A estas alturas no me acuerdo donde leí la tesis, pero la idea básicamente es que un régimen de ciudades-estado nunca tiene su fin en que una ciudad-estado alcanza una dominación sobre las otras. Cuando un sistema de ciudades-estado finaliza, lo que sucede es que esas ciudades son incorporadas por un Estado externo y más fuerte (digamos, lo sucedido en Grecia y en las comunas italianas en el renacimiento) o que el sistema se desmorona (digamos, con los Mayas).
Ahora, ¿que hacemos con los romanos? ¿Que es lo que permitió a los romanos pasar de una ciudad estado a dominar todo un territorio? Porque claramente el final de una estructura de ciudades-estado en Italia es que una de estas ciudades-estado fue capaz de asumir todo el territorio. ¿Cual fue la diferencia?
Uno podría decir que la diferencia fue que los romanos al expandir los derechos ciudadanos a los habitantes de las otras ciudades fue capaz de lograr lo que otras ciudades no lograron (al unificar los intereses). Pero no creo que ese sea el caso.
Vamos a comparar la situación con otra ciudad-estado que estuvo cerca de unificar un territorio lleno de ciudades-estado, pero que no pudo lograrlo al final. Venecia. Ahora, Venecia ciertamente no expandió su ciudadanía, y los derechos políticos siempre fueron más restringidos que en la roma republicana. Y, específicamente, el tema de ser descendiente de venecianos siempre fue crucial.
Ahora, uno podría decir, ‘ah, pero ve, otra ciudad que no expandió su base ciudadana y no pudo unificar el territorio’ Pero esto olvida que actores fueron los que impidieron ese desarrollo. No otras ciudades-estado sino estados territoriales mayores (básicamente, la intervención francesa -digamos la Liga de Cambrai). Si toda la oposición que hubiera tenido Venecia a su expansión hubiera sido de ciudades-estado (como lo fue la Romana, que se enfrenta a otro tipo de estados una vez bastante avanzado el proceso), entonces probablemente hubiera logrado la unificación.
Y esto me lleva al punto que creo es más crucial. Porque los venecianos -al igual que los romanos- pero en contraposición con lo que por ejemplo las polis griegas hacían cuando se expandían- permitían un alto grado de autonomía local. Durante mucho tiempo en Roma -por ejemplo- las ciudades aliadas no solo elegían sus propios magistrados sino que decidían su propia constitución. En ese sentido, la elite local mantenía en buena parte el control de los recursos locales (por cierto, no totalmente). Algo parecido se puede decir en el caso Veneciano -donde de hecho, no resulta tan raro que las clases populares tuvieran mejores derechos que en la misma Venecia.
Entonces para estos grupos locales la incorporación dentro del estado mayor (dentro de esta ciudad-estado que está unificando el territorio) implicaba, a cambio de una perdida pequeña en el control de recursos locales, la incorporación a un estado que manejaba una red de recursos mayor. En ese sentido, representa una ampliación de las oportunidades. No deja de ser interesante que en la Guerra de los Aliados (I siglo AdC), las ciudades que se rebelan contra Roma no se están rebelando contra un poder central atosigante, se están rebelando contra un poder central que no les entrega a ellos una parte sustancial de los recursos conseguidos a través de la expansión del Mediterráneo. No estaban reclamando por la perdida de su poder local, sino por la repartición injusta del botín. Y, en ese sentido, sigue nuestro argumento: El ‘contrato’ de incorporación implicaba el poder acceder a ese botín, era eso lo que hacía la perdida de autonomía total más que razonable.
Y por tanto, para concluir esta idea, las limitaciones de las ciudades-estado para expandirse y unificar territorios no tienen que ver con la expansión de la ciudadanía (que en el caso romano, difícil era de ejercer fuera de Roma), sino con una negociación de prerrogativas que, manteniendo en alto grado la autonomía local permitía el acceso a una red de recursos más amplia. En ese sentido, para la elite de una ciudad pequeña en Italia no resultaba tan mal negocio: Seguían siendo los señores de la ciudad, y los privilegios que acompañaban a lo anterior, pero ahora podían disfrutar de los recursos que la pertenencia al Estado Romano permitía.