregunta era, bueno, ¿se pueden hacer compatibles ambos argumentos? Al fin y al cabo, ambos son sobre estudios cuyo campo es de finales de la década de los ’90, publicados con un año de diferencia, y trabajando sobre los mismos temas.
Varios alumnos intentaron solucionar la posible contradicción notando que, en principio, los grupos eran diferentes: Que los trabajadores de Stillerman -obreros especializados en una industria, obteniendo sueldos superiores a la norma del mercado- no eran el mismo grupo, ni económica ni socialmente al estudiado de van Bavel y Sell-Trujillo, que serían un grupo más pobre. Lo cual resulta medianamente razonable.
Pero lo que casi nadie comentó, y es la raíz de este post, fue la diferencia en metodologías. Stillerman es un estudio que se basa fundamentalmente en entrevistas en profundidad (a las mujeres de los trabajadores en buena parte), mientras que van Bavel y Sell-Trujillo usan técnicas grupales. Ahora, uno bien pudiera explorar las consecuencias de usar técnicas diferentes: Que resulta más fácil decir y explorar un tema ‘negativo’ cuando se habla en grupo -cuando no es necesario decir ‘hey, estoy super endeudado’ sino uno puede decir cosas ‘la gente se endeuda porque’. La entrevista individual nos lleva a lógicas diferentes de presentación -donde la lógica de exponer tácticas preferidas pueden ser lo más desarrollado. (***)
Ahora, la explicación anterior puede ser, probablemente lo es, bastante mala. Pero el caso es que defender la idea que usando técnicas distintas se obtienen resultados distintos no es demasiado difícil. Y que nuestros datos dependen de la forma en que hemos preguntado, porque cada técnica ilumina una parte del fenómeno, debiera ser parte de nuestro sentido común.
Pero el problema de los datos es que, una vez publicados, se olvida de donde y cómo se obtuvieron. Y pasan a ser ‘realidad’. Y entonces, como lo decía el título, la metodología se vuelve invisible.
(*) Joel Stillerman, Gender, Class and Generational Contexts for Consumption in Contemporary Chile. Journal of Consumer Culture, Vol. 4, No. 1, 51-78 (2004)
(**) Rene van Bavel y Lucía Sell-Trujillo, Understandings of Consumerism in Chile. Journal of Consumer Culture, Vol. 3, No. 3, 343-362 (2003)
(***) Miller, de hecho, hace una observación similar cuando diferencia sus resultados -de etnografía- de los obtenidos por otros que usan focus groups: No se puede esperar obtener lo mismo cuando se usan técnicas diferentes, cada una ilustra elementos que son diferentes.