Quizás sería bueno que continuara con esto de escribir las cosas básicas que a mi buen (o mal) entender hacen una buena explicación sociológica.
Habíamos dicho (en mayo) que un buen postulado era el de igualdad de actores. Ahora la idea es desarrollar otro, que está bien relacionado:
Una explicación de la acción social que se basa en la idea que los actores son unos idiotas no sirve de mucho. Y tenemos muchas variaciones de la idea: Que los actores son unos ingenuos que no se dan cuenta -que no pueden darse cuenta- de las brillantes visiones del analista; que son fácilmente manipulados por fuerzas externas (*); que toman acciones que no tienen mucho sentido -ni siquiera para ellos.
Veamos algunos casos. Sobre la presunta ingenuidad de los actores, mejor citemos a Hirschmann: “De entrada se advierte a los lectores que tienen muy pocas posibilidades de entender cómo funciona la sociedad, pues estamos tratando con ‘sistemas complejos y sumamente interactuantes’, con disposiciones sociales que ‘pertenecen a la clase de los llamados sitemas multiloop no lineales de realimentación y con otros arcanos sistemás dinámicos parecido que ‘la gente humana no está adaptada para interpretar’. Sólo el especialisa en computación profundamente entrenado puede desentrañar esos misterios. Y, ¿con qué revelaciones nos sale Forrester? ‘A veces los programas causan exactamente lo opuesto de los resultados deseados’ “ (Hirschman, Albert, Retóricas de la Intransigencia, pp 43-43). Hirschman puntualiza que muchas veces esas presuntas consecuencias que van más allá de la comprensión del actor son efectivamente tomadas en cuenta (obviamente no siempre, pero no es el caso que los actores necesariamente y sistemáticamente no se den cuenta del terreno que pisan).
O pensemos en Bourdieu, uno de los autores que más enfatiza la necesidad de superar la doxa de los campos sociales para lograr el conocimiento, y así superar las visiones ingenuas inscritas en el sistema y que reproducen un sentido común necesariamente inferior a las visiones del analista -que siempre habla desde una posición por definición más correcta. Pero, pensemos en sus obras empíricas, ¿es que las dinámicas que menciona Bourdieu sobre el gusto efectivamente van más allá de la comprensión de los actores? ¿Que nadie se ha dado cuenta de los efectos sociales de marcación del gusto? ¿que hubo que esperar a Bourdieu para que las personas se dieran cuenta de los significados de sus jugadas en el mundo del gusto? ¿Que la clase media nunca se ha dado cuenta que está en la ‘buena voluntad cultural? Los actores, creo, no son ingenuos en los juegos que participan, pueden tener plena conciencia del carácter del juego. Pero, al revés que los autores, no tienen siempre la capacidad de no jugar el juego. Las personas de clase media pensada bien pueden darse cuenta de la naturaleza del juego de la buena voluntad cultural, y de su fracaso necesario, y no por ello dejar de jugarlo; pueden darse cuenta de la naturaleza de su gusto, sin que por eso dejen de gustarle las cosas que les gustan. En última instancia, tal es el poder del habitus que bien supera sin problemas todas las presuntas develaciones.
O de que hacen cosas que no tienen idea manipulados por fuerzas externas y terminan realizando las más tontas acciones: la idea del consumismo. Que los pobres, siempre son los pobres, al recibir las ofertas de todas partes, son simple reactores que terminan comprando más de lo que pueden y en una vida llena de deudas. ¿Cual es el problema con la idea? No que efectivamente la gente tenga altos niveles de endeudamiento, sino la idea que la gente hace esas acciones sin darse cuenta de lo que hace: Que el consumo es algo que se hace sin pensar. Quién se endeuda en grandes cantidades no es que no sepa qué es lo que está haciendo, y los riesgos que toma.
Lo que hay que ver es ¿que da sentido a jugadas arriesgadas? Situaciones difíciles.
El consumo no es tema menor en grupos de bajos ingresos. Pensemos en el ejemplo clásico de consumismo, de compra sin sentido producto sólo de la publicidad: el televisor de muchas pulgadas en una casa de pocos metros. ¿No es eso la muestra más evidente del consumismo? Y no. Por un lado, en sectores de bajos ingresos su unica forma de tiempo libre es el televisor (el resto de las opciones requiere de más dinero al fin y al cabo). En circunstancias de vida compleja, y atosigantes, la necesidad de poder disfrutar de algo se vuelve más cruciante. En otras palabras, al menos poder disfrutar del televisor (no es que sin el televisor esas personas se volvieran ricos y sus vidas pasaran a ser de gran tranquilidad). También está el hecho, que a Carlos Catalán le gusta enfatizar, que el televisor es una forma de seguridad: vuelve a la casa más agradable, por tanto aumenta su valor con respecto a la calle -que es uno de los miedos centrales en estos grupos (la calle es el lugar de la delincuencia, de la drogadicción, por último de la vagancia, de todas las cosas que conspiran contra el proyecto central que es el futuro mejor de los hijos).
Endeudarse bien puede ser una opción ingrata (la cultura económica popular siempre tiene el sueño de ‘no encalillarse’), pero dada la situación, parece que resulta mejor que varias otras alternativas. Para poder entender el consumo, necesitamos entender el consumo en que se da, que hacen social y culturalmente los bienes que se compran (porque siempre hacen algo en las vidas sociales de los actores, los bienes no se compran y de pronto desaparecen cuando ingresan al hogar).
En otras palabras, tener una explicación que implica que los actores son unos idiotas es un fracaso de explicación, porque sencillamente implica que nuestro analista nunca se dió el trabajo de entender a los sujetos con los que trata. No es que las acciones sean ‘racionales’, o siempre representen la ‘mejor opción’, pero si resulta suposición sensata pensar que algún sentido tienen.