A propósito que me acabo de dar cuenta que el affaire Sokal ya tiene más de 10 años (los artículos fueron publicados en 1996), paso a preguntarme ¿por qué los sociólogos tendemos, cuando analizamos la ciencia, a caer en el relativismo? (en la idea que o todos los sistemas tienen igual validez, o igual base o lo que sea).
Porque es claro que no se requiere relativismo para hacer sociología de la ciencia (La vieja sociología de la ciencia -old Merton- decía muchas cosas sin necesidad de meterse en esos asuntos). Si se requiere si uno quiere, como Bloor, que la sociología debe y puede entar en el sancta sanctorum y determinar la validez del conocimiento.
Entre las innumerables razones voy a usar una de sociología del conocimiento: Ese argumento supera el sentido de inferioridad de nuestra disciplina: Ah, es desde lo social (desde la sociología entonces) que se puede explicar la ciencia. Y mostraremos que para sus ideas son equivalentes a cualquier otra. En otras palabras, no son mejores que nosotros.
O para decirlo de otra forma, somos tan científicos como ustedes. Nuestros criterios y nuestras costumbres son equivalentes. No tiene sentido decir que sean más rigurosos que nosotros.
Lo que tiene como consecuencia hacer más plausible el hecho que la ciencia no es nada especial. Porque si las ciencias naturales son tan rigurosas como la sociología, entonces es claro que no son muy rigurosas, ni de verdad implican un buen conocimiento del mundo (porque todo sociólogo con algo de sentido crítico sabe que la sociología no es, de hecho y en la actualidad, un buen conocimiento del mundo).
Por así decirlo, mientras los viejos positivistas pensaban que la sociología podía ser una ciencia como cualquier otra, y eso implicaba ‘subir’ al nivel de las otras ciencias; la nueva sociología de la ciencia nos dice que la sociología es una ciencia como cualquier otra, porque las otras ciencias no son mejores que nosotros.
En otras palabras, pensamos que las ciencias naturales no representan una forma válida de aproximarse al mundo no debido a nuestro atrevimiento intelectual. Sino a que pensamos que, de esa forma, podemos dejarlo en nuestro mediocre nivel.