Algún día voy a ocupar este blog para armar una lista de mitos sobre nuestro pobre país, pero por ahora bastará con discutir las cosas que se dicen sobre el sentido emprendedor en Chile.
Lo primero, es que el fenómeno está sobredimensionado. Se tiende a pensar con respecto a todas las gentes de la PYME (o de las microempresas) como emprendedores. Y creo que ese no es el asunto ni una buena descripción. Porque lo que lleva a las personas en Chile a dejar de ser ’empleados’ y a buscárselas no es un sentido del emprendimiento. No es una búsqueda de ‘crear cosas’ y todo eso que se dice al respecto.
Creo que es algo mucho más simple: El chileno trabaja independiente o en su propio negocio por un deseo de no tener un jefe. Algo que puede estar acompañado de actitudes muy tradicionales (una alta valoración de tener dinero ‘todos los días’ más que esperar un sueldo; o una baja valoración sobre el aumento de ganancias). Como me pasó en un estudio en Pomaire, la principal ventaja de trabajar por la propia cuenta es que si uno no quiere trabajar un buen día, no lo hace. Un deseo de autonomía, no un ‘espíritu de superación’ es lo que está detrás del asunto. No tener quien pueda dar ordenes (y en eso, hay que decir que los chilenos son muy ‘clásicos’: el repudio de los viejos griegos al trabajo asalariado tiene la misma base de no recibir órdenes de otra persona).
El segundo punto tiene que ver con el hecho que se piensa que los indigentes en Chile lo que necesitan es que les enseñan a cómo ser buenos ’emprendedores’. Así que hay que capacitarlos. Ahora, después de participar en un estudio de historias de vida con estas personas, lo que queda más claro es que su problema no es de ‘capacitación’ o de actitudes. Si algo tienen de sobra es capacidad para pensar y ejecutar negocios.
Los problemas de sus negocios no es actitudinal, sino estructural: Los indigentes, sencillamente, están más propensos a sufrir desastres y los desastres son más terribles: Se enferman más (ellos mismos o sus familias), sus casas sufren de mayores desperfectos etc. Y, al no tener los recursos acumulados (propios o de familiares y/o amigos) de las clases medias, cada problema implica una caída sustantiva, es un problema de mucha mayor envergadura. Crisis que en una persona de clase media implican un ajuste pero nada más serio, en el caso de los indigentes implican una amenaza mucho más grave. He llegado a pensar que ser de clase media es, al final, tener la expectativa que ninguna crisis es tan grave.
En otras palabras, los problemas de los ’emprendedores’ indigentes no se soluciona mirando el problema desde la óptica del emprendimiento. Es un asunto que proviene de la estructura de las situaciones y oportunidades que los aquejan. Ahora, que la estructura tiene importancia no debiera sorprender, espero, a un sociólogo.