En los dos posts anteriores sobre ‘las reglas del método’ me centré en reglas en torno al actor: cuales parecen ser ideas adecuadas para trabajar con los agentes sociales. Lo que haremos ahora es dedicarnos a otro aspecto de lo que, a mi buen entender, debiera ser parte de una explicación sociológica adecuada: no reglas sobre que cuenta como buena explicación, sino reglas sobre que es lo que habría que explicar.
El punto de partida es -como debieran serlo las discusiones sobre reglas metodológicas- Durkheim. Y aunque algo me duela, el punto de partida es la crítica a Durkheim. El Suicidio inició la más funesta de las costumbres sociológicas: la que la sociología se basa en explicar los comportamientos de las personas en torno a factores sociales.
De hecho, que la mera existencia de la disciplina depende de lo anterior: Si, por decir cualquier cosa, pasara tal que todo el comportamiento individual fuera explicado por los genes -que no hay factores sociales en la inteligencia, en las diferentes entre hombres y mujeres y en lo que sea-, entonces no habría lugar para la sociología. El Suicidio, al fin y al cabo, no era un tratado de método -de aplicar y mostrar en que consiste la investigación sociológica- sino tenía un punto teórico central: Mirad, que aquello que dábamos por eminentemente individual, la decisión de suicidarse, en realidad ha de explicarse por la sociedad. Mirad, entonces, que la sociología es ciencia importante.
Y lo que fue un tour de force se transformó rápidamente en nuestra tarea central y carta de presentación. Lo que inicialmente era una forma de decir que lo social es importante en otros asuntos se transformó en nuestra fuente de legitimidad: ¿Por qué tiene sentido trabajar en una disciplina como la nuestra? Porque nuestro comportamiento depende, en lo fundamental, en factores sociales.
El lector podrá imaginarse que toda la idea del presente texto es negar lo anterior. Que la idea es, precisamente, decir que aunque todo el comportamiento individual fuera explicable sin hacer mención alguna -o hacer mención relevante- de factores sociales, de todas maneras tendría sentido una disciplina como la sociología.
Ya suena extraño que la legitimidad de una disciplina provenga de un punto teórico: Que la disciplina dependa de la verdad de una teoría particular sobre un fenómeno. Y en particular, que la disciplina sobre el mundo social dependa de la verdad de una afirmación sobre individuos.
Lo que diferencia y basa la sociología debiera ser, en realidad, una parte de la realidad. Porque, incluso si no hubiera factores sociales en el comportamiento de las personas, todavía quedarían muchos fenómenos específicamente sociales a trabajar: ¿Por qué y cómo se da que en ciertas interacciones sociales las personas conversan y otras usan la violencia? ¿Por qué y cómo en ciertas sociedades hay miles de diversos trabajos y en otras no? ¿Por qué y cómo en ciertas sociedades los ‘trabajadores’ tienen contratos y en otras son propiedad de sus ’empleadores’? ¿Por qué y cómo en algunas sociedades las personas alcanzan la plenitud de sus derechos en la pubertad y en otras hay categorías especiales como la adolescencia? ¿Por qué y cómo es el caso que los ‘escándalos’ por los cuales los políticos pierden sus posiciones son diferentes entre sociedades? Y así con muchos otros temas, sobre las que -a decir verdad- nos hemos limitado en buena parte a describir y no a preguntarnos sobre cómo y por qué suceden.
Por decirlo de otra forma, la forma de la explicación y la investigación sociológica no está en El Suicidio, está en La División Social del Trabajo. Porque, incluso si no hubiera nada social en el suicidio, todavía tendría sentido analizar, todavía sería interesante descubrir y darse cuenta que hay ciertas sociedades con un alto número diferentes de roles y en otras en que el número es pequeño; y que hay ciertas sociedades donde prepondera el derecho civil y en otras el criminal (represivo); y que ambos elementos están relacionados.
Por otro lado, este tipo de disquisiciones me da un poco de esperanza por la pobre disciplina: Porque, entonces, si no hemos logrado mucho, en parte se debe a que no nos hemos dedicado a lo que debiera ser nuestro lugar central de trabajo y análisis: En otras palabras, que no hemos abordado el mundo de lo social. Quizás, dedicándonos a lo que debiera ser nuestra tarea, podamos finalmente hacer algo que valga la pena.