Probablemente este sea el comentario menos relevante que hacer con respecto al Transantiago, pero de todas formas me parece a mí interesante.
Entre las innumerables cosas que se dijeron para plantear la necesidad de cambiar el sistema público de transporte en Santiago fue que era un caos. Ahora, ¿un caos para quién?
Porque el sistema no era, para nada, caótico para el usuario. En general, era un sistema navegable sin demasiado conocimiento (entre preguntas al micrero, alguna que otra suposición, la información puesta en las micros sobre donde iban y donde paraban) era posible llegar a destino incluso sin saber nada sobre el recorrido.
Para quién el sistema era caotico era para el gobierno, para el Estado. Un actor que tenía poco conocimiento sobre el sistema. Una de las declaraciones de la autoridad, días después del accidente en La Pirámide, fue que con el Transantiago se había puesto una línea en el sector. Pero de hecho, una línea de Metrobus hacía el trayecto Escuela Militar- Zona Norte y pasaba por La Pirámide. La complejidad del sistema lo hacía poco entendible para el actor externo.
El Transantiago es, en realidad, lo contrario. Bastante asible por un observador externo (se puede, de hecho, poner en un mapa el sistema completo -por complejo que sea el mapa, eso no se podía hacer con el sistema antiguo). Pero para el usuario, que lo navega, el sistema es de hecho más complejo. El hecho que, normalmente, sea necesario para hacer cualquier viaje usar transbordos, que las mciros paran donde el sistema dice que tienen que hacerlo, hace que sea necesario conocer el sistema antes de usarlo (fuera del recorrido habitual). Sin tener en la mente la totalidad del sistema es difícil pensar en las alternativas y en las posibilidades. O sea, uno no puede llegar y usarlo simplemente saliendo a la calle.
¿Tiene alguna importancia la observación anterior? Ni idea si la tiene para el Transantiago, pero la circunstancia me hizo acordarme de una observación de Ibáñez. Que uno puede distinguir sistemas que son claros para un observador externo (el Transantiago mirado desde el mapa) pero opacos para quien los actores El ejemplo de Ibáñez si mal no me acuerdo es un conjunto marchando: el orden es muy claro para quien lo mira desde fuera, pero para quien está marchando el orden general es invisible. Por otro lado, tenemos sistemas que son inentendibles para el observador externo, pero cuya lógica es perfectamente asible para los actores.
Siempre me sorprende cuando la sociología puede usarse para hacer observaciones sobre eventos reales. (Y más me sorprende que Ibáñez sea útil para algo)